Cuando el Ródano se adentra por el histórico ducado de Saboya sus estribaciones van ganando en magníficos paisajes, dónde pequeños lagos surgen, se aposentan idílicos pueblecitos enclavados en las pronunciadas pendientes, circundados por pastos dónde pacen tranquilas las vacas y en las colinas más soleadas se plantan bellos viñedos.
En Jongieux, una de esos deliciosos municipios, podemos encontrar establecida a la familia Dupasquier, familia de vignerons, dónde surge la figura de Nöel Dupasquier cómo faro patriarcal y cuyo trabajo durante años ha demostrado que nos encontramos en una región vinícola que merece tener una resonancia mediática mayor.
Los viñedos
La familia Dupasquier posee unas 14 hectáreas de viñedos repartidas entre Jongieux y Lucey, con 2,5 hectáreas enclavadas en la pronunciada colina de Marestel que se alza hasta los 450 metros, y en dónde los suelos poseen una consistencia caliza propia de los suelos Kimeridgianos. En las 7 hectáreas de variedades tintas hay plantadas Gamay, Pinot y Mondeuse, autóctona prima de la Syrah, y en las 5,5 hectáreas de castas blancas se encuentran Chardonnay y las autóctonas Jacquère y Altesse. Los viñedos cuentan con una orientación al oeste, protegidos por alguna de las montañas más altas del macizo del Jura de los fríos vientos provenientes de los Alpes, logrando una óptima madurez de la uva. Meticuloso trabajo en viña, pero con una intervención mínima, siguiendo una viticultura alejada de los productos de síntesis, con vendimias manuales, metodología lógica apreciando las pendientes que aquí encontramos, utilizando podas en vaso y guyot.
El trabajo en bodega
Las instalaciones familiares se encuentran en pleno Aimavigne, núcleo situado a los pies del monte Charvaz, una de las montañas más sureñas del macizo del Jura, dónde los vinos blancos se crían en grandes fudres de madera usada en torno a los 12 y 18 meses dependiendo la variedad, empleando la mínima cantidad de sulfuroso posible, y los bazuqueos necesarios posteriores a la fermentación. Una vinificación que roza los métodos empleados para los vinos naturales, aunque es interesante escuchar las palabras de Nöel y su hijo David entorno al ponerse etiquetas a la hora de vinificar. Para los vins de Savoie saca monovarietales de jovial y fresco Gamay, correcto y maduro Pinot, y un especiado, magro y delineado Mondeuse en los tintos. En blancos elabora también un Chardonnay algo marcado por las levaduras, un mineral y ligero Jacquère y un Altesse, elaborado con la uva de un pequeño viñedo situado en Lucey, magnífica piedra de toque para iniciarse con esta variedad. También elaboran un vino rosado y un espumoso a base de Altesse, llamado Fleur d’Altesse, que también da nombre a otra vinificación con uvas pasas que elabora en determinadas cosechas, mediante vendimias tardías. Y la joya de la corona, el Roussette de Savoie Marestel, elaborado con la misma Altesse, procedente de las plantas más ancianas de este cru específico y con las que se consigue un vino maduro, pleno, de carácter propio y longevo. Un blanco delicioso y del que he tenido el placer de probar unas cuantas cosechas, apreciando su capacidad de madurez de manera ideal.
Para los profanos en la región, vale la pena escaparse a conocer sus paisajes, sus gentes y su cultura, dónde se incluyen sus alimentos, sobretodo quesos y vinos. Se da la circunstancia que actualmente no hay un importador que se dedique a la comercialización de los vinos del Domaine, aunque la bodega está abierta a la venta directa a particulares, con unos precios más que razonable. Gracias a los sabios consejos de Andrés Conde que consiguieron inculcarme el amor y el apego por este negocio familiar.