Restaurante Lienzo en Valencia
Restaurante Lienzo
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:
Vino por copas:
Precio desde:
19,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
39 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.3
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.1
Comida COMIDA
7.4
Precio medio entorno ENTORNO
7.8
RCP CALIDAD-PRECIO
7.0
Pescado de Lonja
Entrecot de Angus
abeja
terrina
choux
pan y aceite
quisquilla
presa
Crunch de Rosbif
Bonito del Mediterráneo…
Entrecot de Angus
Opiniones de Lienzo
OPINIONES
34

Hacía mucho tiempo que no volvía y debo confesar que no estaba en mis quinielas de estrella Michelín del año pasado en Valencia pero he comprobado que era por mi desconocimiento. Es verdad que han habido comentarios de progresión y en especial de unos compañeros del grupo de cata ciega (kataklub) tras conseguir la estrella, pero lo que ha ocurrido en estos últimos 4-5 años (incluido Covid) ha sido una auténtica revolución y en todo: en el local, en el servicio, en la bodega, en la cocina, en las técnicas, en la creatividad... de la mano de la chef María José Martínez que, digamos, ha explotado profesionalmente y ha pasado de tener una buena cocina "todo terreno" sin fallos pero sin grandes sobresalientes, a ser una cocina Fórmula 1, muy reconocible de estrella Michelín. Pero también el servicio de sala a cargo de su marido Juanjo Soria, el conocimiento de vinos, la calidad en los materiales, el diseño y decoración de la sala, la cocina y la bodega a plena vista, la recepción.... no ha quedado ningún fleco suelto que hiciera peligrar la consecución del galardón Michelín y el Sol Repsol; a fe que los merece.

Reserva on line con depósito. Amable recepción en la puerta. El local destaca elegancia, tranquilidad, servicio académico pero cercano, de fácil contacto personal, con buenas explicaciones de los platos y recomendaciones en general. Hay dos salones: el de la entrada (más luminoso) y uno interior al fondo (con las mejores vistas: la cocina). Mesas amplias, bien separadas, bien vestidas con buenas copas y vajilla; magnífica la cocina a la vista de prácticamente cualquier punto del local, espaciosa, con la chef al frente. La decoración de las paredes con lienzos mayoritariamente de pintoras valencianas que se renuevan periódicamente.

La carta de vinos en una tablet que ya indica el nivel del local: amplia, variada, con todos los apartados bien cubiertos, con precios esperables. Para beber agua grande de Solan de Cabras, vermut blanco y copas de vino blanco Trena Casa lo Alto 2019 de uva local tardana y tinto una monastrell Terraje 2020 (buen homenaje de conservación de viñedo) según recomendación de la sala que me gustaron.

En el apartado de cocina destaca por ser de producto local, fundamentalmente de temporada, dentro de la cocina mediterránea y con idea sostenible y ecológica, pero con una creatividad y técnica que antes no afloraba y ahora desborda en sus presentaciones de platos. Funciona con 3 menús progresivos (Trazos con 6 pases y solo a medio día entre semana, Pinceladas con 10 pases y Lienzo con 14 pases) de 55€, 80€ y 100€ que incluyen pan y aceite; decidido al reservar. Lo que tomamos:

. abeja elaborada con queso de 4 picos envuelto en un velo de miel de azahar de recolección de sus propias colmenas. Creativo con su fondo filosófico pero sin perder de vista que lo importante es el sabor (en contraposición al Noma). La primera impresión que te llevas, te impresiona.

. terrina de anguila con ligera salazón y hecha al vapor, en la base una rodaja de higos y sobre ella una salsa "arropiaki" de origen en el arrop valenciano con terminación teriyaki: enorme contraste de sabor entre el higo y la anguila pero formando un conjunto muy acertado.

. petit choux: esfera elaborada con pasta choux y rellenada con paté de gallina valenciana: de contenido semilíquido, muy sabroso y con estupendo fondo. 

. quisquilla de la lonja de Valencia cocinada en cera de abeja con puntos de yema de huevo curada y con un crujiente elaborado con arroz y finalizamos con una crema de maíz con un punto picante.

. el calamar: acompañado de una salsa dashi con ajo jengibre pepinillo encurtido y un crujiente con la propia tinta del calamar. Un plato icónico de la casa, espectacularmente visual pero también muy sabroso.

. presa de cerdo ibérico: cocinada a baja temperatura acompañada de su propia demiglasse, con un ñoqui de boniato morado y decorado con una espuma de limón negro (cítrico hervido en baño de agua y sal). Perfecta de punto y buenas compañías sin restar al actor principal.

