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El mito de Vega Sicilia: antológica vertical de Vega Sicilia organizada por Vila-Viniteca

Así se titulaba, o se anunciaba, en el programa de “La música del ví” la cata vertical de los vinos de Vega Sicilia que organizó Vila Viniteca en la Casa Llotja del Mar el 6 de marzo de 2006 en Barcelona, con motivo de la feria Alimentaria. Si ya es un lujo poder disfrutar de “la música” fue un auténtico privilegio asistir a semejante vertical. Pasados algunos meses ya, sedimentado el deslumbramiento de la cata, vale la pena comentarlo ahora y revivir este acontecimiento.

La cata fue presidida por Pablo Álvarez y dirigida por Xavier Ausás, quien comenzó con un relato somero de la historia de la bodega y dando respuesta a algunos de los porques de la grandeza de la bodega, como esos viñedos que miran hacia el norte que permiten a la uva madurar pausadamente y lograr mantener una excelente acidez.

Diez vinos fueron los catados, dos Valbuenas para abrir boca y 8 Únicos de algunas de las añadas más míticas de la bodega.

Comenzamos con Valbuena 5º año reserva 2004, y elvino no dejó lugar a dudas que 2004 es una de las grandes añadas de los últimos años. Intenso y aromático, fruta y madera con buena integración ya. Poderoso. Muy floral y elegante. Xavier decía de él, con mucha razón, que el vino está aún por ensamblarse; pero al lado de este vino los hay por ahí que desde luego son puzzles imposibles. En boca es un bebé de tanino poderoso pero fino.

Le siguió Valbuena 5º año reserva 2000, y fue en este punto donde Xavier nos recordó a todos los asistentes que Valbuena sufre más el efecto añada que Único. ¿Por qué la puntualización? Simplemente para situar esta añada, más completa, en relación a sus predecesoras en el Valbuena, situándola entre la potencia y la elegancia de los años 98 y 99, respectivamente. Picota de media capa. Nariz de extraordinaria finura: la fruta, roja, es muy sutil y elegante. Tiene unas notas lácteas extraordinarias. Hay intensidad, aunque en boca resulta muy pulido, frutal y “fácil”. Largo, elegante.

Único gran reserva 1998 abrió el camino de los Únicos, los dos primeros todavía no en el mercado.

Picota de media capa, limpio y brillante. Nariz sutil donde la fruta roja y la madera (madera vieja de mucha calidad) asoman con cierto grado de timidez. Hay hoja de tabaco y un cedro bastante diáfanos. Delicado, fragante. Muy suave y sutil en boca, con una ligera, muy ligera, aspereza al final de la boca.

Único gran reserva 1996 presenta sus credenciales con más potencia y complejidad que el de 1998 y mantiene esa sutileza y delicadeza marca de la casa. Le cuesta abrirse, y aparecen unas notas florales muy aromáticas, balsámicos y algo de cassis. A diferencia de 1998 en boca está mucho más pulido. Tiene un recorrido largo, con excelente acidez y un tanino suavísimo.

Le llegaba el turno ahora a una joven promesa: Único gran reserva 1994.

Tremenda la vida que tiene por delante esta añada. Mientras escribo esto me viene a la cabeza una cata celebrada hace unos meses en la tienda De Vins de Mahón en la que pudimos comparar este vino con algunos vecinos suyos del 94 (Janus Pesquera, Valsotillo,…), y en la que su juventud resultaba escandalosamente exultante. Si bien en el color el ribete comienza a tornarse ligeramente anaranjado, en nariz hay una fruta exuberante y compleja. Poderoso, carnoso y tremendo en boca. Muy frutal con muy buena acidez. Hubo una coincidencia generalizada en la sala con el hecho de encontrarnos ante una de esas añadas históricas comparable, por ejemplo, a la famosa de 1970.

Único gran reserva 1989 se une a la nómina de esas añadas de “Únicos” (junto al 94 del que hablábamos antes y al 70 del que hablaremos dentro de poco) donde la potencia se convierte en parte del carácter de la añada más que determinada complejidad aromática. A pesar de ese carácter común, no llegará esta añada a la grandeza de las anteriormente citadas.

Ribete ligeramente atejado. Poderoso y contundente, hay más madera (noble) que fruta (roja muy madura y fresca) y el tanino se muestra todavía con mucha fuerza. El vino se encuentra en un punto de evolución que me parece interesante a la espera de ver quien quedará por delante al final de la carrera.

Y ahora dábamos un salto de 19 años para conocer (en mi caso) una de los vinos soñados por todo aficionado al vino, el Único gran reserva 1970.

Picota anaranjado, ribete teja. Frutos secos, higos, ciruela pasa, compota, fruta en licor, tabaco, café, cueros muy sutiles. Tiene un tanino y una acidez importante todavía. Tremendo vino a sus 36 años de vida.

En el transcurso de la cata del 70 y mientras se comenzaba a disfrutar del 64 surgió la cuestión, la comparación entre estas dos grandes añadas de Vega Sicilia. Aparecieron voces que atribuían a la botella del 70 cierto cansancio, ¿conservación de una de las pocas añadas, sino la única, que no venían directamente de bodega? No lo estimó así Xavier, y no consideré yo (si se me permite la osadía dado que no había catado jamás esta añada de Único) que la botella tuviera más perdido, y ganado al mismo tiempo, que lo que se puede y debe esperar del transcurso de los años.

El Único gran reserva 1964, se presentó con una nariz menos compleja que el 70, ya que hemos iniciado las comparativas: toffe, flor marchita, compota, membrillo. También hay aromas a madera vieja. El tanino es contundente en la entrada en boca, pero más delicado. Muy complejo. No tan potente como el 70, pero prefiero no tener que decantarme por ninguno de los dos. ¿Es necesario?

Si la cata parecía que había llegado al culmen, y la disputa entre 64 y 70 había sido el “combate” de la cata, faltaban todavía las sensacionales añadas más antiguas del día:

Único gran reserva 1953 y Único gran reserva 1942.

El 53 presentaba en nariz madera vieja muy noble, floral, y frutos secos (avellanas); complejísimo. En boca había cierta dulcedumbre, higos y ciruelas pasas. Largo, y muy suave.

El Único de 1942 me recordó muchísimo a un buen palo cortado ligeramente embocado.

Xavier Ausás comentó respecto a los Únicos más antiguos que le recuerdan a Oportos viejos, como si el espíritu del Douro, el Duero, estuviera en el alma de ambos vinos y al final se hiciera patente ese parentesco. La idea me gusta y no seré yo quien contradiga la similitud, pero a mí este 42 me recordó a esa otra joya de la enología ibérica que es el palo cortado. Quede aquí el apunte.

Había mucha flor marchita y fruta pasificada en el 42. Mayor intensidad que el 53 en nariz. En boca mantiene las sensaciones que proporcionaba el 53 de fruta dulce pasificada pero con mayor redondez o plenitud o elegancia o amplitud o yo que sé… Muy grande este 42.

Y así, entre los restos de grandes vinos con mayúsculas de los que procuré no dejar ni una sola gota en las copas, departiendo con Pablo Alvarez, con Xavier Ausás, con Quim Vila y el resto de participantes, acabamos el paseo por gran parte de lo más grande de la historia del vino del pasado siglo, de la mano de Vega Sicilia, y gracias al saber hacer de Quim Vila.


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