Rosado piel de cebolla, burbuja pequeña y escasa.

¡Qué nariz! Jamás hemos percibido esta sensación en un champagne. Es intenso, cambiante, profundo, realmente hipnótico, juega con el empequeñecido catador que no es más que una marioneta a sus mandos. Van desfilando sensaciones de frutas rojas, flores marchitas, especias orientales, tonos minerales, balsámicos, frutos secos, monte bajo, herbáceos, ahumados, crema pastelera, brioche. En fin, todo un curso de cata en una sola copa. De verdad alucinante.

En boca no llega al nivel de la nariz (de hacerlo sería un 10), pero tampoco le va a la zaga. Tremendamente vínico y estructurado, delicado, untuoso, con una acidez perfectamente definida y un paso encantador, cremoso, denso y con peso, resultando delicioso en el final donde nos quedan las sensaciones frutales, especiadas y balsámicas, con una larga persistencia. Una joya.

Un champagne mítico, encantador, fantástico, con una nariz que sencillamente resulta indescriptible, siendo igualmente convincente y salvaje en boca. Muy superior a su hermano blanco, esa parte vinificada en tinto le otorga una tremenda clase. Su precio, en torno a los 300 euros, es una locura. Pero vaya, cuando lo pruebas te das cuenta de que merece la pena pagarlos. Y el mundo puede terminarse si quiere. Inolvidable.