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Paisaje del Viñedo: Patrimonio y Recurso (I)

Paisaje del Viñedo: Patrimonio y Recurso

El paisaje como patrimonio

En la actualidad el vino ha adquirido una serie de valores que sobrepasan los que puedan tener cualquiera de los otros productos agroalimentarios. Por muy diversas circunstancias en la última década, y con una diferencia temporal que distingue a unos países de otros, todo lo relacionado con el mundo del vino ha adquirido una especial distinción.

Creemos que los medios de comunicación pueden hacer que un producto que tenía una cierta importancia histórica en las regiones del Mediterráneo, se haya transformado en un símbolo de muchas tierras, y haya adquirido un prestigio que le lleva a aparecer entre los símbolos de consumo añorados por las clases medias y poseídos por las elites.

El fenómeno de la globalización de la producción vitivinícola y el enfrentamiento entre dos modos de entender la forma de hacer y de consumir el vino, ha sido otro de los elementos que hacen que el vino esté de moda en todo el mundo. De forma muy general, podemos decir que existen dos modelos en la producción y comercialización del vino, y que responden a dos zonas geográficas que se sitúan en el Viejo y el Nuevo Mundo, pero también sabemos que esta división es demasiado simplista.

La relación entre el vino y el estatus de sus consumidores es otra razón de ese incremento prestigioso. Hoy, conocer de vinos, saber de viñedos y poder consumir ciertas marcas va a prestigiar a quien lo consiga. Ya el sumum es visitar una de esas añoradas bodegas o conocer al afamado enólogo que elabora cierta marca.

Podemos decir que estamos ante un producto emergente que está de moda y sobre el cual los medios de comunicación se proyectan, ya que además genera una gran cantidad de dinero.

Si el consumo y el conocimiento del vino están de moda, alrededor se han desarrollado múltiples actividades que están vinculadas al producto de forma lateral. Nos referimos a ciertas novedosas formas de ocio, que se concretan en lo que se esta llamando “Turismo del Vino”.

Nos hallamos ante una forma de turismo temático, relacionado con el turismo rural y con el turismo cultural, que está alcanzando grandes cuotas de participación, y como el producto turístico es perecedero, se necesita de nuevos temas para ofrecer a los nuevos públicos. Por esta razón, en el momento álgido de la vinculación entre vino y prestigio, nos aparecen toda una serie de actividades que relacionan ambos conceptos generando un flujo turístico que posee las mismas características que otras tipologías turísticas, como vamos a ir relatando.

Al ser un turismo temático, el turismo del vino precisa de unos recursos específicos relacionados directamente con el producto vino, y la posibilidad de variantes en las diversas regiones productoras del mundo, son múltiples. Nos encontraremos por lo tanto, con un abanico de variantes a ejercitar en el mundo del vino, que tienen como eje central la visita a las bodegas. Así ha surgido el producto, de forma muy indefinida al principio, en la mayor parte de las regiones productoras de vino.

La bodega es el comienzo y el fin de una gran parte de las iniciativas de turismo del vino. La razón es que sector vitivinícola pretende el aprovechamiento de ese recurso exclusivamente, como en otras tipologías turísticas. En la bodega encontramos un espacio concreto con características que pueden ir desde su antigüedad, con la estrecha vinculación entre vino y tiempo, como una forma de envejecimiento; o en otros casos la arquitectura de la propia bodega nos relaciona con un elemento material inmueble, para ser observado y que puede tener unas manifestaciones estéticas realizadas en muchos casos por superarquitectos de moda, hecho este que vemos en todas las regiones vitivinícolas que se precien y que deseen entrar en el circuito turístico del vino.

Nos hallamos todavía en un tipo de turismo que aprovecha bienes patrimoniales inmuebles, con aquella clásica concepción de que monumento es exclusivamente el monumento construido, es decir el edificio. Esta concepción decimonónica del Patrimonio, veremos más tarde, que se ha ido transformando, pero si analizamos el turismo del vino o enoturismo de una forma diacrónica, en sus orígenes lo que se visitaba, y en la mayor parte de los casos hoy también, es un edificio, de características más o menos interesantes.

El atractivo se completa con la actividad, que en este caso es la elaboración a través de la fermentación del vino. Nos encontramos aquí ante una labor productiva envuelta en el misterio de la oscuridad, el olor, el calor y al final la degustación, y comienzan a aparecer en este conjunto laboral una serie de valores que hemos de añadir al edificio, del que hablábamos antes. A esto hemos de sumar la presencia del actor, el autor del vino y la explicación previa a la cata.

En este repaso, hemos visto algunos tipos de recursos que hacen atractiva la visita a una bodega y que terminará con la adquisición del producto recomendado. A la vez nos han aparecido aspectos patrimoniales que debemos analizar.

