Restaurante Fabrica Moritz en Barcelona
Restaurante Fabrica Moritz
País:
España
Provincia:
Localidad:
Zona:
Cód. Postal:

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Añadir vino por copa

Precio desde:
18,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Tiene abierto todos los dias. No hacen reserva.
Nota de cata PRECIO MEDIO:
25 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.8
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.0
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
6.1
RCP CALIDAD-PRECIO
6.1
Pastel de zanahoria a la cerveza negra
Sorbete artesano de limón
Croquetas y cerveza sin pasteurizar
Patatas Pfaffenhofen
Flammkuchen
Fleischwust con queso Cheddar y crujiente de cebolla
Opiniones de Fabrica Moritz
OPINIONES
9

La Fábrica Moritz es un lugar que, aunque no ha cumplido aun 8 añitos, ya forma parte de los imprescindibles de Barcelona, ya sea para probar sus muchas especialidades de cerveza fresca o bien para degustar sus más de 80 opciones de la amplísima carta. Comentar que sólo se puede reservar para grupos de más de 10 personas, de manera que (ante la dificultad de conseguir un harén...) me dispuse a hacer cola con mi novia. 

Una amable camarera/personal de sala nos dijo que si teníamos prisa podríamos tener un sitio con sillas altas, pero como vale la pena ponerse cómodo para el sábado noche decidimos esperar un poquito y la verdad es que no tardó más de 15 minutos en situarnos en una amplia mesa para 4. El local es enorme con un diseño del arquitecto Jean Nouvel que no deja indiferente. Quizá no sea el lugar más cómodo y/o íntimo (espacios grandes, ruidos, mesas metálicas...) pero la verdad es que vale mucho la pena dejarse caer ni que sea para admirarlo (y bajar a la planta sótano para ver los alambiques en los que se elabora la cerveza fresca que sirven). Ahora mismo hay 7 variedades (todas sin pasteurizar) más la Radler sin alcohol. Probamos la original y la 7 (de algo más cuerpo) a 2,60 eur la "caña" de 25 cl. Quizá los precios de las cervezas sean un poquito altos (estas eran las más económicas) para mi gusto pero comentar que son de mucha calidad.

De comer, como he dicho, la carta es amplísima, con el asesoramiento del estrellado Jordi Vilà. Para empezar un par de croquetas de jamón ibérico a 2,10 eur la unidad. Buen tamaño, buenísima la bechamel, nada aceitosas... quizá lo más perfecto técnicamente que probamos. Los otros platos vinieron bastante rápidos (buen servicio). Unas patatas Pfaffenhofen (3,95 eur), hechas al horno con crema de leche, bacon, queso fundido y pimienta negra y servidas en una incandescente caldereta de hierro forjado, también estuvieron a un nivel muy alto. Sabrosas y bien cocidas, duraron muy poquito. Comentar que, en homenaje a Louis Moritz, hay bastantes platos basados en la gastronomía alsaciana. Uno de ellos es su famosa Flammkuchen, quizá su plato más emblemático. Es una especie de pizza de forma rectangular en la que los ingredientes básicos son la crema de leche agria, el bacon y la cebolla. Nosotros escogimos una que además llevaba capas del contundente queso Munster... una bomba de sabor y calorías que se cotiza a 8,85 eur muy bien pagados.

Para acabar una salchicha tipo Frankurt: Fleischwust con queso Cheddar y crujiente de cebolla y pepinillos, servida en un panecillo entre Viena y brioix en forma de media luna de enormes dimensiones (la pareja de la mesa contigua le echó una mirada casi morbosofálica al plato), ideal para compartir. No fue lo que más me gustó aunque se notaba de calidad. La salchicha estaba cortada a rodajas encima del queso y con la cebolla encima hacía un buen bocadillo.

