Fue sin duda mi primera experiencia gastronómica de alta cocina. Hasta esa fecha (diciembre de 2007), sin duda había comido en sitios muy buenos, pero ese día me di cuenta que se abría ante mí otra dimensión, un universo culinario diferente, sugerente y mágico, lleno de sabores, formas y matices que no había imaginado en la vida.
La faena fue completa si cabe ya que el encuentro fue casual, nuestra idea era ir a ver la Sagrada Familia y comer algo ligerito por allí cerca. Ante la escasez de sitios y pese al precio del OT, que inicialmente nos echó para atrás, nos metimos en ese pequeño local ignorando por completo las dos horas de goce y disfrute que nos esperaban.
La carta consistía en dos menús degustación, uno corto y uno largo, que iban cambiando cada mes, además de algunos platos sueltos. El chef/cocinero/sumiller/jefe de sala/camarero… Ferrán Caparrós, nos recomendó que probáramos el degustación y accedimos pese a no ser la idea inicial.
No tengo fotos de los platos, pero os los nombraré con lo que recuerdo de ellos 3 años después:
- Dos aperitivos: crujiente de queso de cabra y cebolla “cafeinizada” y capuccino de castañas y ceps. La impresión fue, mira qué original y qué rico, esto pinta muy bien !!
- Dos entrantes: primero, ensalada de conejo escabechado con comino, “samfaina” ahumada y judías de santa pau y, a continuación, sopita de cebolla con codornices y su huevo poché, gnocchi de parmesano y un aire de romero. Recuerdo que después de un rato degustando en silencio cada uno nuestros platos, Rocío levantó la cabeza y me dijo, “Dani, se me van a saltar las lágrimas”…era la misma sensación de emoción que me invadía, cada pequeño bocado era un mundo de texturas y sabores, estábamos dándonos cuenta de la nueva dimensión en la que estábamos entrando. Probaba cada cosa por separado ya que cada minúsculo detalle del plato expresaba algo en el paladar. Recuerdo mi incredulidad con el sabor de las judías o con la combinación de la cebolla con huevo poché, platos aparentemente sencillos pero con mucho que decir.
- Pescado: merluza con sesos, matalauva, celeri (apio) y agua de perejil.
- Carne: canetón a la naranja con “salsafins” y menta. Como elegimos la versión corta, uno tenía carne y el otro pescado, así que decidimos compartir, pero la verdad es que nos costó dejar nuestro plato a la mitad ya que cada uno estaba disfrutando tanto con su plato que pensábamos que era imposible que el del otro estuviera tan bueno. La cocción y la calidad de la merluza era perfecta, nunca la había probado así y el canetón fue simplemente maravilloso.
- Postres: primero, mousse de arroz con leche y granizado de mandarina y por último, maíz con brownie de curry y helado de albahaca. Recuerdo especialmente el segundo, compuesto de elementos curiosos y a priori poco combinables que resultó ser un postre increíble en el que se distinguían individualmente todos los sabores y colectivamente formaban un conjunto completamente diferente pero igualmente exquisito. Por último, también hubo petits fours de gran calidad que nos dejaron rematados.
Sé que sin fotos es más difícil hacerse una idea de los platos y que 3 años después es difícil describir los sabores con exactitud, pero os puedo asegurar que, a toro pasado, y después de haber probado ya unos cuantos estrellados, los platos estaban a la altura de cualquiera, al menos en originalidad, cocción, sabor y calidad del producto.
Sirviendo los platos sólo estaban él (que los explicaba) y un camarero, aunque gracias a las pocas mesas que había, el servicio fue muy bueno. El local era pequeñito, estrecho, alargado y poco luminoso, pero no nos importó en absoluto, lo importante estaba en el plato.
El precio fueron unos 60 euros por persona con alguna copa de vino incluida, lo cual nos pareció barato a la vista de la satisfacción que nos produjo. He querido escribir este post para darle las gracias a Ferrán Caparrós por descubrirme este universo de la alta cocina que no paro de disfrutar desde entonces cada vez que tengo tiempo y que la economía me lo permite.
Actualmente, me consta que el OT está cerrado y espero que haya sido por un mudanza motivada por el crecimiento de este chef que merece un sitio en la vanguardia de nuestra cocina y un reconocimiento que no siempre alcanzan jóvenes chefs que se lo curran de verdad. He visto por otros blogs que el local fue retomado por 4 socios bajo el nombre de Libentia, con grandes críticas por cierto, aunque ahora ha perdido a alguno de sus socios dando un pequeño giro al rumbo del restaurante, seguiremos su evolución…
Tengo muchas ganas de volver a Barcelona para probar la tendencia creada bajo el nombre de Bistronómic (básicamente, alta cocina a precios razonables usando productos más económicos), movimiento capitaneado, entre otros, por Rafa Peña y su Gresca, y entre los cuales podríamos haber incluido al OT.
Tenemos que hacer un gran esfuerzo todos los amantes de la gastronomía, por descubrir esos pequeños locales abiertos con mucho esfuerzo y gran ilusión que, sin un gran renombre, consiguen hacernos soñar por un rato. Espero que descubráis pronto uno y os invito a que nos lo contéis en el blog, ya se sabe, el boca a boca siempre ha sido el mejor marketing.