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Los 50 más grandes de la Rioja: Una selección muy controvertida

El conocido experto norteamericano en vino español, Gerry Dawes, se une a David Rosengarten y lo ayuda a entender las “Guerras del Rioja”. Artículo cortesía de The Rosengarten Report y www.therosengartenreport.com.

[Nota del traductor: A veces, por casualidad, uno se encuentra con gente que lleva por dentro las mismas pasiones que uno. Escuchar a esa gente hablar, o leer sus escritos, sirve para avivar el propio fuego.

Todo el que me conoce, sabe de mi gran amor por los vinos clásicos de la Rioja. Con ellos inicié, hace casi un par de décadas, mi interminable aprendizaje sobre el vino en general y no creo que me canse nunca de exaltar sus virtudes. Gerry Dawes llamó mi atención al siguiente artículo de David Rosengarten, en el que Dawes colaboró estrechamente. Leyendo el artículo no paraba yo de darme cuenta que aquí tenía una voz que estaba expandiendo sobre cosas que ya yo había pensado y--¿por que no?—que hubiese querido decir en mi tono vociferantemente ismaeliano. Muchas generalizaciones ignorantes y desubicadas he leído en distintos medios sobre “el mercado norteamericano del vino”. Lo peor que tienen tales pronunciamientos es que no toman en cuenta a un sector de consumidores que, contrariamente a lo que andan declarando ciertos propagandistas, está en fuerte crecimiento. Me refiero a los consumidores que estamos cansados de protovinos hipertróficos y anodinamente globalistas, maquillados con roble nuevo y manipulación tecnológica y luego vendidos a precios de extorsión bajo la designación de “Rioja”. Cada día somos más los que sabemos lo que queremos y rechazamos las influencias mediáticas. Y lo que queremos es vino de verdad.

Varias controversias han estallado recientemente alrededor del artículo de Rosengarten en diversos foros angloparlantes sobre vino. Me parece que es necesario que el público español tenga acceso a las importantes opiniones y a la visión de conjunto que en él se expresan. Por eso me he dado a la placentera labor, con el explícito permiso del autor, de traducirlo al castellano, para el deleite de algunos y el furor de otros entre mis queridos amigos de Verema.com.]

Hasta hace poco, me sentía muy, muy solo cuando salía a colación el tema de los tintos de Rioja. Más que eso, pensaba que quizás estaba yo un poco tostado, que había perdido la cabeza. Pensaba que el problema podía bien estar en mí.

Verán; los tintos de rioja siempre han estado entre mis vinos favoritos de todo el mundo. Quizás hasta hayan sido mis favoritos, la summa vinum. El estilo que conocía tan bien tras probar muchos Riojas hechos en los cuarentas, cincuentas, sesentas, setentas y ochentas era único en el mundo del vino—vinos delicados, etéreos, de color enladrillado tras un poco de envejecimiento, algo frágiles, pero repletos de más divinos aromas y sabores por milímetro cúbico que cualquier otro producto de uva fermentado que conozca. ¡Y qué aromas y sabores! Muy pronto después de su salida al mercado—la magia única de esos Riojas era que las bodegas no los ponían en venta hasta pasados de 5 a 7 años tras la cosecha—aquellos riojas de antaño ofrecían un conmovedor, bello y potentemente evocador perfume de rosas secas, vainilla, té, especias de pastelería, azúcar moreno y brandy viejo. Además, hasta hace poco podía uno comprar una botella bien añejadita por menos de 10 dólares. Verdaderamente, uno de los grandes milagros del mundo del vino.

Y entonces sucedió... Los cronistas del vino, y específicamente los norteamericanos, decidieron que los riojas tradicionales no se parecían lo suficiente a los cabernets de California, que no cabían en su eno-visión del mundo. No tenían la más mínima idea sobre qué hacer con vinos que no fuesen retintos, masivamente frutales, brutalmente potentes y letalmente hinchados de alcohol, dolorosos de taninos y forrados con más roble nuevo que el chalet de montaña de un millonario nuevo en Aspen.

