El Holocausto en Ribeira Sacra y Valdeorras: Capítulo 2. Guímaro y Pazo de la Cuesta
El segundo día tocaba visitar dos bodegas relativamente próximas una de otra en la Ribeira Sacra. Como elemento en común tienen el trabajo como enólogo y asesor técnico de Luis Buitrón, que nos puso en contacto con Pedro Rodríguez, de Bodegas Guímaro, que fue quien tuvo la deferencia de enseñarnos personalmente su bodega y transmitirnos esa pasión que tiene por sus viñedos y sus vinos.
Pedro Rodríguez es descendiente de una familia de viticultores que lleva generaciones trabajando las empinadas terrazas sobre el río Sil. Pedro tomó las riendas del proyecto en 2001, tras estudiar fuera y regresar con ideas renovadoras, pero siempre fiel a la tradición familiar. Su carácter cercano y su entusiasmo por el vino han sido determinantes para posicionar a Guímaro como referente internacional, con presencia en más de 16 países y reconocimientos de críticos como Robert Parker y medios como el New York Times.
El nombre “Guímaro”, que significa rebelde en gallego, es un guiño al apodo de su abuelo y refleja la filosofía inconformista y apasionada de Pedro: preservar la identidad gallega, trabajar con variedades autóctonas y métodos ancestrales, y dejar que el vino hable por sí mismo.
Guímaro cuenta actualmente con cerca de 10 hectáreas de viñedo en propiedad, ubicadas principalmente en la subzona de Amandi, en la Ribeira Sacra. Además, controla otras 16 hectáreas adicionales mediante acuerdos con viticultores locales de confianza. Los viñedos de Guímaro están plantados en empinadas terrazas de pizarra y granito sobre el río Sil, lo que caracteriza tanto la viticultura heroica de la zona como el perfil singular de sus vinos.
Lo único que pasa es que tanta pasión le echa Pedro a sus vinos que lo que hicimos fue catar uno tras otro pero no de botella sino de barricas de tintos y depósitos de blancos. Barrica por barrica! Sí, el mismo vino catado en dos o tres barricas diferentes, cosa que mostraba una sorprendente variación en función del grado de uso y del tipo de barrica y que muestra la labor “ingenieril” que debe ser el ensamblaje de las diferentes barricas hasta conseguir la mezcla final. Si no catamos treinta o treinta y cinco barricas no catamos ninguna! Su bodega tiene toda la pinta de los estilos de “garage-wine”.
Así que me temo que tendremos que volver al apartado “Vinos” del foro para ir metiendo las notas de cata de las botellas que eventualmente nos llevamos de la bodega. Pero al menos no me resisto a dar un listado de los vinos más emblemáticos de Guímaro y de sus características básicas.
- Guímaro Tinto: Vino joven, fresco y directo, elaborado principalmente con Mencía y otras variedades autóctonas. Procede de viñas de unos 40 años y es ideal para descubrir el carácter de la Ribeira Sacra.
- Camiño Real: Tinto de mayor complejidad, elaborado con uvas de parcelas viejas y una mezcla de variedades gallegas, fermentado con racimos enteros y largas maceraciones.
- Finca Meixemán, Finca Capeliños y Finca Pombeiras: Vinos de parcela procedentes de viñedos singulares, algunos con más de 100 años. Son los vinos más codiciados de la bodega, con gran capacidad de guarda y una expresión única del terruño. De este Pombeiras nos llevamos unas cuantas cada uno por recomendación del propio Pedro.
- Guímaro Godello y Cepas Viejas: Blancos elaborados con Godello y otras variedades, frescos, aromáticos y con estructura, ideales para quienes buscan vinos blancos gallegos de calidad.
- A Ponte: Vino tinto ecológico, elaborado con el 100% del raspón, lo que aporta frescura y acidez equilibrada. Se destaca por su carácter aromático y afrutado.
En suma, otra visita de esas que cuando te las enseña su propietario percibes esa pasión que transmite y la ilusión que le pone a su proyecto.
Sobre Pazo de la Cuesta ya escribí algo hace poco más de un año (https://www.verema.com/foros/foro-vino/temas/1610680-pazo-cuesta-ribeira-sacra-dara-que-hablar?page=1) y aprovechando este viaje del Holocausto a la zona aprovechamos para hacerle una segunda visita aún a sabiendas de que es un poco pronto para poder apreciar todos los cambios que se están aplicando en la vinificación.
Visitar Pazo de la Cuesta es mucho más que visitar una bodega. Es visitar un museo; un trozo de historia. Y por si fuera poco, está rodeada de un entorno natural de belleza difícil de imaginar, rodeada por los ríos Sil y Lor.
La historia documentada de Pazo de la Cuesta se remonta hasta 1416, cuando aparecen los primeros escritos que hacen referencia a este importante edificio, su granja, bodega y viñedos. Actualmente, el pazo es propiedad de Manuel Bellod Álvarez de Lorenzana, decimocuarta generación de la familia, quien decidió recuperar el patrimonio familiar y devolver a la bodega el prestigio que tuvo antaño. En este proceso ha encargado recientemente a Luis Buitrón sacar el máximo del patrimonio vitivinicola de la finca.
El pazo cuenta con aproximadamente 14 hectáreas de viñedo, divididas en 11 pagos diferenciados según variedad, edad, orientación, altitud y suelos. La edad media de las cepas es de 40 años, aunque lo más extraordinario es que conservan, en menos de una hectárea, cepas prefiloxéricas con más de 150 años de antigüedad. Estas cepas centenarias son principalmente de garnacha tintorera (alicante bouschet), importada de Francia por el tatarabuelo del actual propietario en busca de variedades resistentes al oídio. Sobrevivieron a la devastadora plaga de la filoxera gracias a su ubicación en suelos aluviales cercanos al río Sil. Para sus vinos, Pazo de la Cuesta cultiva variedades autóctonas como Godello, Treixadura, Albariño y Loureira para los blancos; y Mencía, Garnacha Tintorera, Brancellao, Sousón, Merenzao y Caiño Tinto para los tintos
La cata fue en un ambiente de lujo, en una terraza interior (lo que los gallegos llamamos “galería”) con vistas a los jardines del pazo y en la que era fácil imaginarse estar rodando una serie de televisión sobre la vida del siglo XIX!
De los vinos catados en este momento destacaría el Batanero, 100% Mencía de viñas sexagenarias, un tinto elegante de cuerpo medio, fresco y con buena nariz. También se agradece el moderado grado alcohólico (13.3%). Creo que fue el que más nos gustó a todos.
También muy interesante la Garnacha Tintorera Prefiloxérica, complejo y con buen aporte de la barrica (no excesiva, 8 meses en barrica de roble francés, una de 500 litros y dos de 300).
La Pastoriza, casi mayoritariamente Godello con algo de Treixadura y Albariño, era la misma añada que probé en depósito en mi visita anterior; ya entonces me pareció de acidez algo corta y se confirma. Pienso que trabajarán en esto en añadas posteriores porque ya lo hablamos en su momento con Carlos Suárez (el colaborador de Luis Buitrón) y este vino está destinado a ser el buque insignia de los blancos de la bodega.
Del resto de los vinos hubo más disparidad de opiniones. A mí me gustó el varietal de Brancellao que me pareció de paso fácil, fresco y aromático y del que disfruté su bajo grado alcohólico (12.5%). Aunque como digo no hubo unanimidad de criterios.
El lo que sí hubo unanimidad fue en el disfrute del día y de las atenciones de ambas bodegas en un entorno natural que invita a volver.