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El Oro de Galicia

Text & Photographs by Gerry Dawes copyright 2008

Además de los ahora bien conocidos Albariños de Rías Baixas, actualmente obligados en la mayoría de cartas de vinos estadounidenses serias, los vinos blancos de otras regiones gallegas tales como Valdeorras, Ribeiro, Ribeira Sacra y Monterrei, van camino de convertirse en serios competidores internacionales en el ámbito de los vinos blancos.

Aunque algunos de los ensamblajes incluyen uvas Albariño, muchos elaboradores confían cada vez más en sus variedades locales, como Treixadura (Ribeiro y Rías Bajas), Godello (Valdeorras, Ribeira Sacra y Monterrei) y Loureiro (Ribeiro y áreas de Rías Baixas a lo largo del Miño), pues todas ellas forman parte de algunos vinos blancos sorprendentemente refrescantes, a menudo ‘de terruño’, de alta calidad y que pueden ser excepcionales compañeros de mesa y mantel.

Puesto que es lluviosa y verde esmeralda durante buena parte del año, tiene profundas raíces célticas (gaiteros incluidos), está cuajada de paredes de granito que rodean exuberantes campos y disfruta de una larga y asombrosamente bella costa atlántica, pespunteada con brazos de mar similares a los fiordos, Galicia es a menudo etiquetada como el equivalente español de Irlanda. Sus gentes incluso comparten ese amor tan irlandés por las patatas. Pero, al contrario que la Isla Esmeralda, las latitudes más sureñas de Galicia permiten la insolación necesaria para la correcta maduración de las uvas, al menos la mayoría de los años.

Debido a sus altas precipitaciones —unos 1600 mm al año en Rías Baixas, y algo menos de 1000 mm en las otras D.O.’s gallegas— la humedad es muy alta; sin embargo, las viñas se conducen sobre altos entramados de alambre, anclados mediante bloques de granito o postes de hormigón. Cultivar las uvas a buena distancia del suelo, lo bastante alto como para que los trabajadores del viñedo puedan pasar de pie entre los racimos, permite una buena circulación del aire que mejora los efectos de enfermedades favorecidas por la humedad como el mildíu. Así mismo, la cubierta de hojas protege a las uvas de una sobre-exposición al sol, algo muy conveniente ya que, históricamente, los veranos gallegos pueden traer días de un calor sorprendente, ahora exacerbados por el calentamiento global. Incluso aunque las aguas del Atlántico pueden ser bastante estimulantes y traer brisas refrescantes a los viñedos, el clima es en realidad lo bastante cálido como para acoger algunas muy populares instalaciones hoteleras de verano y playa.

Un viaje de cata a través de Galicia, a principios de Agosto, me proporcionó un curso de refresco sobre el progreso de las variedades autóctonas en cada una de las cinco denominaciones de origen gallegas: Monterrei, Ribeiro, Rías Baixas, Ribeira Sacra y Valdeorras. Me encontré con una considerable evolución desde mi gran recorrido en 2002 y mi escapada a Rías Baixas en 2004. En el caso de varias bodegas, quedé agradablemente sorprendido por vinos de primera línea, tanto ‘terminados’ como en evolución, que pronto satisfarán esa promesa. En mi visita anterior había volado a Santiago de Compostela, la famosa ciudad monumental en la que acaba el Camino de Santiago (la ruta medieval de peregrinos que baja desde Francia a la Península Ibérica y recorre unos 800 kilómetros a lo largo del norte de España). Esta vez, sin embargo, opté por conducir desde la Ribera del Duero, en Castilla y León, para hacer una primera parada en Monterrei, una pequeña D.O. con unas 670 hectáreas de viñedo de calidad, ubicados justo al norte de la frontera portuguesa, en las montañas orientales de la provincia de Ourense.