El día en que Tom Matthews, del Wine Spectator, publicó su primer reporte extenso sobre riojas tintos—dando puntuaciones en el rango de los 70-80 puntos (sobre 100) a vinos que debieran ser venerados y puntuaciones en el rango de los 90-100 puntos a vinos que tiraban por tierra la más noble tradición—fue, en mi opinión, una de las jornadas más trágicas de toda la historia del vino. Los bodegueros españoles sabían de sobra el poderío que tienen publicaciones como la de Matthews para “crear gustos”. Como tanto vinatero despistado en todo el mundo que lee que sus tradiciones más respetables son materia de basurero, para no quedarse atrás, pronto comenzaron los riojanos también a cambiar el estilo de sus vinos para satisfacer los gustos de gente que, en primer lugar, no tenía la más mínima idea de como debían ser sus vinos. Al mismo tiempo, por cierto, los productores de rioja comenzaron a elevar sus precios hacia la estratosfera, porque ahora sabían que los norteamericanos, dirigidos por diversos alcahuetes en los medios de comunicación, serían felices soltando 100 dólares por una botella de vino de contenido hecha como un tanque de guerra morado.

Pero aparte de un servidor, nadie más parecía percatarse de la tragedia. Desde hace casi una década estoy leyendo reseñas adoradoras sobre riojas que parecen de todo, menos riojas... Y noto muy poca protesta al respecto. He observado con horror como los pocos tradicionalistas que quedan en la Rioja hacen planes -¿qué más pueden hacer?- para entrar al rebaño y seguirlo por el camino del lucro puro y duro.

Hasta que sucedió La Cata.

El pasado invierno, la Wine Media Guild, una asociación de escritores en Nueva York, organizó una cata que incluía algunas docenas de riojas de todo tipo. La dirigía Gerry Dawes -un viejo amigo mío y, me atrevo a decirlo, un hombre con mayor conocimiento y mejores ideas sobre los vinos de España que cualquier otro cronista norteamericano del tema. Gerry ha visitado España muy frecuentemente en los últimos treinta años (¡50 visitas desde 1995!), habla el castellano con fluidez y —tras una carrera hace años en el negocio del vino— ha emergido como el principal conferenciante, consultor y escritor sobre vino español en Estados Unidos. Un listado de los artículos y ponencias de Gerry sería demasiado largo para publicarlo aquí. Sea suficiente decir que todo el mundo, desde el New York Times hasta la Fundación James Beard, desde 60 Minutes (un prestigioso programa de investigación periodística en la cadena de TV norteamericana CBS) hasta CNN, ha solicitado en algún momento el saber de Gerry en cuanto a vino, comida y cultura españoles se refiere.

Tuve el extremo placer de viajar por varias regiones vitivinícolas del norte de España con Gerry a finales de los ochentas, una experiencia que no olvidaré. Pero no habíamos hablado “en serio” sobre vino desde que la locura se apoderó de la Rioja y no sabía qué opinión le merecía a Gerry todo el asunto. Por eso fue tan importante para mí la cata de la Wine Media Guild. ¡Había encontrado un amigo! Mr. Dawes, de pie ante nosotros, cuestionó la categoría de los tintos “modernos” de Rioja, fustigando a los productores por la tremenda pérdida sufrida al disiparse la tradición, tal y como si un ala del Prado fuese destruida por una inundación. ¡Este tipo sonaba exactamente como yo! Claro, pero con muchísimo más conocimiento específico del tema.

La suerte estaba echada. Inmediatamente comenzamos a planear una degustación masiva de tintos de Rioja en mis oficinas, para poder sentarnos los dos juntos y probarlo todo, en pos de identificar a los que están haciendo vinos estúpidos, siguiendo modas y poniendo precios de escándalo hoy, y a los que hacen vinos merecedores de nuestra atención y nuestro dinero. Finalmente pusimos manos a la obra en los últimos días de julio del 2004. Casi 200 riojas pasaron por nuestros labios antes de que nos desmayáramos. Pero obtuvimos nuestras respuestas. Estuvimos casi completamente de acuerdo sobre todas las botellas de vino que probamos. El fruto de nuestras labores es una lista de vinos que deben hacer lo que sea para adquirir, ¡y hacerlo rápido!—uno nunca sabe lo que pueda ponerse de moda mañana...

Al pasar todas esas horas catando con Gerry, comencé a darme cuenta de las infracciones específicas que él siente que están cometiendo los productores riojanos modernos:

- Demasiado roble nuevo. Los riojas tradicionales se añejaban por mucho tiempo en madera. Pero se trataba de barriles de madera viejos (a veces muy viejos), cuyo interior estaba incrustado con bitartratos de manera que el barril no impartía sabor o taninos al vino. El vino se añejaba y suavizaba despacio en esas barricas bordelesas, saliendo eventualmente precioso y de color atejado. Los bodegueros de la “Nueva Ola” en Rioja meten su vino en barricas nuevecitas, de aroma “especiado”, que dan al vino los mismos sabores de “especias” que llevan tantos vinos de alto precio en el mundo hoy día. Cuando esos vinos salen, tras uno o dos años, de la claustrofobia de la barrica nueva, están marinados en roble, retintos y tánicos—igual que si fuesen tintos de California, o Burdeos, o toscanos antitradicionales, o shirazes australianos superpulidos, etc., etc., etc., ad nauseam.

