Restaurante El Carro en Utiel
Restaurante El Carro
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:

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Precio desde:
14,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Miércoles tarde y domingos.
Nota de cata PRECIO MEDIO:
41 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
6.8
Comida COMIDA
5.4
Precio medio entorno ENTORNO
6.4
RCP CALIDAD-PRECIO
5.8
cocochas encebolladas con colmenillas
carpaccio de higos con helado de yogur
corvina con boletus y ajetes
croquetas de setas con foie y bogavante
Cueva de la Culpa. Murviedro
Helado surtido y carpaccio que higos
Lechazo relleno de peras al bobal
mollejas con puerro en dos texturas
Opiniones de El Carro
OPINIONES
10

En el entrecejo estaba desde hace tiempo, así que en esta segunda visita a Utiel en practicamente nada, había que sacar las pinzas.

El edificio está cuidado por fuera, pero no parece guardar la que posiblemente sea la mejor cocina de la zona. Juega en una liga superior al resto. Quizá la Posada de Águeda pueda estar ahí, ahí.

En el local en sí, se forman varias alturas que son las que dividen la sala practicamente. La decoración es suave salvo la circunstancial exposición fotográfica taurina, donde se ven algunas realmente artísticas. Sensación de comodidad y amplitud en todo momento. Se podría renovar parte del mobiliario para actualizarlo. Quizá baste sólo con las sillas, que aunque muy cómodas, pertenecen al estilo moderno de aquellos 90. O los carritos auxiliares de servicio, de un aspecto barato que desentona. Los aseos impolutos, con detalles como cepillos de dientes o toallas de rizo para las manos.

Cosas ahora no tan importantes como mantener la calidad de lo que se ofrece. Me pareció todo un oasis en el tema del pescado por aquello de la comarca en cuestión. Fue la opción principal esta vez por estar en el mes que estamos. Tiempo habrá, imagino, para comprobar su parte "terrenal".

Servicio de pan para tres. Unas pulguitas junto a unos saladitos. Correcto sin más.

Surtido de croquetas. Una para cada uno. Tres de bogavante y otras tres de setas con foie. Buenas, con una poca bechamel por encima para adornar y sujetar de alguna manera. Mayor protagonismo la de bogavante.

Cocochas encebolladas con colmenillas. Me pareció que la literatura en la carta era otra, pero las hubiésemos pedido igualmente. Me chifla esa textura siempre, la cebolla guisada me gusta y las colmenillas igual, por ser de la familia que son. Entrante un tanto escaso creo yo.

Los principales fueron unos espaguetis con carne y tomate fuera de carta para mi hijo, bacalao en salsa verde con almejas y corvina con boletus y ajos tiernos.

La pasta fue un plato de compromiso y no se le veía gracia alguna. Casi ni comió. Pero de más hicieron. No la probé, aunque he de reconocer que el nano ese día andaba torcido.

Según mi dona, el bacalao estaba en su punto. Y por lo que a mi respecta, la corvina estaba buenísima. Un buen lomete con toque de aceite justo, los ajetes realzando y los trozos de boletus dando la nota apropiada.

Los postres, aunque se pidieron de manera individual, acabamos metiendo cuchara en el del otro. Elaboración propia y todos a buen nivel. Desde la tarta de manzana hojaldrada, pasando por el mousse de turrón, y acabando por el carpaccio de higos con helado de yogur.

De beber un agua de litro, un refresco y una botella de vino Las Tres 2013.

Me encantó su carta de vinos tan didáctica. Estupenda introducción. Les sobra tiempo fue la respuesta con más gracia que humildad ante mi halago. Ni pasé de las primeras páginas, donde se concentraban los de Utiel-Requena. Precios bastante contenidos en algunos de ellos.

