Restaurante Mulandhara (CERRADO) en Valencia
Restaurante Mulandhara (CERRADO)
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:

Añadir vino por copa

Precio desde:
10,50 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingos tarde y lunes todo el día.
Nota de cata PRECIO MEDIO:
29 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.3
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.0
Comida COMIDA
7.6
Precio medio entorno ENTORNO
6.2
RCP CALIDAD-PRECIO
8.2
Ensalada de tabule de espelta y trigo sarraceno
Arroz meloso con secreto ibérico y verduritas
Snacks
Ensalada Hoffman
Yema de huevo, berenjena, encurtidos y mojama
Potro navarro
Snacks
Mejillón gallego con celeri y anisados
Jurel en su jugo
Bonito con salsa de manitas de cerdo y puerro joven
Banana split
Callos marineros....
yema de huevo.....
Perrins y fils
Arroz de Rape y Boletus
Entrantes
Opiniones de Mulandhara (CERRADO)
OPINIONES
39

Con la apertura del nuevo restaurante del propietario, Mulandhara se ha quedado más para tapas, eliminando los menús más caros. Por lo demás, más o menos igual que en mi anterior visita.

Tomamos el menú de tapas (18,-€), consistente en tres tapas elegidas por el restaurante y un segundo a elegir por el comensal.

De las tres tapas sólo recuerdo las croquetas de ropa vieja. Como plato principal tomamos un sabroso arroz meloso de sepia bruta y blanquet, que tuvimos que servirnos nosotros mismos, pese que la camarera se ofreció a ello. Tampoco recuerdo el postre.

Para beber, un par de copas de un vino alsaciano de riesling (3,80€/ud.) servidas a buena temperatura en copas correctas, una botella de agua (2,-€) y, según mi esposa, un buen cortado (1,80€).

Salí contento, pero no tanto como en mi visita anterior.

Como curiosidad, el ticket tiene fecha 10/08/2014.

Se hizo hace unos años una película argentina llamada "No sos vos, soy yo", pues eso, demasiado creativa para mí. Es la primera vez que acudo a este restaurante, tomamos el menú de 25 euros acompañado de El grifo blanco. Local precioso, servicio atento, copas y cubertería super cuidados, precio ajustado, buen género pero demasiado trabajado para mí. Sitio muy recomendable para los amantes de la cocina creativa pero yo soy de los que espero que si en un plato hay habitas y alcachofas el plato sepa a habitas y a alcachofas y no a hierbabuena porque para eso prefiero el mojito. En todo caso que suerte tener en la misma calle dos restaurantes tan buenos y tan diferentes, yo me quedo con el otro pero no es la Mulandhara soy yo.

Mulandhara es uno de esos restaurantes de los que ya te has empapado sobradamente antes de visitarlos. Desde hace tiempo me leo todas las valoraciones que se “cuelgan” en Verema de este local y de ellas, especialmente de las de algunos foreros que, por una u otra razón, me despiertan más credibilidad, deducía que algo bien estaban ofreciendo en esta casa. Paralelamente a esa buena imagen se acrecentaba en mí la curiosidad y las ganas de visitarlo. El hecho de quedar un poco apartado del centro neurálgico de la ciudad lo había impedido hasta que la ocasión se presentó en forma de comida de la Peña gastronómica Los Restauranteros como acto final de un intenso fin de semana. Muchos de sus miembros ya habían partido hacia sus ciudades de origen y sólo seis personas quedamos esa mañana directamente en el restaurante para conocer su propuesta y poder corroborar esas buenas vibraciones, aunque cuatro de ellas ya habían estado anteriormente.