- El abandono del sistema de reservas y grandes reservas. Los riojas que son añejados por largo tiempo en las bodegas se etiquetan como Reserva o Gran Reserva—dejándolo a uno saber el mínimo de tiempo de crianza que recibió el vino que tiene entre manos. Si uno sigue con cierta asiduidad a los mejores productores que se mantienen fieles a este sistema, seguro que sabe que un Reserva viene de una cosecha buena y un Gran Reserva de una cosecha muy buena o excelente. En estos días, muchos productores modernos quieren eliminar esas designaciones—como para decir: “Ya no nos importa esa idiotez de añejar el vino por mucho tiempo [y claro que no les importa, si lo que quieren es sacar del vino y convertirlo en dinero efectivo lo más pronto posible]. Añejamos nuestro vino menos tiempo y usted no tiene por qué saber cuanto—¡pero fíjese cuán oscuro, especiado y tánico nos ha quedado!”. Como si a Gerry o a mí nos importase eso. Lo que resulta engañoso en un argumento así es que muchos vinateros antitradicionalistas a veces dejan su vino en madera tanto tiempo como se hiciera tradicionalmente—pero utilizando barricas de roble nuevo.

- La moda de los vinos monovarietales, alejándose de los coupages de uvas autóctonas. En los viejos tiempos, los tintos de rioja eran mezclas de tempranillo, garnacha tinta, mazuelo y graciano -y no olvidemos un poquitín de la variedad blanca viura, para mantener el vino ligero y delicado. Olvídense ahora de la viura. En muchos casos, olviden también la garnacha, la mazuelo y la graciano. Muchos de los nuevos productores buscan utilizar un 100% de tempranillo, lo que da un vino fuerte de color, alcohol y frutalidad. Desafortunadamente, para comenzar, la tempranillo no es la más aromática de las variedades de la Rioja. Y la eliminación de las demás variedades hace de esos monovarietales riojanos vinos bastante monocromáticos. Gerry tiene otra queja relacionada con este tema, sobre una situación que él considera conducente a serios problemas: Productores modernos que le cuentan a la prensa sobre los vinos tan buenos que podrían hacer si solamente las leyes les permitieran plantar cabernet sauvignon. Para Gerry está muy claro que los vino resultantes no sabrían en absoluto a Rioja.

- El abuso del vino de prensa. Al hacer el vino, tras el primer suave prensado de la fruta (lo que da el mejor mosto), un exprimido posterior da un “vino de prensa” mucho más tánico que el primero. A veces los vinateros incluyen este “vino de prensa” en el producto final, lo que da un producto insípido y sobreproducido, pero con color más profundo y taninos más firmes. Estos productos tienden también a ser huecos de paladar y a carecer de auténtica fruta. Mientras probábamos bomba tánica tas bomba tánica, Gerry echaba los vinos a la escupidera y decía: “Demasiado vino de prensa...”.

- El error de no pensar en el vino como acompañante de la comida. “Muchos de los productores modernos,” declara Gerry, “hacen vinos para impresionar a la crítica en catas multitudinarias. Pero no se acuerdan de que, ante todo, el vino es para la comida. Esos vinos nuevos, tan inmensos, espesos, alcohólicos y tánicos, son muy fatigantes de beber—¡y le van horriblemente a una buena comida! Una copa de buen rioja, al comer, siempre debe provocarte deseos de la siguiente”, Y en efecto, a la hora de almorzar, para darles todas las oportunidades posibles de brillar, Gerry y yo nos llevábamos al comedor los más grandes y caros de nuestros riojas modernos. Pero una y otra vez sufrimos el desengaño de un matrimonio entre comida y vino que nunca se consumaba.

- La falta de memoria histórica y experiencia entre muchos de los productores de la nueva escuela. “Quienes saben a lo que sabe un gran rioja,” explica Gerry, “y buscan modernizar ese gusto clásico, pueden hacer un buen vino. Pero muchos de los que entran al juego hoy por hoy o no saben, o no les importa saber lo bueno que puede ser un rioja clásico. Otro problema es que los vinateros jóvenes y viejos se pasan a la modalidad del roble nuevo, pero carecen de experiencia en este tipo de enología. A diario estamos viendo vinos a precios obscenos que, en muchos casos, no son más que fruto del aprendizaje sobre la marcha de sus elaboradores.

