Restaurante Joaquin Schmidt en Valencia
Restaurante Joaquin Schmidt
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
30,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Lunes al mediodía, domingos y del 5 al 19 de abril
Nota de cata PRECIO MEDIO:
52 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.6
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
6.3
Comida COMIDA
6.7
Precio medio entorno ENTORNO
6.8
RCP CALIDAD-PRECIO
6.8
Salón
Opiniones de Joaquin Schmidt
OPINIONES
42

Local ya comentado en sus características que no han cambiado. Sigue Joaquín sólo en "yo me lo guiso, yo lo sirvo todo". Esta situación cuando hay varias mesas ocupadas se convierte en un ritmo de servicio de platos demasiado lento. con esperas injustificables cuando se trata del mismo menú para todos, ya que casi te impone el menú intermedio. Los vinos también te los elegi él.

Arrancamos con un vermut Yzaguirre, cervezas y agua. Pan de masa madre del horno de San Bartolomé y aceite Lágrima. Muy bien.

Tampoco los platos han evolucionado mucho, como puede verse en los comentarios de hace ya varios años. La parte creativa de los platos se quedó en ideas de hace tiempo con pequeñas variaciones de producto en la actualidad; la materia prima no es de elevado costo aunque mantiene una muy buena técnica culinaria.
La amabilidad, conocimiento y explicaciones de platos y técnica en sala y ese punto de jugar a adivinar y divertirse, salvan la situación.

Lo que comimos los cuatro:
. aperitivo de 3 ccucharas para jugar en texturas y sabores deshidratados y que hay que comer de un solo bocado y sin beber entre cucharas; planteamiento propio el local siempre y que no acabó de estar justificado en esta ocasión el por qué.
La primera con piña y fondo ahumado; la segunda con esferificaciones de limón y la tercera con supuesto plátano con base (de la cuchara) de curry. ¿relación entre ellas? se desconoce.
. brocheta (mini) de sandía (x 2), tomate seco, ajo algo confitado y hierbabuena. Nada destacable, con poca creatividad donde los ingredientes se ensartan en la brocheta sin mingún hilo conductor o explicación que nos lo hiciera entender. Servidas en un cuenco de crsital básico donde van dando tumbos con riesgo de caerse al servir.
. gazpacho de almendra con espuma de tomate: un buen ajoblanco con tostones y trozos de higo y sobre ello una espuma sifón) de tomate: bueno de sabor, bien de creatividad. Recomendable pese a su poca plasticidad.
. guisantes secos con wasabi, mejillón y manzana dulce: buenos ingredientes y contrastes pero deslabazos sin formar un conjunto armonioso. sabores bien.
. espárragos verdes y aparente calabacín (troncos espárragos pelados) con queso Idiazábal a filamentos y pimienta rosa. Muy bueno y sabroso.
. merluza con salsa holandesa con un fondo ligeo de limón. Muy buen pescado y punto de cocción. Muy recomendable y muy tardona en salir a la mesa.
. postre: yogurt griego con frutos secos . Postre muy básico, poco creativo y vistoso, poco elaborado pero que permite estar hecho antes de abrir el local; buen sabor de yogurt.
. petit fours (¿segundo postre?): tartaleta de chocolate con petazetas: las mejores petazetas que he comido. Cuchara con chocolate polvo algo de aceite y sal: me gustó aunque a otros no tanto.

Para beber ya teniamos un Terre d´Aubert y después un curioso tinto mezcla de shiraz de diferentes partes de España y elaborado en Tarragona: Escarpa 2013. Muy agradable.

Unos cafés finales y un par de botellas de agua sin gas.

Mantiene gran nivel de conocimiento, pero necesita ilusionarse de nuevo, evolucionar y renovarse como su página web.

Restaurante clásico en Valencia, uno de los precursores de la cocina creativa en Valencia regentado por Joaquim Smichdt que desde hace 8 años hace las veces de cocinero, camarero, sumiller, pinche y lavaplatos. Él se lo guisa, él se lo come, como se suele decir.
Para poder ofrecer calidad, restringe la sala a unos 10 o 15 comensales como máximo.

