Algunas amigas me habían comentado sobre este sitio. Al final conseguí coincidir con ellas para venir. Un acierto. Confirmé que no eran exagerados. Pequeñito, coqueto, bien decorado y ambientado, elegante y con toque informal. Vi mucha calidad en los detalles: cuadros, cortinas, madera de iroco maciza... Sala principal llena. Todos los rinconcitos habilitados como reservados, llenos. Estoy hablando de un miércoles por la noche. Quise visitar los reservados más privados que sabía tenían para posteriores visitas y me acompañó el mâitre mismo. Me comentó sus pros y sus contras, y yo, los contras no se los conseguía ver, parecía "gato escaldado" que no quiere que se le tiren encima. Después, al leer otros comentarios me di cuenta. Como sobre gustos no hay nada escrito, y el mío coincide con el del artífice de este restaurante, quedé encantada. Trato amable, simpático incluso. Relación calidad precio sorprendente.
COMIDA: Hojaldre de perdiz escabechada con bechamel de hortalizas, salteado de hongos y setas con virutas de jamón ibérico, y pepitos de chipirones con espinacas y cebolletas glaseadas, y de segundo compartimos unas anguilas cocinadas con una salsa de almendra muy fina, quizás un pelín densa, pero muy sabrosa. Plato totalmente diferente al típico y recurrente "all i pebre". Está bien que alguien desarrolle nuevas ideas de cocción en una de las cunas de la anguila. También compartimos unas brochetas de frutos de mar y un par de "fideadas" que hacen individuales con atún alcachofas y ajetes tiernos. De postre, su crema de yogur, limón y leche condensada y los dátiles naturales que rellenan con crema de toffe (demonio de postres, que buenos estaban)
VINO: El que tienen como blanco de la casa "Trascampanas", verdejo de Rueda. Correcta temperatura, correcta la cristalería y correcto el servicio, sin agobiar pero atentos a cualquier necesidad. Me habían hablado de este vino, y secundo los buenos comentarios, justa fruta, muy bien en boca y en nariz y calidad a la altura de los muy grandes de Rueda, sobre todo para el precio por el que sale, o al menos en este restaurante.
Muy buena, en general, la impresión de esta "Abadía". No llegó a 35 € y cenamos de "pecado"

Sabía que se habían cambiado de sitio, y tenía ganas de ver la nueva ubicación. A tenor de algunos comentarios anteriores me había suscitado cierto escepticismo, sobre todo en lo que concierne a la parte de abajo. Pensé que al cambiarse nos quedaríamos sin la "bodeguita". Pues no. No solo la tienen sino que ahora tienen una grande y una pequeña. Agobiante..., tampoco, a los que nos gusta este tipo de locales con reservados mucho más íntimos y discretos este restaurante nos va de perlas. Le pedí al dueño del local, Juan Carlos, que viera la forma de ponernos en el más pequeño de los dos reservados, el que tiene para seis y así lo hizo.
Mientras bajábamos pude ver en la bodega que tiene acondicionada en el hueco de la escalera (5 metros de espacio acristalado) dos vinos que llevaba tiempo queriendo probar, el "Hiru 3 racimos" de Luis Cañas, y el Dominio de Pingus PSI. Del primero elegimos la añada más antigua, del 99, y aunque nos costó un buen rato que se desprendiera de aromas sucios, al final pudimos con él. Juan Carlos nos puso una copa nada más abrir y sin decantar, otra una vez decantado y una tercera después de haberla agitado violentamente. ¡Sorpresa! después de unos minutos de reposo, ésta última vino a ser la estrella, gano en unos momentos lo que a las otras les costó casi el resto de la comida.
Entre una prueba y otra, también abrimos el PSI. Siendo el resultado mucho más inmediato, pudimos disfrutar de él casi enseguida. ¡Que vinazo! Tanino firme, sabroso y sin aristas, aromas que no te cristalizan la nariz, sino que te incitan a mantenerla dentro de la copa. Sabores que se mantienen en el paladar de forma prolongada. Y no lo vi caro, sino recuerdo mal estaba en 42 €, lo cual para enterarme más tarde como lo hacen pagar en tienda...
Conclusión: disfrutamos de lo lindo, buen vino, buena comida, servicio atento, natural y sin agobios, comida sabrosa, diferente, y de calidad y elaboración a la altura de las circunstancias. Me sigue gustando este sitio, el cual creo que ha ganado con creces con el cambio. Si alguna vez leen este comentario que vaya mi enhorabuena por delante.

