El Bosque

La Sala de Espera del Depósito: Capítulos 32 y 33

Resumen del capítulo anterior:

El Rubio le cuenta a Eusebio cómo y en qué circunstancias conoció a Paula. Son capítulos de gran intensidad así que absteneos si sois propensos a las lágrimas...

 

32.

Los cubitos de hielo del gin-tonic de Eusebio se habían deshecho y al fondo del vaso de tubo (otra entelequia del local que se resistía a adoptar la moda actual del copón de cristal con multitud de cubitos) sólo quedaba menos de un dedo de líquido transparente. 
 
Pablo no había tocado su tetera y ambos habían permanecido durante minutos en silencio.
 
-No duramos mucho juntos. Paula era todavía muy niña pero tenía mucho carácter. Yo necesitaba a una mujer que me centrara y porqué no decirlo, que me cuidara- hizo una pausa para respirar hondo -Paula necesitaba que alguien cuidara de ella y me lo reclamaba insistentemente. Tres o cuatro veces acabamos en una fuerte discusión, nos gritábamos y nos jurábamos que no nos volveríamos a llamar pero a la semana o al mes uno de los dos volvía a llamar, normalmente yo. No sé que tenía esa niña que aunque me sacara de quicio cuando estaba con ella no podía soportar el vacío que dejaba a mi alrededor cuando no estaba. A ella le debía pasar algo parecido porque nunca decía que no a volver. Hasta que un día, en uno de esos periodos en los que no salíamos juntos, me llamó para decirme que su padre la enviaba con unos tíos a terminar el bachillerato en California. 
 
 
-¿Te contó por qué?- le interrumpió Eusebio mientras pedía otro gin-tonic con una seña a la camarera que habiendo dejado sobre la barra el lector de libros electrónico con el que se entretenía cuando no había movimiento, se acercaba a una mesa más allá de la de ellos para atender a nueva clientela.
 
-Era algo que estaba cantado, era sólo cuestión de tiempo, no sé si a California o a otro sitio, pero el padre no podía seguir ignorando la caótica vida de su hija. Un día le encontró un paquete de condones en el bolsillo de los vaqueros, montó en furia, le dio una soberana paliza y cuando se calmó, empezó a gestionar su visado para EE.UU. Nos vimos por última vez en una terraza de Rosales. Era a principios de verano, junio creo, todavía se le veían las marcas de la paliza debajo de los ojos y en el labio superior pero no la afeaban, nada podía hacerlo porque la belleza de Paula surgía de su interior por eso seguía siendo igual de hermosa cuando la rencontré en el Born veinte años más tarde. Lástima que nunca fuera consciente de ello.
 
No nos engañamos ninguno de los dos, sabíamos que nos estábamos despidiendo, porque ella se marchaba para dos años como mínimo y dos años cuando se tienen dieciséis y dieciocho son una eternidad. Aun así nos prometimos escribirnos y aunque al principio sí lo hicimos en menos de un año perdimos el contacto.
 
-Y veinte años más tarde te la encuentras en el Born.
 
-Así es. 
 
Eusebio le invitó con la mirada a continuar
 
-Como me imagino que ya sabrás frecuento el bar de bocatas de enfrente.
 
-Te has vuelto a montar otra oficina comercial en un bar- con un amago de sonrisa irónico.
 
-Supongo que no sé hacerlo de otra manera.
 
Pausa para respirar hondo.
 
-Normalmente no estoy en fin de semana y entre semana había observado que a cierta hora de la noche de repente el bar se vaciaba y mi teléfono dejaba de sonar. Sin embargo a una hora determinada todo volvía a la normalidad de golpe también. Después de dos noches observando el fenómeno- acentuó la palabra fenómeno con un mohín irónico de la boca- le pregunté a Paco, que es colega, y me respondió “Claro, es que van a ver a Paula” “¿A Paula? ¿Quién es Paula?” sin relacionar el nombre con mi Paula todavía. “Paula es una mujer impresionante que hace karaoke y baila en el pub de enfrente” “Que se mueve bien, vamos” “No, no te equivoques Pablo, no es ninguna puta ni alguien que busca con quien calentar su cama por las noches, ni tan siquiera es una calienta-pollas” me le quedé mirando con cara de risa “Pues a ti te pone cachondo macho” “No te diré que no, pero ella es diferente” Reconozco que me empezó a picar la curiosidad.
 
“Entonces cuéntame Paco ¿quién es esa Paula que os tiene a todos enamoraos” “Tú ten cuidado con ella Pablo, que te crees que lo sabes todo y nunca te has cruzado con una mujer como ella” Yo seguía divirtiéndome mucho con la historia “Venga Paco, cuenta, cuenta...” 
 