Para acompañar los postres pedimos la cerveza con gusto de castaña (4,90 eur los 33 cl). Muy rica, entre tostada y negra y con un regusto final que no sabría decir si me recuerda al fruto seco pero que era bastante interesante. Con ella acompañamos los postres. Uno de ellos fue un sorbete de limón artesano con crumble de no sé qué por encima (4,50 eur) con una presentación muy lograda (ver foto) y buen sabor (aunque quizá demasiado ácido). El otro fue aun mejor: pastel de zanahoria a la cerveza negra (6 eur). En realidad parecía más un brownie (por el color y un cierto sabor a chocolate) coronado por la capa de nata/mantequilla. Estaba riquísimo, para qué negarlo, y obvio que no es algo muy sano pero de vez en cuando... Raciones más que abundantes por cierto.

En resumen, gran cena por poco más de 20 euros por persona y doy fe que no nos quedamos con hambre. Es un sitio al que vale la pena volver y volver ya que con su amplísima carta siempre encontrarás algo nuevo. Buen servicio, cerveza de nivel, fantástica comida, local de diseño... El único punto negativo (no de la cena) fue la desaparición del fantástico Bar à vins que cerró hace unos años. Una pena la verdad...

  • Pastel de zanahoria a la cerveza negra

    Pastel de zanahoria a la cerveza negra

  • Sorbete artesano de limón

    Sorbete artesano de limón

  • Croquetas y cerveza sin pasteurizar

    Croquetas y cerveza sin pasteurizar

  • Patatas Pfaffenhofen

    Patatas Pfaffenhofen

  • Flammkuchen

    Flammkuchen

  • Fleischwust con queso Cheddar y crujiente de cebolla

    Fleischwust con queso Cheddar y crujiente de cebolla

Había estado como 5 veces en el casi mítico (para mi) Bar à Vins de la Fábrica Moritz, pero ha sido la primera en la que he venido para comer algo. Anteriormente habíamos solamente a catar vinos aprovechando la celestial oferta de vinos por copas donde es posible escoger entre unas 40-50 opciones de blancos, rosados, tintos, espumosos, dulces y generoros. Ciertamente, los precios de las tapas y platillos no son económicos y esto había impedido que decidiera venir antes a cenar. La experiencia, ciertamente, ha sido muy buena.

Sí que es cierto que el espacio de vinos, abierto a la calle, bastante pequeño y con mesas muy cercanas y sillas no muy cómodas, no es el más adecuado para comer (tienen otras salas muchos más grandes en su gigantesco local). Otra cosa que no me gusta mucho es la luz, demasiado ténue y amarillenta, que dificulta apreciar el color de los caldos.

Tomamos dos copas cada uno. Yo empecé con un Finca Racons 2011 (Tomàs Cuisiné, Costers del Segre), a 3.87 eur la copa de 105 ml (la medida es exacta y es coste por volumen, impresionantes precios de copa a aprox. 1.6 veces el de la tienda). Correcto sin más. Me gustó más el de mi amigo, un italiano Vintage Tunina 2010 de Venezia Giula a parecido precio, más dulce y con una nariz impresionante, aromas más complejos (S. Blanc, Chardonnay, Ribolla, Gialla). Creo que es el primer blanco italiano que he probado en mi vida, soy un aprendiz en esto. Para comer, unas bravas (3.50 eur) muy buenas, no de Top, pero bien cocidas y algo crujientes con una salsa exquisita de allioli y en la base del recipiente, una aceitosa de pimentón picante (demasiado aceita tal vez). Ración de tamaño correcto. Luego unas croquetas de jamón (A 2.10 eur/u, precio ya de rest. de nivel) de buen tamaño y muy ricas. Queríamos un salami italiano trufado, pero no quedaba y lo cambiamos por un bull negre català (4.50 eur, ración aceptable, servido sobre una tabla de mármol con unas tostaditas alargadas con sabor a aceite y orégano). Buen producto.

