Comida medio improvisada tras asistir a una serie de actos por la Plaza de la Virgen y sin rumbo fijo. Tras hacer una parada en una terracita cercana para aclarar el destino, birra en mano por supuesto, nos decidimos a ir a Abadía d'Espí.
Es un clásico de la restauración valenciana ubicado actualmente en la Plaza del Arzobispo. La descripción del local creo que ya está lo suficientemente relatada en comentarios previos. Ambiente que invita a la relajación por sus tonos neutros y cortinas de gasa pero de espacios reducidos que no me terminó de convencer.
Una A.K. Damm y una manzanilla, creo que La Guita, para echar un vistazo a la carta y decidir compartir al centro casi todo:
Hatillos de Langostino y Queso. Uno por cabeza. Correcta y crujiente cobertura brick que albergaba una crema de queso y una cola de langostino. Sabores tradicionales sin transmisión especial con un dominio abrumador del queso que se llevaba por delante al crustáceo. Invasión.
Torta Hojaldrada de Perdiz Escabechada con Besamel de Hortalizas. En este caso el sustento era el hojaldre con los ingredientes descritos y en el mismo registro que el plato anterior. Replay.
Tosta de Codonyat amb Cansalada i Arrop Agredolç. Sobre una base de membrillo descansaba la panceta bien tostadita y crujiente conformando buen contraste y ayudado por el arrope. Rico bocado en conjunto. Oasis.
Cigalitas Salteadas con Jamón y Tomate Murciano. Media ración. No me convenció la ejecución con esa salsa de tomate tan concentrada que dejaba sin personalidad a las sofocadas cigalas. Condensación.
Solomillo de Ternera con Salsa Miel y Mostaza. En la línea de cocina que ofrecen fue, a mi entender, el plato más equilibrado de todos. Solicitado al punto y servido un poco más. Académico.
No hubo postres en esta ocasión.
Para beber, una botella de Gramona Imperial GR 2008 D.O. Cava (25 €) que acompañó con sobrada personalidad y prestancia el conjunto de la comida.
En resumen, línea clásica y tradicional en todas sus vertientes. No engaña. Te percatas en cuanto lees la carta y ves la presentación de los primeros platos. Poca opción a la sorpresa y a la magia en ese sentido. Corrección en todas las facetas sin saber ni poder destacar algo en especial. Bien está pero no me caló, cuestión de gustos.
Cigalitas Salteadas con Jamón y Tomate Murciano
Tosta de Codonyat amb Cansalada i Arrop Agredolç
Torta Hojaldrada de Perdiz Escabechada con Bechamel de Hortalizas
Local ya comentado aunque en esta ocasión lleno con el reinicio de la temporada y el regreso al cole. Por lo demás el mismo saber hacer en sala de Juan Carlos y su amabilidad. Buenas opciones en carta de comida y de vinos como para no aburrirse por veces que vengas.
Tres para comer. Un par de manzanillas La Guita y una coca cola sin, mientras entretienes el tiempo entre la comanda y el servicio, que no se hace esperar mucho. Elegimos como vino Matsu El Recio 2011, que como era de esperar por su poderío, con una botella hubo bastante, aunque apoyamos con Lanjaron.
Para compartir, unos entrantes:
. cigalitas salteadas con jamón y tomate murciano. Buen tamaño de cigalas, con cuerpo, bien hechas; el tomate quizás demasiado tiempo en el fuego se había secado en demasía para mi gusto aunque le hizo ganar en concentración de sabor.
. yogurt de albahaca con piñones tostados y aceite de romero: Buena mezcla de ingredientes, textura, refrescante con un punto picante final interesante. Buen plato. En principio sería una para cada uno pero al haber solo dos, completamos con:
. pepito de chipirones, espinacas y cebolletas glaseadas. Cambio radical sobre el anterior probado especialmente en la presentación pasando de ser un plato sabroso a un plato con una muy buena presentación quedando medio con caída en cascada de los chipirones y con una doble salsa, medio plato blanco, medio negro, en un contraste de colores y sabores.
De principales:
. atún en buena ración, al punto y buen sabor; algo frío en su interior.