. postre: ganache de frambuesa en la base, gel de hierbabuena y helado de huacatay que es una aromática peruana. Sorprenden diferentes texturas sabores y temperaturas. Muy refrescante y alejado de sobrecarga de dulces.

. petits fours: gominola de mandarina y financier con ganache de frutos rojos: perfecta compañía para los cafés servidos en una taza de muy bonito diseño. Se cuidan todos los detalles, pero el café también está bueno, que e slo importante.

Muy buenos los panes, uno de aceite y otro de masa madre algo más crujiente más un buen AOVE, EnVerde, de aceituna serrana de la sierra de Espadán

A destacar unos agradables comentarios con Juanjo durante la comida y con la propia María José a los cafés que se interesaron en contactar con todas las mesas, confirman la premisa de que se va por la cocina y se vuelve (o no) por el servicio; aquí puedes elegir volver por la cocina y por el servicio.

Un equipazo con la ayuda de Mario en la sala y Javier en la cocina hacen que el Fórmula 1 haya llegado al podium. Ahora a seguir creciendo.

 

  • abeja

    abeja

  • terrina

    terrina

  • choux

    choux

  • pan y aceite

    pan y aceite

  • quisquilla

    quisquilla

  • presa

    presa

Segunda visita a este restaurante. Menú corto de sábado a medio día, no habia tiempo para mas.

El personal de sala amable y menos formal de lo que puede parecer. Educados y muy bien preparados.

La cortesía inicial generosa, los entrantes sabrosos, destaca la quisquilla a la que quitaría los dados de calabaza, el farton muy bueno y la ensalada de cherrys sensacional. El arroz en su punto, aunque un poco falto de sabor, es curioso que estando todo en su punto (grano y calamares) el grano no había cogido todo el sabor del caldo ¿?. Supongo que manías  mías. El postre fabuloso.

El vino Bobos de finca la borracha, a temperatura y muy bien servido en copas riedel

Muchas gracias.

Fui con mi pareja por primera vez a este local a principios de Febrero 2018, después de haber intentado reservar dos veces.

El local bien decorado, mesas amplias, bien vestidas, buen espacio entre mesas lo que hace que el nivel sonoro del local sea bajo. Este es uno de los aspectos peor cuidados en muchos restaurantes de Valencia, cosa que no entiendo muy bien, ya que una buena cena para mi queda arruinada si estás en un local en el que tienes que andar chillando toda la cena. Pero bueno, vamos con la crítica.

Optamos por pedir dos entrantes y un segundo a compartir.

La carta de comidas bien diseñada y con buenas explicaciones. Traducida al inglés.

La carta de vinos dispone de bastantes referencias para ser un local de Valencia. En esta ciudad la verdad es que es raro encontrar un local que logre sorprender algo con la carta de vinos. En casi todos los locales encuentras siempre las mismas aburridas referencias. El local dispone de referencias españolas, francesas, alemanas y algo sorprendente:  portuguesas. Esto demuestra un cariño especial por los vinos. Nos decidimos por un 7 fuentes, vino que es dificil de encontrar en cartas de Valencia, salvo en algún local de Ruzafa y este propio. 

Servicio de vino esmerado.

Primer entrante: Puerros asados, sabayón de anchoa, almendra y lomo de vaca curado. Plato muy bien elaborado, los puerros en su punto justo de coccción. Buen equilibrio gustativo, cromático y de texturas. Presentación adecuada.

Segundo entrante: Fartón de centollo, tamarindo y cacau del Collaret. Tenía interés por probar este plato que había léido en la carta antes de ir. La verdad es que me decepcionó. Es una idea creativa a nivel de mezcla de sabores (fartón dulce y salado-picante del centollo) y elementos visuales (imitación de hot-dog). Pero el plato falla en las texturas. La textura de masa dulce del fartón predomina demasiado y enmascara el resto del plato. Debería de añadir algo de crujiente al fartón.

Plato principal: Steak tartar: un desastre. Nos preparan a la vista un steak tartar. Elaboración correcta, tradicional, sin altibajos. A la hora de degustar el plato, nos encontramos con un tartar mal cortado y lleno de fibras, lo cual es imperdonable en cualquier tartar, y más en un local  de esta categoría. Deberían de evitar estos descuidos.

Postre: tiramisú trufado. Buena idea de plato, sobresale el sabor de la trufa. 

Precio: 100 € los dos. Caro para lo que hemos tomado. (incluido café y servicio de pan y aceite)

Resumen: Un local adecuado, con servicio correcto, buenas ideas de platos, pero que ha tenido un fallo que no debería de permitir. 

