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Napa y Sonoma: Un mar de bodegas

Llegamos mi familia y yo a San  Francisco un jueves por la mañana. Con casi el 20% de la población de raza china, no es raro que invadan sus calles, comercios, restaurantes y que gran parte de la oferta gastronómica sea asiática. Gracias a su mano de obra,  en 1869, el sueño de unir California con el Este a través del ferrocarril, se hizo una realidad. La construcción de esta vía transcontinental marcó la diferencia en el comercio de muchos productos entre ellos el vino, haciéndolo más accesible. 

Sus empinadas calles, sus tranvías centenarios, su Barrio Chino, el Golden Gate  y hasta  La Pirámide Transamérica, le dan un sabor muy diferente a otras ciudades norteamericanas.

Mi temor justificado a los terremotos, en una ciudad que ha padecido muchos de los peores episodios en la historia, como el de 1906 y quién no recuerda aquella Serie Mundial  de 1989 entre Atléticos de Oakland y Gigantes de San Francisco. Hacen que mi sueño no sea tan profundo como yo quisiera. 

En la calle la indigencia y uno que otro mal olor son parte del panorama en el lado sur de la concurrida Av. Market. 

Tomando el tranvía en Powell,  pasamos por subidas y bajadas para encontrarnos con el Barrio Chino y minutos más tarde llegar a Fisherman´s Wharf. 

Después de ver sólo los pilares del Golden Gate por la intensa y eterna neblina, nos metimos a comer algo en uno de tantos restaurantes ubicados a la orilla del mar. La comida y el vino local, pasaron tan desapercibidos que ni siquiera recordamos el nombre del restaurante. Buen indicio del comienzo de vacaciones, cuando el cerebro se desconecta de la rutina.

Al otro día acompañe a mi mujer y a mi hija mayor a hacer las inevitables compras a la Av. Market en Westfield un centro comercial de varios pisos para que en un par de horas quedara fatigado. Una vez abierto el apetito buscamos un lugar menos comercial que el día anterior. En el hotel nos recomendaron First Crush, un restaurante de aspecto algo cutre, pero con una buena carta de vinos locales de baja producción, que en algunos casos no rebasaba las cien cajas,  el copeo me permite tener el primer contacto con los vinos de California que a veces ni siquiera salen de éste Estado. La comida está bien preparada y  de una excelente presentación.

El sábado por la mañana salimos del hotel para cruzar el Golden Gate y dirigirnos a Muir Woods declarado por el expresidente Roosevelt “monumento nacional”. Se trata de un parque con una colección de Secuoyas de los más altos y longevos de Norteamérica. Después de recorrer una sinuosa carretera por más de media hora, de esas que provocan nauseas,  llegamos a un paraje abarrotado de coches, sin darle importancia pasamos a un segundo estacionamiento donde no cabía ni un alfiler, así que como muchos visitantes decidimos buscar un lugar a la orilla de la carretera. Para nuestra sorpresa lo más cercano distaba por lo menos un par de kilómetros de la entrada del parque, así que decidimos muy a nuestro pesar dejarlo para otra ocasión. Mi consejo es llegar antes de las 9:00 por la mañana o tomar un tour desde la ciudad.

Nuestro consuelo fue tener como destino los viñedos y bodegas de Napa y Sonoma. No acabamos de acostumbrarnos a la monotonía de viajar por el freeway cuando los letreros empezaron a indicarnos la cercanía de nuestro destino. En realidad nos hospedamos en Fairfield una minúscula ciudad con poco más de cien mil habitantes, a veinte minutos de la entrada del poblado de Napa.

Al no estar lista nuestra habitación decidimos husmear por la ciudad de Napa, llegamos a comer a un restaurante a la orilla de un río en pleno centro de Napa.  Cansado y sediento, cae muy bien un Pine Ridge de Chenin Blanc y Viogner. Un vino de color pálido de aromas intensos a flores, con un paladar a melón y notas cítricas, abocado y final ácido. Después de una copita de este refrescante blanco, pedí el Franciscan Cabernet Sauvignon: roble con algo de fruta muy mermada sin ningún atractivo. La pizza de tomate, queso y hierbas de olor estaba muy sabrosa, así como el helado de vainilla, con todo y lo poco afecto a los postres dulces.

La tarde transcurrió en calma, guardando todas las energías para comenzar el recorrido a las bodegas al día siguiente. Además que en Fairfield no hay mucho que hacer, ni tampoco donde comer decentemente. El hotel estaba rodeado de cadenas como: Wendy´s, Burger King, Subway, Mc donalds…

Después de desayunar opíparamente huevos con tocino, y “hash brown” así como varios vasos de jugo de naranja, entiéndase zumo, y tres tazas de café en Denny´s,  me puse al volante para dirigirnos al Valle de Sonoma. El panorama está dominado por grandes eucaliptos y viñedos, existen dos campos de golf entre Napa y Fairfield,  que no tendría nada en particular sino fuera porque están en medio de viñedos. Chardonnay Country Club y Eagle Vines C. C. ambos uno junto al otro. 

