Impenetrable color rojo guinda casi picota, de capa alta y lagrima tintada y profusa, nariz embriagadora y madura que se abre en mil matices, sus aromas recuerdan tanto a los especiados de canela y vainilla, como a la madurez de frutas, sin olvidar toques de clase como amaderados de cedro y recuerdos minerales.
Su boca es maciza, madura pero de taninos firmes, gran acidez y la más perfecta integracion alcoholica que un oporto pueda dar.
Necesita una vida en botella, que menos que una decada más, para llegar a ser lo que su potencial promete, aunque puede ser perfecto para los amantes de los vinos potentes y de marcada concentracion.
Si Dios se pusiera a hacer un oporto, probablemente primero consultaría a Quinta de Noval cómo es que hacieron este Nacional.
Recién descorhcado el vino seduce con aromas de ciruelas, cerezas en licor, arándanos, humo de habano y minerales. Tras hora y media, esto ya es "otra cosa" que es inútil intentar describir, aunque lo intentaré: cuero, maderas finas, especias, y un largo etcétera. En el paladar, este Nacional no toma prisioneros. La sensualidad de cuadro de Rubens de los aromas me engaña, y me deja mal parado para el asalto, autoridad y virtuosismo del paso en boca. La fruta tiene una pureza asombrosa, cubierta de tostados y chocolate blanco, especias, nueces; todo en envuelto en una cobija de taninos de cashmere y un final de escándalo.
No conozco el himno nacional de Portugal, pero quizá algún día lo pudiera aprender sólo para cantarlo con una copa de oporto Nacional.
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