Se produjo un accidente con la primera botella del blanco de Chozas Carrascal. Éste en un principio era del 2012. Se le partió el corcho, pero de entrada tampoco eso puede decir nada. A veces el corcho está reseco, se ha introducido el usillo de lado... Sin embargo resultó que el vino no estaba en condiciones para disgusto de las dos partes. Ese vino efectivamente tiene unas notas de campo evidentes, de cereal seco, pero es fresco, y aquí la cosa era seco sin más, una bala de paja, vamos, y en boca más bien plano.

El dueño tiró de experiencia y debió pensar que no debía jugársela con la misma añada, por lo que sacó la 2013 y disfrutamos de uno de los blancos que más me gustan de toda la comunidad. Ideal para platos de pescado con sabor como los tomados. Servido en unas apropiadas copas Schott tipo borgoña pequeñas que favorecían su expresividad.

Nos gustó el servicio en general. El trato por teléfono en la reserva ya fue bueno por parte del dueño, al igual que el recibimiento y despedida. Pero se le ve la situación actual que se vive muy a flor de piel. Tiene que perseverar y seguir en esa línea. Lo normal es que, si ya nada será igual, sí se le espera otro ritmo.

Tomé finalmente una infusión de té rojo y un chupito de hierbas que me ofreció José Luis, creí escucharle que se llama.

Me apetece volver en otra estación y tirar de nuevo del carro.

Si bien mi hijo fue uno más, puesto que se pidieron croquetas pensando en él, su plato principal y su postre más su bebida, creo que se acercará mejor como información al precio por persona en este caso si lo calculo en función de la pareja.

  • carpaccio de higos con helado de yogur

    carpaccio de higos con helado de yogur

  • corvina con boletus y ajetes

    corvina con boletus y ajetes

  • croquetas de setas con foie y bogavante

    croquetas de setas con foie y bogavante

Después de la inolvidable cata virtual que supuso la puesta de largo de nuestro BoGarT 2012, fuimos de la mano de Toni Sarrión a cenar a Utiel, a este reputado restaurante.

“Gastrobar”, pone en la puerta, pero una vez que pasas la primera estancia se convierte en un restaurante distinguido. Con cierto aire rústico pero sofisticado. No me esperaba este “nivel”.

Mesa perfectamente equipada, con calidad: mantelería, vajilla, cubertería, cristalería… Bien, bien.

No vimos la carta, como alguno de los comensales son clientes habituales, simplemente nos ofreció una sucesión de platos que a todos nos pareció bien. Era entre semana, tarde, había que coger el coche para bajar a Valencia, así que no queríamos una cena pantagruélica.

Así quedó la cosa:

Tiras de sardina ahumada.
Croquetas de boletus.
Croquetas de bacalao.
Alcachofas con parmesano y AOVE
Cocochas rebozadas con colmenillas.
Callos.
Carpaccio de higos.

Una cenita deliciosa, de la que destacaría las cocochas con colmenillas (pese a que el plato estaba tibio, resultó un bocado delicioso, con el rebozado de la cococha impregnado en una suave salsa que llevaba la marca de las colmenillas que abundaban en el plato) y los callos (eran de careta, por lo que nada que ver con los de tripa, los sacaron en un cuenco para comerlos con cuchara, punto picantito, salsa ligeramente trabada, trocitos pequeños, algunos cartilaginosos tipo oreja, mmmmmm).

Los vinos, pues… antes de abandonar Mustiguillo, Toni se había bajado a ver si encontraba algo para llevar al restaurante y… ¡lo encontró! ;-)

Servicio perfecto, profesional, afable y eficaz.

Volveremos otro día para disfrutar plenamente de su cocina.

P.D.: no puntúo RCP porque no pagué gracias a la generosidad terrazonense ni el servicio del vino porque, de nuevo por la generosidad comentada, no hicimos uso de su bodega ni ojeamos su carta.

