Tintos que no fallan para paladares poco aventureros
Ayer me tocó vivir una situación que seguro les ocurre a las Kardashian cuando se preparan para un evento. Atentos a la dimensión de la tragedia:
Comida importante con familia. Gente normal, a la que le gustan el buen comer y el buen beber como al que más, que no sale del sotacaballorey pero a los que no puedes darles fácilmente gato por liebre. Me dirijo con paso seguro a la vinoteca convencido de tener armamento suficiente. Y entonces, oh desdicha, de entre más de 70 botellas no encuentro nada que me convenza: rieslings de guarda, crianzas en damajuana, monastrelles de fresqueo, priorats en avanzada duros como Tom Highway, variedades minoritarias, jereces varios... ¡Mi reino por un Protos! Acabo abriendo un Toro fermentado con raspón que no sabe a Toro que retiro inmediatamente tras el primer sorbo y me presento con una tempranillo andaluza criada en ánfora que no convence a nadie. Y es que en los caminos del wineloverismo más recalcitrante algunos hemos perdido el rumbo y nos hemos olvidado de la gente normal.
Convencido de que algo así no puede volverme a pasar quiero hacerme con una caja de un buen tintorro de esos que nunca fallan, que pueda beberse desde el primer día pero que aguante tranquilamente unos años en botella. Había pensado en un Muga Selección Especial, que además ahora está de oferta en cierta web, pero la añada que está en venta ahora es la 2016 y aunque a Parker y Atkin parece que les ha gustado, las críticas en verema no son tan halagüeñas. ¿Alguna idea mejor?
Amor y sulfitos