Un verdadero acierto el cambio de local, especialmente porque, preservando la esencia de Abadía, Juan Carlos ha sabido darle un aire más contemporáneo, con unas tonalidades y unos elementos decorativos innovadores, pero a la vez tradicionales. Y con esas mismas premisas de fusión entre lo tradicional y lo nuevo, nos deleitamos con cada uno de los platos que nos sirvieron. Bajo un servicio atento pero sin ser empalagoso, y con las intervenciones justas y necesarias de Juan Carlos (es muy difícil conseguir mezcla entre profesionalidad y familiaridad), es un auténtico placer degustar los platos ya conocidos y las nuevas aportaciones gastronómicas de la carta de Abadia. El vino, siempre lo dejamos a su elección, sorprendente y siempre acorde a la selección de platos. Un acierto también haber otorgado su justo espacio a ese reservado tan personal que Juan Carlos ofrece para aquellos grupos que quieren algo especial, preservando la memoria del antiguo local.
En fin, 100% recomendable en todos los sentidos. Ánimo Juan Carlos, siempre es un placer disfrutar de la gastronomía bajo tus propuestas, yu local y tu atención.

La verdad es que nunca ha sido uno de mis preferidos pero el pasado dia 23 de julio , le dimos una oportunidad a su nueva ubicación . Previo a los toros , quedamos a las 15 horas en Abadia . Mal augurio , uno de los días mas calurosos del año y , mala suerte , al acceder lo primero que veo son dos ventiladores funcionando , horror !!! No había suficiente climatización , por lo menos en la parte mas próxima a la fachada que es donde nos ubicaron . Esto me mató , con lo caluroso que soy....
Mesa para cinco , distancia entre mesas no muy amplia . La planta no parece ser muy grande e incluso se oyen las sartenes de la cocina que tampoco debe estar muy sobrada de metros ( me recuerda a la antigua ubicación ). Empezamos con claritas y elegimos un blanquito de Rueda para comer ( Palacio de Bornos , Verdejo , caen 2 ) . Inciamos picada : montaditos de morcilla de burgos ( base patata , morcilla . Con una crema de pimiento con sabor un tanto a quemado ) , finito magret ( bueno ) , cigalitas salteadas ( poco sabor la cigala , comido por el tomate y el jamón ) . Como plato principal elegimos arroz meloso de pato y setas para tres . Muy sabroso y abundante ( me pregunto , por que no sirven arroces secos ? será por espacio ? De nuevo reminiscencias a la antigua ubicación ) . Los otros dos toman : magret y rape ( sabrosos ) . Acabamos comida con refrescantes sorbetes de limon y cava .
Servicio mejorable ( incluido el de vino , muy flojo ) , decoración bastante espartana . Carta suficiente y respecto a la bodega , no vi surtido ya que fuimos al blanquito directamente .
Dado que los toros empezaban a las 19 horas , intentamos alargar la sobremesa , la respuesta , textualmente : " nos vamos " . Claro , cogemos la indirecta y nos vamos sin gintonics . RCP normal . En general , " ni fu ni fa " . No se si volveré ...

No estuve en la denostada parte de abajo, pero en la de arriba también se está un poco corto de espacio e intimidad. Servicio sin pasarse. Comida correcta.

Me habían hablando muy bien de este restaurante, tanto en su anterior ubicación como en la nueva, y por fin conseguí reservar... Me gustó tanto que creo que lo visitaré bastante. El local es agradable aunque no espacioso, pero se puede hablar sin que te molesten las otras conversaciones. La comida excelente, pedimos tortitas de camarones, carpaccio de jamon y hatillos de queso con langostinos y seguimos con bacalao (que estaba en su punto) y brochetas de mar. La carta de vinos muy amplia e interesante, con gran representación de vinos valencianos. El servicio durante toda la cena fue extraordinario, y los tiempos entre los platos, para mí... adecuados... sin prisa pero sin pausa. Tomamos un Guitián joven de uvas godello, buenísimo...La verdad es que disfrute muchísimo con la comida y el vino. Ah! de postre un sorbete de mandarina.

