El Bosque

La Sala de Espera del Depósito: Capítulos 42 y 43

Resumen capítulos anteriores:

Tras el inesperado giro de la semana pasada, Andy ingresa en el calabozo y Eusebio recaba información privilegiada antes de irse de "vacaciones".

42.

El coche de Pablo era un deportivo, como no podía ser de otra manera. Eusebio se acomodó ágilmente y tras un rápido apretón de manos, cerró los ojos y se dejó mecer por los acordes del piano de Bill Evans.
 
Pablo respetó su introspección y en menos de veinte minutos paró el coche enfrente de un aparcamiento público. Debían de conocerle bien puesto que inmediatamente le recogieron las llaves y se lo llevaron para aparcarlo.
 
Salieron a una de esas pequeñas callejuelas del Madrid de Los Austrias y en menos de cinco minutos estaban cruzando el umbral de un restaurante con decoración muy discreta en el exterior. Nada más entrar te recibía una minúscula barra y a la derecha de quien acaba de traspasar la entrada se encontraba una angosta escalera de caracol. 
 
Pablo había sido recibido con alegría y afabilidad por quien resultó ser el mâitre del establecimiento quien los guió escaleras arriba hasta llegar a un pequeño comedor que sin embargo resultaba espacioso y cálido gracias al baño de luz natural que recibía de los ventanales en los que estaba convertida la pared del fondo.
 
Les dirigió hacia una de las mesas pegadas a la cristalera y tras acercarles la carta de vinos se alejó. 
 
-Curioso que nos den la carta de vinos sin habernos dado la de comida.
 
-Es que ya me conocen, jeje... Elige, creo que no tendrás queja de la selección.
 
-Concisa pero contundente y con algunas joyas ¿Qué tipo de comida dan aquí?
 
-Cocina de mercado con tradición mediterránea, eso dice su página web. Traducido: guisos de toda la vida, legumbres, arroces, ensaladas curiosas, pescado muy fresco… pero yo creía que eras como yo, que elegías primero el vino y después comida para maridarlo.
 
-Me encuentro con muy poca gente como nosotros y estoy acostumbrado a hacer lo contrario pero veo que hoy me voy a poder permitir ese lujo, de hecho creo que de ahora en adelante voy a permitirme más lujos en general.
 
-Me tienes que contar eso de que dejas la policía.
 
-Primero me interesa lo que me tienes que contar tú, luego me tocará a mí.
 
-Me parece correcto y si me permites me gustaría sugerirte un vino.
 
-Será un placer, estoy seguro de que me sorprenderás.
 
-Eso lo veo difícil pero creo que si lo has probado ya, estarás de acuerdo conmigo. Es la añada de un vino que no está en carta porque Joan guarda las pocas botellas que le quedan como oro en paño, es un Pecado 2006.
 
-¡Joder!!!! Si llevo años buscándolo ¡la añada que lanzó a Raúl Pérez al estrellato!
 
Pablo sonrió maliciosamente disfrutando cada segundo del asombro de Eusebio.
 
-Es un vino tan hermoso y complejo en nariz que no me importa no catarlo, además lo haré luego en casa que todavía tengo alguna botellita.
 
-Me parece perfecto para brindar por una nueva vida para los dos- exclamaba no sin cierta euforia mientras no podía dejar de preguntarse que hacía Pablo con todo el vino que no se bebía tras olerlo y paladearlo. No podía paladear toda una botella ¿no?
 
Tras hacer una pequeña seña a Joan éste apareció con la botella -que obviamente ya tenía preparada y abierta- y con dos copas tipo Borgoña. 
 
Se decidieron por una Ensalada de Canónigos, queso de cabra y jamón ibérico, un platito de Pulpo a la Gallega, un Arroz Caldoso de Chipirones y Ajetes y unas Carrilladas Estofadas a Fuego Lento, todo para el centro de la mesa.
 
-Bien Eusebio, te cuento. Ya te comenté que me ofrecieron esa partida de caballo, la que mató a Paula, y que la rechacé. Lo hice porque quien me la ofrecía no me merecía confianza, era extranjero, del este, y no me gusta como funciona esa gente. El caso es que lo ofrecía un 25% más barato que el precio al que cotizaba el caballo entonces y el chico que había tomado mi plaza enfrente del Born no se lo pensó dos veces y compró un paquete.
 
