El Bosque

La Sala de Espera del Depósito: Capítulos 16 y 17

Resúmen capítulos anteriores:

Eusebio confirma los extremos médicos de la muerte por sobredosis de la mano de su hermano Santiago, jefe de anestesiología de un hospital del sur de Madrid.

Queda pendiente de conocer los resultados de la visita a Ángel Iglesias que el agente Fernando Moreno está a punto de realizar antes de visitar de nuevo a los inquilinos del Born in the Sixties

16.

Era la primera vez que iba a El Escorial.

En San Lorenzo había estado de pequeño, el colegio les había llevado a ver el Monasterio, pero él nunca había pasado por el que los lugareños llaman “el pueblo de abajo” o simplemente, El Escorial, San Lorenzo era el de arriba, el aristocrático, el del Monasterio.

Si no eras de allí, o lo aprendías porque vivías o trabajabas allí, “El de abajo” era totalmente desconocido, para la mayoría de los madrileños y por extensión, para la mayoría de los españoles para quienes el concepto de “El Escorial“ correspondía a un único municipio, que curiosamente todo el mundo relacionaba con “El de arriba“.

La amplia avenida que hacía las veces de entrada al pueblo daba sensación de paz y tranquilidad con sus anchas aceras cubiertas hasta la mitad por tupido césped y bordeadas por viejos y frondosos plátanos. A cada lado de la avenida casas de dos o tres pisos, modernas o de las antiguas, construidas con piedra granítica de la adyacente Sierra de Guadarrama.

La mañana era espléndida, la explosión de colores del otoño inundaba todo el campo visual, el sol no había perdido del todo la fuerza del verano todavía y sus rayos lanzaban llamaradas rojas y anaranjadas sobre las hojas caídas.

La vista le resultó tan atractiva a Fernando que decidió continuar paseando y aparcó el coche.

Fernando Moreno era de altura media, entre 1,75 y 1,80. Tenía complexión atlética pero sin pasarse de musculación. Sus andares eran ágiles y felinos. Llevaba su pelo castaño oscuro corto, pero no excesivamente. Su indumentaria eran vaqueros -de marca pero no de las más caras- camisa de manga larga y americana de sport. Toda su apariencia exterior estaba calculada para no llamar la atención y diluirse fácilmente entre la gente. Su guardarropa también acogía trajes y corbatas así como bermudas y chanclas, lo que la situación requiriese; el smoking, cuando lo había necesitado lo había alquilado.

Sus facciones regulares conformaban una fisonomía normal y corriente de ojos marrones, y nariz y boca que no resaltaban ni para bien ni para mal. Era una cara fácilmente adaptable a las circunstancias, podía sonreír con calidez o taladrar con la mirada. Su condición camaleónica le convertía en un enigma y al contrario que sus compañeros de comisaría, restringía la camaradería y la relación personal estrictamente al horario laboral.

No tuvo mucho tiempo de disfrutar del hermoso paisaje rural puesto que la casa de Ángel Iglesias apenas se encontraba una manzana más adelante de donde había aparcado el coche.

Era una casa de las modernas, construida con gusto y respeto por el entorno utilizando materiales de los alrededores por lo que quedaba perfectamente integrada en el conjunto. De unos tres pisos calculaba Fernando alzando la vista, se erigía sobre una colina pequeñita. Para acceder a ella había que subir un corto camino ondulado, convenientemente asfaltado, que llevaba a una puerta de garaje de metal verde oscuro, casi negro. La finca estaba rodeada de una valla de piedras.

Pulsó el pequeño botón del interfono y esperó.

No obtuvo respuesta inmediata. Pulsó de nuevo.

Pasaron unos minutos, es posible que no estuviera en casa, pero no le cuadraba. Eusebio había hablado de una posible manipulación de información y eso lleva su tiempo sobre todo la eliminación de pistas y Ángel Iglesias seguro que lo sabía, ya había dado muestras de que su afectación no era del todo real o al menos no todo el tiempo, y de tonto tenía muy poco.

Sacó el móvil del bolsillo interior de la americana y marcó el número de Ángel Iglesias.

Al tercer ring cogió el teléfono: su voz sonaba opaca, oscura:

–Ángel Iglesias.