Fui atraído a Monterrei por una particular ‘adega’ (‘bodega’ en gallego) llamada Gargalo, elaboradora de ‘Terra de Gargalo’, un vino ligero, chispeante y mineral, pero ricamente afrutado, que las Líneas Aéreas Iberia sirven a sus pasajeros de clase ‘business’. Gargalo está en Verín, una encantadora y destartalada ciudad bañada por el río Támega, a menos de 15 kilómetros al norte de la frontera con Portugal. Un terreno montañoso —desprovisto de vegetación por frecuentes incendios de sospechosa naturaleza, que han asolado Galicia en los últimos veranos— rodea la ciudad. Sobre un alto promontorio a las afueras, con espectaculares vistas de Verín, los viñedos y el amplio valle de Monterrei enmarcan la magnífica Acrópolis de Verín, un conjunto que incluye el Castillo de Monterrei (siglo XV), un palacio renacentista y la iglesia gótica de Santa María. A unos cientos de metros, al otro lado del promontorio, está el antiguo y rústico convento jesuita hoy convertido en confortable Parador de Turismo, el hotel que será mi base mientras recorro los viñedos de la región.

‘Adegas Gargalo’ es una pequeña bodega con un diseño moderno, cubista y chic, muy propio de su dueño, Roberto Verino, un diseñador de moda español nacido en Verín. Ubicada al pie de la colina del castillo y del Parador, Gargalo se encuentra entre laderas de viñedos de las uvas blancas nativas Treixadura, Godello y Doña Blanca, y las nativas tintas Arauxa, Mencía y Bastarda (algunas bodegas de la zona también tienen la igualmente ‘mal nombrada’ Monstruosa, una variedad blanca).

También hay un fascinante viñedo experimental con un amplia variedad de uvas blancas, sobre todo, que me describe Rosa Salgado, la tímida pero informativa enóloga de Gargalo, quien me guía en la visita de viñedos y bodega. Me explica que los principales viñedos emparrados, de unos 20 años de edad, son predominantemente de Treixadura, Godello y Mencía. De vuelta a la bodega, el status de Roberto Verino como importante diseñador queda subrayado por las grandes ampliaciones fotográficas de modelos llevando sus creaciones, colgadas de prensas horizontales Bucher, junto con ampliaciones de botellas de Gargalo.

Aunque ya he probado un par de añadas anteriores de los blancos ‘Terra do Gargalo’ a 35.000 pies de altura, este será mi primer encuentro con ellos en tierra firme. En la sala de catas, Salgado sirve dos blancos que habían sido abiertos el día anterior y refrigerados (me pregunto si los críticos americanos no puntúan botellas recién abiertas). El ‘Terra do Gargalo 2005’, una mezcla al 50% de Treixadura y Godello criado sobre lías para ganar en aromas, aún estaba fresco, y mostraba dulces aromas florales junto con frutas tropicales y especias tostadas, equilibradas por una acidez de las que limpian el paladar y un alcohol moderado (12,5%). ‘Terra do Gargalo Clásico 2005’, un ensamblaje de 50% Treixadura, 30% Godello y 20% Doña Blanca, también estaba aún fresco y vigoroso, con todavía más pujante acidez y tonos especiados, de almendra y minerales. (Un ‘Terra do Gargalo 2004’ tinto, hecho por mitades con Mencía y Arauca —una uva que Salgado llama la ‘Tempranillo de Monterrei’— era especiado, con matices de frambuesas y moras, un correcto tinto que aún necesita pasar unos meses más en la botella).

Aproximadamente a una hora al noroeste de Monterrei se encuentra la D.O. Ribeiro, con un 85% de su producción dedicada a los vinos blancos, elaborados a partir de 3.000 hectáreas de viñedo repartidas por trece municipios del oeste de la provincia de Ourense. Algunos de los mejores productores se localizan alrededor de la cautivadora ciudad medieval de Ribadavia, situada a unos 35 kilómetros al suroeste de Ourense, la capital de la provincia. Ribadavia es un fascinante viaje al pasado que cuenta entre sus atracciones con el castillo del siglo XIV de los Condes de Ribadavia, una iglesia en estilo románico de transición del siglo XII, un antiguo y evocativo barrio judío medieval e importantes restos de las antiguas murallas de la ciudad que miran a los ríos Avia y Miño. Éste último, unos pocos kilómetros al sudoeste, fluye para formar la frontera con el Portugal noroccidental.

