Restaurante La Ferradura en Alboraya
Restaurante La Ferradura
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
30,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
40 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
4.3
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.0
Comida COMIDA
3.4
Precio medio entorno ENTORNO
6.7
RCP CALIDAD-PRECIO
3.6
arroz
chipirones
allipebre
boquerones
pan y salsas
postre
Opiniones de La Ferradura
OPINIONES
29

Aprovechando loa últimos calores y cielos despejados (la falta de lluvia parece que no acaba nunca) vamos a disfrutar de posiblemente la mejor terraza, en amplitud y elegancia, en la playa y con unas vistas a pie de arena fenomenales.

Del local no puedo dar mejor comentario que dió JOAQUIN1965 en crónica anterior. Del servicio, el punto más débil que ha sido durante años y presente en otros comentarios, digamos que progresa adecuadamente; el servicio de mesa fue aprobable por cierta cercanía conforme avanzó el ágape mejorando el inicio distante y erguido, a buen ritmo en los platos aunque en el tema de servicio del vino fue limitado al mínimo correcto y eso que éramos pocas mesas hasta última hora que vino un grupo de boda (por los vestidos) a comer a la carta (¡¡olé por su planteamiento alejándose de contratos previos!!) que seguro que mejoró cualquier opción gastronómica concertada.

La carta de vinos tiene amplio predominio de vinos de la Comunidad, Rioja y Ribera y casi da pena ver el resto salvo en cavas. Elegí un Bobal blanco 2021 blanc de noirs de uva bobal con un botella bien diferenciadora, más por la compañía de gente de fuera y por lo curioso del conjunto que por otra circunstancia. También se bebió agua sin gas grande, vermut blanco (traído ya servido a la mesa y sin más datos) y un par de cervezas iniciales.

Para la comida nos acompañó un buen pan tipo bocadillo, tostado en plancha y con buen AOVE  y alioli y tomate rallado; compartimos entre los cuatro toda la comida, desde los entrantes (buenas raciones) hasta el arroz, en el centro de la mesa:

. chipirones fritos con ajos tiernos: buenas piezas, bien fritos nada aceitosos. Bien.

. all i pebre de anguilas con patatas chascadas: las patatas cortadas rompiendo la fibra para que incorporen mejor el sabor del caldo, bien cocidas con unos trozos de anguilas también en su punto de cocción; faltó para mi gusto, un poco más de punch. Más que bien.

. boqueroncitos de arrastre fritos: tersos bien de rebozo y fritura sin excesos, de tamaño medio bajo. Notable.

. arroz de langostinos, habas, ajos tiernos y alcachofas: lástima una falta de fondo porque estaba bien de tropezones con los pequeños langostinos añadidos en el último momento y a modo de decoración; bien las verduras en cantidad y punto; la ración cubrió bien las cuatro raciones cumplidas. No repetiría la elección porque hay suficientes opciones para buscar mejores resultados.

. piononos con crema de naranja: una elaboración propia a la que le falta un poco de consistencia en la base y la crema del interior en su comparativa con los originales granadinos. Sin tener en cuenta eso, cumple bien y la crema sobre el plato acompaña muy bien.

Diferentes cafés, incluido cremaet correcto y sobremesa larga que requería reencuentro con una pareja de amigos riojanos hasta que empezó a caer el sol y con una pequeña bajada de temperatura que hizo cambiar la dirección del viento y comenzar la brisa marina.

Nos fuimos a merendar unos buñuelos con horchata a la terraza de Santa Catalina en el centro de la ciudad después de una sobresaliente visita a la Capilla Sixtina valenciana (San Nicolás).

  • arroz

    arroz

  • chipirones

    chipirones

  • allipebre

    allipebre

  • boquerones

    boquerones

  • pan y salsas

    pan y salsas

  • postre

    postre

Creo que no hay un restaurante o bar en Verema con 3 páginas de comentarios entre los que cuesta encontrar que alguien lo apruebe. Llama mucho la atención y parece algo imposible cuando el entorno es ideal, en primera línea de playa con una construcción nueva y moderna, que quiere integrarse en lo que le rodea, con mucho ventanal para permitir unas inmejorables vistas sobre el mar.... Los que lo conocemos de la época del chiringuito y su autenticidad, a la par que su comida de producto bueno (sin más) y de trato básico en cocina con sillas de nea sobre la arena, pues fue un cambio brutal a lo que hoy en día es el local. Pocos en primera línea de playa tienen un local tan bueno y bien ubicado como éste que además transmite elegancia y dispone de una buena terraza.

