Mi experiencia es que todo depende de la historia que se quiera contar. Los

Mi experiencia es que todo depende de la historia que se quiera contar. Los vinos son las palabras, pero el guión lo escribes tú. Si se trata de una cosa básica, el orden propuesto por los que sabiamente me han precedido está muy bien. Pero luego se puede jugar. Por ejemplo: vinos costeros frente a vinos continentales, y la cosa, por así decirlo, iría por ondas: San León, La Bota Nº 30, Amontillado Gutiérrez Colosía, Oloroso Gutiérrez Colosía, La Ina, La Bota nº 27, Palo Cortado Antique. El dulce en estas catas es más un problema que otra cosa, aunque ilustra parte de la historia de Jerez: lo digo porque no permite volver sobre los pasos con la boca saturada de 300 gramos de azucar por litro. Hacer comparaciones de ida y vuelta es uno de los placeres de una cata. Por decir algo, igual hubiera tenido gracia tener un oloroso jerezano puro y duro que evidencie la diversidad de estilos entre los vinos oxidativos continentales y costeros.

En cuanto a lo del Ovni, permite ilustrar algunas cosas que igual el personal desconoce: que hay vinos de crianza biológica hechos con PX, la posibilidad de criar vino bajo velo en tinaja, la existencia de magníficos terrenos calcáreos en Montilla. Algo que permite (como dices tú poniéndolo al principio) empezar a calentar motores y que la gente le de a la pelota.

Y luego, pues a disfrutar. Yo en cata, francamente, no pondría nada de comer (agua sí, pero no se come). Parte del juego es que nariz y boca se vayan adaptando sin intrusiones. Si sería creativo y generoso en la comida posterior si hubiere. Jugar con el oloroso y la caza o un rabo de toro. Con la manzanilla y una fabada (aunque parezca osado). Con el amontillado y un tataki de atún.