A Fernando le pareció extraño que contestara con su nombre completo, era algo poco usual, muy de series norteamericanas.

–Sr. Iglesias, soy Fernando Moreno de la Comisaría Centro.

–¿Qué quieres?

Fernando no pudo evitar un gesto de contrariedad por el tuteo que él no había propiciado.

–Me gustaría hablar con usted, si está en casa y me permite pasar.

–¿Estás aquí?

–A la puerta del jardín de su casa. Llamé al interfono y no contestó nadie, lo hice un par de veces …

–Eras tú entonces …– pero no añadió ni explicación ni disculpa.

–Sí, era yo, y preferiría que habláramos cara a cara, ya que me he hecho el camino hasta aquí.

–Nadie se lo ha pedido.

–Me gustaría saber si tiene intención de abrirme la puerta o no.

Un zumbido metálico proveniente del mecanismo que abría la verja del jardín fue toda la respuesta que obtuvo Fernando.

Otro camino ondulado y también asfaltado, dirigía al visitante hasta la puerta del garaje, pero antes de llegar a ella se bifurcaba y uno más pequeñito, éste de piedras anchas y planas, rodeaba la pared de la casa hacia la izquierda. Por él se llegaba a una escalera de piedras rojizas que conducía a la entrada principal de peatones.

Fernando subió los escalones de dos en dos y comprobó que la puerta estaba entreabierta.

La casa estaba en penumbra, parecía que todas las persianas estaban bajadas. La voz de Ángel Iglesias dirigiéndole y procedente de alguna estancia a la izquierda le guió hasta donde se encontraba: un amplio salón sumido en sombras.

Se quedo parado en el umbral.La_Sala_de_Espera_del_Deposito_Casa_Sierra

Repentinamente, Ángel se incorporó de una butacón orejero haciendo círculos en el aire con un vaso que apenas contenía un resto de líquido por el poco ruido que hacía.

Fernando tuvo que reconocer que le asustó, los dos metros de Ángel Iglesias imponían ya de por sí y en una habitación en semioscuridad su formidable figura parecía duplicarse.

–Siéntate allí, voy a la cocina a por más hielo– apuntando con el vaso a un silloncito más pequeño colocado casi en línea con la butaca.

Sin esperar respuesta, se dirigió a la escalera de caracol enfrente de la puerta principal y bajó los escalones.

Fernando fue acostumbrando los ojos a la penumbra y pudo hacerse una idea de la sala en la que se encontraban.

El butacón orejero y el silloncito completaban un semicírculo formado por un gran sofá en forma de L que recorría la pared de la izquierda desde la entrada de la estancia. El sofá, el butacón y el sillón acogían en su regazo una mesa baja con encimera de mármol y patas de madera noble en forma de garra de felino.

Más allá, en un espacio que se adivinaba y se sentía claramente diferenciado, había una mesa alta de despacho con dos sillas delante y una detrás. A excepción del amplio ventanal del fondo, las paredes estaban empapeladas con estanterías que albergaban casi el doble de ejemplares para los que fueron diseñadas.

Por lo que Fernando podía observar el mobiliario era muy clásico.

Ángel volvía con un ancho vaso en cada mano, llenos ambos hasta la mitad de hielo. Le dio a Fernando uno de ellos y antes de sentarse, se sirvió de lo que parecía una botella de whisky que estaba junto a otras de diveras marcas de destilados sobre el carrito mueble-bar que había a la derecha del butacón, entre éste y el sofá.

Fernando se quedó con el suyo en la mano sin saber muy bien que hacer.

–Sírvete tú mismo– señalando al mueble-bar con el vaso –Hay whisky, ron, vodka, ginebra…

–No gracias, estoy bien– sin hacer la obvia observación de que eran las once de la mañana todavía. –Sr. Iglesias, la razón por la que estoy aquí es porque como usted probablemente ya sepa, estamos investigando si el fallecimiento de su esposa se produjo de forma accidental o si hubo alguna intencionalidad por parte de alguien.

–…

–Para ello, nos sería de gran ayuda saber si su mujer guardaba algún tipo de correspondencia … – Fernando observó que Ángel se removía inquieto en el butacón –… en papel, o electrónica.

