El discreto encanto de... la decadencia (hablando de restaurantes)

Aquellos restaurantes que una vez fueron lo mejorcito de la ciudad, que un día fueron los más exclusivos, que marcaron época, que durante mucho tiempo su nombre fue unido a palabras como distinción, éxito, glamour...

Restaurantes en los que "había que estar", porque ahí se citaba la flor y nata de la sociedad local. Restaurantes que, su sola mención, despertaba un sentimiento de admiración. “Ayer cené en …” ¡!

Restaurantes que eran objetos de grandes y temerarios envites: "¡Me juego una comida en...!"

Restaurantes que indefectiblemente sonaban cuando ibas de viaje a una ciudad. “¡Hombre, vas a…! ¡Pues tienes que comer en…!”

Pero, amigo, pasó el tiempo y...

Unos cerraron, otros se "reinventaron", otros fueron incluso derruidos... Mas quedan algunos, muy poquitos, que sobrevivieron y milagrosamente mantienen, a duras penas, intacto ese espíritu original...

Esos restaurantes en los que hoy, ya no hay que llamar para reservar, ya no comes tan bien, ya nada te sorprende, ya no te sirven tan bien, pero.... Queda esa fabulosa estancia necesitada de una reforma… Queda aquel camarero ya casi sesentón, con mucha clase, con un uniforme caro pero ya ajado, con andares cansinos.... Queda aquella vajilla de porcelana de espléndida calidad, ya trasnochada, esa cristalería labrada, esos pesados cubiertos, esos bajoplatos de plata ya oscurecida… Queda aquella carta poblada de referencias afrancesadas que en su día fueron innovadoras.. pero que hoy ya las encuentras en cualquier bar de barrio...

Vas, te sientas, respiras, te relajas, observas... y disfrutas. Respiras ese olor a moho, a terciopelo humedecido, a maderas nobles, a sacristía… Oyes ese crujir de la tarima… Oyes esos sonidos quedos en la distancia que parecen provenir de la conversación entre el maitre y la cocina….

Ves que estás solo en el restaurante, tal vez una mesa al fondo ocupada por un matrimonio mayor, elegantes ellos, silenciosos… y que quizás estén experimentando ellos en sus propias vidas el mismo proceso que el restaurante… al que por cierto ellos jamás llaman restaurante, sino “restauran”..

¿No os viene a la cabeza algún restaurante de vuestra ciudad? ¿Cuál?
A mi varios. Uno bien puede ser Los Borrachos, de Zaragoza. La última vez que pasé por ahí me pareció ver que estaban obrando… ¡Qué pena! ¡Que no lo toquen! ¡Que se quede como estaba!