Tercera visita en el último año y medio y finalmente me decido a escribir reseña. Ligera subida de precios respecto a la última visita, opto por el menú Lienzo a 45€ que incluye 6 entrantes, principal y dos postres incluyendo primer servicio de pan y aceite. El local, de sobra conocido, tiene buen confort y con menaje más que adecuado. Dan opción a elegir el aceite con opciones del sur y un par de la Comunitat Valenciana. En cuanto al bebercio me dejo llevar, maridaje a 25€.
Me ofrecen un espumoso de La Mancha, Edoné Gran Cuveé de Viñedos Balmoral. Fresco y agradable, con escasa complejidad. Cumple con la ostra valenciana con agua de Valencia y uva de mar , ésta de buen tamaño y con acompañamientos poco invasivos. Muy bien.
Seguimos con un bocado de papel arroz con mantequilla de sobrasada y perlas de miel esferificadas . Correcto.
Sube claramente el nivel con el calamar con mantilla de su tinta . Consiste en unas tiras longitudinales de calamar (emulan la forma de una espardenya) cocinado a baja temperatura con caldo dashi, pepinillo encurtido y un crujiente de su tinta. Platazo. Lo mejor de la comida. Excelente el maridaje con un fino Eléctrico con un envase peculiar que se asemeja a una bombilla.
Seguimos con un gazpacho de cerezas con anguila ahumada . Refrescante el gazpacho y con buena acidez. En mi opinión, en la anguila no se consigue la textura adecuada, poca jugosidad, no me convence el crujiente. Buena elección la manzanilla pasada Pastora.
El fartón relleno de centollo, tamarindo, cacau del collaret y yema texturizada es un trampantojo de hot dog, aunque similar a un pepito por tamaño. Resulta sabroso, con su punto picante, con sabores potentes pero bien integrados. Agradable. Quizás se echa de menos un poco de textura tostada en el pan, por aquello del crujiente. Muy adecuado el vino, una gewürztraminer de Alsacia, pese a que no soy nada fan de esta uva, acompañó muy bien.
Buena la merluza frita con crema de ñoras y una gelé de piparra. Rebozado crujiente y contundente con fécula de patata, aunque jugosa por dentro. Sin fallos. Excelente la piparra frita que acompañó el pescado. Se propone una monastrell murciana, La princesa, para este pescado.
Para acabar la parte salada, presa de angus con parmentier de patata trufada y trufa de verano . Buena. Para la carne, optan por un Rioja, Xerico de Tentenublo Wines.
Muy buenos los dos postres. Me gustó especialmente el de fresas con helado de frambuesa y nata que fue preparado ad hoc por no tomar chocolate. Sencillo pero delicioso. Excelente el experimento con el dulce de invierno de Javier Sanz, que según entendí se dejó oxidar durante 3 semanas. Su versión del café asiático de Cartagena , el otro postre, hará las delicias de los más cafeteros.

Persiguen una línea propia y a mí entender su tendencia es ascendente. En la cocina se nota que hay inquietud y cambios, ni rastro del huevo a baja temperatura que existía en la primera visita por poner un ejemplo. En general, en la mayoría de las elaboraciones con cierto riesgo salen airosos con algún plato excelente. En cuanto a la bodega y la sala, EMHO el tratamiento al vino y las opciones que ofrecen para maridar, en su rango de precios, son uno de los grandes atractivos del local y una excelente opción en la ciudad.

Un local con grandes altibajos en las puntuaciones y que creo que corresponden a diferentes etapas de su cocina que ha tenido diferentes planteamientos pasando por las gatrotapas, catas, arroces y carnes. Actualmente la chef es Maria José Martinez y esperemos que estabilice como se merece el local.

Mantiene el comedor de la entrada con mesas bien vestidas y amplia separación, buena cuberteria y copas. Transmite paz y elegancia.
Un servicio en sala tan eficiente como prudente, que aconseja bien. Estuvimos solos.

Carta de comidas con propuestas de menú desde 20 a 40€ y el del chef por 60€ con 15 entradas pero con reserva previa. Opción de maridaje. El pan y aceite se cobra aparte (3+1 €).
La carta en sí tiene 4 opciones de arroz (siempre con mínimo de 2) y sobre 17-18€. También 4 opciones de pescado a precios similares. Muchos entrantes interesantes. Carnes hasta 7 opciones. Postres más creativos.