–¿Qué quieres decir con electrónica?

–Bueno, todos tenemos ya correo electrónico en casa, no sólo en el trabajo: Yahoo, Hotmail, Gmail, etc.

–No veo qué puede tener que ver con la investigación policial.

–Creáme que sí, Sr. Iglesias. ¿Tenía Paula un ordenador en casa? ¿o quizás utilizaba el suyo?

–¡No!– rotundo y tajante

–¿No a “no tenía ordenador” o no a “no utilizaba el suyo”?

–¡No a las dos cosas!

–¿Podría echar un vistazo a sus objetos personales?

–¿Traes una orden de registro?

–Sr. Iglesias, no estamos en una película americana y le agradecería que no me tuteara puesto que yo no lo estoy haciendo.

–No quiero que nadie ande hurgando en las cosas de Paula.

–¿No quiere saber por qué murió?

–Yo ya sé por qué murió.

–¿Ah sí? ¿Y cuál es su teoría?

–Si no tiene una orden de registro y como no ha querido tomarse una copa, creo que ya ha terminado su visita– modulando e intensificando el "su".

–Por supuesto Sr. Iglesias. No se preocupe, conozco el camino de salida.

–Al llegar a la verja encontrará un interruptor a la derecha, apriételo y se abrirá.

–Buenos días.

–Buenos días.

17.

Eusebio repasaba mentalmente las entrevistas que había mantenido con Ángel Iglesias y las comparaba con la que había sostenido Fernando el sábado.

La pauta parecía reproducirse pasando del mutismo y el aislamiento, a la furia, alternando con comentarios sarcásticos y siempre, todo regado por mucho alcohol “Sobre esto tengo que hablar con Teresa. No nos interesa que un testigo clave como éste acabe alcoholizado, al menos hasta que averigüemos que le pasó a su mujer, luego que haga lo que le dé la gana”.

Marcó su teléfono

–Hola majo

–Hola Teresa. Necesito pedirte algo.

–Lo que necesites, ya lo sabes.

–Me preocupa la cantidad de alcohol que está bebiendo Ángel Iglesias.

– ¿Y qué puedo hacer yo al respecto? Es una persona adulta y hasta que ningún juez establezca lo contrario, en plena disposición de sus facultades mentales.

–Eso ya lo sé, pero había pensado en tu capacidad de seducción y que haciendo uso de tu poder de convicción a lo mejor se avenía a hacer una cura de desintoxicación…

– Uuff, mucho pides Eusebio y tus halagos no cambian la realidad; además, como profesional he de decirte que el iniciar una cura de desintoxicación debe ser un acto voluntario, pero no voluntario en contraposición a obligado, sino voluntario de voluntad, que él sienta que quiere y está preparado para hacerlo.

La_Sala_de_Espera_del_Deposito–Entiendo lo que me dices pero tienes que echarme una mano, sé que tienes una gran empatía y que la gente lo percibe. Por favor, habla con él, aunque sólo sea eso.

–Me tienes en muy alta consideración Eusebio. No prometo nada pero le llamaré mañana e intentaré convencerle de que quedemos en algún bar o restaurante. Imagino que en ese entorno desplegará su necesidad y yo podré decirle algo

–¿Y por qué no le llamas esta tarde y así ya lo dejáis fijado

–Estás acostumbrado a conseguir siempre lo que quieres ¿verdad?

–No te lo pido por mí, es por …- se mordió la lengua pues iba a decir ella –el caso.

–Ya …– Teresa tomó nota mental de la vacilación de Eusebio

–Eres una tipa genial Teresa, pásame la cuenta.

–Sabes que ya lo sé– entre risas –Por cierto, le preguntaré también si ya ha hablado con la familia de Paula.

–Si es que no se te escapa nada.

–Bueno, a veces sí …

–En realidad no, y tú y yo lo sabemos.

–Como a veces te enfadas conmigo…

–No me enfado, venga, es que a veces parece que no estás a lo que estás, pero es porque tienes una manera diferente de hacer las cosas.

–Ya, y no te gusta.

–No es cuestión de que me guste o no Teresa, además trabajamos juntos muy bien ¿no? E igual que me mosqueo cuando creo que te dispersas, también te lo digo cuando das en el clavo ¿o no?

