Hacía bastante que no comía en Sacha, y la última visita colmó mis expectativas.
Con aires de bistró parisino y una decoración algo destartalada, este bullicioso restaurante con más de treinta años a sus espaldas sigue ofreciendo una materia prima de calidad, donde lo que importa es el sabor.
Los camareros, uniformados con chaquetilla gris, hacen gala de un trato muy a la vieja usanza, y si bien es verdad que no son del todo amables y te intentan reconducir a que pidas lo que ellos quieren, cumplen perfectamente con su función. Son rápidos y profesionales.
La comida es excelente, con una carta de nivel que ofrece preparaciones que se han mantenido a lo largo del tiempo, como la raya, el villagodio o la tortilla manchada y otras que van variando según la estación y el mercado.
La última vez que estuvimos, nos dejamos aconsejar por el jefe de sala y salimos muy contentos. Cena para dos personas consistente en:
Un magnífico salpicón xeitoso compuesto por rape y langostinos, ambos de excelente calidad, que no tuvieron ningún reparo en servir dividido en dos platos.
Unos berberechos grandes, fresquísimos y cargados de sabor con algo de aceite y pimienta.
Steak tartare jugoso, cortado a cuchillo como mandan los cánones, que recomiendo pedir no muy picante, ya que aquí hacen caso omiso, y de por sí suele estar fuerte.
Guiso de arroz con setas y perdiz, que estaba sencillamente fabuloso por el punto de cocción, las texturas y el sabor. Quizá éste fue el mejor plato de la noche.
De postre una especie de mousse de chocolate que no estaba mal y un apfelstrudel con crema agria bastante conseguido.
La carta de vinos es lo que más flojea, porque además, cuando vas a cenar a un sitio como este, donde domina la cocina de verdad, lo que te apetece es darte un homenaje especial, pero no se puede tener todo en la vida. Además los precios son abultados. Pedimos un Vale Meao 2006 que aparecía en carta a 60€, pero nos dijeron que se les habían terminado todas las referencias de vinos portugueses, así que al final nos decantamos por un San Román 2007 que cumplió más que correctamente con tan intensos platos.
Desde luego que no es un sitio de moda, no es cómodo, el servicio no es de lo más amable que haya visto, es ruidoso y la carta de vinos tiene graves deficiencias. Ni siquiera creo que sea un restaurante que invite a las sobremesas con una buena copa, pero de lo que estoy seguro es de que la cocina es fiable y sabrosa. Pagamos 180€ con cerveza, agua, Coca-Cola y copa de Lustau. Al contrario de otras críticas que he leído, a mí no me parece caro para el nivel gastronómico que ofrece y por lo que pude ver el día que fui, con un lleno total, somos unos cuantos los que pensamos parecido.