Ya se ha descrito extensamente el entorno. Muy acogedor e íntimo, con esa mini terraza-jardín que aporta aun más encanto.
Joaquim ofrece los últimos martes de cada mes el llamado "Día del comensal". El menú Gormand a la mitad de precio, es decir a 25€, con reserva previa y pagando con antelación dicho menú.
Este menú consta de 5 platos y un postre
Uno de los platos son los snacks:
Vermouth en pajita con olivas rellenas.
Cuchara de algas y fruta de la pasión.
Cuchara de pasas ahumadas y pomelo rosa.
Joaquim sin prisa pero sin pausa, va explicando el "modo de empleo" de cada bocado, algunos de ellos algunos son esferificaciones servidas en la típica cuchara, cosa ya un poco desfasada y que ya no puede considerarse como original.
A continuación nos sirvió un excelente aceite de Viver y un tapenade de aceitunas negras y unas... ¡pipas peladas!
Los entrantes eran
Brocheta de sandía, albahaca, tomate seco, comino y aceite de Viver. Bastante bueno
Gazpacho de almendra con espuma de tomate cuarenteno. Que al fin y al cabo era un ajoblanco servido con una espuma de sifón y unos tostones. Muy buena
Mejillones, crema de garbanzos, brevas y vinagreta de jenjibre. Buena combinación. Muy conseguido
El plato principal fue un Bacalao al pilpil. El pilpil del bacalao de nuevo con espuma de sifón. Joaquim lo llama curiosamente espuma con Nitrógeno, en lugar de con sifón. Muy bueno, aunque el bacalao algo pasado de cocción.
Para finalizar llegó un muy decepcionante postre. Lo que supuestamente era la enesima Versión del tiramisú, era una (otra) espuma de nata con unos bizcochos emborrachados en licor, algunos trozos de chocolate negro todo servido en un vaso duralex. Desde luego no fue la mejor forma de finalizar la cena.

Nos quedamos con ganas de algún plato más. En mi opinión puedes correr el riesgo de quedarte con hambre.

Joaquim cuenta exactamente la misma historia en todas las mesas. En este sentido es bastante cerrado y no hay feedback. Puedes intercambiar algunas palabras al final de la cena y en la puerta al despedirse, pero poco más.

No bebimos vino.

Un menú que está bien dentro de la oferta, pero no lo recomiendo fuera de esta.

Cuando entras por la puerta de este restaurante, ya te das cuenta de que es uno de esos de -parafraseando a Hermann Hesse- “no para cualquiera”.

Un agradable y penetrante aroma -que no supe identificar y luego me dijo que era mirra- te recibe y te guía hasta la sala.

Decoración deliciosa, muy pop art (como su tarjeta de visita, una gallina idéntica a la de Avecrem sobre un fondo amarillo, con el nombre del restaurante y la leyenda “Artcrem”): vinilos que hacen de bajo platos; cuadros marcadamente de ese estilo; azulejo hidráulico original que combina con una sufrida moqueta oscura; luz tenue de ambiente a la que las pequeñas lamparitas que tenía cada mesa dotaban de un aire de privacidad…
Hacía una buena noche y estaba abierta una gran puerta corredera que daba a un porche. Para completar esa envolvente atmósfera, sonaba subidita de volumen Carla Morrison…

La cocina del restaurante, como su ambientación, su servicio, su carta, su… todo, es personalísima.

Si decides ir a este restaurante, tienes que hacerlo con la mente muy abierta, y sabiendo a lo que vas. Quiero decir, que tienes que estar dispuesto a dejarte llevar, a obedecer, y a no cabrearte. Si vas con esa actitud (“eeeeesa es la actitud”), posiblemente disfrutes de una buena experiencia. Si no… no vayas, no es tu sitio.

Joaquin Schmidt, hijo de valenciana y berlinés, manda. Y lo deja muy claro desde un principio: te orienta casi imperativamente a elegir el menú, el vino… Te ordena que no bebas nada durante la ingesta de los aperitivos…

A sus órdenes Herr Schmidt!

-“Aquí no tenemos Coca-Cola, solo refrescos de limón”
-“La carta de vinos es sólo orientativa, me interesa que pidas éste”
-“Hay cuatro menús, de menor a mayor en función del número de platos. Pedid el segundo, el Gourmand”.

