Restaurante Sacha en Madrid
Restaurante Sacha
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
50,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingos y del 1 al 10 de agosto.
Nota de cata PRECIO MEDIO:
67 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
5.9
Comida COMIDA
8.0
Precio medio entorno ENTORNO
7.4
RCP CALIDAD-PRECIO
7.1
Tortilla de boquerones con piparras
Jurel con escalivada
Tuétano asado
Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra
Cecina de Caballo
Falsa Lasagna de Erizo
Opiniones de Sacha
OPINIONES
33

Si Sacha no existiera, se tendría que crear. Sus padres, Carlos y Pitila, pusieron su nombre a esta Botillería y Fogón allá por 1972 en honor a su hijo. De eso hace más de 40 años. Sacha iba para fotógrafo y director de cine. Su vocación no era ésta. Pero le acabo atrapando. De su madre hereda ese recetario de fondo y maestría, de su padre ser pura empatía en la sala sin perder un ápice de propia personalidad.

Su cocina no posee ni un artificio que emborrone el paladar. Hace fácil lo difícil desde el dominio absoluto de las bases de la cocina. Apabulla desde una insultante sencillez.

Calidad sin contemplaciones en el producto. Sabores intensos, más de aquí que de allá, con el toque punzante sachero que es marca de la casa. Culinaria personalísima y única que se recita alejada de tendencias y rimbombantes enunciados.

Se dominan las ostras. Canto a Galicia, tierra de mi madre. Comenzamos por una frita, reducción de potencia y modificación de textura para aquellos que no tienen a este molusco en sus predilectos. Tradición.

Teníamos ganas de probar las ostras escabechadas. Los gallegos comenzaron a utilizar esta técnica para poder transportarlas hasta Inglaterra donde se trocaban con cerveza negra. Resultas finas y elegantes, finalizando con ese punto de pimienta negra. Mayor carnosidad en textura para un bocado placentero. Para iterar sin pausa.

El producto resalta en unos cuasi crudos berberechos cuya apertura comienzo a golpe de vapor y acaba manualmente. Pureza marina. De menos a más para finalizar una primera trilogía con la mar en la boca. Puro yodo.

De Galicia al País Vasco. De origen materno a paterno con la ya clásica y sachista falsa lasagna de changurro. Pasta wonton hervida ligerísimamente que esconde debajo este plato típico vasco. Destaca por su sabor nítido, su pulcritud. En boca se finaliza con un gusto tenue a ajo y guindilla que son antesala del posterior plato. Elegancia tabernaria.

La primera muestra granuja llega a la mesa con las cigalas chili. Salsa espesa, densa con toques picantes y dulces. De esas que provocan bucle, que empujan a repetir. El crustáceo fresquísimo y en su punto. Un plato de esos que agachas la cabeza para comerlo, los dedos se juntan a la boca y chupeteas las cigalas, te lames los dedos, subes la cabeza y miras, los demás hacen lo mismo. Espiral de gozo.

A continuación galete o cococha de atún a la cordobesa. Otros lo llamarían el atún que quiso ser toro de lidia. A veces los enunciados de los platos en la gastronomía de alto copete añaden pomposidad, despistando al cliente. Cuando los nombres se presentan desnudos, el sabor lo es todo, no hay antesala argumentaría. Guisado como un rabo en Córdoba.En boca resulta meloso, de gusto intenso y textura agradable. Impecable combinación entre la grasa del pescado, las verduras y el vino. Podría ser el tuétano marino de Sacha. Pura delicadeza.

Para finalizar, atrevimiento y toque granuja. Tortilla de patata con chorizo. Estilo Betanzos con el huevo más batido y esa aportación de chorizo (Vitoria) para acabar otro plato con el “punch sachero”. Campechanía, gusto y divertimento. Pasión tortillera. Sentirse como en casa.

De broche final, blanco y negro: crema, helado de nata y granizado de café. Una remate ligeramente invertido del original. Sin llegar al nivel anterior.

