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Historia del Cava: De los orígenes a la crisis de la filoxera (1ª parte)

La historia del Cava encuentra su centro neurálgico en la población de Sant Sadurní d'Anoia, situada en el Alt Penedès, a 40 kilómetros de Barcelona; una población dedicada tradicionalmente al cultivo de cereales. Durante el último tercio del siglo XIX un grupo de siete nobles y miembros de la burguesía del pueblo, productores de vino e interesados por el sector, empiezan a reunirse de forma periódica.

El grupo, que se autoimpone el nombre irónico de "los siete sabios de Grecia de Sant Sadurní", está formado por Joan Casanovas y su hijo Modest, Marc Mir, propietario de la casa "Can Guineu", donde se suceden las reuniones; Rafel Mir, Josep Raventós,Manuel Raventós y Pere Rovira. Durante estos encuentros, los "siete sabios" discuten sobre las novedades del sector, las tendencias en la producción de vino y las nuevas técnicas. Como productores y aficionados, los miembros del grupo conocen la técnicas de elaboración de los espumosos criados en Cava, famosos ya en Francia y que procedían de la región de Champagne. La curiosidad les llevará a intentar poner en práctica el método francés en los vinos de la comarca, de tal modo que Joseph Raventós inicia en estos años una serie de pruebas hasta que en 1872, fecha clave para la futura industria del Cava, consigue la fórmula adecuada. De esta forma en 1879 saldrán las primeras 72 cajas destinadas al público consumidor en Barcelona.

La muerte de Josep Raventós en 1885 dejará a su hijo, Manuel Raventós y Doménech, como heredero de la empresa y de la producción de vinos espumosos naturales de Cava. Esta sucesión constituirá el empuje definitivo para el sector: Raventós y Doménech viaja al extranjero y conoce las técnicas francesas, que estudia durante años. A su regreso a Sant Sadurní, acompañado de un enólogo francés al que ha contagiado su entusiasmo, introduce cambios en la producción que serán acogidos con mayor o menor desconfianza por los trabajadores, que sustituyen así la azada por el pico, las tijeras de podar por la pala, y empiezan a excavar en la tierra. Se construyen también Cavas subterráneas de enormes proporciones aptas para el envejecimiento del vino.

Los últimos años del siglo XIX constituirán un momento de profunda transformación y de nacimiento de una industria a la que algunos pronostican un negro futuro. Sin embargo, otros productores deciden probar el mismo método y los nuevos vinos espumosos se lanzan al mercado. A partir de entonces, colaboran con la empresa las anécdotas proporcionadas por las carretas de distribución del Cava. Éstas eran tiradas por bueyes por las calles de Barcelona para el reparto del producto, causando ocasionales destrozos en el mobiliario urbano y pequeños escándalos -alguno de ellos, intencionado- que inmediatamente quedaron recogidos en los periódicos, lo que se tradujo en una curiosa forma de propaganda gratuita y casi involuntaria.

Pronto el empuje inicial del Cava y la buena acogida por parte del público se verán frenados por la irrupción de la filoxera. El parásito arrasará a finales de siglo la práctica totalidad de las viñas, después de llegar a Europa desde los Estados Unidos de forma involuntaria. Con el cambio de siglo, el sector del Cava tendrá que enfrentarse a uno de los mayores retos de su historia: combatir una plaga devastadora y sus terribles consecuencias económicas.


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