Risas.

–La verdad es que sí.

–Bueno Teresa, te dejo que me tengo que ir a Malasaña.

–¿A estas horas? Pues sí que empiezas temprano?– eran las cuatro y veinte de la tarde.

–Nunca es demasiado temprano para un buen gin-tonic … Ahora, en serio, he quedado para entrevistar a dos de los amigos de Paula Reinoso que trabajan en el local donde apareció muerta. Son un par de tipos curiosos, chico y chica.

–Y los quieres entrevistar en su ambiente porque crees que les sacarás más cosas ¿verdad? Y también me he dado cuenta de que has utilizado la palabra entrevistar y no interrogar.

–Sabía que distinguirías el matiz … Así es, cuando se interroga a alguien en comisaría se puede sentir intimidado y retener inconscientemente información vital, sin embargo, cuando los entrevistas en su ambiente bajan las barreras y la información fluye sin restricciones. Además también está el lenguaje corporal, que es mucho más libre en un entorno no hostil.

–Veo que estás hecho un experto en psicología.

–He tenido una buena maestra.

Más risas.

–Mañana hablamos Teresa.

–Un beso.

–Otro para ti–.

Miró el reloj, pronto sería hora de ponerse en camino hacia el “Born in the Sixties”

© Mara Funes Rivas -  Marzo 2013

  1. #1

    Lagarita

    ¿Sabes una cosa?aunque en estos capítulos solo vamos viendo como transcurre la investigación, que a lo mejor lo que apunta luego dará un giro ,me gusta como lo describes todo pues es como si lo viera.Como siempre espero los siguientes capítulos con ansia.

    Saludos

    Ana

  2. #2

    JaviValencia

    Ea, ya he aportado varios minutos de lectura y mejor no los he podido invertir. Aunque si te soy sincero siempre me sabe a poco ;-)

    XXX

  3. #3

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
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    Lo que más me gusta es que a pesar de ser la segunda vez que lo lees te sigue intrigando igual y me sigues haciendo preguntas sobre lo que va a pasar ;-)

    XXX

  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a Lagarita
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    Me imagino que te haces cargo de que no te puedo dar pistas sobre lo que queda por venir... ;-)

    Lo que me dices me llena de alegría porque yo precisamente VEO cada escena, no la pienso ni la imagino ¡las veo!!!! por eso los capítulos los llamo escenas porque a veces pienso que estoy viendo una serie de televisión en mi cabeza :D

    Gracias querida Ana,

    Mara

  5. #5

    JaviValencia

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    Ya lo leí hace tiempo y siempre se queda algo en el tintero. Me encanta!!!

  6. #6

    Anubis7

    Muy bien. Interesante como siempre y dejandome con la miel en los labios... Besos

  7. #7

    JaviValencia

    en respuesta a Anubis7
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    Eso de la miel está muy bien, pero yo quiero setas!!!

  8. #8

    Mara Funes

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    Espero seguir haciéndolo hasta el último capítulo, Rosa.

    Gracias...

  9. #9

    Anubis7

    en respuesta a JaviValencia
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    El proximo miercoles cenamos en El Brote. Os apuntais??

  10. #10

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
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    ¿El Brote? ¿Tienen setas? Cuenta, cuenta...

  11. #11

    Anubis7

    en respuesta a Mara Funes
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  12. #12

    JaviValencia

    en respuesta a Anubis7
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    Pués el miércoles estoy en los madriles. Si fuera para comer ya te lo podría confirmar, pero para cenar depende de la jefa...

  13. #13

    JaviValencia

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    Jefa, vas a realizar las oportunas gestiones? ;-)

  14. #14

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
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    Eres parca en palabras... pero ya entiendo que las utilizaste todas para la crónica ;-)

    Tiene una pinta estupenda, a ver si podemos ¿cuándo te lo tendría que confirmar?

  15. #15

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
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    Las haré, las hare...

  16. #16

    Anubis7

    en respuesta a Mara Funes
    Ver mensaje de Mara Funes

    Os he mandado un mail con los detalles....ya me contaras. Besos y buen finde


http://www.verema.com/blog/puck/

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