Nos pedimos un par de copas más, ahora de tinto. Yo me decidió por un Mencía de Ribeira Sacra, servido en una copa apropiada. Hacía tiempo que no probaba un vino de esta variedad y son una delicia, de lo más suave que te puedes encontrar en la península. Solamente 2.77 eur por 102 ml de placer y aroma. ¿En cúantos locales te cobran 3 por un aceptable Rioja en una copa normalilla? La otra fue un Mas d'en Compte 09 (Priorat) que ya había probado en otra ocasión. Por último, nos atrevimos con una especialidad alsaciana (el fundador de Moritz era de allí), una especie de pizza con crema, bacon y un fantástico queso de sabor tioo camembert. Por 7.75 eur, no estaba mal la ración, tuvimos suficiente cada uno para probar.

No es un sitio barato, realmente, pero tampoco de precio excesivo, y pagar sobre los 20 eur (no salimos hartos pero tampoco muertos de hambre) y degustar tapas de calidad con vinos al mismo nivel me parece que lo vale. Para repetir y repetir y repetir. Lástima que el espacio no esté a la altura. Había un grupo de 10-12 franceses al lado que, sin ser ni mucho menos maleducados, hacían un poquito de ruido, más que nada por lo pequeño del local.

El comentario parte de lo que es el primer vistazo al lugar.

Dos ambientes diferentes; La cerveceria y el bar a vins..

De la primera no puedo hablar, aunque parecía un sitio animado (quiza en exceso) con todo tipo de gente y con una larga lista de espera. Sitio muy concurrido y con una original presentación.

Del segundo ya puedo hablar más porque fue el sitio elegido. Sinceramente, la impresion del sitio es un tanto triste. Pocas mesas y un tanto pequeñas, sillas y mesas impersonales, vitrina de cristal que practicamente te ven... un sitio, en definitiva, poco acogedor -al menos a mi juicio- para degustar un vino.

Para los vinos, cabían dos posibilidades: o ir a la carta y tomarlos con loa comida que quisieras... o adaptarte a una selección (que parecia interesante) de varios pequeños platos con el correspondiente maridaje en vino. Como no habia mucha gana y se iba por el tema bebida, elegimos simplemente una tabla de quesos, ciertamente original y con buena presentación (habia quesos nacionales y extranjeros).

De los vinos, lo mejor del lugar la posibilidad de tomarlos por copas y la existencia de una buena variedad de opciones (diversas regiones del pais, con un cierto predominio catalán), algunos burdeos, boroñas, barolos, etc. Se pueden tomar en diferentes medidas, aunque lo mejor -creo- es no escasear, pues luego sabe a poco.

La cristaleria muy bien presentado.. una copa para cada vino. Los vinos que probe fueron un Les greves, premier cru 06 (borgoña) muy rico, un zanchero barolo 08 (muy cerrado y astringente) y un espectacular pontet-canet 06.

Enn resumidas cuentas, un lugar casi obligatorio para los que les guste el vino, que, a mi juicio, debería mejorar en cuanto el ambiente que le rodea.

Y un ultimo pero. La carta solo esta en catalan (aunque una señorita muy amable nos lo explico todo). La explicacion fue que todavia no les habian llegado en castellano lo cual, o es verdad -en cuyo caso es una estrategia comercial lamentable- o es mentira -en cuyo caso la cosa seria aun peor-.