Paramos allí por casualidad; en viaje hacia Peñíscola. Por fuera parecía un bar-restaurante cualquiera, como muchos otros que se pueden encontrar en carretera. Necesitábamos sobre todo parar para dar de comer un potito a mi hija, y tomar nosotros mismos un refresco. Pedimos una tónica para mi mujer y una coca cola zero para mí. La camarera, que fue la única persona amable, me preguntó si quería picar algo. A pesar de haber comido poco antes, me dejé llevar por la gula (mal!!). Cuando vino el dueño, me ofreció, sin enseñarme ninguna carta, una serie de picoteos. Yo le pregunté si podía ser un pincho de tortilla. Me dijo que no tenía, pero que podía ofrecerme unas croquetas. Pensando que estábamos hablando "de lo mismo", es decir, picar algo con tu refresco sin dejarte allí el sueldo, accedí. Me preguntó "Cuantas?", cosa que me pareció raro. Como no tenía apetito, pedí cuatro croquetas. Menos mal. Porque si llego a pedirle una docena, a lo mejor tenemos que salir a pedir un préstamo personal. Total, que me trae uno de esos platos enormes alargados, muy moderno, con cuatro… ¿croquetas? Bueno, aquí entraríamos en una diferencia de opiniones. Yo, culturalmente, tengo aprendido de mi madre y de mi abuela qué es una croqueta, y entre sus atributos básicos, incluiría un tamaño mínimo que aquí no se veía reflejado. En el plato había cuatro “cosas para comer”, con la apariencia de croquetas, pero cuyo tamaño era aproximadamente la cuarta parte de lo que el común de los humanos concibe como una croqueta.

En este punto, quisiera puntualizar: pocos días antes, habíamos estado en Rascafría, de turismo rural, y acudimos a un restaurante que nos recomendaron unos amigos: Casa Conchi. “No dejéis de probar las croquetas”, nos habían dicho. Allí pedimos a media mañana, para picar también, una ración de croquetas. Nos trajeron una fuente con 8 croquetas, y, en este caso, resultó que eran enormes, como tres veces más grandes de lo que suele ser una croqueta normal. Era un plato descomunal, tanto, que lo que pretendíamos que fuera un picoteo se convirtió en que prácticamente nos sirvió de comida. Eran unas croquetas extraordinarias, de bechamel fina, rebozado crujiente y al tiempo jugoso, en su punto, muy sabrosas pero sin estar saladas, y en este caso eran de queso picón con boletus. La ración de croquetas nos costó 9 euros, y, les aseguro, ha sido una de las mejores compras gastronómicas de mi vida. Recomiendo a todo el mundo que pase por la sierra de Madrid que pruebe las croquetas de Casa Conchi: buena ración, excelente calidad, precio muy ajustado.

Con esta experiencia previa en mi mente, me enfrentaba a un plato con cuatro bolitas, pequeñas, oscuras (el rebozado estaba medio quemado). Probé una, y bueno, no voy a decir que eran espantosas, pero estaban a años luz de las de Casa Conchi. Saladas, desde luego muy saladas. Supuestamente, eran “de boletus con foie”. De boletus encontré algún rastro, de foie, supongo que estaría mezclado con la bechamel, porque no apareció ningún vestigio reconocible, aunque tengo que decir que tampoco en el sabor. La bechamel, supongo que sería casera, quiero pensar que era así… pero desde luego, nada del otro jueves, sobre todo por el exceso de sal y porque el sabor general era a “demasiado tostado” mezclado con un amargor que yo, francamente no disfruté.

Lo peor vino al pagar: 14 eurazos. Es decir, 10 euros por las cuatro mini croquetas, que a mí me resultaron más una muestra de esa que te dan en los supermercados para probar un producto que un plato en sí mismo. Es decir, cada una de esas croquetillas de apenas unos gramos costaba 2,50 euros. Nuestro plan de “picar algo barato” para poder calentar un potito resultó ser un plan que no salió como habíamos planeado.

Lo más gracioso fue que, al ir a pagar, como no nos esperábamos semejante “plumazo”, no llevábamos dinero en efectivo suficiente, ya que sólo teníamos diez euros. Así que, resignadamente, saqué la tarjeta y el dni y se lo entregué al dueño del local, un señor bastante calvo que hasta ese momento había sido bastante amable. Al ver la tarjeta, se le cambió la cara y me espetó, así, sin yo esperármelo:

“No irá a pagarme una cantidad tan pequeña con tarjeta, no? Que el banco me cobra una barbaridad de comisión…”; Señaló el cartel de “pago mínimo con tarjeta, 20 euros”, que tenía detrás de su espalda, que efectivamente avisaba que mi cantidad era “demasiado pequeña”.

