Jerez en el corazón

El 18 de agosto de 2005, como parte de tres días que pasé visitando Jerez y Sanlúcar, tuve la oportunidad de visitar las bodegas del Grupo Estévez, de la mano de una magnífica persona y mejor aficionado.

El actual recinto del grupo que crease el recientemente desaparecido José Estévez, y que ocupó mi visita, ya existía en 1990, época en la que el grupo poseía Marqués del Real Tesoro. En aquel momento constaba tan solo de un edificio de recepción y oficinas junto a una planta de embotellamiento. En el año 2000 el grupo adquiere Valdespino, tras lo cual tiene lugar la incorporación de Eduardo Ojeda, actual jefe de producción y enólogo de la bodega. Un aficionado al vino de pura raza (o un ‘picao’ como nos llama él) que tuve la suerte de conocer en Granada gracias a la cena con jereces organizada por Jesús Barquín. Su conocimiento sobre los vinos de jerez es inmenso, y su posición dentro de él inmejorable. Un aficionado satisfecho y con una ilusión tremenda, así se define él mismo dentro de su trabajo. Y es que tras su entrada en el grupo tras la adquisición de Valdespino, comienza la planificación del actual complejo, siguiendo muchas de sus ideas. Fue él quien me dedicó la mitad de toda la mañana para enseñarme la bodega y sus vinos.

Nos encontramos pues en un complejo que aúna tecnología y tradición, pero sobre todo funcionalidad. La planta de embotellado fue modernizada con dos nuevas líneas, totalmente automatizadas, con sistemas de visión artificial y ese tipo de cosas que hacemos los informáticos y que de vez en cuando sirven para algo productivo. Esta planta se convirtió en el final de una serie de naves que comienzan con la planta de vinificación más moderna hasta este mismo año, en que Osborne construye una similar, con tolvas automáticas y conectadas por tubos de aspersión a una serie de desvinadores por gravedad y prensas horizontales. Esta sala está conectada por una serie de conductos y puertas con la de vinificación, y esta a su vez con la de frío, estabilización, filtrado. Así hasta terminar en el embotellado y etiquetado.

Desde la puerta de entrada de la nave de vinificación podemos ver el insigne pago de Macharnudo, parte del cual pertenece al grupo tras la adquisición de Valdespino.

En paralelo se encuentra la nave de crianza, la más grande en una sola pieza (son siete naves unidas ‘de corrido’) que yo haya visto hasta el día de hoy (que incluyen Osborne, Barbadillo y Tío Pepe de González Byass por ejemplo). La humedad está controlada con humidificadores, y los suelos son de planchas de hormigón (como las de las pistas deportivas). Las botas contienen todos los vinos en crianza, así como aquellos que realizan la tradicional fermentación en botas.