Arrancamos con unas cervezas y aguas con y sin gas, mientras elegimos la comanda

Para comer y compartir entre tres:
. brandada de bacalao con mermelada de tomate: por cortesía de la casa.
. huevo con setas de temporada y patata trufada: plato sencillo y siempre sabroso. Bien realizado.
. ostras valencianas (2 por ración): bien de sabor. Había opciones de servicio con granizado de naranja y con uva de mar.
. galleta Oreo salada x 2: hecha con oliva negra y quedaba algo blanda cuando esperas galleta crujiente. Bien de presencia y sabor. Dos por ración.
. manitas de cerdo picantes con parmentier de boniato: dificil resistirse y dificil de servicio, pero bien solventado. Punto de picante medio alto; muy sabrosas y para mojar pan.
. croquetas de fesols i naps: muy sabrosa. Pusieron 3 cuando la ración es de dos.
. ceviche de rape caliente con pitahaya: sobre un marinado de citricos. Interesante.
. steak tartar preparado con cognac Hennessy; resultó la carne poco sabrosa y al añadir más cúrcuma (creo) se perdió. El emplatado mejorable.
. chuletón de ¿buey? a la parrilla: buena carne, buen punto de fuego. Servido sobre verduras a la plancha

Los postres merecen una mención aparte y conviene probarlos. Una cocina que dedica especial atención al postre siempre es un bue planteamiento de cocina.
Tomamos:
. calabaza helado de pomelo y galanga: con zanahorias en láminas y jengibre. Precioso emplatado aunque el ser plano no le beneficiaba; buenas texturas.
. tarta de queso con frutos rojos
. frutos del bosque con mermelada de cerezas

Carta de vinos suficientemente amplia para poder elegir. Elegimos un buen blanco que gustó: Trenzado con variedad de uvas locales. Para el chuletón se nos propuso con buen criterio una copa de tinto, un ribera, Valldermiso que cumplió sin más.

Buenos cafés y unos petits fours de pastelito de calabaza.

Un local con base en el producto de cocina clásica, raciones en tamaño previsible para menús con varias entradas (fuera del concepto de primer y segundo plato) y algún guiño creativo (especialmente en el postre) con cuidado emplatado.

El pasado sábado mi pareja y yo aprovechando el certamen "Menús Gastronómicos maridados con cerveza Turia" y, tras lo mucho oído y leído acerca de este restaurante que cuenta con un cierto nombre y prestigio en Valencia, así como de su cocinera que de un tiempo a esta parte no para de recibir premios y reconocimientos a su labor en la cocina, nos decidimos a ir por fin a conocer dicho restaurante y probar lo que, a priori, parecía un delicioso menú. Lo dicho, íbamos cargados de ilusión y de buena voluntad de disfrutar de una suculenta cena envalentonados por las muchas críticas positivas que había leído con anterioridad tanto del local como de su chef. Pues bien, mi gozo en un pozo y de ahí el titulo de esta crítica pues a pesar de que soy un empedernido buscador de nuevas sensaciones, platos y lugares y de mi vieja costumbre de no repetir nunca sitios en esa búsqueda constante e insaciable de nuevos restaurantes, lo que me ha deparado más de una mala experiencia, sin embargo nunca había tenido una decepción tan grande como la que sentí el pasado sábado después de cenar en dicho local. Pero bueno, vayamos a la crónica de los hechos.
Respecto al local en si he de decir que fue lo que más me gustó: bien situado, espacioso, con la adecuada separación entre mesas y con la luminosidad y decoración típica de este tipo de restaurantes de cocina de autor, esto es paredes blancas sin excesiva decoración, tan solo algún cuadro de pintura abstracta (como no)y poco más. Todo muy minimalista y pulcro aunque lo prefiero a los sitios excesivamente recargados de elementos decorativos. Las mesas perfectamente vestidas con manteles de tela al igual que las servilletas y la cristalería y cubertería (que nos renovaban con cada pase de platos)la adecuada para un sitio de esta categoría.
Lo peor vino con la comida del menú propuesto. Vamos a ello,el menú se componía en su totalidad de seis platos repartidos en cuatro entrantes, plato principal y postre. Todo pintaba de maravilla, en la teoría,hasta que los platos fueron apareciendo por la mesa. Todo empezó ya con los entrantes:

- Bombón líquido de granada. Primera decepción de la noche. Se trataba de un pequeño bombón de unos 2cm de diámetro (vamos para que se hagan una idea era más pequeño que una de esas aceitunas gordas que suelen rellenar con un pepinillo dentro) recubierto de chocolate blanco y en cuyo interior se encontraba el líquido de granada que, por cierto, no llegué a probar pues intenté hacer caso a la recomendación de la joven e inexperta camarera que nos recomendó comerlo de un solo bocado, pero claro se le olvidó advertirnos de un importantísimo detalle: que no lo debíamos pinchar con el tenedor, que fue justo lo que hice, desparramándose automáticamente todo el licor en el plato y quebrándose el chocolate blanco en decenas de virutas imposibles de comer. La verdad es que todavía me pregunto que pinta un bombón en toda regla, es decir un elemento puramente dulce, como entrante en una cena cuando quizás tendría algo más de sentido si lo sacaran al final como un pre o post postre a modo de petit fours como en otros sitios hacen.