La primera sorpresa vino con el local ya que, tras lo leído por aquí, me había hecho una imagen preconcebida del mismo que resultó ser errónea. Me lo imaginaba más “desnudo” o “simple”. Una muy buena impresión del mismo me invadió al cruzar la puerta. Los amplios ventanales permiten la entrada de abundante luz en la sala y, en un día radiante, todo aparece limpio y resplandeciente. La sala me resultó elegante, moderna y funcional sin caer en el minimalismo un poco ya de capa caída. Buena recepción por parte del personal. Empezamos tomando unas cervezas y vermuts (Vittore) y pasamos directamente a la comida pues el menú estaba pactado de antemano:

- Aperitivos: Ceviche: servido en vaso de chupito (un pelín más grande que éste), cítrico y “cilantroso”, como debe ser, muy bueno; Cochinita pibil: presentación tipo “nugget de pollo” con salsa ligera y adornos herbáceos (un pelín seco); Crujiente de piel de bacalao y brandada de bacalao: buen aperitivo y casando perfectamente con la definición de éste: comida ligera que se toma para abrir el apetito, antes de la comida principal.

- Yema de huevo, berenjena y encurtidos: Hay platos que, sin saber porqué, se convierten en el plato señero de una casa y que te llegan a generar auténtica “ansia viva” por probarlos. No sé si se trata de platos concebidos en un momento de inspiración sublime del cocinero/a, cuasi místico, si son fruto del estudio y de decenas de pruebas, si simplemente la clientela se ha empañado en hacerlo famoso o si hay de todo un poco. Este es un claro ejemplo y a mí, lo confieso, también me gusto: bello en su presentación, delicado en sus texturas y armónico pero a la vez contundente en sus diferentes sabores. Bravo.

- Caballa ahumada con emulsión de sus espinas, miso y ajo encurtido: Otro grandísimo plato. No sé si hay una “conjura secreta” entre cocineros o si el hecho responde a criterios puramente económico-empresariales (pescado a buen precio de coste) pero la caballa está presente en muchos de los menús gastronómicos que he probado últimamente (como hace pocos años el foie, el huevo a baja temperatura…). Yo feliz, pues ello me ha permitido apreciar mucho más un pescado que puedo comprar en cualquier pescadería y que da mucho juego.

- Brótola a la romana: El toque de originalidad viene dado por el no rebozado de la pieza de pescado como se suele trabajar cuando se prepara algo “a la romana” sino que ese rebozado se presenta en forma de “polvo” crujiente que corona el lomo de la brótola. Un fondo/crema de pescado y marisco dota de cremosidad cada bocado. Correcto.

- Ostra Gillerdeau amb fesols i naps: Otro gren bocado. La ostra se deposita cruda sobre un caldo caliente elaborado del fondo de l’arròs amb fesols i naps y ello le da una cocción mínima en el tiempo que transcurre entre el emplatado y el momento en que se toma. El molusco es de gran tamaño y el fondo de una concentración bárbara. Éste sí me recuerda el famoso estofado de salazones de Eneko Atxa.

- Suquet de merluza: Buen género y excelente el suquet de acompañamiento. Plato sin alardes vanguardistas en el que se priorizan los sabores ante todo. Un toque actual sí le dan los miméticos de patata que asemejan garbanzos.

- Arroz meloso de pollo de corral, mostaza y hierbabuena: Uno de los mejores arroces que he tomado en mi vida. Nunca me cansaré de las presentaciones clásicas de esta tierra. Soy valenciano, me he criado con el arroz y disfruto de él cada vez que lo tomo, siempre y cuando esté bien hecho, claro. Pero se agradecen estas innovaciones en un campo más bien tradicional y en el que muchos experimentos en cocinas de menos nivel acaban en fracaso. Ese mismo viernes probé el de Ricard Camarena de mostraza y estragón. Similitudes entre ambos pero, si tuviese que elegir uno, me quedo con éste. Enhorabuena.

- Tarta de manzana: Aquellos foreros que participan como lectores persistentes de la sección de restaurantes de Verema, seguramente habrán leído algo sobre el Baret de Miquel Ruiz en Denia (cocinero “exestrella” Michelín que triunfa ahora con una propuesta de menos pompa). Muchos de los que allí lo hemos valorado, entre los cuales me incluyo, contamos maravillas de su tarta de manzana y su presentación que, realmente, nada tiene que ver con lo que todos imaginamos cuando pensamos en este postre. Grata sorpresa también en la casa que nos ocupa. Un postre ligero a la vez que sabroso con una presentación original y atrayente. Muy rico.