Los vinos de Ribeiro —tan próximos como cualquier vino gallego a ser el equivalente español de los Muscadet franceses—, a causa del clima, que promedia 940 mm de lluvia y algo más de 1900 horas de sol al año, históricamente han sido ligeros y ásperos; recientemente se han ido haciendo más ricos, sin llegar a ser sobremaduros o pesados. Cultivadas en suelos graníticos, a menudo con depósitos aluviales de piedras y gravas, las uvas blancas oficialmente ‘preferidas’ en Ribeiro son Treixadura, Godello, Albariño, Jerez y Torrontés, aunque Loureiro, Macabeo (Viura), Albilla y la variedad experimental Lado también están permitidas.

Los altos niveles de producción, con grandes cargas por planta, privaron a estos vinos nativos de precio razonable de alcanzar todo su potencial en el pasado. Pero en años recientes, las crecientes cotas de calidad de los blancos españoles en general han empezado a ‘impulsar todos los navíos del vino blanco a una marea más alta’, siendo Ribeiro un destacado ejemplo. Además de su vigorosa acidez y sus mejorados aromas frutales, muchos de estos vinos también muestran un elegante carácter mineral. Resultan deliciosos con moluscos (especialmente ostras crudas y almejas), crustáceos y pescado. En más de una ocasión en este viaje (y también en Madrid y Nueva York) he probado solos y con las comidas varios Ribeiros muy accesibles y de precios razonables, todos ellos deliciosos, equilibrados y refrescantemente bajos —para estos tiempos— en alcohol.

Emilio Rojo, antiguo ingeniero con reputación de excéntrico, es generalmente reconocido como la estrella del Ribeiro. Hace ya algunos años, Rojo volvió a su Galicia natal para elaborar unas 9.000 botellas de vino al año a partir de poco más de dos hectáreas de viejas viñas de bajo rendimiento plantadas en laderas aterrazadas. Con un ensamblaje de 55% de Treixadura, 15% de Loureiro, 10% de Lado, 10% de Albariño y 10% de Torrontés, el vino epónimo de Emilio Rojo despliega una enérgica acidez, alcohol moderado y exóticos aromas de naranja, lima, fruta tropical y especias; su inolvidable final está trenzado con minerales y no marcado por el roble.

También de Ribeiro, ‘Viña Mein’, hecho de un 80% de Treixadura, 10% de Godello, 5% de Loureiro y trazas de Albariño, Torrontés y Lado, es un estimulante vino con destacados aromas de pera y melón y un largo final mineral; ha demostrado ser un gran acompañante para las gambas a la plancha y los pequeños salmonetes fritos del Restaurante Rafa en Madrid. El no caro ‘Bodegas Campante Gran Reboreda’ (80% Treixadura, 10% Godello, 10% Loureiro), elaborado por la misma firma que Morgadío Albariño en Rías Baixas, es fresco, vibrante, mineral y un perfecto compañero de mesa. Incluso los vinos de la región de la muy grande Vitivinícola del Condado, de Viña Costeira (70.000 cajas) y de Pazo (85.000 cajas), pueden ser deliciosos con tapas y platos de Galicia, como el pulpo a la gallega (‘pulpo al vapor con pimentón, aceite de oliva y sal marina’).

Justo antes de que este artículo entrara en máquinas conocí —en el ‘Encuentro Verema’ (verema.com), una convención de vinos en Valencia— al productor de cine español José Luis Cuerda, quien hace poco comenzó la elaboración de ‘Sanclodio’, un delicioso, complejo y exquisito blanco hecho con seis uvas: Treixadura, Albariño, Loureiro, Godello, Torrontés y Caíño blanco. Solo el hecho de que el vino de Cuerda sea joven y muestre aún poco del terruño que sin duda llegará a exhibir, impide a este soberbio y equilibrado vino ser uno de los grandes blancos de Galicia.

Ribadavia está pespunteada con encantadores y antiguos pueblos viticultores, rodeados por pequeños viñedos rústicos y emparrados, plantados hace mucho tiempo en terrazas labradas en el granito. Estos viñedos pertenecen a otros tiempos y están entre los más pintorescos de España. Mientras buscaba los viñedos de Emilio Rojo en la aldea de Arnoia, fue desconcertante toparme con un incendio forestal, presuntamente atribuido a un pirómano, arrasando el sudeste de la población y amenazando un especialmente bonito grupo de viejas viñas y las hermosas casas de piedra que se erigían entre ellas. La escena se hizo completamente surrealista cuando los helicópteros y aviones anti-incendios aparecieron en escena, yendo y viniendo desde el río Miño y desde un embalse cercano para cargar agua para sus ‘bombardeos’. Desgraciadamente, esta no sería la única vez que presenciaría una escena así durante este viaje de Agosto (si uno nota un cierto tono ahumado en algunos blancos gallegos del 2006, y lo digo en serio, no será por culpa del tostado de las barricas).

