Restaurante Quique Dacosta en Denia
Restaurante Quique Dacosta
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
116,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Lunes, 25 noviembre 2013 a 29 enero 2014
Nota de cata PRECIO MEDIO:
204 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.6
Comida COMIDA
8.9
Precio medio entorno ENTORNO
8.1
RCP CALIDAD-PRECIO
8.1
Las famosas brumas...
Rompepiedra
Nido de golondrina
Tiradito de corvina
Piedras de parmesano
Raim de pastor, líquen y tomate encurtido
Pétalos de rosa y gin tonic de manzana
Hojas...
Hazew
Bloody Mary
Appetiser
¿que fue antes?
Bruma
La Gallina de los Huevos de Oro
El Bosque Animado
Smoking Room
Bosque Animado
TrufaBlanca
Gamba rosa de Denia
Lichis
La bruma
Opiniones de Quique Dacosta
OPINIONES
105

Todo comienza con una cálida bienvenida y unos aperitivos estupendos en la preciosa terraza.

-Té frío, achicoria e hibiscus
-Raïm de pastor encurtido
-Albahaca Canela
-Kalanchoe y Aceite
-Aceite de avellana y Huevas de Kumquat
-Caracol
-Tortilla Nori

Después, una vez dentro de la sala, y elegido el menú "Sale el Sol", comienza el festival de platos.
Todos con nombres sencillos:
Aguacate
Tomate
Chufas
Rocío
Salmonete
Higo
Guisante
Ostra
Almendras
Coco
etc.
Treinta y dos creaciones. En todas ellas un detonante: sabor.

Elaboraciones muy complejas, mucho trabajo detrás de los platos.
Dacosta juega al engaño, a descubrir sabores, texturas nuevas.

Por ejemplo, en uno de los mejores platos de la noche llegan las Chufas. Presentadas sobre una delicadísima crema de horchata, el plato es un verdadero prodigio. Una vez en nuestra boca, nos estalla un maravilloso bombón helado de foie y trufa blanca. Sin palabras.

Con tantísimos platos, logicamente en algunos se baja el nivel. No me gustaron especialmente el Tuétano y Rostit.

Todo lo demás el servicio de sala, capitaneado por Didier, fantástico.
Vajilla y cubertería estupenda, y atención no hay mantel en la mesa! Concepto todavía aun más minimal, para centrase únicamente en el plato a disfrutar. Supongo que habrá creado cierta polémica.

En el apartado de vinos, lo dejé al gusto de sumiller, maridando con los platos. Buenas elecciones.

Terminamos la cena con una agradable conversación con Quique Dacosta. Un cocinero sencillo enamorado de su trabajo.

Se merece la tercera estrella michelín?.... Posiblemente.