Hasta donde yo sé, las comisiones que cobran los bancos, si bien puedo estar de acuerdo en que para el servicio que prestan, son abusivas, están entre el 0,40 y el 1%, estando el promedio en el 0,75%. Es decir, de esos 14 eurazos, le habrían cobrado una comisión de unos 11 céntimos. El resto, 13,89 euros, para el restaurante. Y el tipo me afea que le quiera restar esos 11 céntimos al pago.

Algo se encendió dentro de mí y la contestación, si no fue la más amable del mundo, creo que fue la más humana: “Hombre, yo creo que, con lo que hemos tomado, cobrándonos 14 euros, tienes bastante margen comercial para poder cobrarme con tarjeta”.

El individuo se revolvió: “oye, que yo trabajo muy duro, que echo muchas horas aquí”.

Bien.

No lo niego, pero me hago una pregunta:

Mi madre, que cocina en domicilios particulares por horas, para ganar esos 14 euros tiene que trabajar una hora completa. Y créanme, es capaz de hacer, en esa hora, 200 croquetas de tal calidad que las pequeñas bolitas quemadas de este restaurante se pondrían coloradas de vergüenza.

Más allá de eso, yo mismo me dejo la piel en mi trabajo, mi mujer también, y creo que todo el mundo, desde la señora de la limpieza hasta el repartidor de pizzas pasando por el tornero fresador, y no ponemos un precio desproporcionado a nuestra labor con el argumento de que “trabajamos muy duro” (como trabaja todo el mundo, menos los políticos) o de que “echamos muchas horas” (ídem).

Ahí ya me solté el poco pelo que me queda y le hice saber que me sentó mal acudir a un restaurante de carretera (por lo menos, salimos a él por una señalización en la carretera nacional) y pedir algo para picar y dos refrescos y encontrarme un palo semejante. Él, a pesar de su alopécica condición, se soltó así mismo el pelo (aunque esta vez, solamente de forma metafórica), y se puso hecho un basilisco diciéndome que nunca había tenido una queja semejante, qué todo el mundo se iba de allí muy contento, que era increíble que yo me quejara y que le enfadaba mucho, bla, bla, bla… ya no quedaba nada de esa sonrisa (que ahora entiendo como la sonrisa de “te voy a pegar un palo que te vas a acordar de mí”…), ahora todo eran malos modales, un trato bastante rudo, maleducado, desagradable. Es decir, este señor tiene esta forma de llevar el restaurante: “si me haces la rosca, fenomenal, como me pongas una objeción, me transformo en Mr. Hyde”.

Por último, y como toque cómico, me espeta que “el otro día unos señores se fueron tan contentos que le dejaron 20 euros de propina”. A lo que yo sólo le pude contestar que si estaba esperando una propina, lo tenía claro conmigo. Demasiado sangrado me fui de allí. Le emplacé a cobrarme de la tarjeta, cosa que hizo de muy mala gana, con gestos y resoplidos (creo que él intuyó que si se enrocaba en su posición de no cobrar menos de 20 euros, íbamos a terminar en una escenita con la policía allí, y a poco rato de la hora del café).

Como coletilla, y esto creo que es lo que más le cabreó, le añadí:

“Y las croquetas no eran nada del otro jueves, y estaban saladas”, le invité a comentárselo a la cocinera, que estaba asomando el morro desde la cocina, para intentar escuchar la desagradable conversación.