Yo puedo hablar del Bar de Vinos, no de la cervecería que está al lado. Extraordinario bistrot o pequeño restaurant o bar de vinos... lo que sea, pero yo me decidí por el bar de vinos y un placer....!!!!En este espacio multiservicio de la antigua fábrica Moritz, muy bien diseñada para extraer todas sus virtudes, está en una parte pequeña éste bar de vinos.
A parte de la posibilidad de probar grandes vinos en porciones pequeñas, muy bien asesorado por la persona que nos sirvió, existen unos pequeños platos que recuerdan, en muchos casos la cocina francesa, extraordinarios. En este espacio el vino tiene el protagonismo y la cocina aparece como complemento extraordinario.
Nos decidimos por comenzar por unos petits-fours salados excelentes, acompañados de un vino de Valdeorras, Val de Sil y un Chablis fresco y elegante.
Continuamos con una ensalada Temranillo acompañada de ibéricos y rematamos con una soberbia cocotte bœuf bourguigon, para chuparse los dedos. Esto acompañado de un Morgón muy cálido y un Côte Rôtie de muy buena relación calidad precio.
Todo ello acompañado de un pan de vino.
Para postre y siguiendo el consejo, unos trozos de pan de vino con gel acompañado de un vino de Mas d'en Gil, Nus, fresc y sorprenent.
Todas las copas llevan una etiqueta sobre el vino en cuestión, con información.
Fue un gran placer y el sitio y la atención extraordinaria. Volveremos. Genial

https://www.verema.com/foros/restaurantes/temas/1042362-bar-vinos-extraordinaria-fabrica-moritz-barcelona

visitar este espacio del que tanto se habló en su inauguración. El día acompañaba y estaba esa zona de la ciudad animadísima. Estuvimos mirando los menús de la Enoteca y de la Cervecería propiamente dicha y nos decantamos por esta última y su larguísima carta. Atención muy amable por parte de una camarera que nos iba orientando, al principio me pareció que nos animaba a pedir excesiva cantidad pero luego te das cuenta que las raciones son más bien escuetas y su consejo era acertado.
Abrimos boca con unas patatas bravas buenas sin entusiasmar y seguimos con una tempura de verduras y otra de chipirones, acompañadas por una salsa tipo romesco muy correcta. A continuación una pizza alsaciana llamada Flammkuchen de queso Munster y finalizamos el salado con un variado de salchichas centroeuropeas con chucrut, éste último lo más flojo con diferencia de toda la comida, completamente seco. Las salchichas se acompañan de un surtido de ketchup y mostazas de marcas de mucha calidad. REmatamos con un trozo de tarta selva negra rico.
Obviamente habíamos pedido una buena caña antes de la comida y al solicitar la carta de vinos me sorprendieron con la del restaurante-enoteca de al lado, de hecho del servicio del mismo se ocupa el sumiller que atiende ese local. La carta de vinos me encantó, variada en todo tipo de blancos, rosados, tintos y espumosos, con referencia de añadas, tarifados a precios muy correctos y bien servidos:copas buenas y cubitera si la pides. Nos decantamos por un californiano Mondavi que resultó una acertada elección.
El local es especial, rodeado de tanques de elaboración de cerveza. Merece la peja bajar al WC y seguir viendo lo que se puede de las instalaciones.
Atención profesional y cercana, el menaje de cervecería, es decir muy sencillo.
La carta no te la acabas, original y con muchas especialidades alsacianas, hacen guiños a la gastronomía catalana, se ve que hicieron caso a la opinión del forero. Estaba lleno a rebosar, la rotación de mesas es muy alta porque se come y se bebe bien pero no llama a la tertulia por lo que en cuanto acabas te marchas.
A ver si vuelvo pronto a probar la enoteca o repetir la cervecería ya que pasé un muy buen rato.

Desde que tuve noticia de la rehabilitación de la Fábrica Moritz me apeteció mucho conocer el espacio, así que, por fin en Barcelona decidimos, después de una tarde dominical de teatro, acercarnos a cenar en esta cervecería. La verdad es que la rehabilitación de la fábrica realizada por Nouvel es impresionante. Espacio urbano contemporaneo asentado en la memoria de la antigua fábrica.
Una vez acomodados en una mesita empezamos el estudio de la carta, la verdad es que es bastante extensa, hace falta ir estudiado de casa!! La carta es una combinación de platos y productos alsacianos (en referencia a la zona de origen de Louis Moritz) y catalanes. Después de tomarnos cierto tiempo para leer y decidir, optamos por lo siguiente (aunque te quedas con la sensación que habría que releer la carta unas cuantas veces más para estar seguro de la comanda):
patatas bravas de allí. Buenas y bastante picantes.
surtido de quesos catalanes servido con pan tostado, frutos secos y membrillo, muy bien.
media ración de gamba cocida, en su punto, muy buena.
pizza de estilo alemán con salchicha. Masa muy fina, muy sabroso el resultado.

