Un barolo enorme. Pero cerrado. Algo evolucionado en el menisco. Chocolate de leche, alquitrán, balsámicos, un firme fondo mineral. La decantación hace que la fruta roja empiece a abrirse en medio de notas de bosque umbrío, maderas finas (pero no dulzonas ni tostadas), se insinúan las trufas, ligeros tonos de canela y tabaco rubio. Al paladar empieza delgado, austero y taciturno, con el tiempo se va llenando de volumen, no de sensaciones. Firme, de espina sólida, con ciruela pasa, pastel recién horneado y una carga tánica sostenida por una acidez igual de bárbara. Un vino que destaca por su pureza pero que requiere una paciencia que se ha de medir en decenios. No puedo ponerle puntos a este acto de pedofilia vinícola. 89 CHF, 59 euros.