Visitando Pago Calzadilla. Enoturismo en Cuenca

Hace años que visité a la familia Uribes Madero en su Pago de Calzadilla, un pequeño oasis en medio de la Alcarria conquense. Por aquel entonces me impresionó la tremenda syrah que por entonces los Uribes Madero cultivaban. Unos vinos llenos de expresividad, del terroir de esta zona donde los inviernos son tan duros como los veranos, aunque la ubicación privilegiada de este Pago que se extiende entre los 900 y los 1000 metros de altura, permite que las nieblas protejan el viñedo de las heladas de invierno y que el viento refresque las noches de los calurosos veranos.

Sólo 20 hectáreas forman este pago, reconocido como denominación de origen propia. Un proyecto que se inicia en 1980 con la fe, la esperanza o la ilusión de plantar un viñedo en esta zona, construir una bodega y crear un gran vino. Y al parecer el proyecto no era tan descabellado, pues lo que hoy nos encontramos es exactamente esa visión hecha realidad.

En nuestra visita a Pago de Calzadilla nos atendió Paula Uribes Madero, todo un lujo el poder contar con la segunda generación de la familia, la enóloga de la bodega, quien nos acompañó en esta visita y con la que pudimos conocer mejor la forma de trabajar de la bodega, probar sus vinos y charlar sobre este mundo que tanto nos gusta.

Sorprende ver la zona de producción, que casi parece de juguete. Son curiosos los depósitos de forma ortoédrica diseñados por la propia bodega, que completan y complementan los típicos depósitos cilíndricos. Paula nos comentaba la comodidad de trabajar con los primeros, lo que les había facilitado la tarea desde que los instalaron, sobre todo a la hora de controlar la temperatura de las fermentaciones. Y es que prácticamente está ella sola trabajando en este recinto, controlando todo el proceso enológico en el que se mima tanto la materia prima que han decidido trabajar exclusivamente por gravedad, eliminando las bombas o cualquier otro método mecánico. Otra de las ventajas de trabajar sola en esta zona es la higiene, pues la uva entra por la parte superior de la bodega con ayuda de un montacargas y ningún operario de campo pasa a la zona de producción.

Visitamos también la zona de crianza y el primer cementerio de la bodega donde iban depositando las botellas de vino para su crianza en botella. Las salas de barricas de las bodegas suelen ser el lugar con un encanto especial, un espacio mágico donde reina el silencio y el olor a madera, donde la luz tenue te invita a relajarte. Y en ellas duerme el vino rudo que acaba domándose, afinándose y transformándose en esos vinos finos y elegantes que luego probaremos. En Pago de Calzadilla disponen de una sala de barricas realmente bonita y cálida, por lo que bien merece la pena la visita, además del pequeño espacio donde reposan algunas de las botellas.

El resto de botellas duermen en un largo túnel subterráneo excavado en la montaña donde se asienta la bodega, con unas condiciones óptimas de guarda del vino. Pasear por este espacio silencioso y en penumbra es una experiencia casi mágica. El recorrido está salpicado de esculturas, mosaicos y otras obras de arte que invitan al visitante a detenerse, a relajarse y encontrarse con uno mismo. Con un recorrido tan largo, una producción relativamente pequeña y la idea de la enóloga de sacar al mercado vinos en condiciones óptimas de consumo, no cabe duda de que esta galería jugará un papel importante en la bodega. 

Y tras el paseo por la bodega... la cata. A grandes rasgos, sin entrar en la cata técnica, los vinos de Pago de Calzadilla son vinos con una gran personalidad, donde las variedades se expresan en cada uno de sus vinos pero con un carácter particular.

La garnacha de Pago de Calzadilla es una maravilla, alejada de las notas fáciles de fruta negra madura, de esas notas más golosas que tanto atraen al gran público. Aquí tiene profundidad, tiene mineralidad y unas notas balsámicas muy frescas. El antiguo monovarietal de syrah que tanto me gustaba de esta bodega se llama ahora Allegro, aunque ya no tiene ese vocación de ser un 100% syrah, por lo que en algunas añadas incluye algo de garnacha y touriga nacional, variedad que se ha adaptado muy bien a esta zona. La razón de no elaborar un 100% syrah me dejó de piedra: No se venden a ese precio. Esas fueron las palabras de Paula Uribes Madero y su explicación aún más preocupante: los vinos de syrah de Australia y nuevo mundo tienen precios muy bajos, por lo que la gente, fuera de España, no tiene el concepto de un vino de syrah de precio alto y buena calidad. Al final hay que rendirse al mercado y no se puede competir con vinos cuyo precio final se acerca a tu coste de producción. El Calzadilla Classic es el vino con mejor RCP de la bodega, elaborado a partir de tempranillo, cabernet sauvignon, syrah y garnacha, donde cada variedad aporta una tonalidad, se ensamblan perfectamente y dan este vino potente y complejo. El Gran Calzadilla es el buque insignia de la bodega, 70% tempranillo y 30% cabernet sauvignon, un vino serio, muy fino, con ese toque que le da cabernet que lo hacen fresco, con notas herbáceas y mucha fruta madura. Evidentemente es un vino de guarda, para consumir cuando está maduro, cuando el vino está hecho.

A raíz de probar ese Gran Calzadilla, comentábamos con Paula Uribes Madero cómo sus vinos crecen con el tiempo, algo de lo que ella misma es muy consciente y por ello corrobora que los vinos salen al mercado demasiado pronto para su gusto. En esta disputa entre la parte financiera de la bodega que apremia la salida al mercado del vino, con el fin de capitalizar la empresa, y la búsqueda de presentar al cliente el mejor producto de los enólogos, algo que sucede en la inmensa mayoría de las bodegas, se busca el equilibrio entre las dos partes. No obstante, en Pago de Calzadilla se ha hecho una gran inversión en ese túnel subterráneo en el que se irán conservando las botellas para un mejor envejecimiento y, viendo las dimensiones del mismo, creo que tendremos vinos "más hechos" de esta bodega en el mercado. 

Si tienes algo de tiempo para visitar la zona, merece la pena patear la histórica Huete, aunque si se dispone de poco tiempo me decantaría por el Monasterio de Uclés, un precioso conjunto arquitectónico construido por la Orden de Santiago, que fue su casa madre desde el siglo XII. Un impresionante patio y una hermosa iglesia en los que algunos reconocerán algunos planos de la película Alastriste. Historia castiza en estado puro. Y para comer, tras la visita a la bodega, no se puede dejar de lado Casa del Tío Venancio, en la cercana Caracenilla, comida manchega auténtica, sin tapujos ni florituras.