Menú de orden milimétrico pero sin anunciarse. Cada plato se comporta como el vestíbulo del anterior. De forma silenciosa, Sacha te va preparando para el siguiente encontronazo. La intensidad sápida va escalando una suave pendiente.

En esta taberna ilustrada con producto de lujo, todo se traduce en el placer de comer.

Botillería y Fogón Sacha: La sumisión del gusto.

Post completo, fotos, y maridaje musical en http://www.complicidadgastronomica.es/?p=4577

De todas las peticiones descabelladas por todo internet acerca de las nuevas estrellas michelín que podrían otorgarle a Madrid en la próxima edición Española, la de SACHA podría ser la menos extravagante...

Sacha lleva muchos años "a su ritmo" fuera de modas y tendencias, su clientela es fija, está asentado desde hace muchos años, su cocina se basa en una excelente materia prima con un tratamiento en muchas ocasiones prácticamente neutro dándole el máximo protagonismo al producto....

Pero... pero... y pero... exponiendo nuestra impresión personal subjetiva, SACHA no estaría en posición de recibir una estrella michelín, y aunque como indicamos, hablamos de nuestra impresión personal, ésta se puede argumentar:

Si hay algo que valora de forma determinante la guía michelín es la REGULARIDAD (¡Es la regularidad ..... !) y en nuestra última visita este pasado sábado 05/07/2014 hubo algún que otro detalle que bajó el nivel general de la visita, que como no podía ser de otro modo fue muy alto, es decir, para nosotros SACHA podría ser uno de los mejores 10 o 15 restaurantes de la capital, pero no hablamos de eso sino de la regularidad necesaria para obtener una estrella michelín

El trozo de ¿ventresca? que nos pusieron esa noche no era de la máxima calidad, la ventresca de máxima calidad no te deja hebras en la boca y no está un poco dura sino que prácticamente se deshace cuando te la estás comiendo, la que nos tomamos en SACHA estaba buena pero no era un producto TOP y eso fue un bajón en el nivel general de la cena en lo que a materia prima se refiere... y se podría decir que por ese precio no puedes tener producto TOP pero nosotros (a ese precio) hemos comido en SACHA una ventresca mucho mejor que la del otro día

Otro de los detalles en los que SACHA podría mejorar es el servicio, y es que en las 4 visitas que hemos tenido la suerte de hacer al local siempre hemos tenido alguna pega relacionada con este tema, cuando no es la "mala follá" de alguno de los camareros, hay veces que te toca esperar un rato hasta que alguno de ellos te ve/se deslía para poder acercarse a tu mesa (esto evidentemente, ocurre más en la terraza que dentro, que es más pequeño), éste mismo sábado estuvimos 5 min sin vino porque precisamente entraron de golpe 2 o 3 mesas justo en ese momento y no daban abasto... tener, pensamos, solo 3 camareros para toda la terraza con alrededor de unos 50 comensales nos parece bastante poco, y no estamos menospreciando a los profesionales que estaban, son muy buenos (cuando no te vacilan), la experiencia es un grado y se nota, lo que opinamos es que el sábado pasado con la terraza llena 3 camareros no era suficiente para que alguien no tenga que estar esperando a que le vean para poder continuar con la cena

Se podría pensar: "joder macho sois unos porculeros detallistas de los cojo***", pero es que es lo que pensamos al evaluar el sitio como una posible nueva estrella michelín!

