Por Tierras Manchegas I: Bodega Venta La Vega
Los días libres de Semana Santa han servido para hacer una pequeña escapada a tierras manchegas. Con Almansa como base de operaciones, hemos hecho algo de turismo rural y gastronómico, comprobando lo amable y acogedora que es la gente en estas tierras y lo fantásticamente bien que se come. Y por supuesto, no hemos dejado escapar la oportunidad de visitar un par de bodegas de la zona.
Nuestra primera parada fue en Bodegas Venta La Vega, en Almansa, una bodega familiar en sus orígenes y que pertenece al grupo MG Wines desde 2017.
Estamos en La Mancha, el mayor viñedo del mundo, por lo que la escala a la que se mueven las cosas aquí es muy distinta a la que estamos acostumbrados los que visitamos pequeñas bodegas en Galicia o Villena. Aquí una "pequeña bodega familiar" tiene más de 200 Ha de viñedo y capacidad para elaborar alrededor de un millón de botellas. A pesar de estar preparada para semejante cantidad de producción, en la actualidad elaboran alrededor de la mitad, y como pasa con tantas y tantas bodegas españolas, más del 90% de la producción se vende fuera de España. Y es que está claro que hacemos vino, pero no nos lo bebemos.
Las cepas tienen una edad media de unos 35 años, y el viñedo está situado a las faldas de la formación montañosa almanseña de El Mugrón, con alturas que alcanzan los 1200 metros. Los suelos son fundamentalmente calizos y arcilloso-calcáreos, la forma de conducción es en vaso y en espaldera, y todo el viñedo se trabaja en ecológico, sin uso de productos químicos de síntesis. Las variedades blancas que cultivan son Sauvignon Blanc, Moscatel y Verdejo, mientras que entre las tintas están Syrah, Merlot, Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot, siendo la Monastrell y la Garnacha Tintorera las más mimadas, por estar convencidos de que son las uvas de las que se puede extraer su mejor potencial en estas tierras almanseñas. Vendimia manual o mecánica, dependiendo de la gama de vinos a la que vaya destinado el fruto, y habitualmente al amanecer o nocturna para evitar los rigores del verano manchego.
Gloria, responsable de comunicación de la bodega, fue nuestra guía por unas instalaciones prácticas y eficientes. Acero inoxidable, tinos de madera y depósitos de hormigón son utilizados para la vinificación, y barricas y fudres de distintas edades para la crianza de los vinos.
La bodega elabora varias gamas de vino, fundamentalmente tintos, con algún blanco basado en Verdejo y Sauvignon Blanc, ya que curiosamente la DO Almansa ampara castas como Chardonnay o Sauvignon Blanc, pero no otras que parecerían más lógicas, como Albillo o Airén. Cosas de las DO...
Como colofón a la visita, pudimos degustar en la agradable y profesional sala de catas de la bodega tres de sus vinos. Dos de ellos de la gama Adaras, los vinos que elabora históricamente la bodega, y uno de la gama Ternario, una nueva apuesta para la que cuentan con el asesoramiento enológico del omnipresente Raúl Pérez, lo cual suele ser un signo de que lo que hay en la botella, como poco no te dejará indiferente.
Adaras Calizo Blanco 2016 (DO Almansa, blanco joven, Verdejo y Sauvignon Blanc a partes iguales) es el blanco que elaboran. Fermentación en acero inoxidable con control de temperatura, levaduras indígenas y filtrado suave dan como resultado un vino de color amarillo pálido con reflejos verdosos, limpio y brillante. Con una intensidad aromática media, destacan la fruta blanca, el hinojo, piña y jazmín, con algunas notas de fósforo que no sé si serán cosa de esta botella, si es un efecto buscado o si el responsable es el sulfuroso (Gloria nos aclara que intentan utilizar el mínimo posible de S02). En boca es un vino seco, amargoso, algo graso, de buena acidez, frutal y con un final agradable. Un vino sencillo que no me disgustó, y que lo veo bastante bien para comer con él.
Siguiendo con la gama Adaras, pasamos a Adaras Huella 2015 (DO Almansa, tinto con crianza, 60% Garnacha Tintorera, 40% Monastrell). Viñedo en espaldera con una edad media de 30 años, suelo calizo, maceración y fermentación en torno a 20 días con temperaturas máximas de 30°C en cisternas y cubas de acero inoxidable. La fermentación alcohólica y maloláctica se producen de forma natural, siendo esta última en barricas y fudres de diferente tamaño. Tras una crianza de unos 8 meses en barricas de roble de distintas edades, el vino se embotella tras una clarificación y filtrado muy suaves. El resultado es un vino de color picota bien cubierto, con un ribete aún violáceo, limpio y brillante. Aromas de buena intensidad, con arándanos, grosellas, algún recuerdo vegetal, notas lácticas, y destellos de piedra caliza húmeda. En boca muestra una buena acidez, frutosidad, es aún algo secante y marca el paso por la barrica, con un final largo. Un vino agradable, que necesita un poco más de botella para terminar de conjuntarse.
Terminamos con un acercamiento a la gama Ternario, la nueva apuesta de la bodega de la mano de Raúl Pérez como ya mencionamos. Esta gama está compuesta por tres vinos: Ternario 1, Ternario 2 y Ternario 10, y se basan todos ellos en sacar el mayor partido a la que consideran la variedad estrella de la zona, la Garnacha Tintorera. Ternario 1 2016 (DO Almansa, tinto con crianza 100% Garnacha Tintorera) se elabora tras vendimia manual y selección en viñedo y en bodega. Fermentación en depósito de acero inoxidable de 10.000 litros (50%) y de hormigón de 5.000 litros (50%) con un pequeño porcentaje de raspón. Macera durante ocho días hasta que arranca la fermentación alcohólica con levaduras autóctonas. Durante treinta días está en contacto con las pieles. Crianza en barricas usadas de roble francés de 225 litros (50%) y el resto en depósitos de hormigón durante diez meses. De estos procesos surge un vino de color rojo picota, de capa media alta, muy bonito. En nariz es un vino alegre, donde prima la fruta roja muy madura, fresas, cerezas, con puntas lácticas y minerales que redondean el conjunto. En boca es fresco, muy frutal, de buena acidez, muy alegre y agradable. Me recordó, salvando las distancias, a algunos Cru Beaujolais, y me sorprendió un vino así en tierras manchegas. Ojo, vino adictivo.
No me gustan en general las visitas turísticas a las bodegas, puesto que es prácticamente imposible entrar en profundidad en temas como el viñedo, suelos, trabajo en el campo, vinificaciones, levaduras, barricas... Pero en esta ocasión, y siendo pocas personas, Gloria hizo que la experiencia fuera muy agradable. Y además nos recomendó dos sitios para comer donde disfrutamos muchísimo, y que también recomiendo a todos ustedes: Casa Antonio y Taberna La Ramona, mereciendo ese último casi un post aparte. Por la visita y las recomendaciones, le estamos muy agradecidos.
Ah, para casa se vino la gama Ternario al completo. Pero eso para más adelante.