Al oeste de Ribeiro se encuentra Rías Baixas, caracterizada por las sureñas ‘rías’ (similares a fiordos) que marcan la costa gallega y a partir de las que tanto la región como la D.O. toman el nombre. La uva Albariño es la reina suprema en Rías baixas, y

los vinos suculentos y afrutados, pero bien equilibrados y buenos compañeros de mesa, elaborados con ella han impulsado a los blancos gallegos al centro de la escena tanto nacional como internacional. Es más, los blancos de Rías Baixas son algunos de los más versátiles y menos intimidantes en el mercado; sus Albariños muestran típicamente un adorable color paja verdoso o dorado claro y rebosan de los típicos aromas afrutados de la variedad, con recuerdos a pera, melocotón blanco, piña y albaricoque; los vigorosos fundamentos ácidos bordean los mismos afrutados y a menudo jugosos aromas que encuentra la nariz, y se equilibran armoniosamente con deliciosos y complejos finales entrelazados con notas minerales secas. Esta atractiva combinación de fruta y ‘sequedad’ convierte a los Albariños en ideales vinos de aperitivo y, al mismo tiempo, en buenos compañeros para toda una gama de platos modernos y también para los legendarios clásicos gallegos a base de marisco. A causa de su inherente versatilidad, los Albariños se han hecho tan populares entre los consumidores americanos que Estados Unidos es ahora su principal mercado de exportación (la única región vinícola española que puede reclamar esa distinción).

Cinco zonas de viñedos definidas conforman la D.O. Rías Baixas: Condado de Tea, O Rosal, Val do Salnés, Soutomaior y la relativamente nueva Ribeira do Ulla. En cada una de estas subzonas, un vino debe ser 100% Albariño para usar la denominación ‘Albariño monovarietal’ en la etiqueta. Esto es, a menudo, puramente académico, puesto que el 95% de las más de 3.000 hectáreas de viñedos registrados por la D.O. están plantados con Albariño. Aunque hay algunos notables blancos, de alta calidad, que no pueden ser etiquetados como Albariño, pero sí como Rías Baixas siempre que contengan al menos un 70% de Albariño. En Condado de Tea y en O Rosal se elaboran algunas muy interesantes, y a veces de muy alta calidad, versiones de estos vinos, basadas en una larga tradición, con hasta un 30% de las otras uvas autorizadas en la D.O.: Treixadura, Loureira y Caíño blanco (también están autorizadas Godello, Torrontés y Marqués). Pequeñas cantidades de estas variedades añadidas al Albariño hacen los aromas más profundos, dan cuerpo y, a menudo, estos ensamblajes muestran más complejidad que muchos vinos 100% Albariño.

Con más del 60% de sus viñedos amparados por la D.O., Val do Salnés, rodeado por tres lados por el Atlántico y por la rías de Arousa y de Pontevedra, es la subregión más importante de Rías Baixas, seguida por Condado de Tea y O Rosal, ambas en la Galicia más sureña, a lo largo del Miño. Algunos grandes productores de Condado de Tea, además de sus vinos 100% Albariño, también elaborar intrigantes ensamblajes de Albariño-Treixadura-Albariño; los más destacados son ‘Señor de Folla Verde’ (Marqués de Bisoja), ‘Veigadares’ (Adegas Galegas) y Dávila (Valmiñor). Más al oeste, en la subregión de O Rosal, en la desembocadura del Miño, Terras Gauda, Santiago Ruíz y Pazo de San Mauro están marcadas por la inclusión de Loureiro en la mezcla, junto a pequeños porcentajes de Treixadura y Caíño Blanco que dan lugar a una atractiva complejidad y demuestran el significativo potencial de estas uvas ‘menores’ cuando se ensamblan con Albariño.