Por lo demás todo genial, disfrutamos bastante, es decir, sabes a lo que vienes, la terraza está perfectamente ambientada, y respecto al resto de la comida últimamente nosotros casi siempre pedimos lo mismo: Ventresca a lo Ibérico, falsa lasaña, solomillo o tuetano (en este caso solomillo)...
La lasaña y el solomillo inapelables, aquí sí que usaron uno de los mejores productos, y concrétamente en el solomillo una de las mejores relaciones cantidad/precio/calidad que recordamos, trozo individual importante (la foto es de 1/2) y muy bien ejecutado, al punto pedido, y además con una patata asada que no tendrá valor gastronómico pero que a mi (soy Dexter) me hace feliz como una perdiz! :)

Pensamos que una de las ventajas de SACHA es que es realmente barato para lo que al final te llevas, en ese sentido es bastante honesto y eso es lo que hace clientela... Muchas veces comentamos con cocineros y empresarios (cuando nos dan bola jeje) sobre las estrellas michelín tal y cual... y casi siempre llegamos a la misma conclusión ¿Para qué tener una estrella michelín pudiendo tener un restaurante viable que da espléndidamente de comer y ademas trabajo a sus trabajadores durante mucho tiempo? Pues eso... SACHA lleva haciendo ésto último bastantes años... y ojalá siga así!

Podéis ver fotos de todo esto aquí (todas las raciones repartidas desde cocina para 2 en platos individuales, las fotos son de 1/2 de la ración):
https://www.flickr.com/photos/99877572@N07/sets/72157645539203254/

Que el restaurante Sacha tiene encanto nadie lo duda, parece que el tiempo no pasa por él, y se conserva año tras año como esa especie de “salón” donde además de comer y beber, uno charla con su acompañante de forma relajada, porque en Sacha parece que el tiempo se detiene para todo. Es de agradecer ese ambiente relajado, no navideño siendo un 26 de Diciembre, que te hace aislarte y centrarte tanto en la comida como en el diálogo.

Utilización de gran producto, con tratamientos sin alteraciones ni modernidades, dando como resultado platos de sabor tradicional, conocido, que no sorprenden pero reconfortan y gustan. Restaurante con parroquia fiel y que llena noche tras noche este reducto de la mesonería madrileña.

Comenzamos con unos mejillones tabernarios . La literatura del enunciado me lleva a mesas de madera sin mantel, a grandes jarras de cerveza, a Bélgica y una salsa deliciosa conformada por vino blanco, albahaca y multitud de ajos que se han confitado provocan que moje pan a raudales. Sobresalientes.

Seguimos por unas bocados de huevas de salmón, que aun siendo generosas con unas huevas de gran tamaño, me pareció un plato demasiado salado. Probablemente una mezcla con algún otro ingrediente para reducir salinidad, pueda ser una buena idea. Descenso.

A continuación uno de los fijos de Sacha, ya que mi acompañante nunca la había probado, la falsa lasagna de txangurro. Pasta tremendamente suave y elegante que conforma un velo fino para la carne del crustáceo. Esta se presenta de forma abundante, con mucho sabor frescura. El conjunto se adereza con aceite, un poco de ajo y guindilla para resaltar el sabor. Un plato de esos que uno no se cansa de comer, un auténtico seguro.

Buscando el máximo disfrute, solicitamos el “tuétano”. Plato muy “sachero” presentado en vertical sobre una salsa de vino de oporto muy reducida con una hojita de romero para oler a campo. Totalmente gulesco, como acompañante un rebanada de pan tostado, y dos trozos de carne, perfectos de punto y sabor. Toque canalla reflexivo, el producto caro como guarnición, y el más económico elevado a los altares con una elaboración de campeonato. Ya tenemos dos fijos en Sacha. Para recordar.

Finalizamos con la tarta de manzana y helado ; perfecta de temperatura, sabor y sin ser nada empalagosa. Una buena forma clásica de acabar una cena muy amistosa, de agradable conversación.

Para leer y ver el post completo http://www.complicidadgastronomica.es/?p=3081

Le teníamos bastante gana a Sacha, y llevábamos demorando la visita un tiempo, pero por fín llegó el día. Cuatro comensales dispuestos a darlo todo por la buena mesa, dirigidos en esta ocasión por el viejo Daniel, hoy comandante de esta descontrolada nave.