“Por lo que yo sé es una mujer bien. Está hasta casada con un catedrático, creo, y ella me parece que también trabaja en la universidad”
 
Eusebio le entregó a la camarera su tarjeta de crédito junto con su DNI para que se fuera cobrando porque el platillo con el ticket llevaba más de diez minutos sobre la mesa y la camarera parecía haberse cansado de leer, ya había empezado a apagar luces.
 
Pablo continuó hablando sin aparentar darse cuenta de los movimientos de Eusebio.
 
”¿Y cuantos años tiene“ “No es ninguna niña, debe andar por los treinta y cinco, pero yo no la cambiaba por dos de quince. Vino con la pareja que lleva el Born cuando cogieron el local en el 2009. Los tres tienen una relación extraña. Tanto el hombre como la mujer, Paula no, son homosexuales, vamos, me apuesto lo que quieras aunque son muy discretos, sin embargo se ve que la quieren y la miman mucho, y que ella les quiere mucho a ellos también. El caso es que son unos fanáticos del karaoke, más que del karaoke del play back, se suben al escenario, el tío y Paula, y montan números de play back con música de los setenta y de los ochenta”
 
Reconozco que mi interés empezó a crecer: “Así que cuando la gente desaparece es que se van al Born a verles” “Sí, aunque más que a verle a él todo "cristo" va a verla a ella."
 
-Vamos a cerrar si no les importa- la camarera tenía cara de cansada.
 
-¿Te importa que sigamos otro día, Pablo?
 
-Yo cumpliré mi parte del trato porque sé que tú cumplirás la tuya
 
-Sé que lo sabes pero mientras lo hacemos, piensa en lo que me dijiste antes de dejarlo.
 
-¿El qué? ¿El tabaco?
 
Los dos rieron abiertamente
 
-Ya sabes cómo encontrarme.
 
-¿Por qué no me das tu teléfono?
 
-Mejor que no, Eusebio.
 
-Vale, como quieras.
 
-¿Te acompaño a buscar un taxi?
 
-No, no hace falta. Tengo el coche aparcado cerca del Born y andar hasta allí me hará bajar los gin-tonics.
 
-Hasta la próxima entonces.
 
-Hasta la próxima, que será pronto.
 
-Cuando quieras.
 
Y se despidieron con un apretón de manos.
 
La_Sala_de_Espera_del_Deposito_café_pub
 

33.

Lo había citado en la consulta a la una, él había llegado un cuarto de hora tarde y ella le estaba haciendo esperar un cuarto de hora más.
 
(Dos horas antes...)
 
Marcó su número a las once. El teléfono sonó y sonó hasta que saltó el buzón de voz. Le dejó un recado con el motivo de su llamada y el teléfono del despacho. Al cuarto de hora le devolvió la llamada, su voz parecía la de Eneas tras haber regresado del Averno, o quizás la voz del propio Hades por lo gutural, profunda y oscura….
 
-¿Teresa?
 
-Dígame
 
-¡Qué formalidad! Soy Ángel Iglesias.
 
-Lo sé.
 
-Me has llamado.
 
-Sí, usted quería verme. Tengo un hueco a la una.
 
-Me viene bien, hoy no trabajo- Teresa se preguntaba si últimamente había trabajado algún día. -¿En tu gabinete?
 
-En mi gabinete. Tiene la dirección en la tarjeta
 
-¿Se puede aparcar fácilmente?
 
-Si busca la dirección en Google verá dónde están los aparcamientos públicos más cercanos.
 
-Me doy una ducha y voy para allá.
 
A Teresa cada vez le desagradaba más la familiaridad que mostraba con ella.
 
-Aquí le espero. Buenos días.
 
Por toda despedida sólo oyó el pitido que anunciaba el final de la comunicación.
 
(De vuelta al tiempo real)
 
Le podía ver desde su despacho. Las paredes no eran de ladrillo ni de pladur, eran de cristal opaco esmirilado con algunas líneas transparentes que permitían a los que estaban dentro observar a aquéllos que aguardaban su turno en la sala de espera. Ya no estaba encorvado, parecía haber superado el abatimiento inicial y registraba con sus ojos cada rincón de la estancia, erguido, con su amplia espalda ocupando más allá del respaldo de su asiento. 
 
De vez en cuando posaba su vista en la pared de cristal del despacho de Teresa y no podía o no quería ocultar su enojo por no poder traspasarla.
 
Teresa apretó la tecla del teléfono correspondiente a la extensión de la recepcionista:
 
-Mª Ángeles
 
-Sí Teresa
 
-Ya puedes hacer pasar al Sr. Iglesias. Si dentro de media hora no hemos terminado me llamas ¿vale?
 