Dos años hacia de mi última visita, y este es otro Dacosta. Los artistas atraviesan épocas, estilos, esto es lo que ha hecho con la cocina de esta temporada. Dando un giro bastante radical a su cocina. Ahora nos encontramos con una propuesta más minimal, en apariencia, (exigen dominio total y creatividad, imaginación).Tomando un protagonismo las plantas comestibles autóctonas (en los entrantes). Su universo es el mar y las plantas, Donde la sencillez y naturalidad del producto se realzan con la potenciación de los sabores (sacando el máximo sabor a los productos sencillos (guisantes).
El recibimiento se realiza en la terraza (al aire libre o en un espacio cerrado, acristalado).Didier no explica de que se compone, solo hay dos opciones de menú: Universo Local y Sale el Sol. Tomamos el menú Universo Local. Compuesto de un mix de platos antiguos y nuevos. Sale el Sol es todo nuevo. Y te entregan una carpeta con un poco de historia y filosofía del restaurante, los menús y unas cuartillas.
Raïm de pastor encurtido. Me gusta el encurtido, por lo tanto me gustó.
Té frio de campari, achicoria e hibiscus. Fresco y rico
Albahaca canela. Correcto, nada especial
Kalonchoe y aceite. Bueno
Stevia Rebaudiana. Hoja de planta que regula el azúcar. Original
Aceite de avellana
Huevas de kumquat. Me gusto, tanto texturas y sabores. Plato arriesgado.
Caracol. Caracol con un caviar de la salsa en la cual se cuecen los caracoles. Sabrosísimo.
Tortita nory
Abren lo sentidos para lo que viene después. Esto lo acompañó con una manzanilla Gutiérrez Colosia, mi mujer, y yo con un palo cortado Maestro Sierra. Magnifico tanto una como el otro
Ya dentro, en el restaurante, también encontramos novedades. Las mesas las han cambiado, son blancas y de un material fino, que las hacen muy limpias. Han suprimido los manteles. Quizá sea porque no hay vajilla como tal (hay muchas pizarras y piedras que hacen las veces de platos). La separación entre mesas buena.
Nos ofrecieron cinco tipos de pan, que una vez elegidos te los cortan allí mismo. Y un aceite no recuerdo cual, que estaba rico. Continuamos con:
Mesa de salazones.Bonito, maruca, corvina y pulpo. Muy buenos
Papel de salvado de cereales. Sorprendente y sabroso.
Cebolletas encurtidas. Esto no es ninguna novedad, aquí en Valencia, pues es un acompañamiento de toda la vida.
Higo seco, liofilizado. Rompe con los sabores precedentes y limpia para los siguientes.
Rompepiedra. Hoja de rompepiedra y lomo de caballa confitada. Sabor limpio de caballa, perfecta textura con el frescor picante de la hoja. Un picante intenso que sube por la nariz, y corto que lo hace llevadero.
Cubalibre. El famoso y reconocido plato, que nunca me canso de probar. Fantástico.
Bosque animado. Plato a base de setas en diferentes texturas con jugo de trufa, cremoso de parmesano, arena de tomillo, brotes de temporada. Precioso plato visual y natural con conjunción plena de sabores que realmente te trasportaba al bosque.
Guisantes. Naturalidad, sencillez y ligereza. Una especie de sopa de guisantes con wasabi. Soberbio. Sabor elevado a la enésima potencia.
Gamba de Denia. Varias formas de tomar gamba. En snack toda la piel; caldo de la cabeza, gamba asada con aceite y gamba simplemente cocida. Gamba, gamba y gamba. Exquisito.
Suquet de algas y pan de algas. Otro plato natural (en su nueva línea) sabroso, finísimo y ligero.
Salmonete. Cocido en papillote, está casi crudo y caliente y por encima una juliana de tirabeques con eucalipto. En línea con el resto de platos. Sabroso.
Arroz Sénia. Arroz meloso de trufa negra y trompetas de la muerte, cenizas. Punto perfecto de cocción y sabrosísimo, con la temperatura adecuada. Realmente apreciabas los sabores individualmente y en conjunto. Soberbio.
Postres: campo de cítricos. Tierra, sabayón de cítricos, tierra de menta y piel de naranja confitada. Bueno y ligero.
Pizarras de chocolate. Muy bueno y nada pesado.
La carta de vinos es espectacular. Dos tomo, uno para tintos y otro para blancos y espumosos. Y cuenta con una magnifica representación de Jerez. El servicio del vino, simplemente perfecto, con J. A. Navarrete al frente. Las copas Riedel, apropiadas para cada vino.
Elegimos un Jacques Selosse Substance Brut (degollado en Abril 2.007). Soberbio. No lo había probado todavía, y como todos vosotros lo recomendáis, no me pude resistir. Mi mujer no hace más que repetirme que compre para tener en casa. Yo le digo que mañana…
Le hicimos una sugerencia al sumiller sobre tomar algo de jerez en los primeros platos, pareciéndole buena idea y nos aconsejo la bota de manzanilla Pasada nº 30 de Navazos. Solo decir que espectacular.
El servicio de sala en estos restaurantes debe estar acorde al nivel de su cocina. Pues aquí se cumple a rajatabla. Un servicio profesional, atento y con la amabilidad, justa, no empalagosa. Todo un espectáculo el devenir del servicio, con una coordinación exacta. El tiempo entre platos perfecto. Todo ello comandado por Didier.
Terminamos en la terraza con café Jamaica Blue Montain, buenísimo. Y una infusión Snow Green, té verde con almendra, vainilla, naranja y canela (según mi mujer muy bueno). Y caviar de chocolate de Paco Torreblanca. Acompañando el café me tome un Lagavulin 16 años y mi señora (le encanta el Armagnac) un Dartigalongue 1962 Bas Armagnac. Yo redondee con un Ramón Allones Specially Selected. Una jornada magnifica y para repetir. Como le dije a Didier nos hicieron sentir especiales en un sitio especial. Al caviar de chocolate y a una segunda infusión nos invitaron. El precio es solo del menú.
Es la primera vez que puntúo diez en algo, pero realmente así me lo pareció.