Yo, señores, no puedo recomendar comer aquí. El dueño me pareció desagradable, la comida, no sólo diré cara, diré carísima, y lo que es peor, de una calidad, para mi humilde gusto, completamente deficiente, o, al menos, deficiente teniendo en cuenta el precio de la misma. No me quejaría igual de esta ración de croquetas si fuera la típica ración de euro y medio de croquetas congeladas (que, por cierto, diré, recomiendo antes unas croquetas congeladas de esas que llaman “caseras” aunque luego son industriales, de marcas como “la cocinera”).

Si se ven obligados a parar en Utiel a comer, yo les aconsejo que vayan a cualquier otro lado. La fama de este sitio además debe ser bien conocida allí, porque una empleada de un local cercano me dijo, textualmente: “es que son unos careros, y luego tampoco es para tanto lo que ponen”.

En fin, resumiendo, no se pierdan las croquetas de Casa Conchi en Rascafría, y eviten este local que va de fino pero cuyo dueño pierde los modales en cuanto le cuestionan la calidad y el precio de sus productos.

La verdad es que por un precio razonable en El Carro se come muy bien y se prueba una cocina moderadamente creativa donde se juega con los ingredientes tradicionales de la zona para acabar cocinando platos muy sabrosos. Para picar al centro ensalada de atún marinado, calamar relleno de gueña, chipirones con boletus riquísimos (parecían fritos en grasa de orza pero es el boletus que da el giro de sabor), y media de callos (que hacen en realidad con careta de cerdo para aportar finura aunque les faltaba estar algo más trabados). Segundos a bases de carnes, carrillada de ibérico o buey y lechazo con peras al bobal. Bien cocinado y combinado con la guarnición. Raciones abundantes.
Los postres, como siempre sobresalientes, uno de los puntos fuertes. Espectacular el carpaccio de higo con helado donde el sabor del higo se realzaba con la aliño del carpaccio y el pastel de mousse de chocolate excelente (con chocolate caliente añadido). Para terminar cafés y una amplia selección de destilados (otro punto fuerte) donde se cató un Buchanan con hielo.
Carta de vinos con predominio lógico de Utiel-Requena. Bebimos primero un Bassus Premium, seguimos con un Fussion de bobal y para terminar Cueva de la Culpa. El mejor en nariz y boca el Bassus, muy afrutado y con la madera justa. El Fussion tenía un toque áspero que no nos gustó. Cueva de la Culpa quedó a mitad; bueno pero sin llegar a nivel del Bassus. El servicio del vino correcto aunque curiosamente no daban a probar (supongo que el visto bueno lo daba José Luis que para esos sabe más que nosotros y además le dimos carta blanca para servir lo que creyese conveniente).
En resumen, buena comida y servicio en un entorno agradable y a un precio justo. Recomendable.

Es la tercera vez que como en éste restaurante y en las anteriores ocasiones me ha gustado más.
El local me parece de los mejores que ha visitado. Amplio, luminoso, cómodo, las sillas son importantes para comer, bien equipado y mejor atendido. El servicio está a la altura del entorno.
El servicio del vino muy correcto y atento. Buena temperatura. Carta amplia y con mucho peso de los vinos de la zona, sin descuidar a los de las otras denominaciones españolas, están casi todas, incluso hay vinos de Francia, Australia y Chile. Pocos pero los hay. Lo cual me parece bien. En otros sitios hacen lo mismo (Ribera, Rioja, Navarra, Galicia, etc) Tomé un Cueva de la Culpa 2006 de Murviedro. Excelente.
La carta de los platos promete pero el resultado no acaba de estar bien resuelto. Fallan las guarniciones. Tomé unas mollejas de cordero con puerro en dos texturas. Bien las mollejas, mal el puerro. De segundo un lechazo relleno de peras al bobal. Bien pero sin acabar de convencer.
Los postres sí, magnificos y originales. Tome helados variados de romero, de queso idiazabal con salsa de regaliz y de regaliz con salsa de frambuesa, compañados de un carpaccio de higos. Fantástico.
En cuanto acaben de resolver este matiz y le den un mejor acabado a los platos, valdrá la pena repetir.

