Estoy de acuerdo. A mí me pasa parecido: salgo de restaurantes pero, siempre

Estoy de acuerdo.

A mí me pasa parecido: salgo de restaurantes pero, siempre que me es posible y, salvo excepciones, cada vez un poco menos (o bastante menos que antes).

De mi presupuesto mensual para ocio, vicios y saraos (donde entra el vino que compro) y excluyendo el presupuesto de viajes o escapadas, hace 8 años era un 60% para restaurantes, 20% salida de copas/cine/otros y 20% para vino en casa. Actualmente (y sin peque en mi caso), es un 70% para vino en casa, un 10% para salidas puntuales de copas/cine/otros y sólo un 20% restaurantes.

La razón es clara: cada vez me "aburren" más la mayor parte de cartas de vinos de restaurantes que me puedo permitir pagar con asiduidad. Restaurantes de 150-200-300€ pax no están en el nivel que me puedo permitir pagar normalmente, una vez al año o una vez en la vida, podría ser, pero no más (además que, como todos, tengo un límite tanto en qué pagaría por una botella de vino comprada en tienda como qué pagaría por comer en un restaurante).

Si a eso le unes que, independientemente de lo sugerente o no sugerente que sea la carta de vinos, los "hostiazos" que sueltan en muchos restaurantes con ese tema son de aúpa (ejemplo, Finca Resalso a 18-20€), pues a uno se le quitan las ganas de pedir vino (y, en mi caso, hasta de salir fuera de casa).

Si es un día laborable y es un menú del día que como fuera de casa por razones de trabajo, sin problemas: paso del vino y me tiro directo al agua (porque, aparte, en un menú del día el precio se entiende contenido y no se puede pedir que encima el vino, si entra, sea bueno y entre en el precio del menú).

Pero si es fin de semana o festivo y salgo a comer, me suele apetecer pedir vino pero... ¡¡meck!! en muchos sitios la comida es buena, el precio de la cuenta es razonable (sin vino) para la calidad ofrecida pero la carta de vinos, aparte de tener "lo de siempre", tiene precios infladísimos y, en mi caso, me hace que se me quiten las ganas de volver y de dejarme la pasta en comer fuera de casa.

Sin embargo, por suerte hay ciertos sitios que moderan precios. Una de las últimas veces que salí a comer por Elche (hace poco) pude pedir un Emilio Moro por 23€. Buen precio. Esa botella en tienda, a PVP normal, ronda los 17€. Pagar 6€ más no me parece nada descabellado (el recargo es del 35% respecto al precio de tienda), máxime cuando lo tenían en vinoteca, te lo sirven a temperatura y en buenas copas (más amplias y grandes que las copas normales que suelen poner en las mesas de ese restaurante). Así sí apetece salir fuera y pedir vino (aunque sean vinos muy conocidos y comerciales como el que cito).

Lo dicho: que me duele en el alma pagar en restaurante 26-27€ por un vino que puedo comprar en tienda por 7-8€ (y que quizás yo ni compraría para mi casa pero en el restaurante voy a morir a él como mal menor, por no haber opciones más económicas que me medio satisfagan). Lo he hecho en el pasado, pero llega un punto que uno ya tiene una cierta idea del precio de muchos vinos (tanto en distribución como en tienda PVP), tiene muchísimo vino para consumir en casa (tranquilamente, con buenas copas, a tu ritmo, con quien quieres, a la temperatura que quieres....) y, por tanto, menos ganas tiene uno de ir regalando la pasta a ningún restaurante cuyos precios de vino observa son absolutamente abusivos para el lugar que es (y desproporcionados respecto a la calidad y coste de la comida que toma).

En esto último incido mucho y coincido con Xavih: No es igual tomarte un café en la Plaza San Marcos o en una privilegiada terraza de ensueño con vistas al mar en primera línea, que en un bar o restaurante normal y corriente, sin vistas privilegiadas de ningún tipo, con cierta oscuridad y sin ningún valor añadido en comodidad, decoración, exclusividad que tenga que pagarse a través del vino (y de otros productos que puedas pedir). Tampoco es igual, el mismo vino o café, tomado en un restaurante de los llamados de batalla, que en un restaurante con una calidad de producto y elaboraciones excepcionales. Tampoco es lo mismo que el vino te lo sugiera un Sumiller profesional, que la carta venga en un iPad y que el servicio de vino y vajilla sea impecable que que no haya carta de vinos (o sea una cartulina infumable manchada de aceite y más vieja que la tos), sin asesoramiento alguno y con una vajilla desgastada, deficiente y de baja calidad.

Un abrazo