Acompañamos el menú con una botella de Colet Tradicional Extra brut, dos botellas de Pezas da Portela (a buen precio) y otra de vino dulce que no recuerdo (SOS, José Ruiz). Buen servicio del vino en general aunque no presté demasiada atención a la carta y demás. Ambiente genial en la sala con varias mesas ocupadas, personal muy agradable y clientela mayoritariamente “del barrio” (según nos comentan) que es la que, al fin y al cabo, ha de ayudar al pequeño empresario/comerciante a poder “tirar palante”. En definitiva: un muy buen colofón a un fin de semana de lujo y gran disfrute gastronómico.

Tras varios intentos fallidos, incluido Cocinando a 8 manos, y con la sensación de buen local por los comentarios, y buena cocina por lo catado en otros eventos de 8 manos, acudimos el grupo de Perjudicados por el Noma, y alguno más que se apunta, para un nuevo desquite.
Total 7 y entre que eramos uno más (problema?) de lo reservado y que completamos la mesa con más tardanza de la prevista (por problemas en la salida de trabajo) lo que parece que torció el gesto en la sala, a pesar de que eramos muy pocas mesas.

Colocados en una estupenda mesa redonda, acogedora, con elegante y moderno diseño desde la mantelería y la figura que decora, pasando por platos y cubiertos hasta el propio local, aunque con exceso de música más notable al haber poco ruido ambiental.
Buen servicio en sala en cuanto a lo profesional aunque sin ninguna facilidad de comunicación. Servicio de vino bien. Carta de vinos tambien bien.

Para beber, aparte de agua, iniciamos con unas copas de blanco Vegamar pálido y con acidez presente, alguna cerveza que ahora no recuerdo.
Durante la comida estuvimos con un par de botellas de Agustí Torelló reserva que acompañó bien el menú recomendado. Al final y como el arroz que venía era contundente, optamos por acabar con un tinto de garnacha muy interesante: Congo.

En el menú, hay aperitivos de la casa, entrantes, pescado, arroz y postre por 25€ sin bebida. Lo que figura en carta no es lo que luego comimos, no sé si para bien o para mal. Buen pan.

Los aperitivos: tomate seco con huevas de dorada, intereante combinación aunque acabó en demasiado salado; servido en cucharita.
Croqueta de sepia sucia: muy bien, buena textura y sabor.
Barquillo (dulce) en cucurucho de morcilla con cebolla, y aunque han habido comentarios en contra, a mí me gustó el contraste con la morcilla.
Ensalada de algas y perlas del mar: bien, armonizado, presentado en el interior de una lata.

Entrantes: yema de huevo, berenjenas, mojama y encurtidos. Un conjunto muy bueno; una presentación excelente y el arrastre del huevo en la base para comerlo con cuchara obliga a no perder el conjunto. De lo mejor.
Ostra con 5 especias. Buena ostra en tamaño aunque las especias se comen el sabor de la ostra, o le faltaba sabor a la propia ostra.
Garbanzos con guisante y bacalao, con emulsión de bacalao. Plato de guiso de cuchara que consigue un buen conjunto de clásico más la emulsión que si hace algo es decorar. Fondo de sabor bueno.
El pescado: All i pebre. Una salsa extraordinaria.

El principal: arroz meloso de ropa vieja, canela y limón. Un plato fallido. El arroz estaba excesivamente duro (incluso para los que nos gusta masticarlo), quizás se pensaba acabar de hacer en el plato al ser meloso, pero llegó duro; fondo de caldo bien pero la canela y el limón hacían que se apoderarn del sabor global.

Postre: helado de galleta, canela (¿otra?) y tarta de manzana. No está mal de sabor, pero la estética en el plato no me transmitió ganas de comerlo. En el conjunto vuelve a predominar la canela en boca.

Unos cafés finales buenos y hay que irse que quieren cerrar que se ha hecho tarde.

La sensación es de altibajos en los platos, aunque en el conjunto siempre estuvo a buena altura.
Seguramente no se conjugaron los astros en ese día, porque los platos de Cocinando a 8 manos que aportaron en las dos primeras ediciones que pude estar, fueron mejores.
Habrá que buscar otra oportunidad.

