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Descubra los nuevos Penedès

Brillantes como el reflejo del aire limpio en una mañana de primavera, unas veces tranquilos otras inquietos, los vinos del Penedés forman parte del prometedor patrimonio enológico del siglo XXI. Esos blancos aromáticos y esos tintos profundos y bien estructurados de variedades nobles brotan como un milagro, al igual que la mañana despunta sobre mágicos reflejos, en los viñedos del Penedés.

Todo el mundo reconoce hoy en día que el Penedès se ha convertido en una de las primeras regiones vinícolas europeas. No se trata propiamente de un descubrimiento, porque ya en tiempos de Plinio el Viejo se elaboraban en esta zona -sobre todo en las tierras altas- algunos de los mejores vinos, blancos y tintos, del Imperio. Puede decirse que a principios de siglo empezó la modernización del Penedès llevándose a cabo muchos avances tecnológicos en las bodegas. A partir de los años cincuenta fue cuando se izó decididamente la bandera de la renovación, abriéndose, además, nuevos mercados internacionales para los vinos del Penedès. Y a finales de los sesenta, esa revolución culminó con el aporte de una joven generación de bodegueros y enólogos que transformaron, en pocos años, la viticultura y las técnicas de elaboración de la comarca, ganando la batalla de la renovación, aclimatando variedades nobles y construyendo plantas de vinificación donde se pudiesen elaborar vinos de la máxima calidad. Paralelamente, en la elaboración de vinos espumosos por el méthode champenoise, se acometía una rigurosa renovación que ha conducido al cava catalán a ocupar las primeras cotas del mercado internacional.

Y el resultado es que hoy es habitual encontrar en cualquier rincón del Penedès adelantos desconocidos en otras zonas vinícolas europeas: variedades seleccionadas y libres de virus, extensos viñedos bien conducidos sobre espalderas, naves de vinificación con depósitos de acero inoxidable dotadas de controles automáticos de los parámetros más importantes de la fermentación, filtros rotatorios de vacío para el desfangado de los mostos, prensas programables que estrujan delicadamente el fruto de la vid, plantas de embotellado estéril, barricas de roble nuevo (a menudo en cavas subterráneas), y muchas otras innovaciones que permiten obtener vinos más aromáticos, más limpios, y en definitiva más naturales.

La capital histórica de la comarca es Vilafranca del Penedès, ciudad de noble solera, en la que la historia ha ido dejando todos los posos de la crianza: iglesias románicas, palacios góticos, una maravillosa rambla mediterránea y una tradición cultural y civilizada digna de una universidad del vino. Pedro el Grande murió en esta ciudad, oliendo los primeros aromas del mosto recién fermentado en una noche de Octubre. Sus biógrafos cuentan que era muy sabio y amante de los buenos vinos. Falleció en un hermoso palacio convertido en museo del vino, siendo el único monarca del que se guarde memoria histórica de haber muerto en un museo del vino….

El Penedès se extiende entre la cordillera litoral y la costa mediterránea, cruzado de norte a sur por la antigua Via Augusta de los romanos, que se abre al mundo por dos venerables monumentos: el Puente del Diablo, en Martorell, y el Arco de Bará, en las orillas del mar. El viñedo ocupa una superficie total de 25.000 ha plantadas, generalmente, sobre un marco de 2.500/3.000 cepas por hectárea, aunque actualmente algunos viticultores prefieren aumentar la densidad de plantación, para que la cepa tenga un ciclo biológico más favorable, permitiendo así reforzar la producción sin sobrecargar a la planta.

Los tres microclimas, perfectamente delimitados del Penedès ofrecen condiciones idóneas para el cultivo de las más nobles variedades viníferas.

• El Bajo Penedès se extiende a lo largo de la franja costera, de clima cálido y sometida a la influencia directa del Mediterráneo. Se cultivan las variedades blancas tradicionales Moscatel, Macabeo y Xarel-lo; así como las tintas Garnacha, Cariñena, Monastrell y Tempranillo.

• El Penedès Central comprende las llanuras y valles que se elevan desde los 200 m hasta los 400 m de las primeras pendientes de la cordillera prelitoral. En ella dominan las plantaciones de Macabeo y Xarel-lo, cepas tradicionales que aportan sus uvas a la elaboración del cava. Pero el microclima más fresco ha permitido, además, la aclimatación y el cultivo de algunas de las variedades nobles que hoy producen los mejores vinos del Penedès: Cabernet sauvignon, Cabernet franc, Pinot noir y Merlot. Incluso ciertas variedades blancas, de gran linaje, como la Chardonnay o la Sauvignon blanc, se adaptan muy bien a algunos viñedos de esta zona.