No sabes lo que pides, no sabes qué demonios vas a comer, únicamente te haces una idea de la extensión del menú. Y él no te da ninguna pista. Una vez que tomas un plato, sólo después de consumirlo, te dice qué era. “Mucho pensar” que diría un cántabru que yo conozco…

Él solo en sala (y había 5 mesas) y me temo… que él también solo en cocina. Él se lo guisa, él se lo sirve y nosotros nos lo comemos… como él mande.

No sé cómo se organiza, pero el tipo va a toda pastilla y va todo relativamente fluido… excepto una pausa excesivamente larga entre los entrantes y el principal. Todo el restaurante esperando. Si, como me temo, no está más que él en cocina y en sala, tiene su explicación: la merluza era el único plato de preparar en el momento, así que se mete en cocina, deja la sala sin servicio, y en 10 minutos preparado la merluza para todos.

Un tipo curioso, un restaurante curioso, unas prácticas curiosas.

El "menú gourmand” de esta noche fue el siguiente:

-----Aperitivos
Vermouth en pajita con olivas rellenas.
Cuchara de algas y fruta de la pasión.
Cuchara de pasas ahumadas y pomelo rosa.
-----Entrantes
Brocheta de sandía, albahaca, tomate seco, comino y aceite de Viver .
Gazpacho de fresón con espuma de tomate cuarenteno.
Habitas en ensalada con atún macerado.
-----Principal
Merluza con alcachofas y salsa holandesa .
-----Postre
Tarta de chocolate con cosas.

Cocina de autor, como anticipábamos. Cenamos bien, esa es la verdad. Detalles muy graciosos como el vermouth que estaba dentro de una pajita y que tenías que sorber una vez te habías metido en la boca unas aceitunas verdes rellenas de anchoa. Platos meritorios como la brocheta de sandía que con ese punto de albahaca, rompía. Creaciones imaginativas, como ese gazpacho que pensábamos que era de tomate con espuma de fresa por encima, y era al contrario (aquí nos dio la única pista de la noche antes de consumirlo: “no es el postre”). Y un buen final con esa merluza, que se hizo demasiado de rogar, pero estaba para aplaudir con esa salsa holandesa brutal.

Para beber, el cava que nos sacó sin darnos opción, un humilde pero resultón Familia Oliveda Brut Natural y una botella del tinto que se empeñó que tomáramos, un cálido cabernet tarraconense, Terrer d’Aubert 2010 (estaba bueno, Joaquín, estaba bueno, es cierto). Con el postre, el vino dulce que le vino en gana, el Moscatel de Mendoza. Las copas, unas Schott de otros tiempos, algo bastas y sin cerrase nada arriba, mejorables.

En este restaurante, como en la vida en general (permítanme la licencia), todo es relativo. Que no haya Coca-Cola, te puede parecer un toque divertido, punto rebeldía… o cabrearte como una mona (y ¿qué beben los críos a los que no les guste el limón?... menos mal que no fue el caso, pero...). Que sólo haya una infusión... Que te bebas el vino que él dice sí o sí… Que no sepas lo que pides, que… Pues, como decíamos, depende del cristal con que lo mires, del humor que tengas esa noche… pero sobre todo, de la actitud con la que afrontes el reto.

Yo salí satisfecho, otros comensales no tanto.

Sólo había estado una vez, compruebo que fue hace 10 años. No tardaré tanto en volver, a mí el tipo me ha caído simpático, soy así de raro…

;-)

Local clásico en Valencia, y quizás con poca evolución de planteamientos. Mesas bien preparadas, suficiente separación, buena cuberteria, copas, cambio de platos, salvamanteles con un vinilo (LP) de música clásica, como la que suena para dar ambiente. Falta hacía pues eramos la única mesa.

Vamos llegando el grupo de perjudicados por el Noma con una nueva daga clavada en la espalda: de nuevo el número uno del mundo. Menos mal que nos vamos resarciendo con encuentros como el de hoy. Unos cervezas, otros agua, tras intento de coca-cola (pecado mortal aquí) y los más atrevidos un Yzaguirre que llegó blanco (no se preguntó color), bien servido y que incluso se repitió porque hubo quien llegó más tarde. Una sorpresa: la clarita se hizo con Casis y estaba interesante.

