Malo, caro, y atención pésima

Paramos allí por casualidad; en viaje hacia Peñíscola. Por fuera parecía un bar-restaurante cualquiera, como muchos otros que se pueden encontrar en carretera. Necesitábamos sobre todo parar para dar de comer un potito a mi hija, y tomar nosotros mismos un refresco. Pedimos una tónica para mi mujer y una coca cola zero para mí. La camarera, que fue la única persona amable, me preguntó si quería picar algo. A pesar de haber comido poco antes, me dejé llevar por la gula (mal!!). Cuando vino el dueño, me ofreció, sin enseñarme ninguna carta, una serie de picoteos. Yo le pregunté si podía ser un pincho de tortilla. Me dijo que no tenía, pero que podía ofrecerme unas croquetas. Pensando que estábamos hablando "de lo mismo", es decir, picar algo con tu refresco sin dejarte allí el sueldo, accedí. Me preguntó "Cuantas?", cosa que me pareció raro. Como no tenía apetito, pedí cuatro croquetas. Menos mal. Porque si llego a pedirle una docena, a lo mejor tenemos que salir a pedir un préstamo personal. Total, que me trae uno de esos platos enormes alargados, muy moderno, con cuatro… ¿croquetas? Bueno, aquí entraríamos en una diferencia de opiniones. Yo, culturalmente, tengo aprendido de mi madre y de mi abuela qué es una croqueta, y entre sus atributos básicos, incluiría un tamaño mínimo que aquí no se veía reflejado. En el plato había cuatro “cosas para comer”, con la apariencia de croquetas, pero cuyo tamaño era aproximadamente la cuarta parte de lo que el común de los humanos concibe como una croqueta.

En este punto, quisiera puntualizar: pocos días antes, habíamos estado en Rascafría, de turismo rural, y acudimos a un restaurante que nos recomendaron unos amigos: Casa Conchi. “No dejéis de probar las croquetas”, nos habían dicho. Allí pedimos a media mañana, para picar también, una ración de croquetas. Nos trajeron una fuente con 8 croquetas, y, en este caso, resultó que eran enormes, como tres veces más grandes de lo que suele ser una croqueta normal. Era un plato descomunal, tanto, que lo que pretendíamos que fuera un picoteo se convirtió en que prácticamente nos sirvió de comida. Eran unas croquetas extraordinarias, de bechamel fina, rebozado crujiente y al tiempo jugoso, en su punto, muy sabrosas pero sin estar saladas, y en este caso eran de queso picón con boletus. La ración de croquetas nos costó 9 euros, y, les aseguro, ha sido una de las mejores compras gastronómicas de mi vida. Recomiendo a todo el mundo que pase por la sierra de Madrid que pruebe las croquetas de Casa Conchi: buena ración, excelente calidad, precio muy ajustado.

Con esta experiencia previa en mi mente, me enfrentaba a un plato con cuatro bolitas, pequeñas, oscuras (el rebozado estaba medio quemado). Probé una, y bueno, no voy a decir que eran espantosas, pero estaban a años luz de las de Casa Conchi. Saladas, desde luego muy saladas. Supuestamente, eran “de boletus con foie”. De boletus encontré algún rastro, de foie, supongo que estaría mezclado con la bechamel, porque no apareció ningún vestigio reconocible, aunque tengo que decir que tampoco en el sabor. La bechamel, supongo que sería casera, quiero pensar que era así… pero desde luego, nada del otro jueves, sobre todo por el exceso de sal y porque el sabor general era a “demasiado tostado” mezclado con un amargor que yo, francamente no disfruté.

Lo peor vino al pagar: 14 eurazos. Es decir, 10 euros por las cuatro mini croquetas, que a mí me resultaron más una muestra de esa que te dan en los supermercados para probar un producto que un plato en sí mismo. Es decir, cada una de esas croquetillas de apenas unos gramos costaba 2,50 euros. Nuestro plan de “picar algo barato” para poder calentar un potito resultó ser un plan que no salió como habíamos planeado.