Me sabe fatal escribir esto,pero en aras de la honradez tengo que decirlo.
Para los que estábamos entrgados a este restaurante,la ultima visita ha sido decepcionante.
Yo creo que a la altura que esta no se puede permitir bajar la guardia,y vaya si lo hace con su menú "sale el sol".Reducir su menú creativo de este año al comentado lleva a pensar que este chico piensa que le vamos a aplaudir cualquier cosa y eso solo se lo podía permitir Adria como p.e. cuando entre sus "snacks" te ponía un zancarrón de pollo.
Solo convencen los guisantes y el aguacate,disgustando en cambio otros,como la remolacha y los postres.
Servicio peor que costumbre,incluso con alguna insolencia, salvando,eso si a J.A. Navarrete,que esta en su linea de siempre. Y por supuesto a Didier.
Resumiendo,en un menú de este precio,no se puede permitir que eches de menos el menú universo local,mucho mas barato.
Lo del mantel tampoco tiene ninguna gracia o yo por lo menos yo no la "pillo"
Entramos a las 9 y salíamos a la 1:30,lento de clamar.
Tal como lo he visto me voy a "vuelve Carolina"

Quizá sorprenda lo que voy a decir, pero para mí lo mejor de este restaurante son sus camareros. Desde que uno pone un pie en este emporio de alta cocina el trato que recibe lo traslada a otro tiempo y otro 'estrato social' donde la educación y el respeto son habituales. Yo, particularmente, me siento un poco abrumado por este tipo de servicio. Me siento demasiado 'atendido'. Prefiero la afabilidad de ciertos bares de toda la vida. Me siento mas a gusto así. Pero vivir alguna vez la experiencia de cenar en un restaurante como el de Quique Dacosta vale la pena. Como digo, desde que entramos hasta que salimos el trato fue inmejorable, exquisito. Sobre todo el que nos dispensaron uno de los camareros (un joven francés) y el sumiller (un español -lo siento no se el nombre- que parecía una enciclopedia enológica). El chico francés tenía algo de psicólogo. Sabía captar de qué rollo iba cada mesa, y así atendía de una manera u otra, gastaba bromas o se contenía. Un profesional enorme.

Sentados en el cubo de cristal de la terraza nos sirvieron los entrantes, casi todos compuestos por hojas y plantas ligeramente tratadas, como el raïm de pastor encurtido, una planta que de niño comía durante mis peripecias campestres. De esta parte me quedo con el caracol relleno de huevas (esferificaciones de su propio caldo). Supongo que Dacosta ha querido acercar el universo vegetal local a quienes se sientan a su mesa.

Ya en el salón interior, más parecido a la ONU que otra cosa, nos traen los libros de vinos (dos tomos, dos). Uno de los tomos es para vinos tintos y el otro para vinos blancos y espumosos. Pedimos un champagne, Jerome Prévost, y le pedimos al sumiller que nos traiga alguna copa de vino para cualquier plato que considere más adecuado que el champagne. Y así lo hace, y ¡cómo! No fallará ni una sola vez. Atinará con nuestro gusto siempre. Quizá en el postre es donde menos atinado (digo lo de atinado por nuestro gusto particular porque el vino que trajo casaba perfectamente con el postre) esté.

Pedimos el menú de sus platos clásicos: Universo local. No me extenderé mucho para no repetir anteriores comentarios. Tan solo diré aquello que más me sorprendió:

- Bosque animado. Una ensalada crepuscular. Me trasladó al campo, al bosque. Es un plato conseguido que, creo, se inspira en una creación de Adrià, a su vez inspirado en una anterior de Guerard o Troisgros, no recuerdo bien. Cada cucharada es un mundo distinto, una ensalada diferente. Los sabores cambian en cada bocado.

- Guisantes. Este plato es de 2011. Me fascinó por su sencillez. Con unos simples guisantes se puede cocinar un planto sutil, delicado, que crea adicción. Soberbio.

- Suquet de algas. Elaborado con un caldo nuclear. Me transportó a mi casa, sentado a la mesa familiar, ante uno de los guisos que prepara mi madre. La diferencia es el toque innovador que Dacosta incorpora en cada plato (algas, almendras...).

- Arroz senia. Plato local al que Dacosta le ha dado la vuelta. Y digo eso porque me pareció entender que quiso concebir este plato como un homenaje al socarrat. No digo más.