De postre compartimos una torrija que finalizó más que correctamente la cena.

Para beber Moritz de barril fabricada in situ, realmente buena. También probamos la versión botella que fabrican en Zaragoza, también buena, pero me quedo con la de grifo.

En resumen, cena muy agradable, comida apetitosa con buen producto, atención informal y atenta, buena cerveza, y todo ello en un espacio realmente bonito.

Como concepto de ceveceria-restaurante- bar de picoteo lo veo bastante correcto, y el local es espectacular, pero en mi opinión personal la música (muy alta) y el ruido de fondo, desvirtuan lo que podria ser un local interesante, pues el producto que ofrecen, (la materia prima) está bastante bien. Yo particularmente no concibo un restaurante con música, me molesta mucho, y si le sumamos el ruido de fondo, se me hace insoportable permanecer en un local de estas características.

Ante un proyecto faraónico como el de la antigua Fábrica Moritz, uno no sabe muy bien si tomarse de antemano el asunto seriamente o un poco a la ligera para no llevarse decepciones. Es lo que suele ocurrir con propuestas tan ambiciosas en cuanto a imagen y envoltorio, con inversión millonaria, arquitecto galáctico manos a la obra (Nouvel en este caso) y omnipresencia en todos los medios desde meses antes de su apertura. Resulta frecuente en estos casos que el resultado sea desequilibrado, yendo la ampulosidad espacial y el despliegue de reformas e interiorismos en detrimento de la calidad de aquello que aquí más nos importa, que es la propuesta culinaria.

Esto era más previsible si cabe en este caso, teniendo en cuenta que el proyecto está inacabado (con un bar de vinos, un restaurante de alta cocina y no se sabe cuantas cosas más aun por estrenar), obras y andamiajes de por medio y una carta a medio hacer pero que aun así han decidido poner en marcha por, suponemos, la imperiosa necesidad de empezar a rentabilizar tamaña inversión. Dicen que el que mucho abarca poco aprieta, y con tanta remodelación a medio acabar y tantas expectativas inconclusas a tantos niveles (cultura de la cerveza, vinoteca, gastronomía, museo) nos empujaban a temer lo peor.

Acudíamos por ello sin demasiada motivación, esperando de antemano una cocina regular o como mucho correcta aunque, eso sí, en marco incomparable. Pero siguiendo con el refranero, el que tiene boca se equivoca, y fue precisamente a bocados como fuimos a cambiar de opinión y sacudirnos prejuicios. Otra tapería mediocre más, pensabamos. Pero no fue así.

La carta es absolutamente desproporcionada. Decenas de platos de aquí y de Alsacia se acumulan sin ton ni son en una selección que precisa urgentemente de síntesis para no perderse, o al menos ir acompañada de un bolígrafo para tomar nota y no olvidar. Una revisión merece también el atuendo de los camareros, todos varones curiosamente, ataviados con un mono tipo taller mecánico muy feo, que no sabemos si es un guiño a la fase “en construcción” que aun atraviesa la fábrica o si es así como se van a quedar. Detalles aparte, lo cierto es que el lugar es todo un derroche espacial, donde las paredes de ladrillo de la antigua fábrica combinan con materiales modernos y una luz en tonos ambar que lo inunda todo. Merece la pena detenerse a contemplar esos enormes carteles de antigua publicidad de la marca cervecera. Las mesas alargadas para compartir codo con codo con comensales desconocidos son otra de las señas de identidad del lugar, al estilo de las cervecerías tradicionales centroeuropeas. En este caso no son de madera sino de frío acero, otro gesto de reinterpretación de la tradición en clave contemporánea.

