Tres años después de la primera cata, este 2011 de mi querida grüner veltliner aguanta.
Por el camino se ha quedado o se han atenuado alguno de sus matices, la nariz es menos intensa y ahí está la manzana asada, pero otros no.
En boca todavía es más acariciante, la carambola también se ha tamizado, la piedra de río ahora es más "mineral seco" y ha perdido algo de longitud.
Pero lo disfruté, vaya si lo disfruté.
Amarillo pálido con reflejos dorados y verdosos. Limpio y brillante.
Dulce en su primer ramalazo nasal, con claros recuerdos de melocotón en almíbar. Le acompañan otros sugerentes aromas como la manzana asada, gardenias, lácteos. Encuentro, cómo no, esos toques minerales tan característicos de la variedad, pero más atenuados que en otros GV. Cerrando la fase aparece una deliciosa peladura de naranja.
En boca es untuoso, oleaginoso. Entra con un sorprendente verdor. Alguien decía que una característica de las GV era que sabían a carambola. Pues bien, en otros congéneres no lo percibí, pero ésta sabe a carambola. Y esos recuerdos como fluviales, de piedras mojadas... Suave, amoroso. Buena y prolongada acidez y cierto amargor final. Desengrasante.
Conforme voy probando vinos de esta variedad, me van cautivando todavía más.
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