Pero el servicio y la cocina no han sido lo fuerte en sus últimos lustros para los visitantes de Verema, o no hemos tenido suerte. Pese a todo hay un grupo de valientes que se decidena utilizar uno de sus salones en el piso superior (mejores vistas si cabe), pero es que el grupo se llama "Cuchara de Plata y Cofradía antifideos", lo que ya da idea de sus gustos grastronómicos, bien es cierto que se traen su cocinero, Jordi Morera de Pego, para su cita anual prenavideña y su afamado "putxero nadalenc". Para entrar o eres socio o te invita uno de ellos, como fue mi caso.

Mesas bien vestidas con sus manteles y servilletas de tela, cubiertos vajilla y copas correctas. Servicio de sala básico pues ni el vino ni los platos precisaron de mucho servicio; el primero porque se trajo aparte y el segundo porque fueron fuentes colocadas al centro de la mesa, con lo que ni se sirvió una copa de vino ni tan siquiera se retiró el plato de la sopa para comer el cocido en el plato que ya había debajo (minimizando esfuerzos); inclusó costó retirar los platos y copas de los fallos de última hora. Camareros había pero su rendimiento fue muy mejorable, incluso en el servicio de los cafés.

Destacar que hubo una cata inicial de aceites con la presentación en sociedad de Zumóleo, un par de AOVEs en rama recien exprimidos de recolección de hace unos días (3-11-21), en sus dos versiones de aceituna: alfafara y picual, a cual de los dos más subidos de color verde y de sabor intenso con buenas sensaciones de amargos y picantes que hicieron las delicias de los primeros escarceos de la comida; en comentarios ganó la alfafara porque causó más sorpresa, amén de su punto de la terreta que siempre toca el corazón además de las papilas gustativas.

No fue la única aportación externa ya que el mismo propietario, Manuel García Portillo, también presentó en sociedad a sus primeros vinos: por un lado un Casa Turús 2020 malvasía seco que, aparte de sus aromas frutales, tiene un paso por barrica que lo ha convertido en un blanco valenciano muy a tener en cuenta. En tinto el Casa Turús tempranillo 2020 es casi un nonnato porque se embotelló directamente de barrica tras filtrarlo para las botellas del evento, pero con la idea de estar unos meses más en barrica y otros más en botella; pero ya es un vino competitivo de gama media alta que aspira a más para cuando salga el año que viene en su primera y escasa cosecha.

Tuvimos un aperitivo en la entrada con refrescos y la primera cata de vinos con sus aperitivos correspondientes; ya en la comida, pues eso, el cocido con todos sus ingredientes, aunque con unas entradas previas. Lo comido en amplias raciones de todo:

. plato de encurtidos: con el vinagre ajustado, un variado de muchos encurtidos para hacernos segregar.

. ensalada con salmón: algo de verdura fresca hay que poner en la mesa y si además lleva omega-3 del salmón ahumado, pues mejor.

. plato de sopa de cocido: haciendo honor al título del grupo (liga antifideo) y siendo putxero valenciano, pues un caldo de sabor intenso pero elegante con un arroz (arroz Dacsa rezaba el anuncio de la entrada) con algunas pocas pencas, cocido en su punto, algunos restos de higadillos y con el clásico huevo sustituido por yemas de huevo de la gallina. Magnífico inicio para un día soleado pero ya de invierno.

. el señor cocido valenciano, putxero nadalenc: bandejas al centro con las correspondientes carnes de gallina, de manetas y rabo de cerdo (gelatinas puras), de ternera, de morcilla navideña, pelotas dulces y saladas, verduras, garbanzos, patatas y alguna cosa más que me quedaría sin probar. Todos y cada uno de los elementos en un punto perfecto de cocción, terso pero jugoso, (salvo la pechuga que era imposible). Había que hacer un esfuerzo para no repetir algo de las bandejas.

. postre: calabaza al horno: bien de horno, buen producto aunque no sobrado de dulzor.

. petit fours: pasteles de boniato: muy buena pasta y relleno abundante sin excesos de azúcar. En teoría se debía acompañar de la clásica mistela pero que brilló por su ausencia. ¿?

. cafés: tras el café pertinente, por cierto bueno, optamos en la repetición y por agradecer la posibilidad de cremaets que fueron bien elaborados y servidos, aunque al ser muchas las peticiones, algunos llegaron fríos por el innecesario retraso de servirlos todos a la vez.

