La historia da un giro inesperado que hace que Eusebio posponga su viaje a Lugo y tenga que poner rumbo a El Escorial...
40.
Eusebio tenía claro que no podía dormir esa noche y no estaba de humor para rodar de un lado al otro de la cama. Entre una cosa y otra se había puesto en las cuatro de la madrugada, para cuando llegara al centro de Madrid serian más de las cuatro y media por lo que si se tomaba un café bien cargado estaría entrando en su despacho sobre las cinco.
A esas horas sólo se encontraría con el cuerpo de guardia y difícilmente se habrían enterado todavía de sus vacaciones forzosas, confiaba tener el tiempo suficiente para averiguar quién custodiaba el alijo de heroína adulterada que mató a Paula y dónde. Después llamaría al Rubio para que le diera más detalles aunque desgraciadamente el asunto ya desprendía un olor putrefacto.
Sentado en la barra de una de esas cafeterías de la Gran Vía que no cierran en toda la noche, recordaba la entereza de la reacción de Kimi a las noticias, al fin y al cabo acababa de perder a sus dos mejores amigos, que probablemente también eran sus seres más cercanos, había respirado hondo y sólo preguntó cuándo podría visitarlo en comisaría y si se podía encargar ella de conseguirle asesoramiento legal.
***
La comisaría llamaba la atención por la intensa iluminación de los focos que colgados de la pared encima de la entrada iluminaban la puerta de acceso produciendo un fuerte contraste con la oscuridad de los edificios colindantes.
Saludó al joven oficial en prácticas que le franqueó la entrada y se dirigió a su despacho.
Encendió el ordenador y tras iniciarse Windows abrió el programa de la intranet policial, mas cuando éste le solicitó la contraseña tecleó la que le identificaba como administrador y no como a Eusebio López Bravo, Inspector Jefe de la Comisaría Centro.
Él, al igual que todos los inspectores jefes de las comisarías del territorio nacional, y desde ese cargo para arriba, tenía acceso a esta contraseña para poder acceder a la intranet desde cualquier ordenador -su contraseña particular sólo podía utilizarse desde el equipo de su despacho-. Era una manera de controlar los accesos al ordendador central que a Eusebio le venía muy bien justo ahora puesto que le proporcionaba una pantalla opaca temporal dado que si no ocurría ninguna incidencia no se investigaban los accesos de administradores aunque el protocolo fuera hacerlo cada 24 horas. Este extremo había sido comprobado por Eusebio en el pasado.
Se dirigió a “Operaciones de Tráfico”, de allí a “Tráfico de Estupefacientes”, de allí a “Operaciones Combinadas con Otros Cuerpos“ y finalmente a “Aprehensiones” En el calendario que se le desplegó escribió las fechas desde seis meses antes hasta el día de la muerte de Paula, respectivamente, poniendo el filtro de “Colaboración con la Guardia Civil”.
Seleccionó el grupo que en el apartado de "Detalles" indicaba Decomisado por G.C., custodiado por P.N. Entre esas dos fechas sólo había habido tres operaciones.
Su visión periférica le avisó de un movimiento en la pantalla de las cámaras. A su izquierda, y camuflado dentro de un mueble de madera que pasaba totalmente inadvertido al visitante, había un monitor desde el cual Eusebio podía controlar las imágenes procedentes de todas las cámaras de video-vigilancia que había en comisaría.
En este caso, el movimiento provenía de la cámara de entrada a las celdas de primer ingreso, celdas dentro de las cuales los detenidos eran retenidos el tiempo que fuera preciso hasta poder ser puestos a disposición judicial.
Vio a Fernando Moreno empujando suavemente hacia delante a un visiblemente abatido Andy, curvado sobre sí mismo, con la cabeza casi pegada a su delgado pecho.
Bien, ya estaba aquí. Podía llamar a Kimi para que el abogado que estaba buscando para él pudiera establecer contacto. Si no había encontrado ninguno, él mismo le pondría en contacto con uno especializado en “casos difíciles” que a pesar de que siempre había estado en el campo contrario a Eusebio, se había ganado su respeto al conseguir desbaratar operaciones de corrupción policial que de no haber sido destapadas por dicho letrado habrían encerrado a inocentes.
Pero eso ya lo haría desde el móvil. Tenía la información que necesitaba en un discreto USB y no quería que Fernando conociera sus movimientos, al menos de momento. Así no tendría que mentir si alguien le preguntaba y Eusebio estaba seguro de que habría preguntas. Muchas.
41.
Al sentarse al volante de su Toyota el cansancio acumulado hizo presa de él. Tentado estuvo de dejar el coche e irse a casa en taxi pero no quería que ninguna de las personas que sabían que estaba de “vacaciones” lo viera y tras hacerlo, hiciera conjeturas y sacara conclusiones.
Haciendo un esfuerzo de concentración consiguió llegar a su casa y se dejó caer en el sofá tal cual había llegado.
El móvil le despertó a las 12:30. Miró la pantalla, vio que era Pablo e inmediatamente se despejó.
-Hola Pablo.
-Me temo que te he despertado.
-Sí pero no importa, dime.
-Tengo las pruebas que me pediste.
-Pues teniendo en cuenta que hablamos casi a las cuatro de la mañana no se puede decir que tú hayas dormido mucho.
-No lo necesito, estoy acostumbrado, gajes del oficio.
-Oficio que me prometiste plantearte abandonar.
-Y mantengo la promesa. Bien Eusebio ¿Dónde nos vemos? ¿Te apetece comer algo?
Eusebio se dio cuenta de que hacía muchas horas que no comía nada y asintió.
-Sí, la verdad es que sí.
-Hay un sitio donde me aprecian mucho, dan muy bien de comer y el vino es excelente.
-¿El vino?
Se oyeron risas al otro lado del teléfono
-¿No te he contado que soy sumiller?
-¿Qué? ¿Con tu hepatitis crónica?
-¿Y qué hacen los sumilleres cuando tienen que catar cuarenta vinos en una sesión?
-Lo escupen…- replicó Eusebio pensativo -pero no vas a escupir en un restaurante ¿verdad?
-¿Piensas que sería capaz? Claro que no, cuando voy a un restaurante me gusta elegir el vino, decantarlo, olerlo, servirlo…
-¡¿Y con eso tienes suficiente?!!!!!!
-Sí, tengo suficiente, luego en casa me empapo bien el paladar y la lengua- la sonrisa de su cara se había reflejado en su voz.
-Si tú lo dices…- respondió un dubitativo Eusebio preguntándose si algún día este Pablo dejaría de sorprenderle.
-¿Te viene bien que te recoja en media hora?
-Pero si no sabes donde vivo.
-Yo lo sé todo Eusebio ¿no te acuerdas?
-Cuando te reformes te voy a fichar para la policía, eso si todavía sigo allí.
-¡Qué me dices Eusebio!
-Ya te cuento en la comida.
-Vale, pues en media hora te espero en el portal.
-Nos vemos.
© Mara Funes Rivas - Junio 2013