Este vino que es a mi modo de ver la forma como encontró Montes de tratar de ponerse a la altura de los vinos buenos de Bordeaux, tanto por su composición como por su elaboración, deja muchas sensaciones, algunas de ellas encontradas. Primero que todo y la verdad no soy muy entendido en el tema de los corchos es impresionante el corcho que tenia este vino, después de casi 10 años el corcho estaba intacto, perfecto. A la vista el vino había evolucionado pero todavía era muy brillante, su color aun muy vivo con algunos destellos de la edad. En nariz, cueros finos, fruta madura, especies como pimienta verde y algo de mentol. La verdad era uno de los últimos de la noche y la impaciencia no dejó que el vino pudiera evolucionar y llegar a mucho mas, tal vez por esto lo califico de frío, creo que necesitaba unas horas en un decantador que le diera la posibilidad de crecer un poco más. En boca es voluptuoso, de buen paso, con algunas pequeñas aristas que creo que pudieran desaparecer con un poco de tiempo en botella. El postgusto es interminable, con un recuerdo muy amable.