Al entrar nos recibió Sacha, muy amable, y enseguida los camareros nos acomodan en nuestra mesa. El servicio es a la antigua, en el mejor de los sentidos. Educación y profesionalidad, de agradecer francamente, así da gusto. Estaba lleno, gente de edades muy dispares, todos muy bien vestidos, ni una palabra más alta que otra en un ambiente de tranqulidad y armonía.

No pedimos, nos fue sacando Sacha, a cada plato mejor.

- La ostra escabechada, original y sabrosa.
- Unos berberechos de un tamaño grotesco, gran sabor.
- Una tosta crujiente con tomate y aceite acompañada de unas grandes y perfectamente limpias anchoas. Producto.
- La tortilla con piparras, muy buena.
- Un revuelto de perrechicos frescos, original.
- Las alcachofas fritas, un descubrimiento. Dedicadas a Mery.
- El canelón de txangurro. Oh la lá, que grande.
- El lomo de ventresca, sevido con una salsa que es pura explosión de sabor. Muy bueno.
- El Steak Tartar. Primera vez que pruebo este plato, santo Dios lo que me he estado perdiendo. Para recordar.
- El postre fue un granizado de café con helado de leche merengada, refrescante locura.

Nos metimos una botellita de cava Gramona y tres de Valenciso 2006, que acompañó perfectamente la cena. Ni miré la carta de vinos.

Unas copas nos acompañaron durante una sobremesa muy agradable, descubriendo a un caballero lleno de talento en la restauración y de amabilidad en el trato. Siempre se aprende algo nuevo, y 'el buen pulpo sabe a langosta'... pero eso ya será otra historia.

No olvidaré ni la velada, ni la camiseta que me enseño de aquel histórico año, ni que esa noche nuestro comandante al final sacó la bandera blanca y pidió clemencia con la última ronda.

Sempre Sacha, VOLTAREMOS.

Cuando un restaurante lleva el nombre de su propietario suele indicar que estamos ante una persona fuera de lo común. Por poner unos ejemplos Solla, Pedro Roca, Casa Gerardo, Martin Berasategui, D’Berto, Muñagorri o la persona de cuyo restaurante subimos este post, Sacha. Son lugares que además de disfrutar de su cocina, hay un deseo de compartir y gozar un momento, una conversación con el propietario porque no suele ser una persona normal sino todo un personaje.

Me llamó mi amigo Alberto para que le acompañase a cenar allí y es como decirle a un niño que lo llevas a Toys’R’Us… se me abrieron los ojos y dije rápidamente que sí.

El restaurante no es muy grande, con aires de antiguo bistrot francés que gana espacio en la temporada del buen tiempo gracias a una tranquilísima terraza, cuyas mesas son reservadas con increíble antelación.

Los colores azul y blanco dominan la sala, una sala con paredes repletas de fotos, de historias que han surgido en los más de 40 años que lleva cuidando a una fiel clientela. Las mesas amplias, con buen menaje y decoradas con gusto. La iluminación tenue sirve tanto para una cena romántica como para una de trabajo.

El servicio fue atento en los detalles pero sin estar muy encima, sobrio pero sin ser antipático, hablador lo justo para no pecar de parlanchín… es decir, profesionales de la vieja escuela. La bodega no es muy extensa, con mayoría de las dos denominaciones más clásicas (Duero y Rioja) pero está cuidada.

Nos inclinamos por un Rioja un tanto diferente, Predicador, todo un homenaje de su creador, Benjamín Romero, a Clint Eastwood.

Cuando a la mesa llegó Sacha Hormaechea, ni habíamos abierto las cartas de la oferta culinaria porque estábamos más entregados que las fuerzas de General Nassau en la rendición de Breda.

Así que él eligió por nosotros, sabiendo que ni teníamos alergias ni fobias a alimento alguno excepto cierta apatía a la lengua de ternera, manjar exquisito en esta casa. A continuación os presentamos el menú con el cual nos embelesaron:

Empanadillas de Huevas de Salmón Salvaje, un bocado de explosivo sabor como señal prometedora del evento culinario que estábamos empezando a disfrutar.