Hizo una pausa para respirar aprovechando que la ensalada vestida de vinagre balsámico de Módena era depositada sobre la mesa y prosiguió:
 
-Paula fue la única que le compró caballo esa noche, era entre semana y el negocio estaba flojo fundamentalmente porque yo me había llevado a toda la clientela a quien sirvo por encargo a través del móvil. Después de enterarse de su muerte y sobre todo, de quien era Paula, no se atrevió a vender más y abandonó la plaza. Cuando me enteré de lo de Paula fui a buscarlo pero ya no lo encontré. Decidí retomar mi plaza y hacer averiguaciones sobre su paradero.
 
Antes-de-ayer tuve noticias de que estaba puliendo en San Blas* por eso ayer te prometí en el Born que daría con quien le había vendido esa droga. Pues bien, después de despedirnos me fui para allá y tras un tira y afloja en el que le mostré razones muy contundentes me confesó que todavía tenía la droga que no había vendido porque estaba esperando a que se calmara el lío para colocarla. Casi lo mato a hostias, le llamé de todo, cabrón, asesino, hijo de puta, de todo, pero antes de dejarlo inconsciente me enfrié y le pedí que me la diera. 
 
Lo tuve que llevar a prácticamente a rastras a la especie de zulo donde malvivía en ese mismo barrio. Era minúsculo y estaba lleno de mierda. Tropezándose con ropa sucia y botes de cerveza tirados por el suelo llegó al cuarto de baño conmigo pegado al trasero no fuera a hacer ninguna tontería.
 
Del mugriento armario debajo del lavabo sacó un paquete de tamaño mediano que ya en un primer momento me llamó la atención por el envoltorio. Le dije que me lo diera, se negó, levanté la mano en ademán de volver a calentarle y temblando como un bobo me lo acercó. Habían intentado borrarlo pero todavía se podía leer claramente una fecha impresa con un sello térmico especial que tú conoces muy bien y algunas letras se podían advinar, “sado”
 
-De “requisado”- musitó Eusebio
 
Pablo asintió con la cabeza.
 
-Entiendo que tienes pruebas ¿Me las puedes enseñar?
 
-¿No pensarás que lo he traído aquí conmigo? Toma- le dijo pasándole el móvil.
 
Eusebio lo cogió y vio en la foto que aparecía en la pantalla el detalle del paquete del que le había hablado Pablo. El plástico que envolvía la droga aparentemente era el que utilizaba la Guardia Civil para sus aprehensiones, en cualquier caso el laboratorio confirmaría lo del plástico y que el sello térmico era idéntico al que imprimía la Policía Nacional al recibir droga para su custodia antes de ser destruida.
 
-¿Cómo sabías lo del plástico y lo del sello?
 
-En este mundo Eusebio hay que tener amigos hasta en el infierno y un cliente mío era guardia civil antes de engancharse.
 
Eusebio torció el gesto con expresión de asco
 
-¿Me darás el paquete cuando te lo pida? Mi futuro está cambiando y va a depender de ello.
 
-Eso me imaginaba; te lo daré cuando tenga garantías de que no me salpicará.
 
-Pablo, sabes perfectamente que dependo de ti para seguir adelante con este caso que nos interesa tanto a ti como a mí. Al principio sólo era una historia triste más, pero ahora hay alguien inocente en prisión, aunque haya matado, y los culpables están sueltos, y sí, sé perfectamente que eso ocurre en el 80% de los casos, pero no sé por qué, esta vez me está afectando. Curioso después de tantos años.
 
-Nadie es 100% impermeable Eusebio.
 
-Te debo mucho a ti y soy hombre de palabra, no te salpicará, además el único que podría implicarte es el camello y si se diera el caso, como no va a presentar parte de lesiones, le ofreceré algo a cambio de que no te delate. Pero ahora tengo que pensar, mucho. Los próximos pasos que dé pueden cambiar mi vida y quizás las de vosotros también.
 