- Salmonete. Para mí, este es el único plato fallido de toda la noche. Me sabe mal decirlo, pero el salmonete es un pescado que me encanta. Con un ligero toque de plancha, si es fresco, se convierte en un lujo. En este caso estaba hervido y cubierto con unos tirabeques que solapaban su, ya de por sí, poco sabor. Una lástima.

No me extiendo mas.
No indico el precio porque la cena fue un regalo de cumpleaños ;)
Hay que ir al menos una vez en la vida.

La verdad, podría escribir un comentario largo, describiendo cada uno de los más de veinte servicios, pero creo que sería aburrido, o al menos no creo que yo lo supiese hacer lo suficientemente entretenido para que aguantáiseis toda la parrafada.
Así que os sitúo: después de no haber ido en un tiempo, y tras la reapertura primaveral, fuimos tres personas a comer al renombrado Quique Dacosta, preguntándonos qué tal le habrían sentado los meses de reposo ("reposo" relativo, dada la frenética actividad con "Vuelve Carolina" y "Mercatbar"). La impresión, ya lo avanzo, no pudo ser mejor.
Nada más entrar, nos hacen sentarnos en la terraza (pelín incómodos los bancos si pasas de 1,90, pero nada que moleste en exceso) y nos dicen si queremos comentar el menú (dijimos que no, que íbamos a por el "Sale el Sol", lo que antes era el "Universo Local"), pero me parece una excelente idea para aquellos que visiten el local por primera vez, así como el menú a la carta en base a los "grandes éxitos”. Un acierto también el dar una pequeña carpeta con el menú, bloc de notas y lápiz.
Y allí empieza el festival, con pequeños bocados que mejoran el concepto tradicional (y algo devaluado últimamente) de los “petit-fours”. Todo servido en “platos” de lo más originales (madera, rocas, vasos altos). Después pasamos al interior (redecorado y con ciertos cambios, como que ahora no hay mantel), en el que los platos, muy numerosos -Dacosta parece empeñado en triturar el mito de “quedarse con hambre” en los restaurantes punteros- se iban sucediendo a un ritmo absolutamente impecable, con un servicio de sala que rozaba la perfección, y un servicio de vinos con un profesional excepcional al cargo (J. A. Navarrete), que da las explicaciones justas y necesarias, y que incluso se anticipaba a mis peticiones (algo que me sorprendió muy positivamente y sólo hace que remarcar la valía del sumiller).
De la comida: innovación en técnica, producto y presentación, sacando lo mejor de hortalizas del día a día (cogollos) y sorprendiendo con nuevas hojas, plantas y emulsiones. Un menú coherente, equilibrado, de cerrar varias veces los ojos, que sigue sorprendiendo a cada bocado. Sé que parezco el cronista oficial, pero afortunadamente la comida me hizo sentir así, y os lo cuento lo mejor que sé. Y como determinados platos los explican en el momento, prefiero no soltaros ningún “spoiler” por aquí.
Lo menos sorprendente, como en todas las visitas previas, fueron los postres; ello no quiere decir que no estuviesen a la altura, ni mucho menos, sólo que ante la abrumadora creatividad desplegada en la parte salada, la dulce, son sólo dos platos (aunque suficientes, ojo), queda un pequeño pasito por detrás.
Terminamos otra vez fuera, en la “pecera”, con café, gin-tonic y el caviar de chocolate. Nos fuimos casi a las 7, contentos una vez más de la experiencia de visitar Dénia e ir a comer al restaurante de Quique Dacosta. Se ha superado y sí, vale la pena.

Acabamos de estar en Valencia y hemos optado por almorzar en Quique Dacosta Restaurante.

En general muy buena experiencia,se ve que se han desviven para ofrecer una experiencia lo mejor posible. Algunos platos nos encantaron, otros no tanto.


Como de costumbre he hecho un video en el que se aprecia un poco mejor la experiencia en este local que tiene todas las papeletas y meritos para conseguir su tercera estrella este año:

http://www.noselepuedellamarcocina.com/2011/05/04/quique-dacosta-restaurante/

  • ¿que fue antes?

    ¿que fue antes?

Si algo distingue a la cocina de Quique Dacosta es el impecable ejercicio técnico que muestra en cada plato. Esta innegable maestría técnica es una herramienta de la que se vale el cocinero para trazar un menú que invita al comensal a descubrir la esencia del ingrediente protagonista de cada propuesta.