- Rape marinado con cítricos y fruta del dragón. Sin duda el mejor plato de toda la cena. Era una especie de ceviche pero caliente, donde apreciabas el buen sabor y textura del rape junto con los toques cítricos y picantes que a mi personalmente me encantan. Aunque no tengo ni idea de lo que es la "fruta del dragón" y la verdad es que los nombres estos tan rebuscados y exóticos me empiezan a cansar un poco, he de decir que el plato estaba muy bueno aunque pecaba de algo que se fue repitiendo como una constante durante toda la cena: la cantidad del plato era realmente escasa y ridícula.

- Quisquilla, garrofó, aceite de guindilla y jugo de quisquilla. Un nombre muy aristocrático y pomposo para un plato que era un despropósito en si mismo y que pasó por la mesa sin pena ni gloria aunque produciéndonos, eso si, una tremenda decepción y que contribuyó a aumentar el malestar general (podemos llamarlo "mosqueo" perfectamente)que a esas alturas empezábamos ya a sentir .

- Brioche al vapor de rabo de toro especiado. Último y "glorioso" entrante de la noche, nueva decepción al canto. Aquel "brioche" venia a ser como una especie de crepe, aunque considerablemente más pequeño para no hacer un feo a los platos que le precedieron, relleno de rabo de toro pero que más que rabo de toro el relleno parecía estar hecho de las sobras de la carne del cocido de lo insípido y falto de sabor que tenia por más que su apellido fuera "especiado" pues las especies no se las notabas por ningún sitio.
Todo esto en cuanto a los entrantes. Pues bien terminadas estas "delicias" gastronómicas y con más hambre que Carpanta afilamos el cuchillo dispuestos a deleitarnos con el tan esperado plato principal vistos como eran los entrantes. Nuevamente el destino que aquella noche no estaba de nuestra parte nos depararía una nueva decepción y la mayor de toda la cena.

Plato Principal- Presa de Black Angus con chutney de ruibarbo. Este, que se presentaba como el plato principal, no era un plato sino una tomadura de pelo en toda regla. Se componía de cuatro lonchitas de no más de 4cm de largo por 2cm de ancho de lo que se presuponía que era presa de Black Angus, aunque con esa exigua cantidad podía haber sido cualquier cosa y no lo hubiéramos notado, que además llegaron frías a la mesa y se acompañaban (bueno es un decir) con una manchita a un lado del plato de lo que se suponía que era el dichoso "chutney de ruibarbo". En definitiva el resultado del plato eran 4 tristes lonchitas de carne frías, insípidas y secas pues la poca cantidad de salsa no era suficiente para poder mojarlas y sin ningún tipo de guarnición ni acompañamiento.

Postre- Calabaza, cacahuete y galanga. Otro plato que no tenia pies ni cabeza. Se componía de una pequeña porción de helado de un sabor indefinido que flotaba cual isla desierta en medio de un plato enorme y rodeado de un pequeño mar que habían hecho con la calabaza asada convertida en polvo (con lo buena que está una buena porción de calabaza asada) y a la que habían esparcido por encima ralladura de cacahuete. Un verdadero despropósito de plato que no aportaba nada ni en cuanto a sabor ni textura ni emplatado pues además venia servido en una fuente rectangular y completamente plana lo que dificultaba bastante poder comer el helado con comodidad.