De entrada empezamos bien con una excelente Pizza alsaciana de queso Munster y virutas de cerdo, de masa finísima y crujiente y un persistente aroma que se nos quedará grabado. Desafortunadamente la Coca de escalibada y sardinas que viene a continuación no está a la misma altura, pero tampoco estuvo mal. Mientras tanto probamos la Moritz Epidor, cerveza tostada, y después un Llebre 2009.

Sí que logró entusiasmar su Bomba de la Barceloneta, francamente conseguida. Bueno fue también el Jamón Ibérico, así como su presentación, aunque de corte algo grueso. Saltaba a la vista que había sido loncheado a máquina, uso frecuente en sitios con tal volumen de clientela.

Sorprendió gratamente el Pulpo: suave, tierno como mantequilla y, en definitiva, bien cocido y acompañado de bol con salsa romesco. Interesantes resultaron las Folles, rebozados fritos de cigala y rape en hojas de endivia con los que dábamos por concluida la tanda de entrantes.

Después nos dedicamos a un Surtido de salchichas alemanas con chucrut y patatas, otro representante estrella en la carta de los orígenes de aquel alsaciano fundador de la casa, Louis Moritz. Plato rico y consistente, aunque descuidado en su presentación.

La calidad de los postres tampoco defrauda, aunque se echa en falta algún alarde creativo para mejorar, otra vez, una presentación más bien tristona. Correctas la Crema catalana y su Selva negra acompañada de confitura de grosellas.

De modo que marchamos con una impresión bastante positiva a pesar de todas las reticencias previas. Prometedor comienzo el de Moritz, aunque tiene aun muchas cosas por corregir y concluir, y se anhela que alcance un estado de madurez más pronto que tarde. No han inventado nada aquí, pero se disfrutan sus tapas, más que aceptables, y sus platos de Alsacia, ese lugar que ha sido alemán y francés y ahora parece que un poco catalán también. Y eso nos invita a plantearnos si para acenturar la dualidad cultural de la marca no sería posible y exitosa una fusión de los sabores de aquí y allá en algún plato de la carta, en lugar de mantenerlos totalmente separados como hasta ahora. Porque, ¿no es acaso posible un surtido de butifarras con chucrut?

http://gourmetsterribles.com/

Cerveceria ubicada dentro del complejo de la antigua fabrica Moritz, restaurada recientemente por el arquitecto Nouvel. Espacio espectacular, su sola visita ya vale la pena para darse un garbeo. Proximamente abrirán un restaurante bajo la dirección de Jordi Vila del Alkimia. La cerveceria tambien esta bajo su supervisión.

Al no reservar mesa se forman unas espectaculares colas en la entrada. Lo mejor, ir bien temprano.

Me sorprendió la carta, multitud de referencias en cinco páginas. Pienso que eso es un error, sobre todo de inicio, cuando la maquinaria no esta bien engrasada.

Mesas sin vestir (es un cerveceria), coperio, vajilla y cubiertos de
batalla.

Comi unas bravas que ni fu ni fa.
Unas buenas croquetas de jamón, jugosas y con tropezones.
Ensaladilla sin demasiado sabor a nada.
Y un mini frankfurt, mejorable, acompañado de cebolla crujiente (como esa que venden en el Ikea) y pepinillos.

Para beber un par de cañas.

Servicio sobrepasado. Llegó antes la comida que la bebida. Y para la cuenta... ya no os cuento.

En fin, veremos com peta la cosa...
Se han gastado mucha pasta en el engendro, es de admirar en estos tiempos de crisis, ademas dan de trabajo a un montón de personas, pero a veces con solo buena voluntad no se va a ninguna parte.

Volveré mas adelante.

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