El Bosque

La Sala de Espera del Depósito: Capítulos 20 y 21

Resúmen capítulos anteriores:

Aparece uno de los personajes que más van a dar que hablar en esta historia: El Rubio, "presunto" camello de Paula y "presunto" padre del hijo que llevaba dentro.

Lo vemos desde dos perspectivas diferentes, la de Andy del Born in the Sixties y la del agente de policía Fernando Moreno.

 

20.

En la intimidad de su casa ya había oscurecido aunque apenas eran las siete. Sentado a la mesa de estudio del despacho al que nunca entraba, pulsó el botón de encendido del ordenador que nunca utilizaba.
 
En su momento le pareció una buena idea darle un uso práctico al tercer dormitorio de la casa, puesto que con el principal, que él ocupaba, y el de invitados, que nunca venían, tenía suficiente espacio de alojamiento. Sin embargo la dureza de su trabajo, en ocasiones extrema, hizo patente la necesidad de desconectar al llegar a casa. 
 
 
Pero como en tantas otras cosas ya acumuladas en tan poco tiempo, este caso estaba resultando diferente. No es que no quisiera esperar al día siguiente para bucear en los archivos de Paula, es que no quería hacerlo en la comisaría. Una fuerza interior que no reconocía por ser la primera vez que la sentía, le obligaba a resguardar la intimidad de Paula, a no descubrirla a otros, a no exponerla. 
 
La tenue luz de un antiguo flexo de mesa era la única iluminación de la estancia.
 
Bebió un pequeño sorbo de la copa de vino que había colocado junto a la botella a la derecha de la pantalla del ordenador que nunca encendía. A pesar de ser un vino ya conocido y amado no reconoció el sabor que le devolvía su lengua. Torció el gesto.
 
La memoria USB le abría sus entrañas, ofreciéndole documentos de texto, fotos, vídeos y música. Eusebio se preguntaba si lo sabía, si en aquel momento sabía que estaba embarazada.
 
Lo que más le tentaba eran los vídeos y las fotos, pero se decidió por los textos con la intención de meterse en su cabeza y tratar de conocer las razones por las que una chica como ella, y además embarazada, acaba muriendo de sobredosis en el aseo de un bar de Malasaña.
 
Carta nº 1
¡Hola Kimi! ¡Seguro que no te esperabas saber de mí tan pronto! Y ahora estarás pensando que algo me ha tenido que pasar. Pues tienes razón, algo me ha pasado.
 
Estoy desesperada Kimi, creo que he metido la pata hasta el fondo casándome con Ángel. Paula metiendo la pata otra vez ¡qué raro! A ti eres a la única a la que me atrevo a contárselo así que prométeme que no le dirás ni palabra a Andy porque le daría un disgusto. Sé que puedo confiar en ti.
 
Hace cinco días que estamos en Roma y Ángel lleva dos prácticamente borracho. Estoy asustada. 
 
Todo empezó después de la boda aunque realmente empiezo a pensar que venía de antes. 
 
Bebió mucho -bebe mucho- pero yo también había bebido un montón y no le di mayor importancia durante la fiesta ¡Qué bien nos lo pasamos! ¿verdad? Al día siguiente  estaba ronca de tanto cantar y tenía agujetas de todo lo que bailamos. Sólo de bailar, agujetas de bailar, porque esa noche Ángel no me tocó un pelo, ni siquiera me dio un beso de buenas noches. 
 
No se lo tuve en cuenta, ya se sabe cómo el alcohol ataca a la masculinidad al menos eso creí en ese momento, pero me dolió que ni siquiera lo intentara porque yo llevaba mucho tiempo esperando esa noche.
 
No, no te rías ni pienses que se me han fundido los cables. No hace falta que te cuente que ninguno de los dos llegábamos vírgenes a esa noche pero sí llegábamos vírgenes el uno al otro.
 
Te dejo que te tomes una pausa para asimilar lo que te acabo de decir.
 
Sí Kimi, después de año y medio juntos no habíamos hecho el amor nunca, y te puedo asegurar que no fue por decisión mía. 
 
La primera vez que me rechazó me resultó tan incomprensible que durante ese fin de semana creí que me volvía loca.
 
El día que le conté a Andy que me había enamorado de Ángel, me puso las llaves de su apartamento en el bolso y me dijo: “Salgo de casa todas las tardes a las tres, no vuelvo hasta las cinco de la mañana por lo menos. No tienes que decirme nada. Sé feliz” 
 
Yo casi me lo como a besos y en cuanto llegué a casa le escribí un correo a Ángel proponiéndoselo. Cual no sería mi sorpresa cuando, muy dulcemente, me dijo que deberíamos esperar un tiempo, que estas cosas no había que hacerlas con prisas… Él me había dado siempre a entender -y no sólo con palabras- que estaba apasionadamente enamorado de mí y tú ya sabes como soy yo, fría como el hielo por fuera pero un volcán en ebullición por dentro. 
 
No entendía nada, me sentí rechazada, humillada. Yo, por la que los tíos hacían cola en el baño del “Born” para hacerse pajas después de verme bailar... Yo, le propongo a un hombre que me haga suya ¡y me rechaza! Y no era cualquier hombre, era el hombre a quien yo amaba.
 
Nos pasamos el fin de semana discutiendo por teléfono porque ese fin de semana Ángel estaba de congreso en Barcelona, pero para cuando llegó el domingo por la noche ya me había convencido de que si no aceptaba mi tentadora proposición era porque me respetaba más que a nada y a nadie en el mundo. 
 
