Que puntuación se le puede otorgar a un vino único, al resultado de un capricho, a un vino que no tiene patrón de comparación, pues sinceramente mi respuesta es negativa, imposible puntuar.

Quizás me he encontrado con el PX más atípico, un proyecto que en su día caté junto a Lorenzo Valenzuela, y que gracias a Antonio Pacheco he tenido el privilegio de volver a probar. Un PX que desde su visual con tonos cobres nos adelanta un trabajo diferente y un resultado personal, un caldo con un enorme abanico aromática, desde fruta confitada a maderas finas, en boca una delicia en justo equilibrio entre la sensación untuosa y fresca, cubre el paladar.

En copa presenta color rojizo cobrizo, como la tierra de zonas áridas (para haceros una idea me acordé de repente del Cañon del Colorado ¡!), posee lágrima media-alta y es ligeramente denso.
En nariz presenta higos secos, una ligera pasificación, muy leve, es auvado, notas a tostados, a turrón, a pomelo junto con un fondo de hojarasca, notas golosas y ligerisimamente una nota a alcohol.
En boca es ligeramente denso, suavemente pasificado, dulzón, de nuevo los toques a higos, los tostados, un suave matiz de guinda y de pomelo. Resulta distinto, sabroso y muy bebible. Muy lejos de la untuosidad habitual de los PX.
Muy interesante.