http://www.ojoalplato.com/archives/2143

  • Cueva de la Culpa. Murviedro

    Cueva de la Culpa. Murviedro

  • Helado surtido y carpaccio que higos

    Helado surtido y carpaccio que higos

  • Lechazo relleno de peras al bobal

    Lechazo relleno de peras al bobal

  • mollejas con puerro en dos texturas

    mollejas con puerro en dos texturas

Dicen que es lo único que vale la pena en la zona, pero creo que se benefician de tener abierto los lunes y de estar a 200 mts. de la salida de la A-3. Local espacioso y con posibilidades, algo desangelado. Mobiliario no demasiado cómodo para una sobremesa larga. Vajilla, cubertería y cristalería. Cocina con demasiadas pretensiones: hay imaginación y ganas, pero el saber hacer queda justito. Buena la idea de los encofrados de níscalos con ajetes y sobrasada a la reducción de Módena, pero mal resueltos, grasientos y chapuceros. De las vieiras, mejor no hablar (serían del Cabriel, digo yo). Segundos platos de caza (perdiz y ciervo) fuera de cocción e incluso de temperatura de servicio: no se puede presentar un plato con acompañamientos absolutamente helados. Y de nuevo la grasa, un pringue absoluto. Otro exceso: la sal (empezando por el pan); es como si con ella quisieran desdibujar sabores ya de por sí dudosos. Postres del montón. Bodega, eso sí, amplia y equilibrada, y a precios razonables. Con todo no tuve suerte con el vino. Quería probar la variedad autóctona, el bobal, y me dejé aconsejar, sin éxito: un Vallejo 2001 Gran Reserva (D.O. Utiel-Requena), sin cuerpo ni equilibrio. Incluso los petits-fours del café son desiguales, tipo quiero y no puedo: ¿a alguien le apetecen bombones de chocolate negro al lado de "kikos" garrapiñados? Servicio (algo habrá de bueno) atento y profesional.

Pues no, no va ha mejor. Estuvimos en el salón, cuya decoración no está mal (es muy luminoso)pero sin el encanto de la bodega.
Pedimos unos tallarines con vieira, y nos trajeron una vieija congelada, mal de punto, y nunca vimos ni un solo "tallarín". Al pedirlo pensamos en un plato de pasta. Tomamos pimientos del piquillo relleno de morcilla = 1 pimientito, de sabor vulgar y carnes de cordero al horno y buey, mal de punto el buey y ración minúscula el cordero. Los postres de pena, uno era una especie de mus de castañas con chocolate rallado por arriba que no pudimos terminar. Los precios en el orden de los mas caros.
La carta de vinos es correcta y los precios de estos tambien. Tomamos un Sybarus reserva, su servicio esta vez fue menos esmerado pero correcto por parte de la camarera. La temperatura bien.

A este no volveré.

Estuvimos comiendo en la bodega que está debajo en el sotano y se nos hizo una comida muy intima rodeados de botellas. La comida estuvo bien, no era para tirar cohetes y el punto de cocción no era el fuerte. El servicio del vino fue correcto. Es un lugar que volveré a visitar porque me da la sensación que irá a mejor.

Local al cual bajo mi modesta opinion le han sacado poco partido,el sitio es amplio y luminoso,pero la decoracion desmerece un tanto el lugar,muy limpio por cierto,el trato amabilisimo y atento,muchisimas ganas de agradar,cocina bastante sorprendente para estar en una localizacion como Utiel bastante desplazado,intentan impresionar con una cocina moderna con toques de autor,algunos fallos en los puntos de coccion(demasiado hecha la carne y el pescado),buena presentacion y excelente trato del vino,de todas maneras se nota que tienen un gran interes e ilusion en que el proyecto funcione,volverenmos para ver como evolucionan.

El tarbajo que realizan Jose Luis y su señora es de agradecer, son referencia casi en solitario en la zona Utiel Requena. Magnifica bodega subterranea centrada en vinos de la zona. Cocina creativa y muy rica.
Hace tiempo que no me dejo caer,habra que hacer una cenita.

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