• El Penedès Superior comprende las tierras del interior que se levantan hasta cotas de 800 m, a una altitud excepcional en el mapa vitícola europeo. Abrigadas por el bosque, en majestuosas pendientes que se cubren de nieve en invierno, se cultivan aquí las más nobles cepas aromáticas: Riesling, Gewürztraminer, Chenin blanc, además de la delicadísima Parellada, que produce el más fino de los blancos tradicionales del Penedès. El clima es más frío y continental, con mayores niveles de pluviosidad en los viñedos más altos. Desde el punto de vista vitícola, este microclima es decisivo para la calidad de los vinos del Penedès, ya que complementa la producción tradicional mediterránea de las zonas más bajas con sus vendimias aromáticas, que alcanzan aquí un perfecto ciclo biológico de crecimiento y madurez.

La variedad de climas permite hoy al Penedès elaborar todo tipo de vinos: blancos secos tradicionales, vinos de aguja y espumosos, blancos aromáticos superelegantes de Parellada, Chardonnay, Riesling, Gewürztraminer o Chenin blanc, rosados frescos y afrutados de Garnacha, tintos densos y muy vinosos de las variedades típicas mediterráneas, y esos nobles tintos de Cabernet sauvignon, Tempranillo y Pinot noir que le han devuelto al Penedès la antigua gloria de ser la tierra por excelencia de los vinos profundos, complejos, aromáticos y majestuosos.

Ya los romanos reconocieron y transmitieron la calidad de los vinos blancos del Penedés y, muy especialmente, de los tintos cultivados en las cotas más altas de este noble viñedo mediterráneo. Esta tradición, a veces sincopada por plagas y crisis que diezmaron los viñedos, vuelve hoy a renacer con una renovación del viñedo y el desarrollo de nuevas tecnologías, hecho sin precedentes en la Europa contemporánea.

A pesar de su más antigua tradición en vinos tintos, El Penedés elabora vinos blancos jóvenes y aromáticos, fruto de una renovación vitícola, que ha sabido aclimatar variedades blancas aromáticas, y de una revolución tecnológica que permite elaborar vinos suaves, frescos y frutales, idóneos para el consumo diario.

Suele decirse que un clima luminoso es el paraíso de las cepas tintas. Aunque los tintos de variedades foráneas forman hoy en día parte indiscutible del prestigio de los vinos del Penedés, no hay que olvidar los más clásicos vinos mediterráneos, con una larga y legendaria historia.

Cuando se piensa en el Mediterráneo, desde Provenza hasta Cataluña, no pueden olvidarse los vinos rosados. Con la variedad Garnacha se elaboran los rosados más tradicionales del Penedés, caracterizados por su frescor frutal. Pero algunas otras variedades internacionales comienzan hoy en día a ofrecer interesantes alternativas.

El Penedés ha ido incorporando cepas procedentes de otras latitudes, con las que ha conseguido elaborar excelentes vinos capaces de competir en igualdad de condiciones con los más prestigiosos del mundo. La variedad de climas que ofrece el movido relieve del Penedés ha permitido aclimatar diferentes cepas aromáticas. Pero, sobre todo, esta comarca se caracteriza por su capacidad de experimentación, de investigación, y por su ambición de calidad, y produce vinos blancos de crianza, fermentados o criados en roble y elaborados con variedades aromáticas y elegantes. Y todo ello sin contar otras especialidades de vinos dulces, rancios y licorosos; o esos brandies muy característicos que se distinguen por el aroma limpio de una doble destilación en alambique charentés y por una perfecta crianza en roble bien envinado.

Y para terminar, decir que los famosos “castellers” que levantan castillos humanos -una tradición folklórica muy arraigada en el Penedès- pueden encarnar perfectamente el símbolo figurativo de una comarca donde las vides levantan torres, las barricas construyen fortalezas, las botellas en rima se convierten en palacios de cristal y los hombres se apoyan unos a otros para alcanzar sus ideales de progreso.

Ben poca cosa fòra el Penedés sense la presència d´aquesta gent que ha heretat els lligams de la terra i l´esperit de treball i de sacrifici que exigeix el conreu de la vinya. Cadascun fent la seva tasca, els uns conreant, els altres elaborant, manipulant o bé comercialitzant, tots plegats resten units pel mateix anhel de perfecció.


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