Dacosta, posiblemente, es el cocinero cuya evolución ha sido más notable de cuantos componen el firmamento gastronómico español. Sus platos, en poco tiempo, han ganado en complejidad gustativa, ayudados por el proverbial manejo técnico del chef y su destreza en la utilización de la tecnología. Es encomiable su perseverancia en esta línea cuyo éxito entre los más renombrados críticos es insoslayable.

El chef apuesta por la utilización de productos de enorme proximidad en la confección de sus propuestas; cercanía geográfica que, sin embargo, huye de integrismos, como demuestra su “rosa de Collio” en la que se utiliza achicoria italiana o en su “pasta”, plato que prologa la parte dulce del menú Universo Local, en el que el mango es protagonista.

En nuestra última visita los platos de Dacosta parecen actores deseosos de engañar al espectador; muchas de sus propuestas esconden, tras el disfraz que los enmascara, sabores y texturas que no corresponden con el primer contacto visual del comensal. Aquí encontramos otra de las señas de identidad del chef: la provocación, el juego, la búsqueda metodológica del equívoco. Platos como “la pera William’s” (una verdadera delicia), “el nido de golondrina”, “los callos con tomate” (trampantojo perfecto), “la pasta” o su “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?” (suculento, deslumbrante) son ejemplos de lo mencionado.

En este último “Universo Local” destacan propuestas como la genial “Geli-sopa fría de crustáceos” en la que el repertorio de texturas (gelatinosidad de la cereza, melosidad de la gamba, el aire etéreo del hinojo y el crujiente del bocado crudo de este mismo bulbo) componen un plato tan armónico y delicioso como pocos; o el plato titulado “guisantes” fantástico guiño a la memoria gustativa del comensal sublimado por elementos dulces (regaliz) y anisados (atsina); o el mencionado plato de gallina, cuyo falso huevo encierra en sí mismo toda la suculencia de un magnífico guiso de ave.

Todos conocemos la maestría de dacosta en la elaboración de arroces. Ahora, el chef nos propone un arroz en el que los sabores cambian desde los oscuros tonos ahumados a las luminosas sensaciones cítricas; y todo ello embebido de un delicioso sabor marino proporcionado por un ligero velo de piel de bacalao.

Quizá el único lunar en este estupendo menú es la rosa de Collio. Es incuestionable que la cocina de Dacosta es posiblemente la de más cuidado estético de cuantas componen el olimpo gastronómico mundial. Sus platos son de una arrebatadora belleza plástica. Y esta rosa de Collio es preciosa. Sin embargo, su sabor ciertamente amargo la convertían en una propuesta de difícil comprensión para el comensal.

El servicio del restaurante es armonioso y está comandado por uno de los mejores jefes de sala de España, Didier Fertilati, elegante y profesional. El joven sumiller, José Antonio Navarrete, tiene un conocimiento vastísimo del mundo del vino y proporciona largas explicaciones sobre lo que el comensal elige o debiera elegir; se nos antoja que, en ocasiones, son excesivas.

En resumen, la cocina de Dacosta ha evolucionado de manera espectacular en muy poco tiempo. Su técnica, meticulosa, y su búsqueda constante de la esencia del producto fundamentan una culinaria genuina, muy propia, distintiva; una forma de hacer que lo alejan cada vez más de lo que consideramos su tronco genealógico (Bras, Aduriz) y lo acercan a maneras de hacer que hoy día abanderan él mismo y René Redzepi. Una cocina de vanguardia pero que tiene muy presentes los paisajes geográficos que lo rodean; una cocina de interés mundial.