Sorprendente, puesto que esperaba algo más. Cenamos dos, y cuando preguntamos por el menú degustación, la respuesta de la camarera fue que no nos lo aconsejaba, puesto que era, literalmente, para "súper sibaritas con muchísima hambre" y que costaba 45€. Evidentemente, tras repetirme lo dos veces por mi insistencia en conocer el menú, optamos por el menú de 25€. Tres entrantes y un principal más postres. En nuestro caso, unos cucuruchos de galleta de helado miniatura rellenos de tratar de pescado. Acertado el tratar pero el dulce d la galleta estropea el conjunto. Un crujiente de fósil de boquerón, curioso y en el que la espina del boquerón quizá debía pesar algo más, se quedó un poco perdida.
Tras un plato de yema de huevo, berenjena y encurtidos bien armonizados, sin nada que destacar, finalmente tomamos el principal, en mi casó una muy correcta merluza y en el caso de mi acompañante un secreto inérico sobre fondo de pato y setas, fondo delicioso, desde luego. Me hubiera gustado que el secreto, apenas marcado en plancha hubiera tenido algo más de tiempo en la plancha. O un cubierto más afilado, pues se hizo complicado cortarlo.
Finalmente, el postre( tarta de manzana) protagonizado absolutamente por la canela, tanto por que cubría todo el plato como por que dominaba el sabor de la crema. De hecho, no encontré la manzana.
La presentación de todos los platos fue adecuada, tan sólo espero que los platos, antes de ser incluidos en la carta, estén más trabajados. Desde mi humilde opinión, encuentro que o no están equilibrados, o tienen errores conceptuales. Seguro que trabajándolos más conseguirán resultados. Y, por favor, si no ponen tantos obstáculos a nuestro interés por el menú degustación, seguro que podrán aumentar la facturación.

Días locos de muchas comidas y cenas navideñas. Quedé con dos amigas para comer en Mulandhara, que por cierto siempre está a tope, y llegué la última a correprisas. Se agradece que en la puerta te reciba Raquel con su sosegada sonrisa.

Charla con las amigas y ojeada al Menú de mediodía (15 € + bebida) con 1 entrante a compartir, 4 degustaciones de snacks, un plato principal a elegir y postre. Y así quedó la cosa:

Al centro una Ensalada Hoffman a base de coliflor y patata, además de brócoli, pasas y una especie de crujiente de galleta. Todo ello regado en abundancia por una salsa muy agradable. Fresco y sabroso comienzo.

Los snacks los recuerdo muy vistosos y ricos, pero lo que tiene estar con las amigas, que estás más centrada en hablar y escuchar que en la comida en sí. Recuerdo la Tosta de humus con cebolla caramelizada, la Caballa marinada con pimiento y cebolla roja picada y sabroso aceite, la Lámina de daikon con salpicón y una cuarta Minitosta que... ainsss, no recuerdo bien! Mil disculpas por mis lagunas ;-)

Optamos por el Arroz meloso con secreto ibérico y verduritas. Servido en cazuela de hierro y acompañado de brócoli, coliflor, pimiento y puede que algo más. Plato que me pareció exquisito. Perfecto punto de arroz que aguantó toda la dilatada comida.

Como postre un Mousse de queso con granada y migas de crumble. Muy agradable y ligero para finalizar.

Para beber, como no podía ser de otra manera, cerveza bien fría. Dos en total.

Local descrito en comentarios anteriores, que ofrece un enclave más que correcto, y que a mí en concreto me resulta entrañable ya que me trae muy buenos recuerdos de la época del Insti y de las horas disfrutadas allí cuando no era más que un bar con billar.

Servicio cercano y alegre. Detalles que siempre agradezco.

En conjunto una buena experiencia, aunque tengo que volver para probar el menú largo que le tengo ganitas.