-Claro Teresa, a las dos.
 
-No me pases ninguna otra llamada.
 
-¿Ni al comisario?
 
“Pero qué empeño tenía todo el mundo en cambiarle el rango a Eusebio…” pensó casi en voz alta.
 
-No, al Inspector Jefe López Bravo tampoco pero si llamara cuéntale con quien estoy y que le llamaré en cuanto termine.
 
-Estupendo Teresa.
 
-Gracias Mª Ángeles.
 
Mª Ángeles salió del semicírculo que formaban unidas la mesa de su ordenador y la mesa mostrador desde la que atendía a los clientes,
 
-Le acompaño al despacho de Dª Teresa Sr. Iglesias.
 
Con la buena educación que le caracterizaba Ángel Iglesias se levantó sin contestarla, sin ni siquiera mirarla y eso que Mª Ángeles era muy bonita. Ella ni se inmutó, tras cinco años de recepcionista en el gabinete estaba curada de espanto.
 
Antes de cerrar la puerta dejando a Ángel dentro, le hizo un gesto a Teresa con la mano indicando que el personaje con quien la abandonaba era de cuidado, gesto al que Teresa respondió con una sonrisa tranquilizadora.
 
-¿Y bien? Usted dirá.
 
-Mira Teresa perder a Paula ya ha sido suficiente golpe y perderla del modo en que lo hice más.
 
Teresa hizo un gesto con la cabeza en señal de comprensión.
 
-Pero esta maldita investigación está removiendo cosas que están mejor quietecitas.
 
Teresa no contestó pero le miró fijamente a los ojos invitándole a continuar.
 
-La familia de Paula ya lo estaba pasando mal por su muerte y el conocer ahora las circunstancias que la han rodeado les ha hecho mucho daño.
 
-¿Ha hablado con ellos recientemente?
 
-Ya te lo dije, me llamó ayer Miguel, el hermano pequeño.
 
-Ya, pero ¿le ha llamado alguien más? ¿Sabe cómo están sus padres?
 
-No, sólo Miguel, creo que sus padres todavía no lo saben.
 
-Y probablemente no lo sepan nunca porque ese Miguel les querrá evitar sufrimientos innecesarios- hizo una pequeña pausa y prosiguió -realmente sigo sin entender cuál es el problema y cómo puedo yo ayudarle.
 
-Ése maldito comisario es el problema- “y dale con lo de comisario” no pudo evitar volver a pensar Teresa.
 
-Le vuelvo a repetir que únicamente está haciendo su trabajo. Le conozco desde hace años y no veo ninguna diferencia entre su actuación en este caso y en otros muchos anteriores.
 
-Claro, vosotros siempre defendiéndoos unos a otros, y dicen de nosotros en la Universidad…
 
Teresa escogió no responder a ese comentario.
 
-¿Qué es exactamente lo que quiere que yo haga?
 
-Puesto que veo que estás de su parte lo único que te pido es que le transmitas un mensaje de la mía.
 
-Si usted se ve incapaz de tratar con él directamente…
 
-¿Me estás llamando cobarde?
 
-No le estoy llamando absolutamente nada, simplemente me he remitido a su petición de que le haga de puente entre el inspector jefe y usted.
 
-Me da igual lo que pienses- “Miente como un bellaco” pensó Teresa -Dile simplemente que tengo contactos por encima de él y que si no deja de meter la nariz donde no le llaman tiraré de los cordones precisos para que le obliguen a hacerlo.
 
Teresa tuvo que hacer un esfuerzo para que la sonrisa que se había formado en su mente no se reflejara en su cara, era la sonrisa triunfante por tener la amenaza de Ángel Iglesias grabada en vídeo y en audio.
 
Tenía instalado un sistema de vídeo y audio muy discretamente ubicado que le era muy útil para sus terapias. Le preguntaría después a Mª Ángeles si le había costado mucho conseguir su firma de autorización, protocolo previo indispensable sin el cual la grabación no sólo no tendría validez sino que podría convertirse en prueba de cargo contra ella si el/la paciente decidían que constituía una invasión de su intimidad.
 
-¿Es usted consciente de que lo que me acaba de decir es una amenaza?
 
-No exageres mi querida Teresa- enfatizando el tono irónico en las últimas tres palabras -Es tan sólo una advertencia.
 
-¿Alguna cosa más Sr. Iglesias?
 
-Sí…, bueno, no- El gesto de su cara había cambiado totalmente, la ironía, el desafío, el orgullo, todos esos componentes de la arrogancia que había utilizado para defenderse, habían desaparecido de su expresión. El abatimiento había hecho presa de él una vez más.
 