. fideada (fideuá) de fideo rojo con langostinos, cigalas y chipirones. Magnifica presentación en paella individual con cigala de gran tamaño en el centro; buena ración, buen sabor, fideo en su punto.
. arroz meloso de Cortijo con caldo de cocido, longanizas, jamón, panceta y garbanzos. Solo leerlo ya explica la contundencia que lleva en sabor e ingredientes. Para tomarlo con calma.
Para postre:
. yogurt con leche condensada y limón: referido como bueno
. sorbete de violetas: muy bien de sabor, incluso de aroma.
Unos cafés y un poleo del tiempo para finalizar completaron la comida.
En la despedida agradecí los comentarios de Juan Carlos a mi anterior crítica. La verdad es que esta vez el resultado de todo fue mejor.
Sin visitar desde el cambio de ubicación y notando a faltar aquella gran mesa de madera en la bodega rodeados de buenos vinos. En el nuevo local, con mesas muy juntas por su pequeño tamaño, incluso la camarero/a sortea las mesas o pasa tocando las espaldas, y aunque colocadas de forma que intenta alejar las conversaciones, desde luego no es punto de reunión para esconder conversaciones. Comedor a medio gas. Bien copas, cubertería, cambio platos, manteles...
Muy destacable carta de vinos, precios habituales y un servicio más que correcto.
Carta de comidas con bastantes opciones clasificadas en platos para picar, los "finitos" (10€) (digamos carpaccios), productos de la huerta (ensaladas y verduras plancha), sopas y cremas muy atrayentes. Para segundos "fideadas" (13€) de atrevidas composiciones, arroces melosos (13-15€) interesantes, pescados (13-17€) y carnes (14-19€) y por supuesto postres. Más que bien surtida y muy de agradecer que cada uno pueda elegirse su arroz o fideua lo que le hace ganar mucho atractivo.
Pareja a comer y de entrada un plato con aceitunas gordal, ajos en maceración, unos pocos cortes de chorizo y unos picos con una Marzen y agua Lanjarón de aperitivo. Pasamos a un blanco de godello para acompañar toda la comida: Guitian.
Unos entrantes a compartir: torta gaditana de camarones x 2 (incluso pedimos 4 no sabiendo su tamaño y se nos recomendó con acierto reducir la dosis). Una pena, estaban quemadas y no debieron salir de cocina, pero viene la duda si comentarlo o no, y me convencen de que no, con lo que no le damos oportunidad de enmendar el fallo.
Finito de bacalao con limonada de tomillo: buen bacalao, bien cortado, exceso de sabor a limón que hacia perder presencia al bacalao.
Pepito de chipirones, espinacas y cebolletas glaseadas: también para compartir porque el pepito es casi don José de tamaño. Muy curiosa composición y bien resuelta.
Pasamos a principales y muy de agradecer que cada uno elige su plato individual sin necesidad de concesiones y con una buena ración personal. Uno de fideuá (o fideada como viene en carta) de atún, alcachofas y ajetes tiernos, muy buena de sabor, fideo fino, buen fondo pero las alcachofas tenían que haberse pelado (y más en esta época) y quedado en la mitad ya que hubo que pelear cada hoja de la alcachofa.
Arroz meloso de pato y setas. Lo meloso es más fácil pero es que este arroz lo necesita; muy bien de fondo, muslo de pato entero, buen punto de arroz. Muy buena opción.
Los postres: sorbete de mandarina muy cítrico y bueno. Tocino de cielo que se quedó en purgatorio: seco, acartonado. Mal.
No tomamos café ni opción de chupito...
Un local que mantiene sensaciones de elegancia, con demasiado juntas las mesas, con muy buena opción de fideuas y arroces (desconozco la parte de carne y pescado) pero con algunas sombras puntuales que rebajan lo que podía haber sido sobresaliente. Muy atento servicio en sala.
Hacía tiempo que era uno de mis restaurantes pendientes para ir, pero la visita fue bastante decepcionante. El local es relativamente pequeño, y aunque la situación es buena, el interior no le hace justicia.