Nuestra primera escala fue en Nicholson Ranch. Su Estate Chardonnay 2005, me pareció de lo más normal para el estándar Californiano: con esa nariz a aceite de oliva, madera y algo alcohólico. El Reserve Chardonnay Cuvée Natalie de 48 dólares la botella, más de lo mismo pero con una madera mucho más presente, huele a granos de café tostado. Para terminar con los chardonnay, probé el Estate Chardonnay 2006, mucho más goloso que el 2005 pero en la misma línea. El primer tinto de esa tanda fue Las Madres Syrah 2005, picante con sensaciones de pimentón y aceituna verde. El Estate Syrah 2004 es otra historia; frambuesa, mentoles de tanino firme muy sabroso y  largo. Momento de hacer la primera compra.  Las degustaciones van de los 10 hasta los 20 dólares, y algunas veces devuelven el dinero al adquirir una botella.

Ese día llegamos hasta Ledson a unos cuarenta minutos desde el comienzo de la carretera en Sonoma. Se trata de una construcción parecido a un castillo de color marrón oscuro en la tienda hay vino y algo de comer. Con una agradable vista de los viñedos, a la sombra de un árbol majestuoso en bancas de madera, comimos queso, pan y vino con algo de jamón parecido al prosciutto.  Lo complicado es comer sin que las molestas abejas recorran la comida de plato en plato. El vino fue un rosado: Ledson River Valley White Zinfandel 2005, con 13.5 grados de alcohol que parecían dieciocho, aromas a manzana asada y dátil falto de acidez.

Wine Room es una de las pocas tiendas fuera de las bodegas, donde se ofrece vino por copeo a precios razonables. Allí probé un Petit Syrah Aris 2004 de Sonoma, bastante correcto con notas vegetales y algo de fruta roja.  Maduro es un vino de Syrah de 18 años y Granache de una década, Australiano, embotellado en California, no sé que ventaja encontraron al embotellarlo en estas tierras. De buena acidez tanino maduro y agradable conjunto, con 18 grados de alcohol. 

Nuestra última escala del día fue Domaine Carneros. Nada mejor que cerrar con algunos espumosos. La entrada a la bodega es impresionante, subiendo la escalinata se llega a la recepción y de allí a la sala de degustación. Los niños estaban felices bebiendo su primera copa de chardonnay sin alcohol y después una de pinot noir, una gran idea para integrarlos. Por casi siete dólares la copa, probé el Brut 2004, intensos aromas a frutos secos; almendras, avellanas con notas de tiza y cítricos, muy sabroso y algo complejo. El Brut Rosé huele a frambuesa muy artificial y en boca no ofrece mucho. Entre algunos souvenir de la tienda, hice la mejor compra del viaje; un mapa de Napa y Sonoma. No cabe duda que andaba perdido, pensé que había recorrido gran parte del entorno, pero al revisar el mapa me percaté que no llevaba ni el 1% de la región recorrida. Napa al norte y Sonoma al sur dividida por una línea quebrada que va del suroeste al noreste, empezando al sur de Carneros y llegando hasta Mayacamas, pasando un buen tramo casi “paralela” a la 29 que cruza la pequeña ciudad de Napa. Esa mañana habíamos viajado por la 12 hasta Ledson, y de regreso finalizamos en Domaine Carneros, muy cerca del entronque de ésta última  con la 121. 

Después de echarle un vistazo a Sonoma, al otro día conduje por la 29 sin cruzar el poblado de Napa. Dejando atrás algunos restaurantes que queríamos  visitar pero que no lo hicimos por falta de tiempo,  como: Bistro Don Giovanni y 25 Brix

Llegamos a la famosa bodega Robert Mondavi, abierta en 1966,  bodega vanguardista que nos recibe con su singular portal a dos aguas. 

Lo primero que probé en esta bodega fue un chardonnay sin madera, sé que puede sonar extraño por la trayectoria de la bodega pero el Unoaked Chardonnay 2006 es un vino de color amarillo pálido, herbáceo con notas de anís, limpio y de acidez cítrica. 

En el Oakville Cabernet 2005 se nota el sello de la casa: madera, pimienta negra, hollejos y de final amargo. Por último el Moscazo D´Oro 2006 vinificado con Muscat Canelli y con 8.0 grados de alcohol es completamente pálido y brillante, aromas de durazno y miel y con un cosquilleo en boca y una acidez que lo hacen muy interesante. Este Moscato merecía viajar a México, así que me hice de una botellita, recibiendo de regalo la copa donde lo degusté, con el logo de Mondavi.