Puesto que algunos comensales no conocían el restaurante nos decantamos por el menú de nuevas tradiciones.
Empezamos con un par de aperitivos (hierba del Montgo encurtida y nido de golondrinas). Ambos sabrosos (aunque el encurtido sorprende más por el vegetal y presentación que por su sabor).
Sin seguir un orden cronológico del menú destacar (como siempre) su famoso cubalibre de foie, las gambas (con un sabor perfecto) y el arroz final (cenizas de arrozal) con pichón y trufa, un sabor y textura perfecto pero un tamaño de ración absurdamente ridículo (quizás no llegaría a una cucharada por comensal).
Como platos que sorprendieron (pero no gustaron tanto) tomamos su famoso Bruma que queda algo plano de sabor y la ostra al pesto que no gusto justo por lo contrario, no hay equilibrio entre el excesivo sabor de la ostra y el resto de ingredientes.
Con la sopa de cangrejo y el huevo de oro tuvimos división de opiniones aunque para mi son platos equilibrados y bien presentados.
Por último ambos postres me encantaron, en particular el monocromático de coco por su intenso sabor y algo menos el melocotón con hueso (el hueso no pinta nada). Otros comensales opinaron lo contrario y vieron el monocromático como algo "aburrido". En general, todos echamos de menos algún postre más contundente.
Respecto a la carta de vino decir que perfecta con mucho donde elegir (a precios elevados). Ante la dificultad de maridar todos los platos optamos por pedir un magnum de Bollinger y un magnum de San Vicente para que cada cual bebiese según su parecer. Buen servicio aunque no siempre atento a rellenar las copas.
Por último resaltar una buena selección de panes cortados al momento y por supuesto todo el menaje y decoración del local que está a la altura de lo esperado.
En resumen, la visita merece la pena aunque algunos detalles como el tamaño de las raciones ración se debería retocar.

Nada más volver a casa tras la primera vez que fui al Poblet a descubrir sus "Nuevas Tradiciones" (mayo 2009), pensé en escribir una reseña por aquí, comentando cada plato. No lo hice, y en septiembre de 2009 probé el otro menú, el "Universo Local", que me dejó aún más impactado. Seguí sin escribir la reseña, y hoy que tenía un rato me he decidido a dejar mi opinión. Lo que pasa es que los platos cambian, y no le encuentro mucho sentido a ir uno por uno, así que me gustaría comentar mi impresión general del restaurante.
Vaya por delante: junto con el Celler de Can Roca, es el mejor restaurante en el que he estado. El Poblet no es barato, pero vale lo que cuesta. Lo vale su atención, su servicio de sala y la sumillería -espectacular-, lo vale el ambiente, la decoración y el edificio, lo vale la mesa, las copas y los platos. Pero, sobretodo, lo vale la comida.
Quique Dacosta, que ambas veces tuvo la deferencia de salir y charlar un momento para escuchar nuestra opinión, consigue que cada plato sorprenda, que emocione y que tengas que cerrar los ojos de puro gusto. La materia prima es brutal, hay platos que parecen obras de arte, y ninguno decepciona. Tanto el menú de "hits" como el de "novedades" están bien pensados, son equilibrados y permiten disfrutar al máximo de los sabores. Y un mito absurdo, lo de quedarse con hambre en este tipo de restaurantes, cae por su propio peso. Mi padre se lo comentó a Dacosta, porque acabamos llenos, llenísimos; que nadie tenga miedo de ir y tener que comer un bocadillo de chorizo después, porque semejante estupidez sólo puede concebirla alguien con un profundo desconocimiento de la gastronomía actual.

En definitiva, esta opinión es tan sólo para recomendaros que probéis este restaurante; que vale la pena pagar 150 euros por persona, aunque hace 2 años a mí me parecía una auténtica barbaridad; que es una experiencia diferente y que probaréis cosas absolutamente alucinantes, en un marco inmejorable.

La creatividad de Quique Dacosta no tiene límites.
Desde los incios 'neotradicionales' hasta la actualidad en la que prima los aspectos más artísticos ha habido una clara evolución en su cocina. Todo esto se plasma en sus dos propuestas de menu degustación. El menú nuevas tradiciones, que recoge los platos clásicos de la casa, que se han consolidado con el tiempo y el menú Universo local, que recoge los platos de nueva cosecha, muchos fruto de investigacion de varios meses.
Optmos por este último menú (135€), casi todo preparaciones de este año.
Nos dieron pocas opciones a hacer cambios en el menú. Muy radical Didier en este sentido. No me gustó.