Se nota que hacen las cosas con entusiasmo y empeño y por eso consiguen buenos resultados. La ilusión mueve montañas. Los seguiremos de cerca! ;-p

  • Arroz meloso con secreto ibérico y verduritas

    Arroz meloso con secreto ibérico y verduritas

  • Snacks

    Snacks

  • Ensalada Hoffman

    Ensalada Hoffman

Por fin pude visitar el restaurante Mulandhara, después de tres intentos fallidos por estar el restaurante cerrado por diferentes fiestas, vacaciones, etc. El caso es que al fin conseguí mesa y pudimos probar la tan aplaudida cocina de Alejandro Platero.
Lo cierto es que he dudado si poner comentario o no, pues la verdad es que no tuvimos demasiado suerte con el servicio desde el primer momento. Al final tras meditación y conversación con un amigo veremero me decido a hacer esta crítica con ánimo constructivo y tratando de que no vuelva a pasar lo que nos pasó a nosotros. Empezaré por los errores para acabar con buen sabor de boca. Reservamos a las 22:30 una mesa para 8 personas, entendemos que es tarde, pero si uno de los comensales sale a las 22h de trabajar no podemos hacer nada para llegar antes. Tal vez esto predispuso al servicio negativamente, pero la verdad es que es mejor no aceptar una mesa que estar estirada, contestona y poco amable, como fue el caso de la camarera que nos atendió. Al principio pensé que eran imaginaciones mías e intenté dejar de lado las paranoias, pero a medida que avanzaba la noche empezaron los comentarios del resto de mis acompañantes en este sentido, así que no fue una sensación mía. Una lástima, pero ahora me centro en la cocina que es la que tiene que ser la protagonista de un restaurante.

Cocina mediterránea de mercado con evidentes pinceladas de cocina de autor. Cuidada arquitectura del plato, buen trabajo de los jugos y caldos y respeto máximo por el producto, sin abusar de los ingredientes y buscando el equilibrio en los platos.

Ofrecen varios menús por la noche, escogimos el más corto por votación popular (me quedé con las ganas del largo pero así es la democracia), ya que el menú ha de ser por mesa completa. Este menú cuesta 26,5€ (25+1,5 de pan que se desglosa al final del mismo). Vamos allá:

Empezamos con unos snacks que son toda una declaración de intenciones, pues aquí prima la cocina de autor, el juego con el cliente y la imaginación del cocinero. Sólo con la imagen se puede hacer una idea de por dónde van los tiros en el Mulandhara. Tosta de pimiento verde con anchoa de bota, muy bueno y una buena forma de empezar, al igual que logrado fósil de boquerón, o la piel de bacalao con mayonesa de limón y las divertidas Oreo de queso idiazabal. Este tipo de entrantes me gustan, siempre y cuando sean una verdadera carta de presentación y el nivel y el estilo de cocina siga este camino, como fue el caso.
Continuamos con un plato que me encantó, la yema de huevo, berenjena, mojama y encurtidos, perfecto el juego de las texturas y de sabores, el punto dulce, el ácido, el casi amargo de la berenjena, el mar y la montaña. Plato sobresaliente.
Continuamos con mejillón gallego, celeri y anisados. He aquí el buen uso de los caldos, de los jugos que comentaba al principio. Buena calidad de los productos y toque anisado de los germinados con el juego de textura con el celeri. Volvemos a ese sabor marino pero con el molusco más "terrestre" en sabor que conozco, lo que da ese juego de sabores tan interesante.
Jurel con cítricos y cacahuete. En este plato faltó un poco más de presencia del pescado, que queda relegado a un segundo plano, tal vez esta vez esta vez el jugo del mismo se come el sabor de la carne, o los cítricos, lo que hace que la pieza de carne en sí quede algo sosa. Aún así la textura del pescado es buena y el juego de sabores también.

Tras los snacks y los tres entrantes había que elegir entre una costilla de potro navarro rúcula y setas que pude probar de mi pareja. La carne se deshacía, las setas, la rúcula, un punto de mostaza y alcaparras potencian el sabor de la carne de caballo que es algo sosa, por lo que se consigue una carne tierna pero con mucho sabor.
Por mi parte escogí el pescado, esa noche era bonito con una salsa de manitas de cerdo y puerro joven. Perfecta la textura del pescado cocinado al vacío que toma todo el sabor de sus propios jugos y perfecto el equilibrio con las manitas de cerdo (de nuevo mar y montaña). No sabría decir qué estaba mejor, si la carne o el pescado, notables ambos platos.