Tomamos unos entrantes consistentes en una ensalada Abadia (ridícula ración para cuatro personas), unas lagrimas (quizá demasiado aliñada) y unos hatillos (excesivamente rellenos de queso). Junto a ello, para cenar, las medias raciones no lo son tanto, sino realmente una cuarta de ración y el pescado, única ración completa, excesivamente pasado.
Por el precio que pagamos considero que hay restaurantes bastante mejores. No creo que repitamos.
La plaza del arquebisbe y sus alrededores, son un encanto. Paseando por la plaza de la Reina, vimos que la mayoría de restaurantes estaban llenos o casi, especialmente los que disponían de terraza, en la calle del Mar otro tanto de lo mismo y no entiendo como no ocurre esto en una de las plazas mas bonitas de Valencia.
A nosotros nos vino genial, nada mas llegar, nos acomodaron en una mesa alargada en un reservado que fue un encanto.
Tomamos varios platos, todos para compartir en el centro como viene siendo la tónica habitual, y fueron:
2 Tortitas de camarones o gaditanas.- Estaban buenas, quizá un pelín quemadas.
Hojaldre de perdiz escabechada y verduritas.- Muy bueno, con las verduras un punto crujientes como nos gustan.
2 Hatillos de langostino y queso.- Un fijo de la casa, al contrario que el comentario de Jose, a nosotros si nos gustaron.
1/2 Ración de quesos.- Ración de quesos recién sacados del horno a medio fundir, quizá el mas flojo de todos, se nos antojó un poco aceitoso.
1/2 Ración de cigalitas con tomate y cebolla.- Llevaba además unos trocitos de jamón, que hacían una delicia.
No tomamos postre. De beber pedimos cava, Tantum Ergo, fue nuestra segunda opción, del primero no les quedaba. Servicio al principio bien, con continuo relleno de copas que posteriormente desapareció.
Pan, agua y un café fueron el resto de la comanda.
Situado en la céntrica plaza del Arzobispo, en pleno corazón de Valencia. Restaurante en dos plantas, priman los colores neutros tanto en la decoración, como en el mobiliario. Mesas bien vestidas, con una separación tal vez demasiado ajustada. En la planta subterránea se ubican dos reservados, en uno de ellos, el más grande, nos ubicaron a nosotros.
Su cocina es de mercado, tradicional, conviven recetas del sur de España y otras más propias del mediterráneo. Carta, con una oferta bastante extensa en cuanto a entrantes, ensaladas, “fideadas”, arroces (todos melosos), pescados, carnes y postres. Una gran ventaja es que tanto las “fideadas”, como los arroces es posible degustarlos para una sóla persona y la mayoría de las elaboraciones es posible ordenarlas en formatos de ración o de media ración, incluso las “fideadas”.
La carta de vinos es amplia, bien elegida e ilustrada con las etiquetas. Oferta referencias nacionales, con especial atención a los más cercanos. Está organizada por indicaciones geográficas y dentro de cada una diferencia por tipos. Particularmente me gusta más que diferencie por tipos de origen, me parece más cómodo y fácil. El sobrecargo en el vino es moderado. La cristalería es adecuada y los vinos descansan en una vitrina climatizada ubicada en la escalera de acceso a la planta subterránea. El servicio del vino se circunscribe a la presentación, prueba y primer relleno.
Nuestra experiencia fue el mediodía. Decidimos compartir una serie de entrantes, para posteriormente cada uno elegir un principal:
• Ensaladilla abadía, correcta.
• Hatillos de langostino y queso fresco. Pasta brik que envuelve los ingredientes. Pese a la recomendación del camarero, no pareció entusiasmar a la mayoría.
• Pepitos de chipirones con espinacas y cebolletas glaseadas. Este entrante fue del agrado de todos.
De principales, la gran mayoría se inclinó por las “fideadas” (paellitas de fideo fino, de atún, alcachofas y ajetes, rojas de cigalas, langostinos y chipirones). Según me comentaron buenas y sabrosas. Yo en cambio disfruté un arroz meloso con pato y setas, intenso de sabor, buen punto de cocción y de ración más que generosa.
Cada uno solicitó un postre, tartas de queso con frutos rojos, flanes de yogur, etc.