Empezamos con 3 aperitivos, originales y muy bien presentados
-“Té” de Tomates secos , Nido de golondrinas y Raïm de pastor (vegetal del montgó recuperado por Dacosta y que se suele consumir en salmuera).
A continuación empezamos el festival:
-Rosa Achicoria de Collio.
Hojas de una variedad de achicoria (endivia roja)presentadas como si fuera una rosa y con aroma a rosas. Se comía con unas pinzas y como si estuvieras deshojando la rosa. Me resultó visualemte atractivo pero algo soso.
-“Geli-Sopa” fría de crustáceos.
Típico plato con sabor a mar, pero esta vez con un caldo con un sutil sabor a cerezas que contrarrestaba la fuerza de los crustáceos y una emulsion de los huesos de las mismas que supuestamente aportaba un toque amargo.
-Ventresca de Atún rojo y el Mar Mediterráneo.
Una versión del tartar de atún acompañado con algas frescas y encurtidos de la marina alta, además de otros pequeños detalles (almendras) que hacian que cada bocado fuera diferente del anterior. Excelente
-Callos de Tomate.
Reconstrucción de un plato de los callos, con todo su sabor pero sin callos. En lugar de estos, te encontrabas una especie de espuma de tomate. Muy conseguido
-Gamba Roja de Dénia, en tres servicios.
El primer servicio consistía en un jugo de gamba con la propia 'carcasa' de la gamba que se comía entera (no sin ciertos reparos), tipo snack.
El segundo y tercer servicio era la propia gamba con muy poca cocción, casi cruda, con una gelatina verde de espinacas y el jugo de la cabeza de la gamba dentro de una especia de bombón que a su vez estaba embebido en un té de gambas. Esto último no me gustó, pero reconozco que no me gusta el jugo de las cabezas de las gambas
A este plato se le podría llamar perfectamente 'La quintaesencia de la gamba roja de Denia'
-Guisantes. Herbáceo, gelatinosidad, regaliz, uva, grasa.
Tras la aparente sencillez de este plato realizado con unos mini gisantes y sus vainas, se escondía una preparacion llena de contrastes y matices. Uno de los platos que mas me gustaron. Con este plato nos invitaron a un vino, no recuerdo el nombre, que era casi la recreacion del plato pero en líquido.
-Arroz Mediterráneo, con Bacalao a la madera de cítricos.
No se puede pasar por alto que Quique Dacosta es un genio indiscutible en materia de arroces y este plato es una demostracion de ello. Debajo de un velo de bacalao, se escondía un arroz de pescado con una graduacion entre ahumado y cítrico conforme lo ibas comiendo. Impresionante
-Maderas.
Consistía en un pedazo de foie reposado en madera, acompañado de unos crujientes de tupinambo si mal no recuerdo. Otro plato de matricula de honor. Nos invitaron a una copa de amoroso maestro sierra que le iba perfecto.
-¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina?.
Como colofón a la parte salada, llegó unos de los platos más currados de la noche con mas de 6 meses de investigación según nos comentó la camarera.
Un plato que sin duda invita a la reflexión y del que prefiero no comentar nada, porque desvelaría el secreto de esta preparación. Solo decir que pese al curro que tiene, creo que el resultado final es un tanto discutible
-“Pasta”.
Curiosa transición entre la parte salada y la dulce consistente en un mango cortado fino, simulando unas laminas de pasta y con un caldo de carne, mango trufa.
-Pera William’s.
Una falsa pera, que en realidad es más que una pera, ya que dentro de la piel de pera, que es un sorbete, tiene una espuma de pera, trozos de pera y de bizcocho. Un postre impactante, una autentica obra de arte y uno de los mejores que he comido.
-Leche frita.
Versión de Quique de la leche frita, construida entre otros elementos con la 'piel' de la leche. A mí me recordó más a la leche merengada que a la leche frita.
Acabamos el menú con el caviar de Paco Torreblanca para acompañar los cafés.

En definitiva, un menú con platos que pueden gustar mas o menos, muchos de ellos arriesgados, pero que están realizados con una técnica impecable y en los que prima la creatividad, la valentía y el atrevimiento, muchas veces por delante de otros aspectos como el sabor.

El ritmo del menú fue perfecto y el servicio de sala muy atento, desde que entras hasta que dejas el restaurante, con un auténtico comité de bienvenida al entrar en el local, quizás en exceso, demasiado pendiente en muchas ocasiones, notándose que te miran y pecando a veces de falta de discreción.

La carta de vinos enciclopédica y asesorada por el sumiller, una auténtica enciclopedia humana que te informa de datos acerca de los vinos. A veces te perdías entre tanta información. Decidimos maridamos el menú con un champagne y el sumiller nos recomendó un Jerome Prevost La Closerie Les Beguines, espectacular y servido perfectamete. Gran elección.

No nos cobraror el servicio de mesa, ni los cafés. Siempre son de agradecer estos detalles.

Supuesamente a partir de octubre cerrará el restaurante durante 5 o 6 meses para la investigacion y la creacion denuevos platos.

Sin duda uno de los mejores restaurantes de España, de visita obligada y si puede ser una vez al año.

El precio es sin el vino

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