Intrigantemente, este último nexo en las ideas de Gerry contiene una noción que, al iniciarse nuestra cata, a mí me parecía algo sorprendente, considerando lo claras que tenemos nuestras ideas—la noción de que pueda hacerse un gran rioja que no sea necesariamente tradicional. Claro, nuestros preferidos en la cata fueron creados por un puñado de tradicionalistas. Pero una segunda categoría de vinos que nos agradaron incluye vinos que, aunque no estrictamente tradicionales, son dominados por ciertas virtudes clásicas que nos atraen. Un tercer grupo que identificamos pertenece a la categoría que llamamos de “vinos fronterizos,” o sea, vinos que exhiben claramente características tradicionales y no tradicionales a la vez. Muchos se pasan de la raya hacia lo moderno, pero algunos en nuestra cata resultaron verdaderamente deliciosos. Por último—créanlo o no—encontramos Gerry yo (después que él marcara la ruta), entre ese terrible grupo de los inmensos y tánicos megavinos internacionalistas, algunos que mostraban lo que tenían de forma agradable.

Había un hilo de cualidades agradables en común entre los mejores vinos de nuestras cuatro categorías: Armonía, equilibrio, pureza y un sentimiento de que, más o menos, “este vino fue hecho en Rioja”.

Sin más, aquí están las cuatro categorías que distinguimos y los mejores vinos de cada una. En cada categoría, el listado de vinos va en orden descendente de goce. Por favor, tengan en mente que si aparecen múltiples vinos de una bodega en una categoría, fue el que más nos gustó (el primero que mencionamos) el que estableció la posición de la bodega en nuestra lista. También, recuerden que algunas bodegas son esquizofrénicas, con vinos distintos apareciendo en más de una categoría.

Un 75% de los vinos que catamos no llegaron a este listado, así que los que sí llegaron son vinos verdaderamente muy especiales (por lo menos para nosotros). Son vinos con sabor a España. Claro, pueden irse y leer el Wine Spectator, o el Wine Advocate, o tantas otras publicaciones y encontrar los vinos grandes, los que están calientes (por la prensa o el exceso de alcohol). Pero solamente aquí encontrarán una selección con alma de vinos auténticos, de los que rinden homenaje a una gloriosa tradición.

Categoría 1: Lo mejor de los tradicionalistas que quedan

De todas las bodegas que hacen vino tinto en Rioja hoy, las más prominentes entre las que hacen vino siguiendo el estilo tradicional riojano son Bodegas Riojanas, La Rioja Alta, R. López de Heredia y Marqués de Murrieta. Estas cuatro son perfectos ejemplos de lo que Gerry llama “clásicas bodegas centenarias”—todas fueron fundadas en la segunda mitad del s. XIX y todas representan la edad de oro del rioja. Resulta triste que la última bodega que mencionamos, Marqués de Murrieta, carece ahora mismo de un importador en Estados Unidos. Pero felizmente, las otras tres sí tienen importadores. Yo les aliento a conseguir la mayor cantidad que puedan de los vinos que siguen para guardar en sus bodegas. Junto con mis notas, he incluido las opiniones de Gerry sobre lo que puede esperarse de la guarda de estos vinos.

- Monte Real, Reserva 1998, Bodegas Riojanas (US$19)

- Viña Albina, Reserva 1998, Bodegas Riojanas (US$19)

- Puerta Vieja, Crianza 1999, Bodegas Riojanas (US$11)

Gerry dice que Bodegas Riojanas, una casa fundada en 1890, está actualmente modernizando algunos aspectos de sus instalaciones, pero que esto parece estar al servicio de mejores y más consistentes versiones del rioja tradicional. El vino que salió en primer lugar de esta degustación, el Monte Real Reserva 1998 es, según Gerry, “una de las mejores compras que hay en el mercado actual, de cualquier parte del mundo”. El precio, dada la calidad de este vino (y la facilidad con que otros productores de Rioja se atreven a pedir $100 por una botella), es verdaderamente alucinante. Gerry encontró este vino redondo, sedoso y suntuoso, con sabores de cereza, chocolate, café y cola. Por experiencia Gerry sabe que los Monte Real Reserva de Riojanas evolucionan bien durante un largo tiempo en botella; piensa que esta botella adquirirá el tono teja del rioja tradicional y alcanzará su cénit en los próximos 25 años. Otro vino de Riojanas, el Viña Albina Reserva 1998, es grácil, sedoso, elegante y equilibrado, con más de la sutileza frutal que debe mostrar un rioja tradicional (fresas y cerezas, ahora mismo); Gerry le adjudica 20 años de sana evolución en bodega. Gerry llama al Puerta Vieja Crianza 1999 un buen rioja clásico para principiantes: ligero de color y con gran pureza frutal, limpieza y un cierto dulzor. Para beber en los próximos 3 a 5 años.