Una buena y larga sobremesa compartida con las otras mesas del gran grupo (unos 80 asistentes) que dió origen a nuevas quedadas en fechas próximas entre pequeños grupos internos del conjunto.

La comida y el precio no lo pondré porque ni lo uno ni lo otro corresponden a una visita real a este restaurante que, por cierto, contribuyó a que el precio fuera así de ajustado y facilitó toda la infraestructura. Y eso es mucho.

Había estado hace unos años y todo me pareció excelente.
Esta vez pedimos una ensalada con tomate, queso fresco y anchoas. Como plato estrella el arroz a banda del "senyoret" : Teóricamente con pescado y marisco pelado.
Toda la base del arroz estaba tan socarrada que era casi imposible servirlo. El arroz una vez servido no sabías si predominaba el gusto a socarrado o la la tremenda cantidad de sal que llevaba.
Llevaba una cuantas gambas peladas y unos cuantos trozos de calamar (de los que se pueden comprar en cualquier lugar de productos congelados.
La atención de los camareros mediocre.
Vista la evolución de la comida no nos atrevimos a pedir postre.

Prosiguiendo con el relato de mis andanzas por Valencia, procedo a comentar el siguiente restaurante de los que anduve, lo cual realizo escuchando, una vez más, por unos altavoces de buen sonido, la canción de “El emigrante”, circunstancia ésta que solo se explica si advierto que la presente crónica la realizó desde el pueblo de mi suegra. Menos mal que aquí también ha llegado el wi-fi ... Valga lo anterior, para ponerle un pelín de sorna al comentario.

Ubicación y entorno: Situado en la playa de la Patacona, llegamos al mismo después de pillar el respectivo taxi desde el centro de Valencia. Se trata de un amplio restaurante, con una no menos amplia terraza con capacidad para un número bastante elevado de personas y cuyo entorno interior es funcional y limpio, sin que pueda comentar mucho más del mismo, pues, dado el fantástico día que hacía, nos ubicamos en la terraza. El entorno exterior -la terraza, de suelo de césped artificial- es una maravilla, pues goza de unas espléndidas vistas al mar y a la playa, en especial, si se elige una de las mesas más exteriores. La limpieza antes mentada es predicable asimismo de esta parte del restaurante.

Las mesas, con buena separación entre ellas, son de buen tamaño y las sillas son cómodas. La cubertería -de diseño moderno- es correcta, así como también el tema de las copas. Mantelería y servilletas de hilo en colores claros (preferentemente blancos y vainilla). Platos blancos de loza de correcta dimensión y redondos en su mayor parte. Buena presentación en este punto y todo correcto. El sitio -debe reconocerse- es muy agradable, presentando, en lo que concierne al establecimiento en sí mismo, unas condiciones que van mucho más allá del típico restaurante (chiringuito) de primera línea de playa de los que existen unos cuantos ejemplos a lo largo de la geografía española.

Servicio y servicio del vino: El servicio fue relativamente rápido, si bien es cierto que no había excesiva gente (más bien al contrario). Personal correcto, aunque con un trato impersonal. Buena cadencia entre plato y plato, sin esperas entre los mismos. Carta de vinos no muy amplia, limitándose el servicio del mismo al descorche. El vino elegido -Viña Esmeralda (18 euros)- se mantuvo a una temperatura correcta en la correspondiente cubitera con hielo.

Comida: El local está especializado en paellas y fideguas. Buena diversidad de las mismas. Junto a ello, la carta cuenta con un número aceptable de entrantes -algunos de ellos, también típicos de la tierra-, así como de algunos pescados y carnes. No obstante, y dado que dejábamos las noches para otro tipo de comandas, la opción era obvia: paella. La verdad es que queríamos probar dos de ellas, pero el maître nos disuadió de ello alegando que tendríamos que esperar más, hasta que se quedase un fuego libre, circunstancia ésta que me extraño un tanto en un sitio pensado ex profeso para este tipo de gastronomía y que, además, no se encontraba excesivamente lleno.

Visto lo anterior, optamos por el clasicismo, esto es, lo más aproximado -según tengo entendido (corríjanme si no los lugareños)- a la paella valenciana... pollo, conejo, algunas verduras (judía verde), judiones. Y para ir haciendo boca, 3 entrantes: pescaítos fritos (correctos, ligeros), pimientos braseados con bacalao (también correcto, mejor el pimiento) y un sepionet de buen tamaño (buen sabor y con una correcta cocción). Raciones todas ellas para 4 personas, quizá algo justas.

