Color yodado, denso, dejando una marcada lágrima.
Nariz intensa y compleja, con toques iniciales de acetato de etilo (pegamento) que se van con el trabajo en copa. Van apareciendo recuerdos ahumados y de café en grano, trazas de especias dulces, fruta pasificada, miel, mueble viejo y tabaco de pipa. No es un espectáculo, pero sí resulta profundo.
En boca está entero pero denota que su mejor tiempo ya pasó, pues le falta algo de pegada. Tiene acidez aunque no muy marcada y el paso es denso y poderoso, quedando recuerdos de miel, fruta pasa y ahumados en el final, dejando una buena persistencia, aunque no resulta redondo del todo.
Si bien este 1916 nos gustó más que el de 1950, lo cierto es que no llega a emocionar pues da la sensación de que su mejor momento ya pasó. Aun así la clase está ahí y nos encontramos ante un vino entero y perfectamente disfrutable que confirma la gran longevidad de estos moscateles. Muy bien, pero le faltó algo…