Supongo que a estas alturas podrán imaginarse que grado de decepción y cabreo le entra a uno cuando acude a un restaurante guiado por las buenas criticas y referencias que ha leído previamente y sale de él decepcionado, con la sensación de que ha sido víctima de una tomadura de pelo y lo que es peor, con la misma hambre con la que entro.
Soy un firme defensor de la cocina en general y de la llamada cocina "de autor" en particular, pero creo que no todo el mundo es Ferrán Adrià ni Joan Roca, que no todo el mundo sabe crear platos con cierto criterio y que además la innovación en un restaurante no debe nunca estar en contra de su primera y fundamental misión que es dar de comer (esto es alimentar) al cliente que se sienta a su mesa. En este sentido creo que a algunos cocineros se les ha ido un poco la mano con sus platos innovadores y excesivamente minimalistas. Quizás va siendo hora de separar a los genios de los que solo son malos imitadores. Quizás ha llegado también ya la hora de empezar a llamar a las cosas por su nombre y de que retomemos todos un poco el sentido común (que como muy bien dijo alguien una vez por desgracia es el menos común de los sentidos) que también debe de existir en la cocina. Así alguien tendría que decirle a la cocinera que perpetró el menú anteriormente descrito la diferencia entre lo que es un simple aperitivo de cortesía como el que ponen en algunos restaurantes y que suele ser unas aceitunas, almendras, un gazpachito andaluz, etc de lo que son propiamente los entrantes que suelen ser platos de una mayor entidad, tanto en su elaboración como en la cantidad. Así pues, un simple bombón del tamaño de una aceituna gorda no es un entrante sino un aperitivo (aunque vuelvo a decir que como aperitivo creo que un elemento dulce como este no pinta nada). También habría que decirle que tres quisquillas medianas (juro que yo en casa las he comido mucho más grandes) y tres "garrofons" (una especie de judía grande muy típica en Valencia que se pone siempre a la paella) por si mismos y por mucha salsa o caldo que pongamos no pueden nunca conformar un plato medianamente coherente y con criterio a menos que se le quiera tomar el pelo al comensal, como dice el viejo refrán "con tan poco mimbre no se hace un cesto". Y habría que explicarle también que el "plato principal" es quizás el más importante de todo el menú (de ahí su apellido) y por ello se debe de diferenciar claramente de los entrantes por calidad, elaboración, emplatado y cantidad.
En definitiva son muchos los "axiomas" de la cocina de autor que hemos aceptado como verdades absolutas cuando no lo son y creo que seria bueno hacer una revisión total de todo el corpus teórico de este tipo de cocina para volver a recuperar los valores, la esencia y el fundamento de esta forma de entender la cocina para que no se desvirtúe ni se pierda por caminos que no le llevan a ningún sitio.
Volviendo a la cena del pasado sábado, en cuanto al servicio he de decir que fue correcto pero un tanto distante y frio para mi gusto, me gusta la educación y las buenas maneras en el servicio pero nunca me gustó la figura del camarero autómata desprovisto de cualquier atisbo de cercanía y empatía. Por lo que respecta a la bebida bebimos las 2 cervezas Turia con las que se maridaba el menú. La verdad es que aunque hubiéramos querido pedir vino después como la cantidad de comida fue tan escasa y los platos tan exiguos con una cerveza tenias más que suficiente para toda la cena.
En cuanto al precio fueron los 2 menús (25 euros cada uno) más 2 euros por la cesta de pan que pedimos y que he de decir que, junto al rape marinado, fue de lo mejor de toda la cena y nos salvó de desmayarnos por inanición allí mismo.
Reconozco que me permití una pequeña ironía cuando el maître vino a preguntarnos si queríamos café y le contesté muy serio y tocándome la tripa un "no gracias, la verdad es que estamos tan llenos que ya no podemos con nada más". Aún recuerdo su cara de estupefacción al oír aquellas palabras y su mirada cómplice con la que me dio a entender que había captado perfectamente mi ironía.
Para terminar quiero decir que no pongo en duda los reconocimientos profesionales que ha recibido esta cocinera aunque no comparto su línea de trabajo. Así mismo respeto las opiniones de aquellos que hablan maravillas de este restaurante (para gustos colores) pero yo tengo claro que no volveré jamás, pues más allá de comer/cenar bien o mal, cosa que puede pasar y entra dentro de lo previsible, lo que creo que no es de recibo en ningún restaurante es que salgas del local con la misma hambre que entraste. Un saludo.

Aprovechando el atractivo menú propuesto en la 3ª edición de la Turia Gastro-Urbana, nos decidimos a probarlo.
Local con encanto, mesas bien vestidas, y buen coperío. Trato profesional y amable. Nos dejamos asesorar por el maitre en el tema de la bebercia...acierto pleno.Convento Viejo(2 botellas). Cadencia en las comandas, y buen pan.
Bombón líquidio de granada. Curioso,y rico.
Rape marinado con cítricos y fruta del dragón. Bueno, aunque la guindilla le daba ese toque picante, que no a todos nos gusta por igual.
Quisquilla, garrofó, aceite de guindilla y jugo de quisquilla. Para dar palmas....riquísimo..!Chapeau!
Brioche al vapor rabo de toro especiado. Otro gran entrante.
De estos dos últimos, hubiéramos repetido, y repetido....
De principal, presa de Black Angus con chutney de ruibarbo.Algo escaso(lógico, al tratarse de una promoción de Turia),y aunque un "pelín" seco, rico.
Excelente postre, calabaza,cacahuete y galanga.
Comoquiera que nos encontrábamos muy a gusto con lo comido, con buena compañía, y nos quedaba vino....remachamos la "faena" con un plato generoso de cuatro quesos.
Cafés, cambio de impresiones con el maitre......para repetir!!!!