En cuanto a la paella, simplemente correcta. No estuvo mal, pero..... la verdad es que esperaba algo más. A ello se une un detalle del que no sé muy bien que pensar: se trata, en concreto, de que el fondo del arroz estaba un poco socarrat.. dudando de si es una tradición bien valorada por estos lares valencianos (y, por lo tanto, algo habitual) o si la misma estaba, sin más, pasada de fuego. Por ello lo dejo como una mera anécdota que será, seguro, mejor valorada por los expertos en la materia.

Pan de un sólo tipo. Panecillo. Correcto. En cuanto a los postres, uno solo, consistente en unas bolas de helado con presentación un tanto infantil. Y, al menos hasta aquí, la cosa se desarrollaba en unos términos adecuados, en lo económico me refiero, dado que la cuenta ascendía, hasta ese momento, a unos 140-145 euros/4 personas, lo que incluía los entrantes indicados, la paella, el postre, un par de cervezas y otro par de refrescos y dos botellas del citado Viña Esmeralda.

Pero aquí entraron en juego los GT, momento en el cual la cosa se desbarató. Tres GT de Martín Miller dispararon la cuenta a 180 euros... es decir, casi 40 euros por tres GT -pagando así con ello dos botellas de la mencionada marca-, servidos en copa de balón, con un porrón de hielos bien gruesos y justitos -mucho- de ginebra. Sin gracia alguna, sin aditivos de los de hoy en día, más allá de una triste corteza de limón y servidos de una manera propia de garito de quinceañeros de a 4 euros el litro. Y con una schweppes ramplona. ¿40 euros sólo por mirar al mar mientras nos los tomábamos? Una opción absolutamente desaconsejable.

Comida, en un juicio bondadoso, simplemente aceptable. Sin mayores pretensiones; preparaciones -y presentaciones- básicas, servicio correcto y las vistas al mar -lo único que, en verdad, resulta reseñable-. Opción correcta si el día es agradable y no se tienen excesivas miras más allá de un día tranquilo y una comida al aire libre, pero ojo con animarse al final que uno acaba con la ferradura puesta, coz mediante, en el bolsillo.

Comida familiar decepcionante. El servicio algo despistado, esperas muy largas con un local con medio aforo completo.
Pero lo peor ha sido la calidad de la comida. Los entrantes sólo normales, el arroz a banda de pésimo nivel. Ni el punto, muy pasado ni el sabor. Tienes la sensación de estar comiendo arroz hervido. Es una pena que caiga la calidad tanto en un establecimiento con historia.
La relacion calidad-precio muy descompensada. Muy elevado precio para una comida de menú barato.
Triste y definiva, por ser la últuima, experiencia en la Ferradura.

Había escuchado hablar mucho sobre la Ferradura, que se comía bien, que era un lugar con encanto..
Bueno, escogimos éste lugar para celebrar la comida de despedida de soltera de mi cuñada, (a que mala hora).... Los entrantes fueron bastante pobres; sepia, puntillas y ensalada... servidos en unos platos diminutos.
Luego llegó la esperada "Paella", vinieron dos camareros nos la enseñaron y se la llevaron..... (Estoy acostumbrada a comer en buenísimas arrocerias del Palmar, Cullera, etc... y tienen costumbre de emplatar delante tuya, cosa que la "Ferradura" no hace, así que creo que engaña mucho al comensal).... nos trajeron los platos poco a poco, la paella estaba fría, dura y mi plato solo tenía "churrasco"..... parecía una paella mal hecha del día anterior y para más "inri" mal calentada al microondas....
Luego venía el postre, volvemos a lo mismo, entre 4 nos matabamos por un trozo de flan.
Para mi y las personas que asistimos a la comida fue muy DECEPCIONANTE.... No se lo recomiendo a nadie.

Solo tienen un punto a favor, las vistas a la playa de la Patacona Inmejorables.

Lo conozco desde sus modestos inicios, cuando no era más que unas cabañas, salas humildes y un extenso jardín con precarias sombrillas. Aún así, sus creadores ofrecían un servicio profesional y excelentemente uniformados.

Uno de los éxitos de entonces, y sigue siendo ahora es la fórmula del parque infantil, el servicio profesional y el excelente panorama de la playa.

Llama la atención la grandilocuencia del establecimiento, que no ha reparado en gastos.

La paella valenciana la valoro 7 sobre 10.

Nunca, ni siquiera en sus inicios, fue una opción económica, no obstante ahora por sus instalaciones y servicios sus tarifas me parece más razonables.