Para beber, tras unas cervezas iniciales (A.K. Damm) mientras ordenábamos y el aperitivo, bebimos un sencillo “El perro verde” y un siempre cumplidor Juan Gil crianza, que armonizó muy bien con mi arroz con setas. Con los postres, cafés e infusiones.
A pesar de estar en el reservado subterráneo, el servicio no se resintió y siempre estuvimos atendidos.
La cuenta final ascendió a 260.70 euros para los ocho comensales que éramos.
Restaurante correcto en el centro de Valencia, me gustó, pero sin entusiasmarme.
Sábado noche, se llama para reservar en un nuevo restaurante donde nos dan mesa para las 22:30, llegamos y nos dicen están esa pareja delante, después van ustedes. Nos quedamos atónitos y le preguntamos que si no habían tomado nota de la reserva y nos contestan que funcionan así. Así que educadamente declinamos esperarnos y por cercanía del local decidimos llamar a Juan Carlos el cual nos dio mesa.
Es de los sitios donde más cómodo me siento a cenar, donde nunca hay peros.
Cenamos:
- 2 hatillos de langostinos y queso fresco ( para mí lo mejor que tiene!)
- 2 tortitas de camarones
- 1/2 ración de pato con un medallón de foie, el cual estaba muy tierno
- 1/2 brocheta de mar
De beber:
- Jose Pariente verdejo 2011, creo que el 2010 estaba mejor EMHO
- Agua
- 1 café
- 1 tarta de chocolate (MMM)
Como siempre es un verdadero placer ir este restaurante donde el servicio, mantelería , cristalería son notables
He visitado en varias ocasiones su antiguo emplazamiento cerca de la calle de la paz. El primero fué en la calle Serpis.
Creo que tiene unos precios excesivos, si bien a su favor es una persona que desarrolla su negocio.
Calidad de producto irregular.
No volveré.
En este restaurante se come muy a gusto por muchas razones: el entorno, la buena comida y gracias a la cantidad de reservados que tiene se puede comer como si estuvieras en casa. La atención es muy buena, igual que las raciones. Me gusta que se pueda pedir arroz sin un mínimo de dos personas que lo elijan como pasa en los demás sitios. Genial el de pato y setas. La carta de vinos es correcta.
Bastante tiempo sin visitar el restaurante. No entrare a describir el local porque entiendo que ya se ha hecho muy bien en diversos comentarios anteriores. Hemos comido en una especie de reservado que hay entrando , al final a la izquierda.
Como entrantes :
Ensaladilla abadia : Buena en textura , en presentación y en sabor. Es una versión de la ensaladilla rusa.
Lagrimitas: Correctas, quizás un adobo un poco fuerte. Pero buena fritura tanto en sabor como en punto.
Hatillos de queso : Plato emblemático del loca. Sin fallos
Tortitas de Camarones: Muy buenas. Vale lo dicho para las lagrimas en referente al punto como al sabor.
Yo he tomado Chuletas de cordero acompañadas de patatas fritas finas. Correctas. Lo mismo para los lomitos de pato, la fideada roja o los finitos .
Carta de vinos muy amplia a muy buen precio. Extensa , nada clásica . Carta hecha para descubrir referencias sin que tengas que gastarte un dineral. El servicio se limita a dar a probar y servir la primera vez , y , de forma ocasional rellenar. En cualquier caso es mejor eso , que , que se lleven la botella y tengas que estar pidiendo continuamente. Se puntúa mejor en este apartado que la ultima vez por su carta sobre todo
Servicio en sala profesional, amable , rápido y diligente a pesar que estaban llenos.
Hace bastante tiempo este restaurante emprendió un camino claro y directo. Su carta poco ha variado en este tiempo, pero, la verdad es que tampoco le hace falta. Lo que hacen esta bueno, la materia prima es de calidad y generan siempre (por lo menos en mi) la satisfacción cuando lo abandono. Como ya se ha dicho0 antes es un local honrado a la enesima potencia y eso , siempre, pero mas en los tiempos actuales, es lo que le permite mantenerse por tener clientela fija y fiel. Y no es poco merito. Más bien es todo un merito el saber que , casi con toda posibilidad, tienes la seguridad de que comeras teniendo un buen servicio a muy buen precio. Cosa nada facil
El precio es sin vinos
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