Dorado pálido limpio y brillante, sin apenas signos de evolución.

En nariz y tras varias horas de aire es un verdadero espectáculo. Difícil explicar el torbellino de aromas cambiantes que recibimos. Es intenso, complejo, con unas increíbles notas de hidrocarburos que forman la base de una paleta floral, frutal, cítrica y mineral que apabulla al empequeñecido catador. Profundo, salvaje, enorme, una delicia de aromas, una nariz superlativa que nos hace recordar aquel soneto de Quevedo, “A una nariz”. ¿Se lo dedicaría a este vino? Obviamente no es así (es del siglo XVII) pero desde luego que podría haberlo sido.

En boca no llega al nivel de la nariz, pero es que si lo hiciera sería el 10 absoluto. Aún así es un vino delicioso, joven, con una acidez fresca y penetrante, un paso ligero y amable y un final con profundidad mineral, que nos deja notas cítricas y florales en el posgusto. Persistente y duradero. El dulzor está ya integrado, es un vino perfectamente seco, por lo que debe ser un vino para tomar solo o como aperitivo, nunca de postre.

Una vez más los vinos del Scharzhofberger de Múller nos han vuelto a cautivar, a llenar de sensaciones. Y es que con algo más de 15 años los aromas que van desarrollando son legendarios, la más pura y auténtica expresión de la diva en el más grande de todos los teatros en los que es venerada. De nuevo una actuación memorable. Y de nuevo aplaudimos sin cesar. ¡Queremos verte de nuevo, gran Diva!