En un sentido más literal que figurativo, es probable que los vinos de Rías baixas sean los más femeninos de España. Muchas de las regiones vinícolas del país cuentan con enólogas o propietarias de bodega, pero no en la cantidad que en Rías Baixas, en donde ‘el presidente’ del Consejo Regulador es la dinámica María Soledad Bueno, dueña de Pazo de Señoráns. Entre las mujeres enólogas responsables de algunos de los mejores vinos de la región están María Luisa Freire (Santiago Ruíz), Pilar Jiménez (Pazo de Barrantes), Cristina Mantilla (Veigadares, Pazo de San Mauro, Valminor Dávila y Couto), Ana Martín (Condes de Albarei), Ángela Martín (Casal Caiero), Ana Oliveira (Terras Gauda), María del Ana Quintela (Pazo de Señoráns) e Isabel Salgado (La Granja Fillaboa).

Muchos de estos elaboradores se encontraban exponiendo sus vinos en la colorista ‘Festa do Albariño’ que tiene lugar cada agosto en Cambados, la principal ciudad de Val de Salnés. Como primer americano invitado a ayudar al jurado en la competición de Albariños de este evento, tuve el privilegio de catar más de 70 vinos a lo largo del concurso, de las catas públicas, de las comidas oficiales y de las improvisadas excursiones gastronómicas alrededor de Cambados. Muchos Albariños 100%, soberbios, de pequeños elaboradores, estuvieron entre mis favoritos: Cabaleiro do Val, Dona Rosa (que quedó segundo en el concurso de Albariños), Dos Eidos (Manuel Ilustre), Do Ferreiro (Gerardo Méndez, uno de los mejores elaboradores de la región), Granja Fillaboa, Lusco, Palacio de Fefiñanes, Pazo de Barrantes y Pazo de Señoráns (afortunadamente, la mayoría se exportan a Estados Unidos). Juzgar, catar y beber estos vinos, a menudo con el superlativo marisco gallego —ostras, almejas, cigalas, nécoras, vieiras y zamburiñas— acentuaba la excelencia del blanco varietal español más conocido.

La amplitud de mis experiencias culinarias mientras estuve en Cambados —desde la moderna cocina española hasta las especialidades regionales— subrayaba la versatilidad del Albariño, y la cata de varios vinos, particularmente los de Pazo de Señoráns y Palacio de Fefiñanes, reforzaba mi fe en el valor de la crianza de este blanco autóctono en manos de los mejores elaboradores. Aunque varios blancos de Rías Baixas fermentados en barrica, catados en este viaje, reconfirmaron mi creencia (formada en anteriores visitas) de que fermentar esos vinos en barricas nuevas es un error que no potencia sus aromas naturales y a menudo enmascara su frescura, frutosidad, encanto, matices y cualquier terruño que pueda tener.

En esta nueva era ‘roble-demenciada’, afortunadamente la mayoría de los blancos de Rías Baixas son indultados de las brutales ataduras de roble que sufren muchos otros vinos españoles. Tres de los mejores, Pazo de Señoráns (sin roble), Do Ferreiro y Do Ferreiro Cepas Vellas, y Palacio de Fefiñanes (barricas usadas), no tocan roble nuevo y sin embargo envejecen bien, especialmente el último. Pazo de Señoráns Selección de Añadas Albariño, un vino estelar que solo se hace con las mejores vendimias de Rías Baixas, se cría sobre lías durante tres años en acero inoxidable. Frutal y complejo, es uno de los más grandes vinos de Rías Baixas y uno de los mejores blancos españoles que me he encontrado jamás. Fundada en 1904 y ubicada en un amplio palacio en una encantadora plaza de Cambados, Palacio de Fefiñanes elabora albariños criados en grandes y usados tinos de roble (a la alsaciana), que tienen un impacto mínimo en el aroma pero contribuyen en gran medida a favorecer el buen envejecimiento de los vinos (que vengo siguiendo desde la añada de 1994). Fefiñanes, cuyo propietario y director es Juan Gil de Araujo (no confundir con el Juan Gil de Jumilla), está a la par de algunos de los más finos Chablis.

