Sobre infanticidios y certificados de defunción

Siempre me ha gustado guardar vino para que consumirlo en un momento mejor, no diré óptimo porque esto ya es subjetivo. Pero siempre he temido el pasarme de frenada, el abrir una botella que, tras guardarla cinco, ocho, diez años, descubrir que me pasé, que el vino, en el mejor de los casos, está iniciando su fase de declive. 

Me gustan los viejunos y si compro una botella del 64 y sale mala no me da ninguna pena, sé perfectamente a qué juego cuando gasto dinero en esto. El problema no es ese, el problema es el de haber hecho el esfuerzo de guardar para encontrarme con que el vino murió. 

Este miedo era bastante común por estos lares y entre la gente que tengo a mi alrededor, sin embargo ahora parece lo contrario. Percibo que el gusto está en ese exceso, que no hay miedo a la muerte (porque minero nací), sino a abrir el vino demasiado pronto, miedo a no encontrar el vino maduro, el vino criado en botella. 

Ya, ya sé que hay que buscar el equilibrio, pero el problema reside en que no sé por dónde van los tiros, que mi botella puede estar o no en condiciones, así que cuando abra sabré cómo está el vino. 

Cuando abro una botella de vino, digamos que del 99, que ya son años, y sigue viva me alegro, no se murió, triunfé. Pero lo que últimamente observo es que la gente tuerce el hocico. Si está buena ahora debería haber aguantado más antes de abrirla. 

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Saludos

Dani