- “890” Gran Reserva 1989, La Rioja Alta (US$150)

- “904” Gran Reserva 1994, La Rioja Alta (US$50)

- Viña Ardanza Reserva 1998, La Rioja Alta (US$36)

- Viña Arana Reserva 1996, La Rioja Alta (US$27)

Para ser francos, a Gerry no le gusta destacar ningún vino que cueste $150 por botella; él se encuentra este tipo de precio a lo moderno enteramente ridículo. Pero si alguna bodega merece cobrar eso por una botella, La Rioja Alta, fundada en la década de 1880, es una de las candidatas más obvias, habiendo creado muchos clásicos riojanos en los últimos 120 años. Las buenas noticias: Que hasta sus más recientes productos saben como estelares riojas a la vieja usanza. El “890” Gran Reserva 1989, siempre el más opulento de los vinos de La Rioja Alta, es bastante oscuro de color, con frutas negras mezclándose en la nariz con aromas tostados y de rosas secas. Es de una estructura claramente más seria que las de los vinos de Riojanas, pero siguiendo al dedillo el estilo de antaño. Gerry dice: “Guardar a perpetuidad”.

Para él, el “904” Gran Reserva 1994 es un “904” totalmente típico, de una gran añada. “No muchos paladares chapados a la moderna van a saber apreciar esto,” dice. Rica nariz de especias de pastelería, rosas secas, té y algo de olor a piedras secas de sauna. Al paladar es mayormente austero, elegante, con carnosa fruta (fresa, cereza) en el centro. Excelente acidez, sabores clásicos de rioja. Como el “890,” este vino es pre-envejecido por la bodega para uno—pero Gerry recomienda meterlo en la cava y olvidarse de él por buen rato. El Viña Ardanza Reserva 1998 sigue, según Gerry, la tradición de los Ardanzas de emular borgoñas corpulentos y con edad. Encontró este vino más sustancial que el “904,” más especiado, menos seco—una excelente compra., que se convertirá en un tremendo rioja añejado con diez años de botella. El último vino de La Rioja Alta que probamos, el Viña Arana Reserva 1996, se parece más en su estilo a un burdeos clásico de rango medio—acidez marcada, con sutiles frutos secos que lo saludan a uno gentilmente desde la copa, en vez de “bayas inmensas que se le pegan a uno en la cara”. Gerry considera que esta moderación de aromas y sabores típica de la fruta proveniente de la región de Rioja Alta. Le da a este vino de 5 a 10 años para convertirse en un gran rioja tradicional.

- Viña Tondonia Gran Reserva 1985, R López de Heredia (US$81)

- Viña Bosconia Reserva 1996, R. López de Heredia (US$33)

- Viña Tondonia Reserva 1996, R. López de Heredia (US$39)

Si ustedes no tuvieron la suerte de llenar sus bodegas de rioja hace quince o veinte años, una de las únicas formas de poder probar la magia de un rioja bien envejecido es encontrar una bodega que venda vino viejo. La hiperclásica R. López de Heredia, fundada en 1877 y que aún se mantiene fuertemente fiel a la tradición, hace precisamente eso. El Viña Tondonia Gran Reserva 1985 (que, aunque caro, cuesta la mitad de lo que se pide por algunos riojas modernos sin historial de excelencia), fue quizás el vino más frágil de toda nuestra cata... ¡Pero de que bella manera! En boca brilla con perfumes animales, de cuero curado, caramelo, minerales y vainilla. Parecería caoba líquida en el paladar, tan acariciante para ser un vino ligero y viejo. Gerry piensa que se mantendrá bien otros 20 o 30 años. Si tienen menos dinero para invertir, pueden no obstante disfrutar de un buen vino envejecido en el Viña Bosconia Reserva 1996: Bonito aromas tostados, de té y flores y frutas secas. Ligero y sedoso, con excelente equilibrio y una fuerte dosis de esa cualidad que invita a tomar un sorbo más. Los Bosconias de López de Heredia usualmente tienen más cuerpo, calidez y atractivo inmediato que los Tondonias. Dice Gerry: 10 ó 15 años harán de este Bosconia un rioja viejo perfecto. Nuestro tercer favorito del conjunto de López de Heredia fue el Viña Tondonia Reserva 1996—bastante austero y seco, con un final que recuerda al polvo. Es el menos atractivo de los tres vinos ahora mismo, pero con algunos años de botella se transformará en algo muy especial.