El menú acaba con un nuevo juego divertido, tal cual empieza, la versión del banana split de Mulandhara. A destacar la presentación y el sabor final, que recuerda a este conocido postre.

La carta de vinos tiene una selección interesante, con precios algo subidos, sobre todo porque el servicio es bastante básico, aunque las copas son de buena calidad.

En líneas generales es un restaurante bastante interesante, pero me costó un gran esfuerzo concentrarme sólo en la comida y obviar el servicio para intentar disfrutar al máximo de la velada. Espero que se tome nota y se corrijan estas actitudes que no llevan a nada más que a perder clientes.

Se puede comer un sábado en Valencia un amplio menú de 15 €? Cierto, y además antológico.

Muchas veces no le damos a las RRSS la importancia que realmente tienen, veréis. Sábado por la mañana, cual tic de difícil corrección me dispongo a mirar prensa, correo electrónico y FB entre otros. Bendita fortuna ver información actualizada sobre el menú que se disponía ese día en Mulandhara. Acto seguido se lo enseño a Mara y ya encontramos la excusa perfecta para comer fuera de casa, permitidme el juego de palabras pero es lo que tiene no tener remedio como muchos de los de por aquí ;-)

La verdad es que encontrar un menú similar con un entrante, cuatro snacks, principal a elegir entre siete platos y postre por ese módico precio se me antoja harto difícil, no obstante aquí en Valencia nos estamos bien acostumbrando.

Una vez llegamos tenemos otra vez suerte de encontrar sitio para aparcar frente al local. Al llegar pronto nos tomamos una cerveza en las inmediaciones. Finalizado el zumo de cebada entramos y saludamos a Alejandro. Nos acomodan en la mesa y charlamos un rato con él. Observamos un cambio de imagen para bien. Ligeros pero acertados cambios hacen que siendo el mismo diámetro se aprecie mayor amplitud. Nos cuenta que hace unos meses que hicieron algunas modificaciones. Ufff, parece que fue ayer cuando estuvimos y ya han pasado 7 meses desde la última visita. Reseñar que en plena comida hizo su aparición Raquel y estuvimos departiendo un rato. No me importa además de con un buen vino armonizar la comida charlando con gente inquieta, preocupada y con ganas de agradar, todo siempre con una rigurosa educación y respeto hacia el cliente.

Todos los elementos de sobremesa correctísimos. Cuberteria Dasschone. Cristalería Spiegelau.

Bueno, a por el lío. Fino al canto y unas ricas olivas. Nos ponemos en sus manos y empieza el baile de salón.

Ágape:

Entrante

- Ensalada Tailandesa

Snacks

- Mil hojas de queso de cabra y manzana

- Cremoso de atún con almendra tostada y tomates cherry secos

- Coca negra de Babaganoush y sardina de bota

- Tartar de salchichón marino

Plato principal

- Arroz meloso de sepia bruta y blanquet

Postre

- Plátano, toffe y chocolate

Todos los platos bien ejecutados, excelente materia prima y sabor mayúsculo. Ya en la cumbre el remate fue un opulento y sabroso arroz.

Bodega:

- La bota de nº 35

- Lapola 2011

Buen servicio del vino, buena temperatura, disposición de cubitera. Precios algo cargaditos, no en todas pero si en bastantes referencias. Bien es cierto que el servicio del mismo es muy apropiado. No obstante aquí la estrella es la comida y vaya lo bien que se come.

Conclusión:

Alejandro y Raquel forman un equipo sólido, tienen las ideas claras, se mueven buscando una continua evolución, se interesan por tus sensaciones y no tengo dudas que las procesan. Disfrutamos de nuevo en esta visita y me fui con la certeza de que habíamos comido en un local consolidado, que con juego limpio y sin sacar los codos se ha asentado firmemente en nuestra ciudad. Creo en ellos y me gusta el concepto. Ahí está el resultado, sábado a mediodía y prácticamente lleno. No quiero dejar pasar la ocasión de felicitar también la labor del resto de personal que en todo momento nos trató de fábula. Evidentemente volveremos esperando que no pasen tantos meses.