Falsa Lasaña de Erizo de Mar que se atempera con un fondo de changurro para aportarle un sutil dulzor, era una mezcla que te sorprendía por igual, tanto su potencia de sabor como la elegancia, la finura de la masa que la abrazaba y el relleno que escondía.

Cecina de Caballo, por cuyo sabor nos saltaron las lágrimas como a Boabdil cuando entregó las llaves de Granada a los Reyes Católicos. Lógicamente nosotros fue por placer, que no perdimos nada… posiblemente es la cecina más deliciosa que hayamos probado nunca.

Apareció en la mesa uno de nuestros vegetales favoritos junto al espárrago y la alcachofa, las corujas. Frescas, deliciosamente tiernas y magistralmente aliñadas con aceite, limón, azúcar y pimienta y cuyo plato estaba untado con ajo para aportar tenuemente su potente sabor. Como apunte, la coruja o pamplina (Montia Fontana) es una hierba de pequeño tamaño que se da en zonas altas de montaña, en arroyos donde el agua es cristalina y fluye con alegría.

El siguiente plato tenía el alma de su creador porque era un plato de lo más original y cachondo: Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra. Una tortilla que solo se hacía al fuego por un lado y que venía se acompañada, además del hongo, de aceite royal, cebollino y pimienta. Plato divertido, singular y sabroso.

Rematamos la faena con un Steak Tartar, famoso en el coso gastronómico madrileño, de excelente carne y punto de preparación.

Estábamos llenos y no pudimos con el postre, muy a pesar nuestro… por seguir con los parangones militares, algo así como el Mariscal Rommel que disfrutó de los triunfos en el norte africano pero se quedó sin tomar El Alamein.

Salimos del local muy satisfechos, tanto por la originalidad y presentación de los platos, como por la calidad de la materia prima y por tener el placer de disfrutar de una amena charla al final de la cena con el alma mater de este templo gastronómico, Sacha Hormaechea. Y es que esa retranca que sus raíces gallegas le han concedido, aporta momentos gloriosos durante la conversación. Saliendo por el zaguán, nos vino a la mente el General MacArthur cuando exclamó “Me voy… ¡¡pero volveré!!”

Precio 45-55€, buena RCP.

  • Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra

    Tortilla Vaga de Criadillas de Tierra

  • Cecina de Caballo

    Cecina de Caballo

  • Falsa Lasagna de Erizo

    Falsa Lasagna de Erizo

La entrada por una zona ajardinada, como si fuera la trastienda de una calle, ya comienza a mostrar lo que uno se encuentra en la Botillería y Fogón Sacha; estos nominativos rimbombantes también dan fe de la personalidad de este restaurante, y de su dueño y cocinero. Un lugar lleno de parroquianos selectos, con un cierto toque de famoseo, donde uno va a comer bien, a que le traten mejor, y a ser partícipe de las conversaciones con Sacha.

El comedor lleno de cuadros y con unas catorce mesas algo juntas da esa sensación de salón de casa donde ya no cabe ni una figurita más, ni otra mecedora ó simple silla. Servicio clásico, elegante, y que poco a poco va despachando cierta empatía.

Cocina sencilla que no fácil, sabores reconocibles, buen producto y gran tratamiento. A destacar los cardos que acompañaban al bacalao junto con una salsa blanca, el falso ravioli de erizo, y la tarta de manzana con crema inglesa. Todos los platos emplatados de forma independiente, aunque todo fuera a compartir, lo cual de verdad se agradece. Cambio de platos y cubiertos para cada composición.

Carta ni demasiado extensa, ni corta que merecerá otra visita para probar platos como la tortilla manchada, el tuétano asado, ó las ostras escabechadas (las cuales parece que hay que pedir por encargo).

