Oscuro, casi negro, denso, dejando una marcada y lenta lágrima en la copa.

Buena intensidad en nariz que no hace más que crecer y crecer en la copa. Notas balsámicas, frutas pasas, especias dulces, maderas nobles, frutos secos, granos de café, miel, tabaco, ahumados, en fin, una de esas aromáticas llenas de complejidad, de misterio y de categoría, que nos dicen que estamos ante uno de los grandes vinos del mundo.

En boca es una maravilla, un vino esférico, redondo, que está en su momento de plenitud. Perfectamente balanceado, con acidez, de paso denso y poderoso, lleno de finuras, dejando sensaciones en el final de frutas escarchadas y especias, con una larga persistencia y un dulzor perfectamente integrado. Muy grande.

Se puede decir que llegando a sus 103 años de vida, este vino ha alcanzado su mayoría de edad, mostrando un equilibrio apabullante entre fuerza y elegancia, sin esconder sus años pero llevándolos con lucidez, sin duda hablamos del mejor vino de moscatel que hemos probado junto con el Toneles de bota, un vino para la historia y para el recuerdo que probablemente nunca más volvamos a probar. Grandioso.