Blog Bodega Ateneo

Merluzo Blanco 2018

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A veces un vino es tan importante por su calidad, como por lo que nos hace sentir, o recordar, y un poco de eso me ha pasado con este vino blanco. Las primeras semanas del confinamiento, están plagadas de actividad, ingenio, lecturas, la mente se encuentra ocupada hasta con las más triviales actividades, y el físico aún responde de una forma moderadamente normal. Tras seis semanas de confinamiento, la mente es como una cometa al aire, sin nadie sujetándola con los pies en el suelo, y la rutina carcelaria del teletrabajo, la única razón que mantiene vivos nuestros biorritmos, frente a la anarquía. Ambos hemisferios de la mente luchan uno contra otro por sobrevivir. Nada más agarrar esta botella de la vinoteca, como el que sujeta un arma antigua cargada de misterios, la isla de Menorca volvió a mi cabeza, como si un rayo me atravesase.

En el verano de 2019 pasé unos días en Menorca, frente a Cala Galdana, al suroeste de la isla. Me decían que la zona era muy tranquila, y así era, y mi hotel sin duda es el mejor en el que he estado en mi vida, un hotel para adultos en el que ademas se comía genial. Cada noche un servidor probaba un vino menorquín de la carta, a veces con desigual fortuna, pero cuando uno está de vacaciones, todo se agradece, y la sed es inagotable. Aún viajando en la época más turística (no negare que yo también lo era, lejos de mí ser un snob viajero pomposo), no era difícil salir del gentío, ni en las calas, ni en las pequeñas urbes, ni en esa senda que recorre el litoral de la isla, el Camí de Cavalls, que permite volver un poco a tiempos ancestrales, andando por caminos de piedra, garrigas y polvo, mientras la sombra de los árboles de hoja perenne, pinos y encinas, juega con nuestras sombras frente al sofocante sol.

Ahora miro por la ventana, y el viento norte azota mis cristales, aún estando ya acabado el mes de abril. Los recuerdos vuelan, y muchas veces en sueños vuelvo por ese camino de los caballos, disfrutando del añorado ejercicio, de la calma del paso del tiempo, y del premio que supone llegar a cada una de esas calas, de aguas turquesas, la libertad. Todo eso entró por mi columna vertebral al abrir este vino.

 

El Merluzo Blanco 2018 está elaborado por Bodega Binifadet desde Sant LLuis, al sur de Mahón, en Menorca, y sale bajo el sello de Vi de la Terra Illa de Menorca. Es una joven bodega, abierta en 2004, aunque sus viñas ya tenían 25 años, en un intento de recuperar la tradición vinícola de la isla, que había caído en el denso olvido. Es un coupage de malvasía, moscatel y chardonnay, procedentes de viñedos que rodean la bodega, fermentando posteriormente el vino en tanques inox. Presenta un color dorado muy pálido, con destellos verdosos o turquesas, que sin parecer excéntrico, evocan al limpio mar menorquín del sur, lágrima muy fina para sus 12 grados de alcohol. Recuerdos a pera, punto dulzón marcado de la malvasía, punto almibarado tras el tiempo en botella, intensidad media; ágil entrada, cuerpo medio, aguanta bien la acidez, franco, no esconde su caracter insular, con un regusto final marcada por la acidez. Vino correcto y placentero, con un innegable punto evocador de las latitudes mediterráneas.

R.

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