Comenzamos con unas alcachofas fritas, casi crujientes, cortadas muy finas, y sin percibir nada de exceso de aceite. Excelente fritura para un producto de temporada. Sencillez, producto, tratamiento.

Seguimos con un crujiente de xoubas. Láminas tremendamente finas de pasta que ha sido frita, rellena de cebolla ligeramente pochada, pimiento rojo, y unas sardinas pequeñas muy sabrosas también en fritura. En la foto se puede percibir como éstas encojen un poco al contacto con el aceite a alta temperatura. Como una empanada más fina (de invierno) para servir caliente. Raíces gallegas en el bistró.

Continuamos en el mar, con el falso ravioli de erizo. Pasta ligera que no llega a estar cerrada, con erizo sobre ella, y rellena (creemos) que de centollo. Sabores yodados, aligerados por la presencia de la pasta. Muy agradable para todo tipo de paladares. Composición de la que se podría repetir con verdadera gula.

La parte salada acaba con un bacalao con cardos. Últimamente estamos probando este pescado allá donde vamos, y en general con muy buenos resultados. En este caso, ya por si solos los cardos son antológicos, vienen con una salsa ligada, espesada únicamente con harina y buen aceite, resultando elegantes, y muy sutiles. La verdura, reduce la potencia del bacalao, que se encuentra perfectamente desalado, y con un buen punto. Guiso de fogón, de movimiento de cazuela, de ligazón. La labor manual del cocinero en su esplendor.

Para finalizar una tarta templada de manzana con crema inglesa. Clásico, sabroso y dulce final que deja un gran sabor de boca.

Luego vendría la conversación con Sacha, diálogos que a veces se convierten en monólogos. Animal (en el buen sentido) de la sala, y las relaciones públicas. Recuerdos de Victor Merino, cuyo Cabo Mayor se encontraba al lado de este local, donde ahora está Baby Beef Ribaiyat. Para aquellos que no lo conozcan, Victor fue el precursor en Madrid del menú degustación, con Pedro Larumbe oficiando en la cocina; eran mediados de los ochenta. Sacha sabe lo que tiene que decir, y lo que sus clientes quieren escuchar.

Muy buenas sensaciones en este coqueto local, que cumple dos premisas básicas y sencillas, pero complicadas de conseguir: se come bastante bien, y te diviertes en un entorno y ambiente que rezuma un encanto especial.

Para ver las fotos y el post compelto...http://www.complicidadgastronomica.es/2013/01/fogon-sacha-satisfaccion-producto-y-conversacion/

Tenía bastantes ganas de ir y la verdad que me decepcionó bastante. El ambiente lo mejor del sitio, mesas pequeñas y cercanas, pero tiene un encanto especial. En cuanto a la comida... la tortilla manchada está buena pero sin más .La raya insípida, en su punto de cocción pero llega sin sabor. El atún bueno, pero al conjunto le falta algo de gracia y la salsa de soja es demasiado perceptible. Eso sí, al César lo que es del César, el steak tartar cortado a cuchillo es de los mejores que me han preparado, aunque reconozco que deberían haberme preguntado por el grado de picante, a mí me gusta mucho y lo tolero bien pero si no fuese así, hubiese sido incomible.

El sitio es bastante afrancesado al igual que el servicio, que me pareció bastante seco y serio comandado por el maitre.

Los gin-tonic, si no los hubiésemos pedido, bastante mejor, que manera de maltratar este delicioso brevaje.

En resumen, nos defraudó al esperarnos encontrarnos con uno de los grandes de Madrid por precio y fama, y para nada justificó las expectativas ni el precio. No creo que repita, al menos pagando.