El patrimonio es el conjunto de elementos materiales e inmateriales, que consideramos como propios, y que nos han sido transmitidos por nuestros antepasados. El patrimonio es una construcción social en la que vamos a ir incluyendo una serie de elementos, que además van a ir variando a lo largo del tiempo. La teoría del patrimonio es compleja, pero queremos reflejar que en el caso del turismo del vino hemos seguido la misma construcción artificial que se ha hecho a lo largo de los siglos con el conjunto patrimonial.

Partimos de los edificios, a poder ser grandiosos, singulares, antiguos, distintos o raros, y muy modernos de autores famosos, para que sean admirados por los visitantes, en este caso las bodegas, y puedan constituir un patrimonio, algo a respetar, a visitar, a admirar. En la mayor parte de las regiones donde aparecen las bodegas más afamadas del mundo, el vino es una seña importante de su identidad regional. En los símbolos, en multitud de manifestaciones, el vino ha estado y está presente, y las bodegas y algunos otros elementos arquitectónicos y arqueológicos, forman parte del patrimonio y reflejan materialmente la identidad de ese pueblo.

Está claro por lo tanto que la bodega como elemento material y arquitectónico, constituye un patrimonio, y nosotros como hábiles magos lo hemos convertido en un recurso turístico. No son los únicos elementos que han pasado de ser un edificio destartalado a una muestra de la Arqueología Industrial. Estamos por lo tanto ante claros ejemplos de lo que la legislación de tipo cultural clasificaría como Patrimonio Material.

La propia actividad que nos describen en la bodega, estaría relacionada con actos, acciones, referencias y repeticiones que en muchos casos forman parte de la memoria histórica de un pueblo. Nos estamos refiriendo aquí a la visita a una bodega no industrial que tenga una historia y cuyos actores hayan pertenecido a los sistemas preindustriales de elaboración del vino, y realmente hayan realizado una actividad laboral. Nos encontramos así con acciones, dichos, actos y manifestaciones que forman parte de la elaboración tradicional y que se vinculan con la memoria y con los saberes que se transmiten de padres a hijos.

En el caso de la evolución del concepto de patrimonio, todo el mundo a comienzos del siglo XX tenía claro que un monumento estaba relacionado con un edificio, con una obra de arte, una pintura, y ha sido necesario el paso del tiempo para que de ese patrimonio material evidente y palpable pasemos al Patrimonio Inmaterial, en el que incluiríamos la forma tradicional de hacer el vino y todas las narraciones de las actividades de laboreo anteriores al tractor. Hemos visto por lo tanto que el concepto de Patrimonio ha ido variando, de lo material a lo inmaterial, pero todavía nos quedan otros manifestaciones humanas que deben ser consideradas como elementos de identidad de cada pueblo, que además nos han sido legados por nuestros antecesores, y se deben estudiar y proteger.

En el mundo del vino hemos visto claramente las dos manifestaciones, y lamentablemente se tiene mucha información de todo lo arquitectónico, ya que nuestra mentalidad patrimonial sigue siendo decimonónica y por lo tanto monumental, y carecemos de estudios y de investigaciones sobre las manifestaciones tradicionales del cultivo de la vid o de la elaboración del vino.

A día de hoy son muy pocas las regiones vitivinícolas que hayan realizado un Atlas Etnográfico de la Cultura Tradicional del Vino. Conocemos todos los procesos actuales de la acción de las levaduras, pero desconocemos la mezcla de variedades para obtener ese mismo resultado. Nos preocupamos por el vino biológico pero no hemos estudiado las fechas de poda y su relación con las fases de la luna, o la protección de los santos al viñedo, o simplemente hemos olvidado la rica toponimia que nos relataba los nombres de la tierra.

Aquí nos situamos ante un conjunto patrimonial escaso, raro, valioso, vinculado al territorio, identitario, distintivo y podríamos añadir muchos más calificativos, que está desapareciendo mientras el glamour del vino nos impresiona con acciones llenas de diseño y de alto precio.

La cultura tradicional inmaterial del viñedo y del vino está desapareciendo en todo el mundo, mientras descorchamos botellas de variedades extrañas producidas con elaboraciones supermodernas. Normalmente se dice que se conserva lo que puede desaparecer, pero aquí no ocurre así y lo habitual y lo cotidiano, que dentro de unos años va a ser irrecuperable vemos como se está destruyendo, por lo que la primera tarea es la de la Investigación, para pasar posteriormente a la conservación y divulgación. Pero volvamos al discurso del Patrimonio.

A partir del 1968, en varias partes del mundo surge una preocupación por el desarrollo que esta tomando la humanidad y se observan manifestaciones de rechazo en Europa, Estados Unidos, México y otros países, en los que algunos de sus habitantes, se preguntan hacia donde va el hombre con esta visión antropocéntrica, mientras la naturaleza se va esquilmando debido a un desarrollismo excesivo que destruye habitualmente el entorno natural en el que el hombre vive, y poco a poco, incluso también en regiones donde su presencia ha sido muy reducida.