Me prometí el año pasado no volver a este restaurante y menos en Mayo (lo de incorporar mesas en el mismo lugar que las comuniones, sin avisar al cliente, me parece indignante y descortés. El año pasado tuvimos que soportar una comunión ruidosísima). Comida familiar. La tia de 93 años quiería ir alli, y es cierto que el acceso al mar es bueno para una persona mayor que necesita silla de ruedas.

El servicio deja mucho que desear, sinceramente es peor que el de chiringuito de playa, pero opino que es inevitable con el escaso personal dedicado a servir las mesas. Los camareros y el jefe de sala ponen todo su empeño en hacerlo lo mejor que saben.

Las tapas en su linea y el arroz adecuado, igual q los postres. Lo terrible es que a mis padres se les ocurrió pedir una caldereta de rape, bogavante, vieiras y langostinos. Tratándose de uno de los platos más caros de la carta, un@ no espera que desde la cocina tengan el atrevimiento de sacar a mesa "media pinza y varias patas con salsa" SIN rape, ni vieiras, acompañado de 3 tristes langostinos.

El servicio de vino no existe.

Por circunstancias fuimos a parar a este restaurante, que por otra parte tanto había oído hablar, y la verdad es que a primera vista impone su presencia, estética, limpieza,etc... Sinceramente diré, y voy al grano de la cuestión , que creo que es un modelo de restauración puramente destinado al sector de bodas, bautizos y comuniones, y a su vez por decirlo algo de restaurante.
Su carta es concisa y sencilla sin buscar ningún tipo de complicación. Nuestros entrantes: mejillones, calamares y chipirones. Plato principal : paella de verduras. Una bandeja de dulce surtida, una jarra de cerveza y dos aguas. Nada de vino!!
De la comida no hace falta reseñar más, pero el servicio de la mesa fue precipitado, sin interés Ni delicadeza, a toda máquina como si esperasen que nuestro asiento quedase libre para el siguiente cliente, además no pedimos vino porque ni siquiera nos lo preguntaron.
Lo que tampoco se puede aceptar es que en nuestra sala de restaurante estén sirviendo dos comuniones con todo lo que conlleva estos eventos de molestias para el resto de comensales, yo voy a un restaurante no a la comunión de dos personas que ni conozco.
Desde luego, insisto es más salón de bodas, bautizos y comuniones que un restaurante por mucho que lo pongan a lo grande en su fachada.

Hacía mucho mucho tiempo que no visitaba La Ferradura. Anteriores experiencias no me habían dejado buen sabor de boca. No es comiera mal, pero no comía mejor que en otros chiringuitos playeros por un tercio de lo que costaba aquí.

El caso es que cuando me invitaron a una comunión en este restaurante, respiré hondo y me dejé llevar... Y, o este método de autocontrol es más bueno de lo que creía, o algo ha cambiado en este restaurante.

Para empezar, decir que las vistas desde la planta alta con espectaculares: mar, aficionados a la vela, algún catamarán y el horizonte curvándose mientras comes, así que poco más se puede pedir.

El servicio es algo rudo, dejan caer los platos en la mesa buscando el umbral de fractura de la loza, pero lo cierto es que, por contra, están siempre pendientes de ti. Aun no has buscado un camarero ya lo tienes dispuesto a servir vino, a traer pan... a ayudarte en todo lo que lo necesites. En este aspecto, notable mejor, aunque se podría mejorar algunas formas que recuerdan a la hostelería de batalla.

Empezamos con unos ibéricos, correctos sin más, pero bien presentados, atemperados (que parece una tontería, pero cada vez encuentro más sitios donde te sacan los embutidos y el queso a temperatura de nevera). Calamares a la romana muy buenos, rebozado casero sin excesos, nada de balsas de aceites en los platos... Vamos, que me comí esos calamares la mar de a gusto. El resto de entrantes correctos, pero bastante ricos. El plato principal era una paella típica de pollo y conejo que descubrí, para mi sorpresa, muy muy buena. Buen sabor, arroz en su punto.

El servicio del vino es rápido, pero poco profesional, aunque en un banquete de estas características, también es normal que se preste poca a atención al mismo.

Que conste que es la primera que escribo sobre una celebración, pues entiendo que no suele ser el mismo servicio, la misma atención o la calidad de las preparaciones que si se va a comer en grupo reducido, pero la sorpresa fue tan grande, que creo que es justo decir que el otro día, comí muy bien en La Ferradura.

Espero que no sea el azar de un buen día y que algo esté cambiando, para bien, en este restaurante.

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