Hacía bastante que no comía en Sacha, y la última visita colmó mis expectativas.
Con aires de bistró parisino y una decoración algo destartalada, este bullicioso restaurante con más de treinta años a sus espaldas sigue ofreciendo una materia prima de calidad, donde lo que importa es el sabor.
Los camareros, uniformados con chaquetilla gris, hacen gala de un trato muy a la vieja usanza, y si bien es verdad que no son del todo amables y te intentan reconducir a que pidas lo que ellos quieren, cumplen perfectamente con su función. Son rápidos y profesionales.
La comida es excelente, con una carta de nivel que ofrece preparaciones que se han mantenido a lo largo del tiempo, como la raya, el villagodio o la tortilla manchada y otras que van variando según la estación y el mercado.
La última vez que estuvimos, nos dejamos aconsejar por el jefe de sala y salimos muy contentos. Cena para dos personas consistente en:
Un magnífico salpicón xeitoso compuesto por rape y langostinos, ambos de excelente calidad, que no tuvieron ningún reparo en servir dividido en dos platos.
Unos berberechos grandes, fresquísimos y cargados de sabor con algo de aceite y pimienta.
Steak tartare jugoso, cortado a cuchillo como mandan los cánones, que recomiendo pedir no muy picante, ya que aquí hacen caso omiso, y de por sí suele estar fuerte.
Guiso de arroz con setas y perdiz, que estaba sencillamente fabuloso por el punto de cocción, las texturas y el sabor. Quizá éste fue el mejor plato de la noche.
De postre una especie de mousse de chocolate que no estaba mal y un apfelstrudel con crema agria bastante conseguido.
La carta de vinos es lo que más flojea, porque además, cuando vas a cenar a un sitio como este, donde domina la cocina de verdad, lo que te apetece es darte un homenaje especial, pero no se puede tener todo en la vida. Además los precios son abultados. Pedimos un Vale Meao 2006 que aparecía en carta a 60€, pero nos dijeron que se les habían terminado todas las referencias de vinos portugueses, así que al final nos decantamos por un San Román 2007 que cumplió más que correctamente con tan intensos platos.
Desde luego que no es un sitio de moda, no es cómodo, el servicio no es de lo más amable que haya visto, es ruidoso y la carta de vinos tiene graves deficiencias. Ni siquiera creo que sea un restaurante que invite a las sobremesas con una buena copa, pero de lo que estoy seguro es de que la cocina es fiable y sabrosa. Pagamos 180€ con cerveza, agua, Coca-Cola y copa de Lustau. Al contrario de otras críticas que he leído, a mí no me parece caro para el nivel gastronómico que ofrece y por lo que pude ver el día que fui, con un lleno total, somos unos cuantos los que pensamos parecido.

Llevaba tiempo queriendo ir a este restaurante, animado por las buenas críticas que tenía, y he de decir que el resultado quedó por debajo de mis expectativas.

El lugar a mí me gustó, con un punto canalla y aires de bistró francés, comedor pequeño, mesas de mármol bastante juntas, en verano la terraza debe ser muy agradable. Algún que otro extranjero, lo que denota que es conocido fuera de España o que figura recomendado en alguna guía.

Servicio correcto, sin más. Y el propietario sale saludando sólo a gente que le conoce, se agradecería que se pasase a preguntar qué tal todo.

A lo que vamos, la comida, empezamos con la clásica tortilla manchada. Básicamente, no es más que una tortilla de patatas con chorizo poco hecha. La cantidad y el precio son razonables, pero me esperaba otra cosa. De segundos pedimos una raya y atún rojo. La raya insípida, demasiado hecha, el típico pescado blanco cocido con una salsa que intenta alegrarlo pero no lo consigue. El atún muy bien. El postre no me acuerdo, por lo que debió estar en consonancia con lo demás: correcto, pero careciendo de ese punto que nos esperábamos. Con el vino nos dejamos asesorar por el maitre y nos trajeron un verdejo nada reseñable. No estamos muy animados a volver, la verdad.

Buen restaurante. Ambiente muy acogedor, en plan bistro, con un trato amable y cordial, comida tradicional de alta calidad con toques modernos. Un poquitín caro pero note deja mal sabor de boca. Hace mucho que no voy y tengo ganas de repetir.

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