Muy cerca de allí se encuentra Charles Krug, bodega  abierta en 1861, “la primera bodega en Napa”, dicho por la señorita que servía el vino en el salón de degustaciones. Son ya varias generaciones vitivinícolas en esta familia de origen italiano. Robert Mondavi se separó de su hermano menor  Peter, por considerarlo conservador, fue así como fundó su propia bodega. 

Ya en el “Tasting room” probé  el Rosé de Cabernet Sauvignon 2007, tiene un olor muy limpio a cerezas, aunque en boca se sienten algunos verdores, tapón de vidrio y 14 graditos de alcohol bastante obvios, nada buenos para un rosado de verano, quizá para el invierno.

El Charles Krug Savignon Blanc 2007,  aromas muy intensos y artificiales a  pastillas Halls de menta, unidimensional y sin acidez. El Chardonnay 2006, tiene un carácter herbáceo: espino verde con algunos toques a hierba recién cortada y final corto. El Pinot 2006 de la misma zona que el anterior, Carneros; aroma punzante a almizcle  y madera con una arista alcohólica, vino correcto. El Zinfandel 2006 es un vino redondo con aromas a ahumados, vino agradable cuya producción no rebasa las 800 cajas. El Cabernet 2005 de Yountville, a pesar de sus 18 meses en barrica es un vino maduro, redondo con esas notas a eucalipto características de los cabernets de la zona. Por último probé un Zinfandel Port, como su nombre lo indica, es la versión americana del Oporto. Cálido, de tanino redondo y de buena acidez.

Después de unos cuarenta minutos, al final de nuestro recorrido por la 29 llegamos hasta Castello Di Amorosa, cerca de Calistoga. Esta bodega es muy peculiar, de no ser  por la piedra nueva y reluciente, las torres íntegras y los anuncios luminosos de exit, parecería realmente un Castillo medieval.

Cobran la entrada junto con la degustación. El salón es algo oscuro y frío. El primer vino fue un Pinot Grigio Anderson Valley 2006,  mucha manzana verde, sin madera ya que la fermentación se hace en acero inoxidable y no tiene crianza. El Chardonnay 2006, es un golpe de vainilla y mantequilla, no muy expresivo. Del Pinot Bianco sólo se hacen 580 cajas, huele a caramelo de limón  y notas de manzana, le falta gracia.

El Gioia 2007 es un rosado de Sangiovese, con aromas  a frambuesa, chocolate amargo, y fruta roja no muy definida, de entrada amplia y final corto, va de más a menos.  Con 20 meses de barrica el Cabernet Sauvignon  tiene aromas dominados por ahumados y fruta negra madura. El Brigante 2002 es un Cabernet, Merlot con doce meses en barrica y una producción de 740 cajas. Aromas intensos a pétalo de rosa de la Merlot y algo de fruta, correcto pero sin emocionar. El último fue un vino dulce de Gamay “La Fantasía” fruta, azúcar, falto de acidez y estructura. Francamente me han dejado indiferente los vinos de este castillo.

y esto es todo de momento... El viaje continúa en una próxima segunda parte.




  1. #7

    Fede Vidal

    Muy bien Benjamín, un viaje envidiable, y una crónica interesantísima, felicidades y recuerdos a tu esposa.
    Federico

  2. #8

    Javier46

    Muy buen articulo. Muy interesante y muy ameno de leer

  3. #9

    AntonioJesus.AkatA

    Interesante reseña y desilusión con algunas botellas y precios como el Reserve Chardonnay Cuvée Natalie de 48 dólares ni más ni menso y planito planito.

  4. #10

    AntonioJesus.AkatA

    Buena iniciativa. "Las degustaciones de ... y algunas veces devuelven el dinero al adquirir una botella"

  5. #11

    Pep T.M

    Que envidia me das, este verano he estado por EEUU, y uno de los estados que visité fue California, pasamos por Napa y Sonoma, pero ibamos tan justos de tiempo que no pudimos hacer una paradita, que rabia!!!!!Eso sí, probamos varios vinos autócotnos y os aconsejo un Merlot muy bueno, sólo nos costó 10$, relación calidad precio espectacular, se llama Smooking Loon, Merlot, es monovarietal.Por aquí no lo he encontrado, pero seguiré buscando.Os pongo la web por si os interesa echar un vistazo.Tienen una buena oferta de monovarietales, pero como os digo el Merlot estaba para chuparse los dedos ;-)
    http://www.donandsons.com/threeloosescrews/smokingloon/

  6. #12

    Sky-Walker

    Tenemos mucho que aprender de los denostados norteamericanos.
    Felicidades por el artículo.


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