-¿A quién más te refieres?
 
-A Andy y a Kimi.
 
-Tenemos que cuidarles.
 
A Eusebio no le molestó ese plural.
 
 

 

 

43.

 
Había bajado al pueblo principal del valle, Ponte Velho, la aldea donde se encontraba la finca que había heredado de su tío no tenía cobertura de móvil ni mucho menos posibilidad de acceso a Internet.
 
El avispado dueño del estanco de Ponte Velho había visto venir la primera ley anti-tabaco y reconvirtió su negocio en un locutorio que fue todo un éxito puesto que ofrecía llamadas a móviles a precio de fijos permitiendo así a los abuelos de las aldeas circundantes estar en contacto con sus hijos y nietos a los que ya sólo podían localizar en sus móviles puesto que las líneas fijas se habían convertido en caras piezas de anticuario.
 
Con el advenimiento de la segunda ley anti-tabaco se le ocurrió montar unos puestos de Internet sufragando el coste de acercar las líneas ADSL a la comarca de su propio bolsillo. La inversión le salió redonda porque hasta el alcalde le rendía pleitesía puesto que gracias a él el propio alcalde tenía Internet en su casa y en el ayuntamiento, y hasta estaba en negociaciones para crear una página web municipal.
 
Al estanquero-cacique de nombre Saturnino, “El Nino” para todo el pueblo, le gustaba Eusebio. Había mantenido ese diminutivo de la infancia sin preocuparse de que poco casaba con el hombretón de anchas espaldas que era, moreno casi zaíno, con profundas arrugas en la frente pobladas cejas negras y nariz aguileña. 
 
Se consideraba por encima de sus paisanos a nivel intelectual y Eusebio para él era alguien de su nivel. Eusebio por su parte, no le podía tragar y no soportaba sus aspavientos cada vez que lo veía pero tenía muy desarrollado el olfato y sabía que le podía ser muy útil en las circunstancias en las que se encontraba por lo que haciendo uso una vez más de su auto-control, no dejaba traslucir en su rostro la profunda antipatía que sentía por él.
 
Normalmente bajaba todos los miércoles en cumplimiento de la promesa hecha a Teresa antes de irse de que estaría en contacto con ella una vez por semana a través del locutorio del pueblo. Ella a su vez se había comprometido a mandarle un sms al Nino si había algo urgente. Pero hoy era lunes.
 
El Nino le había mandado recado vía la furgonetilla que abastecía de lo básico (leche, huevos, pan, algo de verdura…) a la aldea todas las mañanas:
 
-Sr. Eusebio, de parte del Sr. Nino que la Srta. Teresa quiere hablar con usted- le había dicho en el camino donde se habían encontrado.
 
Eusebio salía a caminar todas las mañanas nada más levantarse, al despuntar el día. Se lavaba la cara, se vestía y andaba unos treinta minutos, a ratos pausadamente, a ratos llegaba a correr un poco. Se empapaba de los olores del monte, el arbusto, las ramas de los árboles, las piedras de los arroyos, el manto de hojarasca que enmoquetaba la tierra mojada en otoño, la fruta fresca en temporada... “Quiero que mi vino huela a todo esto” solía repetirse, y deseaba y temía al mismo tiempo el momento en que probara su propia creación, pero se encogía de hombros y se decía “queda más de un año para eso”.
 
Después volvía a casa, se daba una ducha y se preparaba un importante desayuno, intentaba llevar a rajatabla aquello de “Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo” y de esa manera se mantenía ágil y delgado, pero hoy no sería así.
 
Torció imperceptiblemente el gesto al oír las noticias
 
-Gracias Antoliano. ¿Tienes algo por ahí caliente que me pueda meter al cuerpo? Me urge bajar al pueblo y no soy persona sin haber calentado el estómago.
 
Antoliano se fue hacia el asiento del copiloto y sacó un termo del que sirvió una generosa taza de café humeante.
 
-No hombre no, no del tuyo, yo creí que como llevas de todo en la furgoneta a lo mejor tenías algo pero que te pudiera comprar.
 
-Cómo dice esas cosas Sr. Eusebio, aquí lo mío es suyo. Tome, tome, o me va a ofender.
 
