A veces no hacen falta grandes vinos para disfrutar como un enano. Incluso con aquellos que mucha gente diría que no aportan nada al panorama vinícola, en este caso de la Toscana, podremos hacerlo si los juntamos con hambre, pizza de panceta y espárragos y ensalada de tomate. Por supuesto la compañía es la variable más importante de la ecuación.
Rojo picota con destellos vivos, ribete rosa y lágrima sin formar. Capa alta, limpio y brillante.
Aromas profundos, intensos, elegantes y que no cambian mucho. Observamos frutos rojos, regaliz, algún toque mentolado, bosque y mineralidad.
En boca notamos finura, poco alcohol y bastante acidez. Tanino muy agradable. Las mismas frutas rojas, algo de miel, madera vieja, balsámicos, y más mineralidad.
Final duradero que deja recuerdos primarios.
Un vinazo aterciopelado, juvenil y con buen abanico con el que no me quiero extender más, ya que los astros me han subjetivado.