* Precio sin vino

nueva visita al rest.esta vez con la oferta de un cupon.pensaba que
iba a haber algun tipo de discriminacion en cuanto a las raciones de comida,pero no,no fue asi,por tanto recomiendo lo del cupon porque te
sale un 50% menos.menu para dos:entrantes para compartir,yema de huevo
ya descrita en ant.comentarios,muy buena,caballa marinada,esta vez con
el sabor de la caballa mas suave,buena,crema de chirivia con tierras
vegetales;una crema dispuesta en horizontal y formando como un arbol caido con una especie de tierra y microverduras eran diferentes clases se setas con un sabor extraordinario y visualmente tambien,muy
bueno,y como plato principal el famoso arroz premiado en concurso de
alcira(alzira)un caldero de hierro con tres raciones largas de arroz
el cual con lo que lleva (careta,morcilla,alcaparras)te daban ganas de salir corriendo,pero no,pues estaba con sabor y desgrasado al maximo y
las alcaparras lo suavizaban mas,muy bueno.postre la enesima version de la tarta de manzana,pero ahi pinchamos,comparando con la
variedad de tartas de m.esta se olvida rapidamente,yo no la acabe.
dos copitas de mistela que entraban en el menu y fin.
para beber un cava PRIVAT LAIETA B.N.RES.2009 y degollado a finales del 2012.nos gusto mucho.precio menu:26.cava 26.

Si algo positivo ha surgido de esta eterna situación de hastío general, ha sido la finalización del paralelismo entre alta cocina y el marco para ponerla en escena, lo segundo siempre incrementaba considerablemente la factura en términos generales, y por lo tanto, en múltiples ocasiones se terminaba pagando más por el continente que por el contenido. Pensando en los tiempos que corren, algo insólito desde el punto de vista de la lógica. Tan necesarios son los grandes restaurantes que garvitan en búsqueda de la perfección absoluta, como las propuestas más modestas pero de coquinaria brillante.

Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga, y por lo tanto este binomio pasa por horas bajas, salvo contadas excepciones ahora el lujo esta en el plato y no en los elementos externos que lo rodean. La democratización de la alta cocina empieza a ser la norma y no la excepción, lo que a la larga mejorará con creces la oferta en términos generales.

Mulandhara es un buen ejemplo de estas nuevas tendencias, que priman la gastronomía ante todo, practicando un buen despliegue culinario a precios amables en un marco correcto de informalidad, sin escatimar en confort pero prescindiendo del lujo, valiéndose de una despensa baladí pero de gran calidad.

Su labor socializadora queda patente en un menú bien armado, que pretende sorprender y entusiasmar, sin artificios creativos ni artillería vanguardista, basado en la fabulación, en el virtuosismo, e intentando contar una historia singular, personal y que deje huella.

En nuestra visita todo empezó con una secuencia de snack. Un concepto adriático que me encanta, porque hace las veces de tarjeta de presentación y muestra, en parte, hasta donde será capaz de llegar el ejecutor. Es un juego que rompe la parafernalia secuencial de la alta restauración clásica, que en contra ejecuta el servicio en diferentes actos separados. Aquí no, todo junto y a disfrutar metiendo mano.

Qué bueno estaba el papel de arroz coronado por una salsa sabrosísima. Al igual que el sorbete de manzana, apio y vino blanco, muy refrescante, aunque para degustarlo prefiero una copa y no una probeta. Muy alejadas de las industriales, por su perfecta resolución, las cortezas de bacalao, un “fósil marino” que cuando está conseguido entusiasma. Más flojo el pisto manchego sobre pan negro, “atomatado” en exceso y con una brunoise de verdura muy fina pasada en punto de cocción.

