Vino color cereza, poco cubierto, limpio, brillante,lágrima fina pero densa.
En nariz, bajo un fondo de vainilla, fruta fresca, con matiz de regaliz.
En boca, suave, facil de beber, equilibrado, para mi gusto le falta cuerpo.
Retronasal, mas fruta fresca.
Posgusto, medio y bueno.

Recurro a uno de esos crianzas con los que me inicié y descubro que la nostalgia te hace a veces malas pasadas.
Cápsula de plástico y corcho de conglomerado anteceden a un vino poco cuidado, elaborado a espuertas. Nunca me había acordado después de tantos años de la palabra "carrilero" que leí en mi primera guía de Andres Proensa. En este vino cobra todo su significado.
Color cereza un tanto abierto, de capa media.
Aromas de madera gastada, algo sucios de inicio, bodegueta, pero que afortunadamente acaban en unas fresas en maceración y un poco punzantes, como ácidas.
En boca es ligero, de cuerpo medio, con las fresas citadas y con una acidez algo elevada.
Quizá esa etiqueta clásica así como su nombre justifiquen unos 5 € que no volveré a pagar.