Vino sin complicaciones con una nariz en la que predominan los aromas de fresa, frambuesa, palote, chicle de fresa junto a balsamicos de regaliz y especias dulces, junto a leves tostados de la barrica, apenas insinuados. En boca es fresco, crujiente, con buena carga de fruta y fácil de beber.

Es un vino preconcebido para un perfil joven. No hay más que ver su imagen y cómo se mueve por las redes sociales. Hay un buen camino hecho. No defrauda en parte, pues es expresivo tomado fresco, de orilla violácea, sin mucha capa, con aromas puramente frutales y golosos, a chuches, fresitas, chicle de cereza, regaliz rojo... no parece tener crianza, pero cuando se atempera y coge temperatura es cuando se pone un pelín serio, salen unas especias de monte y unos tostados de la madera. En boca es ligero, dulce, sabroso, de acidez comedida, muy fácil de beber, con un toque vegetal fresco en el postgusto.
Está bien este vino, aunque quizá tenga más tirón del merecido. No lo puedo comparar con añadas anteriores, ya que siempre me he decantado por otros, pero considero por precio y calidad uno de los habituales en determinados momentos.

En la copa hay uva soleada, ciruela negra, fruta negra madura junto a las notas dulces de la madera. Evoluciona hacia la fruta licorosa, algo terroso, monte bajo. Es expresivo, se superpone la madera en el conjunto, sin taparlo. Surgen notas tostadas, caramelo toffee, un balsámico grato, regaliz y miel.

En boca se muestra más fresco que en nariz, aunque la acidez se muestra un tanto desdibujada en el conjunto. Sale la fruta no tan madura, fresa, grosella y un grato dulzor, lo hace fácil de beber, pese a no serlo. Un vino de diseño, a la carta, quizás algo tipificado.