Categoría 2: La preservación de una mayoría de virtudes tradicionales

Este grupo de vinos es casi tradicional, pues, por una razón u otra los vinos no saben exactamente como riojas a la antigua. Sin embargo, no queda duda de que estos vinos mantienen los valores de antes, con sabores que parecen venir más del roble viejo que de roble nuevo y sutileza en vez de agresividad.

- Prado Enea Gran Reserva 1995, Bodegas Muga (US$50)

- Muga Reserva Selección Especial 1998, Bodegas Muga (US$34)

- Muga Reserva 2000, Bodegas Muga (US$22)

Hasta hace relativamente poco, la vieja casa de Muga (fundada en 1932) era una de las principales entre las tradicionalistas. Pero llegó un momento en que la esquizofrenia generacional predominó: Los hijos querían hacer rioja moderno. Los padres les permitieron hacerlo y ahora la bodega está dividida entre vinos hipermodernos (que catamos y que no nos motivaron en absoluto) y vinos de corte más tradicional. Pero lo interesante es que los patriarcas de la familia Muga parecen haber hecho algunas concesiones en cuanto a los vinos tradicionales también, pues estas tres botellas tradicionales son algo más maduras y opulentas que lo acostumbrado de riojas de la antigua usanza. El Prado Enea Gran Reserva 1995 (Prado Enea siempre ha sido el mejor vino de Muga) aún resulta fabuloso a sus nueve años. Les sugiero comprarlo ahora, pues nadie sabe lo que puede traerle el futuro a Prado Enea. Este tiene una bella nariz de cerezas secas y vainilla, muy riojana, con un paladar jugoso y afrutado, suculento, y maravillosos equilibrio. “Muy por encima de los modernos en su habilidad de maridar con comida,” dice Gerry. Piensa que en este Prado Enea resaltarán más las características tradicionales con 15 a 20 años en bodega. El Reserva Selección Especial 1998 es una bonita combinación de fruta madura y chocolate, con buen cuerpo y taninos poco tradicionales; Gerry considera que se usó roble nuevo de forma un poco excesiva en este vino, pero cree que mejorará en la próxima década. El Muga Reserva 2000 también exhibe su obvio poquitín de madera nueva, pero posee a la vez la austeridad de los vinos de antaño. A Gerry le pareció que hay buena fruta en el corazón de este vino y que con 5 años pueden hacer buenas cosas por él.

- Viña Olagosa Reserva 1996, Bodegas Perica (US$22)

Este es uno nuevo para mí. Gerry llama a esta bodega un valor desconocido del sur de Rioja, que hace buenos vinos a precios justos. Aunque este vino lleva fruta que me parece un poco pasada de opulencia para ser de rioja tradicional, tiene el aura misteriosa y pinot-noiresca que los viejos riojas solían poseer. Grácil y elegante. “Real, no fabricado,” dice Gerry. Una bodega que todavía está haciendo vinos de la Rioja para riojanos.

- Don Jacobo Reserva 1997, Bodegas Corral (US$23)

Bodegas Corral es una de las centenarias, fundada en 1898—pero sus vinos nunca han podido captar la atención del público de acá. Ahora, con un nuevo importador y un bello estilo que se mantiene dentro de lo tradicional, puede que abran nuevos caminos en el mercado norteamericano, especialmente porque los paladares jóvenes podrán admirar en sus vinos la fruta y los taninos, que son poco tradicionales. Este fue el preferido de los tres Don Jacobos que probamos, por ser el más vivaz y brillante en el paladar y por tener el posgusto menos tánico. Ya rojo ladrillo de color, con notas de especias, frutas secas y cuero, muy suave y placentero con la comida.

- Marqués de Vitoria Gran Reserva 1994, Bodegas Marqués de Vitoria (US$27)

Marqués de Vitoria es una bodega relativamente nueva en la escena riojana. Fundada en 1988, esta bodega hace—felizmente—vinos de sensibilidad tradicional. Gerry encontró este vino suave, sedoso y encantador, con un atractivo carácter proporcionado por el su crianza en botella. Se nota en los aromas y sabores del vino claramente más influencia de la edad que de la fruta. No obstante, Gerry acabó notando algo de hueco y fofo en este vino. Mejor disfrutarlo ahora por sus atributos tradicionales; puede que decline en 5 ó 6 años.