Tras varios días en Rías Baixas marcados por algunos vinos deliciosos, pero también plagados de piromanía (el fuego destruyó algunas viñas de Do Ferreiro, entre otras), me dirigí al oeste, hacia Ribeira Sacra y Valdeorras. La primera tiene algunos de los más espectacularmente bellos viñedos de España, plantados sobre terrazas a lo largo de laderas salpicadas de pizarra que se precipitan hacia las orillas de los embalses creados por los represados ríos Miño, que fluye de norte a sur, y Sil, que fluye de este a oeste. La D.O. Ribeira Sacra tiene 1.200 hectáreas de viñedos que serpentean a través de las provincias gallegas de Lugo (al norte) y Orense (al sur), y se divide en cinco subzonas: las norteñas Chantada y Ribeiras do Minho (a lo largo del río Minho) [ Minho, que es gallego y portugués, esencialmente el mismo idioma ], Amandi y Quiroga-Bibei (a lo largo del Sil) —todas en la provincia de Lugo— y Ribeiras do Sil (a lo largo de la parte orensana del Sil).

Ribeira Sacra está elaborando algunos vinos tintos, envueltos en terruño, sorprendentemente buenos, a base de Mencía, la redescubierta variedad española tinta más interesante, pero también se hacen aquí varios prometedores, todavía poco conocidos, vinos blancos basados en Godello y Albariño. Abadía da Cova, la principal bodega de Ribeira Sacra, ofrece un delicioso y complejo albariño sazonado con la adición de un 15% de Godello y Treixadura; un godello fino, con un 15% de Albariño añadido, también se elabora aquí. José Manuel Rodríguez, presidente del Consejo Regulador de Ribeira Sacra, elabora el excelente Décima Godello, que, con sus aromas minerales y de melocotón blanco, recuerda a la Viognier. Los godellos de Donandrea Toxeiro y Peza do Rei también son deliciosos.

Justo al este de Ribeira Sacra, con 1.500 hectáreas de viñedos a lo largo del valle del Sil amparados por la denominación de origen, está Valdeorras, que está mostrando un excelente potencial para blancos finos a base de Godello que reflejan su peculiar terruño. Valdeorras, que bien podría ser la Borgoña española, está atrayendo más serios enólogos, tales como el inquieto Telmo Rodríguez y Rafael Palacios (hermano de la estrella enológica de Priorato-La Rioja-Bierzo, Álvaro Palacios). Han venido aquí a hacer vinos ricos y frutales, pero bien equilibrados, envueltos en finales minerales, a partir de viñedos de cepas viejas de Godello plantadas en laderas aterrazadas bien drenadas; los resultados recuerdan a los mejores vinos blancos de Francia.

Después de elaborar vinos durante varios años en la bodega familiar Palacios Remondo, en la Rioja Baja, incluyendo el muy bien considerado Placet, uno de los mejores 100% Viura jamás hechos en La Rioja, Rafael Palacios irrumpió en la escena de los vinos blancos gallegos en 2005 con el blanco de Godello As Sortes, que causó sensación instantáneamente. Después de un rumoreado rifirrafe familiar y, quizá, el deseo de seguir su propia senda, libre de la sombra de su hermano superestrella, Álvaro, Rafael se mudó a Valdeorras (los primos de Palacios también hacen vinos allí y en el vecino Bierzo) y se hizo con algunas viñas viejas de Godello, en terrazas elevadas, a partir de las que elabora su firma. Cuando sea lanzado, el nuevo As Sortes será puntuado en los 90’s bajos en prácticamente cualquier valoración. Fermenta en fudres [tinos] (de nuevo a la alsaciana), donde el vino permanece sobre sus lías durante varios meses. El resultado tiene peso de Borgoña, ricamente frutal, veteado de notas minerales, muy evocador de su crianza sobre lías y sin marcadas características de roble, pero temprano muestra un ligeramente turbio color verde-dorado, demasiado profundo, que no preocuparía si fuera un vino dulce, pero en un vino seco a menudo significa que después de un año el vino puede entrar en una intensa espiral oxidativa, algo que he visto en algunos otros blancos españoles vinificados de esta forma. Uno confía en que Palacios tratará con maestría su fantástica materia prima de Godello, porque la cata de sus primeros esfuerzos muestra el potencial para elaborar uno de los grandes vinos blancos de Europa.