Como construcción artificial que es, el patrimonio puede adoptar nuevas formas, y tal como ya habían hecho desde tiempo atrás viajeros y geógrafos, hay una cierta vuelta hacia la naturaleza y comienza a surgir una preocupación por ella. Vemos por lo tanto, un cierto cambio que nos va a llevar en estos últimos cuarenta años a preocuparnos también de los elementos naturales, y de las transformaciones que el hombre ha causado en ellos.

Muestra de esa preocupación es la aparición de instituciones y normativas vinculadas con la protección de la naturaleza. Este fenómeno en relación con la naturaleza, fue similar en el caso del Patrimonio Arquitectónico, a partir de la destrucción de muchos conjuntos monumentales en la Primera Gran Guerra Europea.

En 1968 se creó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICM), y en 1972 en Estocolmo se desarrollo la Conferencia de la Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. En esa misma fecha y con motivo de la Conferencia General de la Unesco, se celebró la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural. Es la primera vez que se ponen en relación el patrimonio cultural y el natural. En ese momento se define como Patrimonio Cultural al “conjunto de monumentos, construcciones y sitios que tengan un valor histórico, estético, arqueológico, científico, etnológico o antropológico.” Y se definía el patrimonio natural como “las formaciones físicas, biológicas y geológicas extraordinarias; las zonas que tengan un valor excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación de la belleza natural y los hábitats de las especies animales y vegetales amenazados”.

Todavía nos encontramos con una definición de patrimonio muy monumental, como creación arquitectónica que manifiesta las características de una civilización o su evolución.

Es interesante destacar que en los documentos que tratan del patrimonio, como la Carta de Venecia de 1964, se hablaba de patrimonio construido y la mayor parte de las aportaciones estaban hechas por arquitectos y técnicos en la conservación de monumentos. Es a partir de la Carta de Florencia de 1982 cuando se empieza a hablar de paisajes patrimoniales, y surge de las referencias a los jardines, casi siempre anexos a monumentos arquitectónicos.

Tendremos que esperar hasta 1992 para conocer la primera definición de paisaje cultural, como “la interacción significativa entre los pueblos y su medio ambiente”.

En 1994, ya había documentación en Europa sobre los paisajes naturales y culturales, en el año 2000 se desarrolló en Florencia, la Convención Europea del Paisaje. Y desde esa fecha se han incrementado las normativas y declaraciones relacionadas con el paisaje.

La evolución histórica ha sido por tanto, primero la preocupación por los monumentos, y los elementos muebles de gran valor y aquí tendríamos que incluir también las manifestaciones arqueológicas, lo que podemos llamar “patrimonio monumental”. La segunda fase fue el reconocimiento de elementos procedentes de la cultura tradicional, también con componente material, lo que podemos llamar el “patrimonio etnográfico”, en el cual habría que incluir también a las culturas indígenas, Dentro de este patrimonio todavía material, se comenzó a sentir una preocupación por las manifestaciones inmateriales, como la tradición oral, el folklore, los rituales y otras acciones de gran valor tradicional pero que carecían de un soporte material, por lo que se les clasifica como “patrimonio inmaterial”. Y nos quedaría toda la orientación medioambiental que podríamos llamar el “patrimonio natural”, y dentro de este se incluyen esas manifestaciones del paisaje, que en muchos casos reúnen unas características de extraordinarias o únicas.

Creemos que la propia preocupación de la sociedad por los temas medioambientales ha hecho que las manifestaciones del patrimonio natural se desarrollen muy rápida y eficazmente. La nueva concepción del desarrollo sustentable, que parece todo un descubrimiento, está en la base de la propia definición de patrimonio, como el conjunto de bienes que debemos de aportar a nuestros descendientes, y el desarrollo sostenible trata de la continuidad de los recursos para ser aprovechados por las generaciones venideras; veamos esa evolución que nos lleva a lo largo del tiempo a considerar el medio natural como algo que se debe legar a nuestros descendientes.

  1. #1

    BenjaminBerjon

    Creo que plantar viñedos no es tan dañino como deforestar amplias zonas para polígonos industriales o zonas habitacionales. Además que en Europa los viñedos en su mayoría datan de varios años atrás, no es como el caso de otras regiones en el Nuevo Mundo, donde tienen que echar mano de tierras que antes no eran viñedos. En Napa hubo una gran resistencia de residentes que llegaron después de que ya figuraba como una zona vitivinícola, se puso de moda hacer casas de descanso para gente rica, y después ellos fueron los principales promotores de movimientos en contra de las bodegas, un caso curioso.


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