- Vallemayor Crianza 1999, Bodegas Vallemayor (US$15)

Para mí, esta bodega fue uno de los grandes descubrimientos que hice en esta cata—y la fuente del único desacuerdo mayor entre Gerry y yo. Probamos dos de sus vinos y Gerry prefirió el 99, que él—como yo—ve como un vino que lo lleva a uno al pasado: Ligero, jugoso, agradable, con un carácter verdaderamente a la antigua. Sin embargo, Gerry detectó en él una vena de roble nuevo en ambos vinos—como es de esperarse de una bodega fundada apenas en 1995. Pero en el 99 se le hacía menos perceptible y por ello lo prefirió. He aquí la discordia: Para mí el Vallemayor Reserva 1995 (que no aparece arriba, al no tener la aprobación de Gerry) tenía una increíble cantidad de sabor a rioja a la antigua, más que el 99, a pesar del roble nuevo que notara Gerry. Yo diría que si no puedes hacerte con algo de rioja viejo, si no tienes nada en la bodega, deben correr y apostar 20 dolaritos (un muy buen precio) por este controvertido caldo y hacerse una opinión propia.

Categoría 3: Los vinos fronterizos

No hay que equivocarse sobre esto: Gerry no tiene absolutamente nada en contra de los vinos bien hechos que caen en este grupo. Su paladar no se quedó parado en 1964 y su naturaleza no es de las que se quejan eternamente por “lo que hemos perdido”. El mayor porcentaje de los vinos hechos en Rioja hoy día pertenece a esta categoría 3—vinos que deben algo al pasado, pero que intrépidamente integran elementos modernos a su composición. Para Gerry—y él me ayudó a reconocer esto—hay vinos nefastos en este grupo, pero también los hay deliciosos... Tan deliciosos, de hecho, que estuvieron entre los favoritos de toda la cata para Gerry. Tengan en mente que en esta categoría, los años en botella tienden a impartir el sabor a rioja a la antigua, así que si las notas debajo predicen una evolución “tipo rioja,” podrían ustedes desear comprar estos vinos para sus bodegas.

- Marqués de Vargas, Hacienda Pradolagar Reserva 1999, Bodegas y Viñedos del Marqués de Vargas (US$115)

- Marqués de Vargas Reserva Privada 1999, Bodegas y Viñedos del Marqués de Vargas (US$50)

- Marqués de Vargas Reserva 1999, Bodegas y Viñedos del Marqués de Vargas (US$22)

Ví abrirse bien grandes los ojos de Gerry al probar estos tres vinos, de una gran nueva bodega establecida por un aristócrata español en 1990. “Esto es lo que debieran estar haciendo las otras bodegas nuevas,” dice Gerry con entusiasmo. Como conjunto, los vinos eran bastante morados, pulidos y muy modernos —pero ambos encontramos cierta inefable elegancia en ellos, exacerbada por la presencia de refrescante acidez y los sabores a frutas secas de los vinos de la vieja usanza. El Hacienda Pradolagar Reserva 1999 se asemeja mucho a un burdeos—y con esto quiero decir un burdeos mayor: Bonito, elegante, aunque casi completamente cerrado ahora mismo, con un toque de grafito. Taninos de roble nuevo, sí... Pero hilvanados con los taninos frutales de forma sumamente diestra. Grande, pero extraordinariamente bien equilibrado en boca. “En este vino hay mucho más que mera enología,” declara Gerry, aludiendo a la integridad de la fruta y a la influencia del suelo. Continúa diciendo que este vino puede abrirse y revelar algo absolutamente fabuloso en 15 ó 20 años—quizás hasta algo muy parecido a un gran rioja—y que es “el mejor vino hecho en la parte oriental de la Rioja”. Me resultó muy sorprendente que Gerry diera a este vino la puntuación más alta de toda la cata—a pesar del precio tan difícil de tragar que lleva. El Reserva Privada 1999—que pasó 23 meses en barricas nuevas de roble ruso, ¡lo que quiera que sea eso!—tienen una preciosa nariz con elementos de cacao. En boca es simultáneamente jugoso y elegante. A escala menor que la del Pradolagar y con taninos más suaves. El Reserva 1999, que es el más barato del trío, es una buena compra. Se mantiene entre los estilos de un burdeos y de un rioja y también tiene una marcada vivacidad y jugosidad, aunque con menos concentración que los otros dos. Podría estar muy rico en 5 ó 10 años. Vale la pena meter estos exquisitos vinos de entre dos mundos en la bodega.