Se accede a través del portal de un edificio histórico. El espacio queda dividido en dos salas y es la exterior la que se aprovecha sobre todo de su arquitectura.

Nos ubicaron en una mesa amplia flanqueada por las dos únicas ventanas con el muro grueso al desnudo. La sensación de amplitud se agranda desde ésta ya que queda más separada del resto. Sin duda es la mejor.

Mesas vestidas y mobiliario confortable. Ambiente moderno y actual. Buenas copas y vasos, cambio de cubiertos, cortesía de aperitivo previo ... Lo habitual en los restaurantes que buscan un nivel.

A parte de la carta, en domingo cuentan con un par de menús representativos de su cocina de mercado con toques creativos. Escogimos el de 27 €. que consta de cuatro entrantes, principal (sin elección), más postre. Bebida al margen.

Primera pregunta de seguridad sobre alergias, segunda comercial sobre si beberíamos algo de inicio y una tercera que yo encontré alterada en cuanto al orden sobre si queríamos pan sin saber de antemano los platos de dicho menú. Nos dijo que con alguno que otro iría bien y, adelante, una cesta de variado y buen pan a la que metimos mano.

Comenzamos pues con un par de cervezas Turia de barril bien tiradas. He de valorar en este caso que el ritmo lo marcáramos nosotros, algo que se nos dijo y bien cierto es que cumplieron.

Añadir la buena presentación general de todos los platos. Si acaso algún bajo plato en un par de ellos por su tamaño pudo faltar para evitar el vacío sobre la mesa.

Aperitivo:

- Humus. Servido en un frasquito de cristal con hojas de espinaca. Sabor suave. El pan comenzó a fluir con él.

Entrantes:

- Croqueta de fesols i nabs. Croqueta por barba originalmente servidas sobre una piedra. Argggg... estaba bien hecha, doy por bueno el grosor del rebozado para evitar el desparrame del guiso, pero algo sacado de tan sagrado plato valenciano requiere mayor sabor todavía aún en un bocado. Eso sí, me hubiese comido las dos tan ricamente.

- Ceviche de salmonete con mango. Tersos lomos de salmonete bien armonizados y con un punto del mango que equilibraba y endulzaba dentro de lo posible.

- Pulpitos con perrechicos, brotes de rábano y salsa de maíz picante. El mejor plato. Pequeñísimos pulpitos con el sabor marcado de la plancha al igual que las setas y el toque picante de esa salsa que tan buena función hizo.

- Huevo a baja temperatura con setas de temporada y espuma de patata. Recurrente, pero cumplidor como siempre. Puede que sea el plato más explotado por la restauración. Setas crujientes y huevo en su punto. A mojar pan. Me gustó.

Principal:

- Canelón de pollo con salsa de mostaza y miel. Un par de finos y largos canelones que estaban muy buenos. Mostaza y miel era a priori algo muy simple si comparamos con las salsas de setas, por ejemplo, que se suelen utilizar para éstos, pero finalmente acabé agradeciéndolo porque te centrabas más en el sabor del relleno.

Postre:

- Frutos rojos y chocolate. Muy colorista. Bizcocho de fresas, helado de cerezas entre otras cosas y virutas de chocolate salpicados por encima. Bien, nada pesado.

Finalizamos con los cafés.

En cuanto al vino, la carta está bien presentada, no es muy extensa y la bodega la vi temblando. Tienen referencias con las que perfectamente te apañas a no ser que ya vayas muy a menudo. Nuestra elección fue un Flor de Ahillas blanco 2015 de la autóctona Merseguera que cada vez que lo bebo me gusta más, tal y como en este caso. Se nos ofreció-sugirió copa de dulce para el postre que declinamos.

El servicio en general es bueno, tanto por parte del gerente, que dispensa un trato como más distendido y despreocupado en el buen sentido, como de la camarera, cuya corrección es más lógica, claro está, con una disposición que ha de constar. Muy pendiente del llenado de las copas.

Por estilo y cocina, compiten perfectamente con otros que huelga mencionar. Pienso, no obstante, que debería haber la posibilidad de elegir entre dos principales. Al menos ese día no fue así. No hay riesgos, sí equilibrio y pienso que resuelven bien. Están en un sitio que parece mejor de lo que realmente es. La vista del turista o paseante apunta hacia arriba, a lo largo y ancho y les puede pasar desapercibido.

