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Por la ribera del Douro (I).

La D.O.C. Douro se ubica en la misma zona de producción que la de Vinos de Oporto. Se divide en tres subzonas, Baixo Corgo, Cima Corgo y Douro Superior. El número de variedades aceptado por la D.O. es sencillamente espectacular, más de 100 y la mayoría de ellas autóctonas. Ya sólo con esto podemos vislumbrar la enorme riqueza vinícola que albergan estas tierras.

Las viñas de la subzona Cima Corgo se destinan fundamentalmente para la producción de Oportos; la Baixo Corgo, para vinos tranquilos lo mismo que la Douro Superior, en la cual los viñedos sólo cubren el 7% de las zonas cultivadas. Esta última muestra un enorme potencial y es la que está brillando actualmente con mayor intensidad.

El valle del Douro abarca 243.000 hectáreas de las cuales aproximadamente una quinta parte está plantada de vid. Prácticamente la mitad de la cosecha de uva se destina a producir Oportos y el resto a producir vinos tranquilos, mayoritariamente tintos, aunque la normativa permite también la elaboración de tintos y rosados, espumosos, vinos licorosos e incluso aguardientes de vino.

Como curiosidad diré que las casi 140 mil parcelas registradas en la D.O.C. Douro están clasificadas de la letra A a la F siguiendo un método de calificación que tiene en consideración 12 factores de tipo físico, que van desde la localización, la altitud, rendimiento, etc… hasta (¿cómo no?) la edad de las cepas.

Geográficamente la D.O.C. Douro está al noreste de Portugal siguiendo el curso del río Douro y atravesando los distritos de Vila Real, Bragança, Viseu y Guarda.

Quinta do Vale Meão.

La figura de Dona Antonia Ferreira es clave para entender en despertar vitivinícola de la zona del Douro. Por ejemplo, las 270 hectáreas que abarca la finca Quinta do Vale Meão fueron adquiridos por Dona Antonia al municipio de Vila Nova de Foz Côa (Douro Superior) en 1877. Inicialmente eran tierras vírgenes y fueron puestas en cultivo poco a poco por la propia Dona Antonia.

Hoy la Quinta es propiedad de Francisco Javier de Olazábal, que fue presidente de la empresa de vinos del Douro y de Oporto A. A. Ferreira, a la que se solían vender las uvas de la finca. En 1998 y tras dimitir de su cargo decidió emprender su propio proyecto para hacer vino bajo la dirección técnica de su hijo Francisco (“Xito”) de Olazábal. Éste último participa como enólogo también en Quinta do Vallado y colabora con Quinta do Vale Dona Maria. Ciertamente es impresionante la colaboración y apoyo que se otorgan los “pequeños” productores de la zona, concientes de que sin un esfuerzo común resulta muy difícil impulsar una zona de producción emergente.

La llegada a la finca es realmente impresionante puesto que se ubica en un meandro del Douro que justamente le da su nombre puesto que Vale Meão significa precisamente valle del medio. Allí, en empinadas terrazas junto a preciosos olivares se encuentran las 62 hectáreas plantadas de viñedos. En la finca se han unificado por bloques las variedades plantadas (tradicionalmente se plantaban de forma anárquica) y la distribución es la siguiente: 35% de Touriga Nacional, 30% de Tinta Roriz (tempranillo), 15% Touriga francesa, 10% Tinta Amarela, 5% de Tinta Barroca y 5% de Tinto Cão. También el suelo muestra una enorme diversidad edafológica, contribuyendo esto a la complejidad de los vinos.

En la finca están también las instalaciones de vinificación que aprovechando las viejas instalaciones en las que en un día se hizo el mítico vino portugués Barca Velha, unen hoy en día modernidad y tradición.

La primera añada de los vinos de la Quinta fue la 1999 y el Quinta do Vale Meão provocó un enorme revuelo cuando apareció en el mercado el año 2001. La crítica y los consumidores alabaron las características del vino que pronto vio su precio multiplicarse en las estanterías de las tiendas hasta agotarse. Estábamos ansiosos por probarlo y no nos decepcionó. Lo cierto es que es uno de esos vinos de emoción, de los que encogen en el corazón y alteran los sentidos. Frutosidad, densidad, potencia y elegancia que sorprenden y emocionan. Desde mi punto de vista su principal valor es la tipicidad, las variedades portuguesas escapan a la globalización y aportan notas únicas en nariz y boca.

La cosecha del 2000 es la siguiente que aparecerá en el mercado y nos trae tres vinos de la Quinta, el Meandro 2000, que es el segundo vino tinto de la Bodega, el Quinta do Vale Meão 2000 y el Quinta do Vale Meão 2000 vintage port. La cosecha del 2000 aportaba, en mi opinión, aún mayor frutosidad que la de 1999. El Meandro, sin la complejidad de sus otros dos hermanos es un vino goloso, con unos taninos dulces y sabrosos y con una excelente estructura. Eso sí, nos impactaron el Quinta do Vale Meão tinto y el Vintage, de nuevo por su complejidad y por su capacidad de aportar una enorme gama de sensaciones (ver las fichas de cata en: “Vinos catados).

En la finca nos sentimos como en casa, los Olazábal nos atendieron con enorme cariño, compartimos comida en su casa, disfrutamos del vino, con los cinco sentidos. Se cató y se habló largamente sobre vino –¡sobre que si no! Todo ello –no lo olvidemos- en medio de la vorágine de la vendimia. Pudimos ver las cepas aún preñadas con sus frutos y recorrer la finca rodeada por el padre Douro y algunas imágenes literalmente erizaban el vello puesto que la vista era de una belleza impresionante, como la vista de la Quinta y del Douro desde la ermita que hay casi en la cumbre de la propiedad.

Y así concluyó nuestra primera jornada en la zona. Obviamente, no dijimos adiós, sino hasta pronto.


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