Lo más gracioso fue que, al ir a pagar, como no nos esperábamos semejante “plumazo”, no llevábamos dinero en efectivo suficiente, ya que sólo teníamos diez euros. Así que, resignadamente, saqué la tarjeta y el dni y se lo entregué al dueño del local, un señor bastante calvo que hasta ese momento había sido bastante amable. Al ver la tarjeta, se le cambió la cara y me espetó, así, sin yo esperármelo:

“No irá a pagarme una cantidad tan pequeña con tarjeta, no? Que el banco me cobra una barbaridad de comisión…”; Señaló el cartel de “pago mínimo con tarjeta, 20 euros”, que tenía detrás de su espalda, que efectivamente avisaba que mi cantidad era “demasiado pequeña”.

Hasta donde yo sé, las comisiones que cobran los bancos, si bien puedo estar de acuerdo en que para el servicio que prestan, son abusivas, están entre el 0,40 y el 1%, estando el promedio en el 0,75%. Es decir, de esos 14 eurazos, le habrían cobrado una comisión de unos 11 céntimos. El resto, 13,89 euros, para el restaurante. Y el tipo me afea que le quiera restar esos 11 céntimos al pago.

Algo se encendió dentro de mí y la contestación, si no fue la más amable del mundo, creo que fue la más humana: “Hombre, yo creo que, con lo que hemos tomado, cobrándonos 14 euros, tienes bastante margen comercial para poder cobrarme con tarjeta”.

El individuo se revolvió: “oye, que yo trabajo muy duro, que echo muchas horas aquí”.

Bien.

No lo niego, pero me hago una pregunta:

Mi madre, que cocina en domicilios particulares por horas, para ganar esos 14 euros tiene que trabajar una hora completa. Y créanme, es capaz de hacer, en esa hora, 200 croquetas de tal calidad que las pequeñas bolitas quemadas de este restaurante se pondrían coloradas de vergüenza.

Más allá de eso, yo mismo me dejo la piel en mi trabajo, mi mujer también, y creo que todo el mundo, desde la señora de la limpieza hasta el repartidor de pizzas pasando por el tornero fresador, y no ponemos un precio desproporcionado a nuestra labor con el argumento de que “trabajamos muy duro” (como trabaja todo el mundo, menos los políticos) o de que “echamos muchas horas” (ídem).

Ahí ya me solté el poco pelo que me queda y le hice saber que me sentó mal acudir a un restaurante de carretera (por lo menos, salimos a él por una señalización en la carretera nacional) y pedir algo para picar y dos refrescos y encontrarme un palo semejante. Él, a pesar de su alopécica condición, se soltó así mismo el pelo (aunque esta vez, solamente de forma metafórica), y se puso hecho un basilisco diciéndome que nunca había tenido una queja semejante, qué todo el mundo se iba de allí muy contento, que era increíble que yo me quejara y que le enfadaba mucho, bla, bla, bla… ya no quedaba nada de esa sonrisa (que ahora entiendo como la sonrisa de “te voy a pegar un palo que te vas a acordar de mí”…), ahora todo eran malos modales, un trato bastante rudo, maleducado, desagradable. Es decir, este señor tiene esta forma de llevar el restaurante: “si me haces la rosca, fenomenal, como me pongas una objeción, me transformo en Mr. Hyde”.

Por último, y como toque cómico, me espeta que “el otro día unos señores se fueron tan contentos que le dejaron 20 euros de propina”. A lo que yo sólo le pude contestar que si estaba esperando una propina, lo tenía claro conmigo. Demasiado sangrado me fui de allí. Le emplacé a cobrarme de la tarjeta, cosa que hizo de muy mala gana, con gestos y resoplidos (creo que él intuyó que si se enrocaba en su posición de no cobrar menos de 20 euros, íbamos a terminar en una escenita con la policía allí, y a poco rato de la hora del café).

Como coletilla, y esto creo que es lo que más le cabreó, le añadí:

“Y las croquetas no eran nada del otro jueves, y estaban saladas”, le invité a comentárselo a la cocinera, que estaba asomando el morro desde la cocina, para intentar escuchar la desagradable conversación.

Yo, señores, no puedo recomendar comer aquí. El dueño me pareció desagradable, la comida, no sólo diré cara, diré carísima, y lo que es peor, de una calidad, para mi humilde gusto, completamente deficiente, o, al menos, deficiente teniendo en cuenta el precio de la misma. No me quejaría igual de esta ración de croquetas si fuera la típica ración de euro y medio de croquetas congeladas (que, por cierto, diré, recomiendo antes unas croquetas congeladas de esas que llaman “caseras” aunque luego son industriales, de marcas como “la cocinera”).