Y Eusebio sabía que se ofendería.
 
Muy poco habían cambiado las cosas en esas tierras en sus años de ausencia, lo de todos era para el cacique, lo del cacique todo para él, y se pusiera como se pusiera a él le colocaban en categoría “cacique” o “señorito”, no sabía qué era peor. 
 
El café era solo y debía llevar un kilo de azúcar, pero era potente y Eusebio no necesitaba otra cosa.
 
-¿Quiere algo más? ¿Algún bollo, unas galletas, una barrita de pan?
 
Eusebio iba a responderle que no, que ya desayunaría en el pueblo pero se lo pensó mejor
 
-Dame unas galletas- No pensaba comérselas, ya que iba al pueblo prefería desayunar allí pero era por hacerle una compra a Antoliano, le sabía  mal no compensarle de alguna manera por el café.
 
-Son muy buenas, son de aquí del horno del pueblo, vienen de toda la comarca
 
-Antoliano- le interrumpió Eusebio -¿Me puedes acercar a casa a que coja el coche?
 
-No faltaba más Sr. Eusebio, si quiere le llevo al pueblo.
 
-No hombre no, que luego tendrías que subir otra vez.
 
-Que no me importa Sr. Eusebio- pero Eusebio no quería porque necesitaba autonomía para moverse, por lo que endureciendo su mirada ya de por sí acerada:
 
-¿Me llevas a casa Antoliano?
 
-Claro Sr. Eusebio.
 
En veinte minutos se encontraba aparcando el coche frente a la iglesia.
 
Nada más salir se vio abordado por El Nino a un par de metros de distancia:
 
-La Srta. Teresa, Eusebio, que es muy urgente que la llame- le decía a voz en grito.
 
Eusebio le obligó a bajar el tono con un gesto sutil de la mano derecha
 
-Enséñame el texto.
 
El Nino sacó su teléfono del bolsillo interior de la chaqueta pero lo quiso hacer tan rápido y tan torpemente que se le escurrió de las manos y Eusebio tuvo que cogerlo al vuelo.
 
-¿Lo tienes en tu teléfono particular? Creía que había llegado al general del locutorio- le interrogó Eusebio con expresión de desagrado en el rostro.
 
-Todo lo que llega al general llega a mi móvil, je,je…
 
Eusebio tomó nota mental de comprobar si aquello era legal.
 
“Avisen a Eusebio urgentemente, hay novedades que le interesan. Gracias, Teresa”
 

© Mara Funes Rivas -  Junio 2013

  1. #1

    Lagarita

    Sigue la intriga,pero algo creo que se va despejando,o al menos eso pienso yo.
    Espero impaciente los próximos capítulos.

    Saludos:)

    Ana

  2. #2

    JaviValencia

    Dos capítulos muy brillantes. Me has alegrado la noche del martes porque vengo de un cansado que no veas. Me gusta que haya personajes nuevos....

    XXX

  3. #3

    Anubis7

    ESta muy interesante. Esas "salpicaduras" vinicolas le dan aun mas encanto. Gracias ¡¡

  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    Cuánto me alegro de que los hayas disfrutado tanto. Los nuevos personajes los pedía el cambio de escenario...

    XXX

    Mara
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  5. #5

    Mara Funes

    en respuesta a Lagarita
    Ver mensaje de Lagarita

    Es normal que algo se vaya despejando al irnos acercando al final de la historia pero espero tener todavía algunos cartuchos que quemar en forma de sorpresas de última hora ;-)

    Un abrazo Ana

    Mara
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  6. #6

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
    Ver mensaje de Anubis7

    Es que ni Eusebio ni yo somos nadie sin vino, Rosa...

    Por cierto, te suena de algo el restaurante en el que comen él y El Rrubio? ;-)

    Mara
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  7. #7

    Anubis7

    en respuesta a Mara Funes
    Ver mensaje de Mara Funes

    Pues he pensado en un par de ellos... es en Madrid o en Valencia??? La Pitanza??

  8. #8

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
    Ver mensaje de Anubis7

http://www.verema.com/blog/puck/

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