¿Cuándo abrir la botella de vino perfecta? Lo complicado es esperar y seleccionar la botella adecuada

Me ha pasado muchas veces. Con amigos, familia o incluso con mi mujer. Es un enigma, quizá el más complicado para mí en este mundo. Cuándo abrir esa botella perfecta.
Todos nosotros tenemos botelleros, vinotecas y bodegas más o menos adecuadas. Unos almacenan cinco o diez referencias, otros coleccionan trescientas y los más afortunados varios miles. En cualquier caso, la elección a la hora de descorchar un vino, aparte de sabiduría y sentido común requiere un grado enorme de suerte. Además no somos siempre igual de generosos, todo depende de la compañía. Y el precio no es ni mucho menos un factor absoluto.
Esta misma noche se han alineado los astros impidiéndonos beber Charme y Batuta de Nieeport y finalmente nos hemos conformado con un "simple" Redoma 07 que ha salido fabuloso y del que estoy seguro de su valía. Les habría hecho sombra a sus hermanos mayores si los hubiéramos tomado todos juntos.
En Navidades abrimos botellas importantes y la mejor fue una olvidada de "Imperial" 1994 que nos hizo levitar.
Hace poco, con un compromiso saqué un magnífico Burdeos que un mes antes me proporcionó una gran satisfacción y no dio la talla.
En cierta ocasión, un desconocido Pomerol recluido durante años en un armario en malas condiciones ambientales nos hizo disfrutar de lo lindo.
Este año pasado un vecino se quedó sin llaves, le dimos de cenar, le pusimos una copa de un Jumilla infumable empezado dos días antes y cuando se fue me terminé la botella.
He probado Borgoña genérico sin muchas esperanzas con el que no he parado de salivar, y grandes Cuvées de Jura teóricamente en su momento óptimo que no me han dicho absolutamente nada.
He guardado añadas míticas que se suponía que tenían carrete y estaban muertas, he abierto grandes vinos en un momento de juventud que han atacado mi paladar. La mayoría de las veces apostamos por los grandes y descartamos los humildes sin saber que los primeros los bebemos demasiado jóvenes y que a los segundos no les damos la oportunidad. A modo de ejemplo, en estos años hemos visto riberas demasiado maderizados, barolos alcohólicos, blancos de Chablis que herían las encías y por el contrario tintos del Ródano en los que sólo quedaban terciarios o riesling alemanes con una predominante y desagradable nota a gasolina. Todos ellos prestigiosos y renombrados. Nuestro error, la osadía de abrirlos demasiado jóvenes o el afán coleccionista del que guarda y guarda como "El Avaro" de Molière.
Uno de los mejores de mi vida fue un Faustino en una tasca inmunda en vaso de chato, es verdad que iba con hambre.
Circunstancias, entorno, momento anímico, días raíz...
La pregunta no tiene respuesta, y por eso no la hago. ¡Qué complicado es elegir la botella perfecta!.