Así titulaba un comentario escrito el pasado 13 de octubre, el primero como usuario de Verema, el cual sorprendentemente ha desaparecido hace un par de días, incluido algún comentario de algún veremero.
En fin, ante este extraño suceso, en el que no creo que haya habido ninguna otra razón oculta, ni de censura ni de intereses de la casa con el restaurante Lienzo, vuelvo a escribir sobre el mismo, ya con pocas ganas tras el tiempo transcurrido y el disgusto de dicha desaparición.
El local ya ha sido descrito en anteriores comentarios.
Pedimos 6 entrantes y 2 principales:
- 2 ostras. Buenas
- Croquetas de mejillones. Correctas, a destacar la textura, muy acertada.
- Ceviche de pulpo: era pulpo cocido, además una ración escasísima
- 2 huevos a la baja tempera, con septenos y trufas. Tapas también muy escasas, con la trufa prácticamente inexistente. Cada plato tiene un precio de 9,5 euros
- cabrito lechal con crema de chirivía: estaba poco hecho, algo inexplicable, ya que la gracia del cabrito es que esté bien asado. Pedimos que lo hicieran más; cuando volvió, la crema había desaparecido.
- Solomillo gallego: bueno, pero ración triste (me gustaría saber su peso en gramos), pues su precio en carta era de 25 euros.
No hay ningún plato que recordar. El servicio lento, con demasiado tiempo entre plato y plato.
Para beber, un Azpilicueta crianza. Del que hacía la función de sumiller, solo diré que puso cara de extrañado cuando le pregunté si tenían alguna botella de El Bierzo, y que nos tiró una copa con vino sobre el mantel.
No tomamos ni postre ni cafés. Y tuvimos un 30% de descuento, ya que habíamos reservado mediante una conocida web.
Concluión, a pesar del descuento, restaurante caro para lo comido y bebido; para mí, la cara oculta de la hostelería valenciana.

Sentía curiosidad por probar este restaurante que durante un tiempo fue bastante comentado pero que en el último año apenas se había escrito sobre él.

De localización céntrica, nos vino muy bien para ir a cenar tras salir del cine. En cuanto al aspecto es el reflejado en los comentarios previos. Entorno cuidado, moderno con algún toque rústico y funcional. Buen menaje en general, destacando en lo negativo una cubertería que resultaba algo incómoda en ocasiones… cosas de la innovación.

Reserva mediante una web que aplicaba un descuento del 30% en carta. El diseño de esta va enfocado a las tapas con algún plato denominado “más que un tapa”. Al tema:

Ensaladilla Rusa. Aperitivo cortesía de la casa servida en la trillada latita de conserva con un par de finos filetes de anchoa por encima. Buena textura y ese punto crujiente que le da la cebollita cruda que me vicia. Prometedor.

Compartidos al centro:

Bonito del Mediterráneo… que coronaba junto a unos brotes un tartar compuesto en su base por aguacate, tomate y cebolla bien picada, una puntita de wasabi y una insulsa mahonesa. A medias.

Croquetas de Rabo de Toro. Dos unidades de costra gruesa y crujiente con un interior desequilibrado por el dominio de la besamel solapando el sabor de fondo que apenas hallé. Desencanto.

Crunch de Rosbif. Es decir, una especie de coca de aceite que sustentaba el fino fileteado de la carne y acompañado de unas huevas insípidas, unos gajitos de cebolla encurtida, hojas verdes varias y una mahonesa de ajo negro. Anodino.

Principales:

Cochinillo con Puré de Calabaza. Bien ejecutado y sabroso, es de esos platos que reuniendo esas características no le pido más. Tino.

Entrecot de Angus. Sobre unas verduritas a la plancha: tomatito, calabacín, pimiento… Solicitado al punto y así presentado. La carne servida ya trinchada, aspecto este que no me convence sobre todo cuando el grosor del filete no es excesivo, estaba tierna y gustosa. Claridad.

Para beber, cerveza de barril, creo que Heineken.

Dos trozos de pan, uno clásico rústico y otro de maíz, creo. También incluía un pequeño cuenco con aceite ya servido.

Servicio de sala dispuesto, joven y atento.

En resumen, me dio la impresión de tratarse de una empresa que quiere destacar por su oferta en tapas pero a la que, justamente en esa faceta, le falta un plus para conseguirlo y dejar huella en el cliente como para volver. Sobresalieron más, a pesar de su aparente sencilla ejecución, los platos principales cuyo número en carta me parece algo escaso.

Nota: El precio reflejado es con el descuento aplicado y la RCP valorada en función del mismo.

  • Crunch de Rosbif

    Crunch de Rosbif

  • Bonito del Mediterráneo…

    Bonito del Mediterráneo…

  • Entrecot de Angus

    Entrecot de Angus

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