Carta de vinos corta y sencilla con precios al uso. Elegimos un cava de Raventos: Millesimé (no recuerdo año) que no quedaba y nos lo cambió diciendo que era solo cambio del nombre por un Raventos De la Finca, que nos conformamos y aceptamos pulpo como animal de compañía.
también alguna de agua hubo que añadir. El servicio del cava siempre bien llevado y servido en copas de vino, no sé si por no cambiarlas o por estar a la última; creo que se debe preguntar, aunque yo me hubiera quedado así.

Funciona con 3 menús, sin saber nada más allá que el número de platos a servir. El Confianza de 4 platos y postre, a 40€. El menú Gourmand con un plato más y 45€ y el Menú Joaquin Schmidt con 7 platos, quesos y postre a 60€. Queríamos este último pero nos dijo que con el intermedio teniamos bastante. La sensación, por la tardanza de los últimos servicios, es que estaba sólo en la sala y cocina pues ya teníamos el menú elegido.

Un aperitivo curioso: en una pajita en forma de jota una gelificación de vermut que hay que tomar junto a un pincho con aceitunas sin hueso.
Sin pausa (ni bebida) hay que pasar a una rotación de cucharitas ya presentes en la mesa: paseo de la Malva-Rosa con sabores de algas y frutas de la pasión: muy interesante contrastes con final predominante de la acidez de la fruta de la pasión.
Seguimos sedientos pero sin beber, para coger otra cucharita con pasas ahumadas y pomelo rosa.
Aun queda otra cucharita antes de beber y mirando con desespero al cava, al agua y hasta el florero que hubiese, cogemos la última que lleva plátano con algo de curry.
Ya imploramos algo de bebida porque además se han acabado las cucharitas, pero aún nos queda un vasito con dos pinchitos con sandía (¡¡algo que nos refresca, por fin!!), albahaca, tomate seco, ajo y comino.

Por fin cogemos la copa de lo que sea y algo líquido que poner en esta maraton continuada de sabores. Tras el reposo, la verdad es que ha sido interesante y sorprendente.
Un buen trago de cava, nos sirve para cambiar el tercio con un poco de paté de aceituna negra, un buen pan (repetible hasta decir basta) y un más que buen aceite, Lágrima de aceituna serrana de Viver (única, aunque muy buena opción).

Seguimos con un gazpacho de fresón con espuma de tomate, servido en una especie de taza de cristal, con una estética muy de chantilly, pero que tomado en conjunto estaba muy agradable. Ración correcta.

Continúa el menú con un atún troceado y macerado acopañado de alcachofa, habitas y confitura de pétalo de rosa y menta aliñado con pimienta rosa. Buena presencia y emplatado. Bien de sabor. Para repetir.
El siguiente fue una mezcla de mejillones, guisantes, alcachofa y jamon con una salsa de pill-pill horneada, que lo cubría todo y que no se explicó ni lo que había ni la salsa. Con una merluza cocida muy en su punto, para comerse piel y todo. La cobertura hace menos atractivo al plato. Optamos por no insistir en las preguntas ya que lo más correctos hubiera sido que después de dejarnos jugar a las adivinanzas, nos sacara de las dudas sin preguntar cada cosa.

De postre una mousse de "chocolate con cosas", Buena racion y muchos tropezones entre ellos minilacasitos y otras cosas que no nos dijeron. Para llenar y acabar con buen sabor de boca.

Unos cafés, cada uno diferente como buenos comensales españoles. No hubo opción de chupitos, repetir cafés ni nada similar, aunque sí hubo paciencia para acabar saliendo más de las 6 de la tarde, manteniendo una buena sonrisa y buen servicio.
Precio menú sin bebidas: 45€.

Tras algún escarceo inicial que parece que teníamos la culpa de que ese día abriera el local, desencuentros tales como que aquí no hay coca-cola, el color del vermut no se preguntó, el cava de carta que no hay y nos trae el que él considera y nos cambia la idea, nos quedamos sin opción de menú degustación y tras rezar que nadie se hubiera hecho alérgico a algo recientemente porque no sabíamos lo que íbamos a comer, ni se preguntó, etc.. pues tras superar todo eso, al final resultó una buena cocina y unos platos interesantes, con un buen servicio. Un poco más de salir con conocimientos aprendidos hubiera sido más interesante.
Compleja relación con el cliente.