Bueno, no me voy a enrollar más con esto. El caso es que cuando me habló de casarnos a mí también me hizo ilusión eso de no culminar el sexo hasta la misma noche de bodas, al final todas somos unas estúpidas románticas por dentro y Kimi, llevo año y medio soñando con esa noche de bodas, fantaseando con la habitación, con la ropa que llevaría puesta…
 
¿Sabes? Yo nunca me había puesto ropa interior sexy, nunca había ido conmigo y hace años cuando me probé un tanga para ver qué tal me quedaba me pareció tan incómodo y que me hacía un culo tan enorme que dije que ni de coña, nunca me pondría un tanga. Sin embargo esa noche sí llevaba uno y hasta ligas con liguero. Hacía meses que me había comprado el conjunto completo y me moría de ganas de ver su cara cuando me desnudara y lo descubriera. 
 
Cuando le oí roncar en el dormitorio desde el baño salí corriendo e intenté despertarle. No hubo manera. Me encerré en el baño y di un portazo. Ni se inmutó. Me arranqué la ropa con tanta rabia que casi me cargo el vestido y como yo también había bebido lo mío, me quedé dormida en el suelo, con la cabeza apoyada en el bidé, embutida en el albornoz del hotel.
 
No puedo seguir escribiendo, no paro de llorar y ya no consigo escribir una frase completa a la primera. Mañana, si tengo ánimos te escribo más. 
 
Te mando un montón de besitos. A Andy no le digas nada, recuerda tu promesa. Mañana compraré una postal y se la enviaré.
 
Te quiero mucho Kimi,
 
Paula
 
Eusebio volvió a llevarse la copa a la boca, esta vez sabiendo de antemano que el único sabor que encontraría sería amargo.
 
La_Sala_de_Espera_del_Deposito_email

 

 

21.

 
Con el enésimo whisky entre las manos, Ángel no podía dejar de darle vueltas al tanga del sobre.
 
Lo había sacado y colocado encima de la cama de matrimonio y lo contemplaba sentado desde la silla del tocador de Paula, con el vaso agarrado con desgana por la punta de sus dedos, los hielos tintineando con el balanceo.
 
Fue al poco tiempo de conocerla, jugaban todavía al flirteo aunque ya habían tenido algunas tórridas sesiones y él le preguntó cuál era su opinión sobre la lencería sexy. Ella con esa manera tan suya de hablar que extendía a todo su cuerpo y que a pesar de ser inequívocamente masculina resultaba insoportablemente atractiva, le respondió:
 
–Jamás en la vida he necesitado de ropa interior sexy para seducir a ningún hombre, me gusta atraer y no mostrar, no me verás nunca con escotes ni minifaldas. Yo conquisto con mi mirada y mi inteligencia. No necesito nada más.
 
– ¿Pero alguna vez te has probado qué se yo, un tanga?
 
– Pues si te soy sincera sí, una vez en una tienda y me pareció tan incómodo y que me hacía un culo tan grande que se me quitó la idea para siempre.
 
–Paula pero si tú tienes un culo grande pero es un culo precioso.
 
–Gracias por ayudarme a superar mis complejos.
 
–No entiendo por qué te acomplejas, un culo como el tuyo, tan hermoso y bien proporcionado. Me vuelve completamente loco y sé que un tanga te quedaría de vicio.
 
–Ya…, a veces creo que lo único que te gusta de mí es mi culo.
 
–Venga Paula, no digas tonterías.
 
–Pues es a lo único que le haces caso.
 
Recordaba haberse quedado callado, sin saber qué contestarle. La abrazó y la besó apasionadamente. Ella apenas le devolvió el beso, estaba lánguida e inerte. Al terminar se acurrucó en su regazo apoyando la cabeza sobre su pecho. Cerró los ojos y se quedó dormida.
 
La segunda vez que el concepto “tanga” aparecería en su relación fue cuando se encontró el conjunto que Paula se había comprado para la noche de bodas hecho jirones en la pequeña papelera de la suite del hotel.
 
La tercera sería la última, en la sala de espera del Depósito.
© Mara Funes Rivas -  Marzo 2013
  1. #1

    JaviValencia

    Buenooooo, en estos capítulos han subido los "decibelios", jeje. Yo creo que Eusebio se ha quedado patidifuso ;-)

    PD; Me estoy tomando un vino donde tú ya sabes, que ya me lo he ganado!!!

    XXX

  2. #2

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    Eusebio hace tiempo que ha dejado de ser el mismo...

    ¡Salud!

    XXX

  3. #3

    Lagarita

    Yo como Javi tambien digo buenooooo esto se pone mas que interesante,Angel me da mala espina ,empiezo a dudar de su condicion,tu ya me entiendes.
    Espero ansiosa que Eusebio siga leyendo,¡que intriga chica!

    Saludos:)

    Ana

  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a Lagarita
    Ver mensaje de Lagarita

    Ya sabes que no puedo -ni quiero- adelantarte nada pero me lo paso fenomenal viendo tus elucubraciones, je, je...

    Un abrazo :-)

    Mara

  5. #5

    Anubis7

    Excelente lectura para mi convalecencia..pero muy cortita! Gracias

  6. #6

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
    Ver mensaje de Anubis7

    Me alegro mucho de que te haya acompañado. Muchos besos y ánimos con esa recuperación.

    Mara


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