Yema de huevo, berenjena, mojama y encurtidos. La yema, ¿curada a la sal?, ¿a baja temperatura?, no se….. El sabor se concentra pero también su textura, que pierde su fluidez asemejándose más a una pomada, aspecto que modifica su gusto y lo hace quizás menos delicado. Utilizando la yema simplemente atemperada, a modo de salsa y no de base, creo que mejoraría en untuosidad y ganaría en elegancia. La asociación de elementos; salado, picante, graso y acido funciona a la perfección.

Sorpresón en el siguiente pase, ¡¡un esparrago blanco natural, de Navarra!!. Se agradece la presencia de esta maravilla fálica de carnes satinadas, turgentes y aromáticas, que por motivos que desconozco es más difícil de ver en las mesas del sur que a un torero con bigote. Se presenta camuflado bajo un rebozado de sésamo negro, un tenue y visual disfraz de sabor original, y acompañado de una mahonesa de trufa, perfecta emulsión de tierra húmeda. Si señor, la elegancia de la sencillez, sobresaliente.

Seguimos con una caballa muy bien tratada acompañada de un refinado ajoblanco, simple y rico, la complejidad radica en la curación del pescado. Una exquisitez atiborrada de grasa marina cuando está en temporada, y que combina a la perfección con el matizado amargor de la almendra. Un modesto pez que nada en su época dorada, y todo gracias a profesionales como este que han sabido auparlo a la categoría de manjar. Se ha terminado el ciclo de los salazones momificados, ahora se acortan mucho más los puntos de cocción de esta técnica ancestral, consiguiendo respetar el producto sacándole mucho más partido.

Continuamos con lo que me pareció una musola, judías y caldo de calamar. Un pescado anodino que hay que saber tratar para revestirlo de personalidad, no era el caso, su insipidez quedaba patente. Se acompañaba de un fondo sabroso y oscuro del cefalópodo, que haciendo las veces de elemento integrador monopolizaba el preparado, era lo mejor del plato, emulaba al de Berasategui sin llegar a tan grandes cotas. Un traspié de fácil resolución reemplazando al protagonista.

Apoteósico el arroz meloso de careta y alcaparras. Lo que podía haber sido una infumable olla de pringue resulto un plato ligero y suculento, de gran sazón, incluso delicado pese al protagonismo del verraco. A ello contribuían en gran parte las alcaparras, que salpicaban el conjunto de matices acéticos, y por supuesto un fondo elaborado con la maestría de los grandes genios, sin grasa y colmado de sabor. Toda una oda a la cocina lenta de la salivación, espectacular es poco.

Se reitera en lo ejemplar con el capítulo dulce, protagonizado por un antológico helado de jengibre con chocolate (bizcocho), zanahoria (crema) y cilantro (en crudo). Acido, fresco, untuoso, dulce, amargo, picante, cítrico, goloso, meloso, frio, esponjoso y atemperado. Todo esto me encontré en el postre que remato la comida; una amalgama de inteligencia, sentido común y técnica. Una muestra de que se pueden construir platos dulces más allá de la repostería plastorra y atiborrada de azúcar que invade muchas cartas. Una creación de factura realmente elegante y contemporánea, una receta que contextualizando los sabores, las temperaturas y las texturas consigue con creces la finalidad que busca.

El caso es que obviando detalles de apreciación subjetiva; como un pase con una cubertería futurista y muy poco funcional, digna de Star Trek, o la desnudez de las mesas, aspecto que sin duda le resta calidez y empaque al condumio, la experiencia fue más que agradable.

Nos gustó su estilo solido lleno de detalles sugerentes y de sugerencias cambiantes, que lo convierten en un aliciente más que atractivo para disfrutar compulsivamente y que incita a transformar lo cotidiano en elegante.

Un restaurante desenfadado que prescinde de la inanidad para ceder terreno al ingenio, y que en complicidad con los tiempos actuales consigue ofertar más por menos, puro instinto de supervivencia animal. Está apoyado en una propuesta inteligentemente técnica, respetuosa con las bases clásicas, muy seria, que relega de argumentos rimbombantes y metáforas horteras. En definitiva una alta gastronomía de barrio que dará mucho que hablar porque vislumbra genialidad.

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