Rodríguez es el antiguo enólogo de la riojana Remelluri, donde hizo algunos memorables y altamente puntuados tintos y uno de los blancos más interesantes de Rioja, a partir de una mezcla de varias variedades nativas y foráneas. Ahora elabora los vinos de Telmo Rodríguez y Cía, en zonas tan distantes como Ribera del Duero, La Rioja, Alicante y Málaga. Hace dos años presentó su primer vino de Valdeorras, un godello de capas viejas llamado Gabo do Xil. El 2004 ya mostraba un avanzado, profundo color verde-dorado, pero estaba en cierto modo desequilibrado; tenía un carácter prometedor que hace que valga la pena estar pendiente de las próximas añadas. Rodríguez admite que considera a Gabo do Xil como un godello básico, pero el 2005, que probé en una cena con los platos del joven chef estrella Vicente Patiño en el restaurante Sal de Mar en Denia (Alicante), en enero, era sedoso, especiado, delicioso y estaba a un nivel bastante más alto que el que el propio Telmo avanzaba para su vino.

Un godello de Valdeorras con una historia más larga es Godeval, que muestra el pétreo terruño mineral de las laderas salpicadas de pizarra que rodean el restaurado monasterio que es la bodega. En sus primeros años, Godeval alcanzó una profundidad de aromas y complejidad que pocos otros blancos nativos españoles alcanzan. Sin embargo, se ha hecho bastante popular en los últimos años, y, aunque todavía bastante bueno, puede que haya caído ligeramente al aumentar su producción para satisfacer la demanda. Godeval también elabora un godello fermentado en barrica más caro, pero el roble oscurece los matices del vino y los memorables aromas minerales.

La Tapada, que elabora Guitian, usa Godello cultivada en viñedos alrededor de la bodega, que son netamente menos pétreos que los de Godeval. José Hidalgo, enólogo de la riojana Bodegas Bilbaínas, es el consultor en enología de La Tapada. Guitian es un agradable, rico, rutilante trago de fruta tropical, pero no consigue la complejidad de Godeval. Tiendo a obviar la versión fermentada en barrica, debido a su evidente aroma a caramelo y la excesiva madera, pero recientemente he tenido que enmendar esa opinión al probar la añada 1997 y encontrarla sorprendentemente buena. Otros interesantes vinos de Valdeorras 100% Godello son Galiciano Día, Joaquín Rebelledo, Viña Somoza y Pezas da Portela. Después de que este artículo estuviera casi terminado, probé la última añada de Pezas da Portela, la 2005, en el moderno restaurante Urban del Hotel Urban, quizá el hotel nuevo más en boga de Madrid. Fue simplemente espectacular, sencillamente tan bueno como muchos borgoñas blancos. Dos días después, en el soberbio restaurante La Sirena, de Mari Carmen Vélez, en Petrer, a las afueras de Alicante, probé el 2002, que mostraba algo de la misma fruta y terruño, y que recordaba mucho a los borgoñas añejos.

No hay duda de que Galicia está elaborando vinos verdaderamente buenos a partir de sus uvas nativas. Estas refrescantemente diferentes variedades — albariño, godello y treixadura, especialmente— están demostrando ser capaces de dar lugar a vinos memorables que son afrutados, especiados, a menudo complejos, secos, minerales y excelentes compañeros de mantel. Esto es toda una revelación en un país considerado hace tan solo una década como incapaz de hacer vinos blancos de talla mundial.

(*) Artículo publicado originalmente en inglés en Wine News, March-April, 2007 y, posteriormente, en castellano en www.vinealis.com el 27/06/2007

About the author

Gerry Dawes was awarded Spain's prestigious Premio Nacional de Gastronomía (National Gastronomy Prize) in 2003 for his work in calling attention to the quality of Spanish cuisines. In 2001, he was a finalist for the James Beard Foundation's Journalism Award for Best Magazine Writing on Wine. Mr. Dawes writes and speaks frequently on Spanish wine and gastronomy in both the U.S and in Spain. He also leads customized gastronomy, wine and cultural tours to Spain.  Mr. Dawes is currently working on a reality television series on wine, gastronomy, culture and travel in Spain, for which he will be the on-camera host (the first espisode was filmed in La Comunitat Valenciana).

Gerry Dawes can be reached at [email protected] Alternate e-mails (use only if your e-mail to AOL is rejected): [email protected]  or [email protected]


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