Este local consta de dos plantas arriba donde todo es "bonito" y la de abajo donde es una cueva sin mucha ventilacion y en la que te sientes agobiado. Lo mejor es reservar mesa para estar seguro de que te toca la parte buena.
Hablando de comida, exquisita, rapida y de calidad. No hubo espera alguna a pesar de que el local estaba lleno, la calidad de los productos era presente y la velada fue prospera.
Si solo pensamos que La Abadia d'Espi es un lugar donde comer y dejamos atras su agobio por asi decirlo, de mesas, es un lugar perfecto para comer y disfrutar comiendo.
Por lo que a vinos respecta presentacion normal para dicho restaurante.
Volvere a ir tantas veces como pueda.

Pues es, si tienes la suerte de que te toque la planta de arriba, bien, bonita decoración y servicio a mano, pero si te toca la sala pequeña de abajo, estás en una catacumba, con aire acondicionado pero sin ventilación.
Eramos cinco personas en una mesa redonda, con suficiente espacio en la mesa, pero las sillas muy pegadas a las paredes. Con un almacén al lado que cada vez que se abría salía de él una bocanada de aire caliente, hasta cuatro veces se abrió.
La carta de vinos bien decorada, con fotos de los vinos, amplia y representativa.
La carta de platos bastante extensa y con bastantes cosas entre las que elegir. Los platos abundantes.
El servicio con ganas y sin problemas, si no tenemos en cuenta las ausencias, por estar ellos en la planta alta y nosotros en el sótano.
El servicio del vino irregular. Bien en algunas cosas y mal en otras. Las copas adecuadas.
Tomamos tres entradas, cecina, salteado de setas y hogos y cigalitas salteadas, de buen tamaño. De platos principales atún a la plancha y brocheta de frutos del mar. Todo correcto. De postres helados.
De vinos Creu de Lavit de Segura Viudas y Finca Elez Nuestra selección 2002.

http://www.ojoalplato.com/archives/1936

Conozco el restaurante desde hace bastantes años, pero en su antigua ubicación en la calle En Sala. El nuevo local, ha ganado en todos los sentidos: diseño mas moderno, decoracion con gusto, con varios pequeños reservados (cerrados con cortinas), y tambien con una sala abajo, simulando a la del antiguo local. Bodega acristalada, que abarca 2 alturas, muy bonita,... ademas creo que el sitio es mucho mejor. Quizas, como algun comentario anterior, diria que las mesas un poco juntas (y las de 2, quizas un poco pequeñas) lo que resta algo de intimidad.
A lo que vamos, eramos 3 personas (bueno 2 adultos y un niño), pedimos ensalada verde de ahumados con vinagreta de cilantro y germinados de puerro (muy buena y muy bien presentada), dos tortitas gaditanas de camarones (muy originales y uenas de sabor) y 1 pepito de chipirones y espinacas (para compartir), bien presentado, serviso en el plato sobre un fondo de 2 colores (una bechamel blanca y la otra mitad negra, por la tinta), original presentacion. De platos principales, rape a la plancha y estofado de rabo de toro, los dos muy buenos, pero el rabo de toro, extraordinario por lo tierno y por su sabor, las raciones más que generosas (mi mujer no se terminó el rape, y yo, a pesar de tener "buen saque" me vi apurado para acabar el rabo de toro). Para mi hijo, un plato de huevos fritos con patatas, que debian estar buenos porque fueron visto y no visto. No pedimos postres (no podiamos mas). Cafés, agua, y 1 botella de Marsilea Fusion 2006 (15,75 €). No conocia ese vino de Sinarcas, me lo aconsejó Juan Carlos para que lo probara y la verdad es que nos gustó, maridó muy bien para toda la cena. Al final la cuenta 78 €, los tres. Un precio mas que razonable.
Cabe decir, y asi se lo hice constar a Juan Carlos, que me sorprendio, que el local estaba completo, por lo menos la parte superior (sobre 50 personas), lo cual con los tiempos que corren, quiere decir algo. Copas correctas.
P.D. En el precio por persona he descontado la comida del niño

Tras el cambio de emplazamiento a la plaza del arzobispo, compruebo que la comida sigue estando a un alto nivel, destacando las "fideadas", consistente en fideuas con fideo más fino que sirven en cazuelas individuales (quizás el único restaurante de Valencia en que te permiten esta opción individual) decantándoeme por la de rojos. También los entrantes resultan orginales, como el tan comentado saquito de queso y langostino, o el jamón servido a modo de carpacho con reducción de vinagre de módena. De postre el helado de mojito es una buena opción. En el apartado de vinos reseñaría la extensa carta a precios decentes. Lo único negativo es que el espacio está ajustado y se crea cierta sensación de agobio.