Si se ven obligados a parar en Utiel a comer, yo les aconsejo que vayan a cualquier otro lado. La fama de este sitio además debe ser bien conocida allí, porque una empleada de un local cercano me dijo, textualmente: “es que son unos careros, y luego tampoco es para tanto lo que ponen”.

En fin, resumiendo, no se pierdan las croquetas de Casa Conchi en Rascafría, y eviten este local que va de fino pero cuyo dueño pierde los modales en cuanto le cuestionan la calidad y el precio de sus productos.

  1. #1

    Jeronimo

    Mira Roderico, lo que de entrada no cuela, es que nos sueltes este rollo croquetero por una croquetas que por lo visto te parecieron caras, y no nos cuelgues el comentario del otro que por lo visto te entusiasmaron.

  2. #2

    kopicki

    Bienvenido. Me he divertido con tu comentario. Sobe todo con "el a pesar de su alopécica condición...." jajaja. Esperemos que sigas comentando restaurantes y esto no sea flor de un día. Saludos.

  3. #3

    JaviValencia

    Vaya tela lo que dan de juego cuatro croquetas, el día que tomes un menú degustación largo me pondré a leerlo por la mañana para poder acabarlo a mediodía ;-)

    Yo he ido una vez y he salido satisfecho. Quiero creer que lo que cuentas es verídico, y si es así me parece muy mal lo de la tarjeta, especialmente cuando sólo pensabais consumir algo líquido y fue él quien insistió en poner algo sólido. En cualquier caso el tira y afloja con lo de la tarjeta me parece una fea maniobra por parte del restaurador. En ese punto me pongo a tu favor. En lo que no me pongo a tu favor es en la excesiva propaganda que das a un restaurante que nada tiene que ver con éste.

    Saludos

  4. #4

    jacomur

    Lo primero bienvenido a Verema. Debutas con un extenso y gracioso comentario de tu mala experiencia ante cuatro croquetas y su dueño. Como dice el Gran Jefe, cuelganos tu experiencia de Rascafría en Casa Conchi y en futuros rtes. Y saludos esde Cantabria.

  5. #5

    Emili

    Mi carrooooo me lo robaroooonnnnn....

  6. #6

    Jujo

    en respuesta a kopicki
    Ver mensaje de kopicki

    Yo también me he partido con la "condición alopécica"...
    Ya somos dos.

  7. #7

    vser

    Yo he ido varias veces, tanto a cenar, como a comer e incluso a almorzar a media mañana y siempre he salido bastante contento. Un mal día lo tiene cualquiera pero El Carro siempre ha sido de lo mejor que hay por la zona de Utiel-Requena. Lamento tu mala experiencia.

  8. #8

    Roderico

    en respuesta a Jeronimo
    Ver mensaje de Jeronimo

    Hola, Jerónimo. Palabrita del niño Jesús que si hablo bien de unas croquetas y mal de otras es porque han sido dos experiencias casi consecutivas y nada más, no estoy en nómina de Casa Conchi ni de ningún otro restaurante. Animo a todo el mundo a probar en Casa Conchi para que veais que es verdad como el sol que nos arruga la epidermis, no porque me caigan ni mejor ni peor (son gente maja, sin más). El cabreo fue con el tipo de El Carro de Utiel porque he recorrido muchos restaurantes y en ninguno he tenido tal experiencia. Ojo, si como dices tú, "de entrada no cuela", sólo puedo aclarar que es una crítica sincera igual que cuando hablo bien del otro sitio. Intentaré escribir un comentario sobre Casa Conchi y sobre alguno de los sitios de mi zona (tengo estopa para todos!!)

    Saludos

  9. #9

    Jeronimo

    en respuesta a Roderico
    Ver mensaje de Roderico

    Creo que serías un buen fichaje, por lo menos don de palabra no te falta.
    Bienvenido al foro y venga, anímate y cuéntanos tus experiencias con croquetas u otros productos similares.
    Un saludo.

  10. #10

    Elcarro

    Tenía preparado un discurso pero tengo cosas más importantes que hacer.
    Tenemos por ley una carta en la calle,y a nadie se le obliga a consumir,lo mismo sucede cuando quieren usar tus instalaciones y servicios.
    Feliz año y lamento lo sucedido,pero no lo pintas como ocurrio y te dejas llevar por tu mal rollo.

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