Fuimos a comer dos personas, de los tres menús que nos ofrecieron tomamos el menú medio. Platos anodinos, carentes de sabor y sin ninguna emoción, y sin embargo con un nombre muy pretencioso que no corresponde con lo ofrecido en el plato. Por ejemplo, el segundo plato es un paté de aceitunas negras y un cuenco de aceite para mojar pan… eso sí, la explicación sobre el plato increíble. Relación calidad precio pésima tanto en comida como en bodega. Restaurante para nada recomendable.

La cosa pintaba muy bien, pero al final la cena en este conocido restaurante fue toda una decepción.

Se olvidaron de traer una cerveza de aperitivo que se había pedido.Mal empezamos. Todo el mundo tenía algo para beber y yo sediento tuve que esperar más de diez minutos para que me trajeran mi bebida.

La platos fueron una cuchara de pomelo rosa con pasas, una cuchara de mermelada de tomate con garbanzos secos y una mezcla de ensalada/ceviche de lentejas con marisco. Hasta ahí bastante bien, sin ser nada del otro mundo.

Ahora viene lo bueno. A ver qué plato principal nos sacan. Pues bien, el plato principal consistió en un taco de lomo de cerdo del mercadona (o del mercado, pero vamos, taco de lomo al fin de al cabo) con una salsa a la pimienta bastante normalilla. El postre fue un gran vaso de nata de espray con una galleta con almendra amarga.

Más cosas. Nos intentaron cobrar unos cafés que no habíamos pedido. No nos trajeron carta de vinos, Joaquín Schmidt dijo que él aconsejaba. No tuvimos opción de saber cuánto nos iba a cobrar por la botella de vino blanco alemán que pedimos.

Tampoco nos gustó que se recite poesía mientras cenas, nos corta la conversación a todos los comensales.

Estuve sentado en la peor mesa,enfrente de una pared de un comedor triste.

En fin, era un sitio al que tenía muchas ganas de ir pero que al final ha resultado ser toda una decepción.

RCP malísima, aunque nos haya costado la mitad de lo habitual por ser el día del comensal. Si ofrece el mismo menú por 90 euros el timo sería descomunal.

Es un buen restaurante, especial por la ambientación, la música...aunque se encuentra en un barrio sin nada especial, que no invita al típico paseo post-comida. El menú se elige sin saber qué vas a comer, te van sacando platos y parte de la gracia es ir adivinando los ingredientes de cada uno, esto junto con la amabilidad del servicio hacen que pases una velada especial. El camarero tuvo el detalle de sacar mi postre con una velita, pues celebrábamos mi cumpleaños.Sin servicio de vino, se limitan a llenar las copas la primera vez, antes de dejar la botella encima de la mesa. Tomamos el menú Gormand, el intermedio, compuesto por varios platos, todos buenos y cada uno con su gracia, pero ninguno inolvidable. En resumen, diría que es un restaurante al que hay que ir al menos una vez para vivir la experiencia, pero la comida no está a la altura de los mejores de Valencia (Sucursal, Ricard Camarena...) en los que siendo el ambiente algo más típico de restaurante, se centran en servir platos de altísima calidad. Aceptable relación calidad-precio, pagamos 130€ por una cena para dos.

  • Salón

    Salón

Ya entrando en este espacio uno se siente como en casa y es lo que pretende el dueño. Se nota en todos los detalles, en la conversación, en las explicaciones...es una experiencia cenar en Schmidt, una celebración en toda regla.

Ir a casa de Joaquín es viajar a un mundo de arte, música, gastronomía y amistad. Un concepto novedoso, atractivo y definitivamente genial. Lo he visitado en varias ocasiones, siempre que tengo que impresionar amigos que ya están acostumbrados a restaurantes de nivel.

Restaurante diferente, original, acogedor, recomendado para todo tipo de ocasiones especiales, tanto en pareja o amigos.
Para mi sin duda el mejor restaurante por eso he repetido en diferentes ocasiones , cena en pareja, de amigos y negocios.
En mi ultima ocasión fui con mi pareja quería sorprenderla tanto con el sitio, la comida y con el trato y sin lugar a dudas lo conseguí. Juaquin me volvió a sorprender con un menú vegetariano que no tiene nada que envidiar a los otros que ya había probado.
Aconsejo que os dejéis recomendar por el vino a mi siempre sorprendido.
VOLVERÉ.

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