- Viña Imperial Gran Reserva 1996, Compañía Vinícola del Norte de España (US$45)

- Viña Real Crianza 2001, Compañía Vinícola del Norte de España (US$15)

CVNE es una de las más fascinantes entre las bodegas clásicas de la Rioja. Fue fundada en 1879 y por más de cien años ha producido vinos que son exactamente en lo que pienso cuando pienso en riojas tradicionales. Algunos de los CVNEs de los setentas y ochentas que tengo en mi bodega son de las botellas viejas más apreciadas para mí, sin importar origen. Sin embargo, la modernidad ha levantado la cabeza en esta casa—hoy por hoy, CVNE no solamente posee una de las plantas de fermentación más tecnológicamente avanzadas del mundo, sino que hace vinos que se han salido de nuestra categoría #2, o sea, la de los “casi tradicionales”. Hay que aceptarlo: Estos vinos son ahora definitivamente fronterizos, definitivamente de la categoría #3. No obstante el cambio, los nombres en las etiquetas siguen siendo los mismos y las relaciones entre un vino y otro aún resultan familiares. “El Imperial Gran Reserva,” dice Gerry, “siempre ha sido mi vino favorito de CVNE—o por lo menos hasta que pasan 20 años de la cosecha, cuando el Viña Real Gran Reserva comienza a mostrar su carácter rico y aterciopelado”. Para Gerry, el Viña Imperial siempre ha sido el vino aristocrático que uno compraba si no podía pagarse un Vega Sicilia (el tinto de fuera de Rioja que se convirtió en le primer vino español verdaderamente caro). El Viña Imperial Gran Reserva 1996 es de talla estatuaria, si pensamos que las versiones modernas de este vino son más carnosas, merlotescas e internacionalistas en cuanto a su fruta que las de antes. La mala noticia, según Gerry, es que este Imperial durará en botella unos 20 ó 30 años, en vez de los habituales 40 ó 50 que duraban los de antaño. La buena noticia es noticia es que el tiempo en botella puede hacer que el vino se parezca un poco más a sus antepasados. El Viña Real habitualmente tiene en la mezcla un poco más de tempranillo de la Rioja Alavesa y algo de garnacha, por lo que adquiere más fácilmente tonos teja con la edad. El Viña Real Crianza 2001 es, como el Imperial, más corpulento que los modelos tradicionales, con un elemento de frambuesa negra y una nariz profunda y frutal. Gerry dice que antes el Viña Real era algo rústico y que esta versión nueva y modificada resulta más vivaz y mejor. Un Viña Real Gran Reserva puede guardarse por muchos años, pero Gerry dice que este Crianza es más un vio para disfrutarlo por su frutalidad, así que es mejor beberlo dentro de los próximos 5 años, mientras el vino la conserve.

- Contino Gran Reserva 1996, Viñedos del Contino (US$45)

Mucha gente piensa que el gran Contino es un vino de CVNE, porque los accionistas de Contino son miembros de la familia propietaria de CVNE. Pero oficialmente se trata de una bodegas y viñedos separados, que producen, desde sus inicios en 1974, el más grande de los vinos modernos provenientes de viñedos propios. Contino siempre ha estado en la vanguardia, dice Gerry. A causa de su microclima caliente, los vinos siempre han sido más corpulentos y oscuros que un Viña Imperial o Viña Real. Y seguramente, nunca fueron más corpulentos y oscuros que en esta época moderna—y tampoco han sido mejores. ¿Por qué? Pues porque el enólogo actual de Contino, Jesús Madrazo, ha estado bebiendo vinos de CVNE toda su vida e intenta retener siempre algo del carácter tradicional de los mismos. Aunque es un vinazo que raya en la categoría 4, Gerry considera que el Contino Gran Reserva 1996 es uno de los más elegantes entre los supervinos actuales de Rioja. Es un gran vino, con un posgusto excitante, que nos recuerda los grandes del Ródano —pero no ganó un puesto más alto en nuestra cata por presentar un poco de madera y calor alcohólico. Gerry sugiere que quien posea este vino en bodega debe comenzar a probarlo dentro de 5 años. “No será de color ladrillo ni tendrá los sabores de un Viña Real o Viña Imperial Gran Reserva,” añade. Pero será un vino maduro, sexy y sedoso de clima cálido.

- Roda I Reserva 1998, Bodegas Roda (US$50)

  1. #1

    Pursewarden

    Gerry, David, probad el Viña Real del 81. Se os van a caer la barras y las estrellas. Copa a copa...

  2. #2

    gavelar

    Ojala hubiera acaparado esos vinos en esa época...bebiendo y aprendiendo.


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