Teresa intento dar calidez a su mirada para que continuara
 
-Mi matrimonio con Paula era un desastre.
 
-Vaya por Dios, cuánto lo siento.
 
-Pero te aseguro que no todo era culpa mía.
 
-Nunca es sólo culpa de uno.
 
-Sabía que me entenderías.
 
-Es mi trabajo, también lo es ayudar a los que llevan encima una pesada carga que les supera, para que puedan descargarla o al menos aliviarla.
 
-Ella… escribía a sus amigos, emails de esos, o por el Messenger.
Creo que no me ponía muy bien.
 
Suave y cálidamente le respondió Teresa
 
-No podemos controlar la manera en la que los demás nos ven, debería intentar buscar dentro de sí, su tranquilidad se halla en su interior.
 
-Pero es que el comisario ése no hace más que meterse donde nadie lo llama- había una mezcla de odio y ansiedad en su voz -Mandó a uno de sus esbirros a mi casa para que registrara el ordenador de Paula.
 
-¿Y usted le facilito el acceso?
 
-Por supuesto que no, no traía orden de registro- su voz y su lenguaje corporal habían recobrado la arrogancia habitual.
 
-Pues esa actuación no le coloca a usted en una posición cómoda, pareciera que quisiera ocultar información.
 
-Quiere husmear donde nadie le llama.
 
-Está investigado una muerte violenta ¿no quiere usted conocer la verdad sobre la muerte de su mujer?
 
-¿Qué verdad? ¿Mi verdad? ¿Tu verdad? ¿La verdad del comisario?
 
-El conjunto de todas esas verdades junto con la de Paula arrojará la verdad más objetiva y recuerde una cosa, a Paula nadie puede interrogarla, ni siquiera entrevistarla, de ahí el interés del inspector jefe por sus escritos. No hay intención morbosa alguna.
 
-Eso es lo que tú te crees, conozco a ese tipo de tíos, quiere medrar, hacer carrera a mi costa
 
-Sr. Iglesias, sinceramente, creo que tiene un problema que debería intentar solucionar. Yo ahora mismo no tengo huecos para poder iniciar una terapia con usted pero le puedo buscar acomodo en la consulta de algún compañero.
 
-¿Me está llamando loco?
 
-Una vez más le diré que no le estoy llamando nada de nada- Teresa notó como la irritación ya empezaba a hacerse audible en su tono de voz. 
 
La llamada salvadora de Mª Ángeles vino en su rescate
 
-Sí, Mª Ángeles, dile que salgo ahora mismo para allá y que disculpe el retraso.
 
-Sr. Iglesias, si no desea nada más me comprometo a llevar a cabo la tarea que me ha encomendado y si se piensa lo de la terapia, llame al teléfono de Mª Angeles y pídale que le concierte cita con el Dr. Alonso o la Dra. Gutiérrez.
 
-¿Y cómo sé yo cuál es el teléfono de Mª Ángeles?
 
-Viene en la tarjeta no es tan difícil, es el primero, el que no pone que sea el directo mío. Lo siento, tengo que marcharme ya- levantándose y cogiendo la gabardina de color amarillo canario que tenía colgada en el perchero de pie.
 
Ángel ni se inmutó, manteniéndose sentado en la silla frente a la mesa de Teresa.
 
-Buenas tardes Sr. Iglesias.
 
© Mara Funes Rivas -  Abril 2013
  1. #1

    JaviValencia

    Un rato de lectura es una maravillosa manera de despedir el día. Me han gustado estos dos capítulos y también su buena extensión ;-)

    XXX

  2. #2

    Anubis7

    Muy bien. como siempre. Gracias

  3. #3

    Lagarita

    Pero ¿que hay aqui escondido,le doy muchas vueltas pero hay algo que no acabo de entender,tendre que esperar otra entrega para ver si alguno de mis cálculos es el acertado.
    Que ganas tengo de nuevos capítulos ,está tan interesante!!!!

    Saludos:)

    Ana

  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    Ya... pero a ti no parece que te pique la curiosidad, como se nota que ya te lo has leído...

    XXX

  5. #5

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
    Ver mensaje de Anubis7

    A ti siempre, Rosa. ¡Hasta la semana que viene!

  6. #6

    Mara Funes

    en respuesta a Lagarita
    Ver mensaje de Lagarita

    ¡Cuánto me gustan tus elucubraciones! Espero que el final esté a la altura, je,je.

    Un abrazo,

    Mara


http://www.verema.com/blog/puck/

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar